En el número de septiembre de 2011, en “recaída y dolores de parto” con firma de Juan J. Llach, se trató la situación de la economía mundial. El artículo comenzaba diciendo: “Nadie lo previó así”. Al respecto, el autor expone algunas referencias y comentarios.El 11 de septiembre de 1999, dirigiéndose a los miembros de la Fundación Centesimus Annus Pro Pontífice, el papa Juan Pablo II pronunció un discurso en el cual vaticinó la crisis financiera mundial que se desató en 2008 y que aún continúa. En sus párrafos más significativos (y otras referencias que agrego en mis comentarios), se podrá apreciar la seriedad y gravedad de su enfoque no sólo para anticiparse a los acontecimientos, sino también para considerar sus causas y hasta prever posibles medidas de solución.

Este discurso ha pasado inadvertido, y ha sorprendido aquí y en el exterior a cuantos he puesto en su conocimiento, a propósito de mis investigaciones y disertaciones sobre el pensamiento económico de Juan Pablo II. Van seguidamente sus principales consideraciones y mis comentarios: “… En las relaciones económicas, las transacciones financieras ya han superado en gran medida a las reales, hasta el punto de que el ámbito de las finanzas ha adquirido ya una autonomía propia.

Este fenómeno plantea nuevas y arduas cuestiones también desde el punto de vista ético. Una de éstas atañe al problema de la relación entre riqueza producida y trabajo, por el hecho de que hoy es posible crear rápidamente grandes riquezas sin ninguna conexión con una cantidad definida de trabajo realizado. Es fácil comprender que se trata de una situación bastante delicada, que exige una atenta consideración por parte de todos.

En la encíclica Centesimus annus, tratando la cuestión de la ‘creciente internacionalización de la economía’, recordé la necesidad de promover ‘órganos internacionales de control y de guía válidos, que orienten la economía misma hacia el bien común’ (n. 58), teniendo en cuenta también que la libertad económica es sólo uno de los elementos de la libertad humana. La actividad financiera, según características propias, debe estar ordenada a servir al bien común de la familia humana.

Sin embargo, hay que preguntarse cuáles son los criterios de valor que deben orientar las opciones de los agentes, incluso más allá de las exigencias de funcionamiento de los mercados, en una situación como la actual, en la que aún falta un marco normativo y jurídico internacional adecuado. También es preciso preguntarse cuáles son las autoridades idóneas para elaborar y proporcionar esas indicaciones, así como para velar por su aplicación.

(…) Los responsables de la comunidad internacional están llamados, asimismo, a adoptar instrumentos jurídicos idóneos para afrontar las situaciones cruciales que, si no se controlan, podrían tener consecuencias desastrosas no sólo en el ámbito económico, sino también en el social y político. Y, ciertamente, los más débiles serían los primeros en pagar las consecuencias, y los que más pagarían.

(…) Hay que añadir que los procesos de globalización de los mercados y de las comunicaciones no poseen por sí mismos una connotación éticamente negativa, y, por tanto, no se puede tomar frente a ellos una actitud de condena sumaria y a priori. Sin embargo, los que aparecen en principio como factores de progreso pueden producir, y de hecho ya lo hacen, consecuencias ambivalentes o decididamente negativas, especialmente en perjuicio de los más pobres.

(…) Hay espacio, en esta dirección, para trabajar de modo leal y constructivo, también dentro de un sector muy expuesto a la especulación.

(…) Mientras tanto, es muy oportuno apoyar y fomentar los proyectos de “finanzas éticas”, de microcrédito y de “comercio equitativo y solidario”, que están al alcance de todos y poseen también un valor pedagógico positivo, orientado a la corresponsabilidad global.”

Desde el punto de vista ético, Juan Pablo II demuestra la importancia de este enfoque aun en clave operativa por cuanto:

Alertó sobre el contrasentido de la expansión financiera respecto de las actividades productivas y asimismo sobre la falta de relación entre esas riquezas y el trabajo.

Alertó sobre la ausencia de órganos internacionales de control para ordenar la actividad.

Alertó sobre la ausencia de un marco normativo y jurídico internacional adecuado.

Alertó sobre el perjuicio que tendrían los más débiles, pues serían los primeros en pagar las consecuencias de una crisis eventual.

Alertó también sobre el funcionamiento de un sector como el financiero, muy expuesto a la especulación.

Alertó sobre la necesidad de establecer un sistema de justicia global que aplique las normas convenidas por todos los actores, que ya había anticipado en 1991 en un párrafo imperdible en Centesimus annus: “…cada día se siente más la necesidad de que a esta creciente internacionalización de la economía correspondan adecuados órganos internacionales de control y de guía válidos, que orienten la economía misma hacia el bien común, cosa que un Estado solo, aunque fuese el más poderoso de la tierra, no es capaz de lograr”.

Y alertó sobre las causas ideológicas de la crisis que ya entreveía: Cada vez más, en muchos países americanos impera un sistema conocido como «neoliberalismo»; sistema que haciendo referencia a una concepción economicista del hombre, considera las ganancias y las leyes del mercado como parámetros absolutos en detrimento de la dignidad y del respeto de las personas y los pueblos. Dicho sistema se ha convertido, a veces, en una justificación ideológica de algunas actitudes y modos de obrar en el campo social y político, que causan la marginación de los más débiles”. (Ecclesia in America, 22.1.1999, n. 56)

Fortalezas éticas y debilidades técnicas

Es válido afirmar que un enfoque ético no adelanta exactamente cuándo puede dispararse una crisis, pero también lo es reconocer que aun los prestigiosos institutos y organismos internacionales técnicamente competentes para ello, fueron incapaces de precisar con anticipación la gravedad de las circunstancias.

Y eso ocurrió esencialmente no tanto por una dificultad en los mecanismos de control, sino más bien en los hombres concretos que manejan esos mecanismos, y por las causas que el propio Pontífice advirtió.

Al respecto resultó notable la concordancia cuando –desencadenada la crisis– desde diversas partes del mundo se alzaron voces criticando la codicia y falta de responsabilidad de las instituciones y personas intervinientes. Sorprendentemente los responsables técnicos concluyeron hablando de la ausencia de moral.

Como se apreciará, Juan Pablo II vaticinó correctamente lo que hoy estamos viviendo y, más aún, la profundidad de sus indicaciones de corrección, que junto a las posteriores recomendaciones de Benedicto XVI en Caritas in veritate, nos dicen claramente que el rumbo de la economía actual va en la dirección contraria.

El autor es profesor titular de Macroeconomía, Universidad Católica Argentina. educarsj@gmail.com

4 Readers Commented

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  1. Ljudmila on 15 noviembre, 2011

    Muchas gracias por escribir sobre esto y darle este enfoque desde la respetabilidad de Criterio.
    Solo quería agregar algo: Juan Pablo II en cierta manera ya alertaba en su primer Enciclica Redemptor Hominis donde decía “No se avanzará en este camino difícil de las indispensables transformaciones de las estructuras de la vida económica, si no se realiza una verdadera conversión de las mentalidades y de los corazones.”

  2. krom on 17 noviembre, 2011

    Pues me temo que esto ya no lo arregla ni Dios… (huys, perdón)

  3. Juan Carlos Lafosse on 22 noviembre, 2011

    Excelente observación sobre la sorpresa y desconocimiento que causan en muchas personas estas ideas. Lamentablemente es verdad que las palabras de los Papas sobre la cuestión social realmente no se conocen.

    La ideología neoliberal, absolutamente dominante en los últimos 35 años, ha volcado inmensos recursos comunicacionales, culturales y económicos, para naturalizar una visión del hombre que nos retrotrae a la ley de la selva. Por eso, en los medios masivos las encíclicas que tocan estos temas solo se publican «editadas» adecuadamente y lo menos posible. Así se leen, inmersas en este marco cultural impuesto, egoísta, insolidario e injusto.

    Parte de su estrategia, como muy bien describe el Sr. Carlos Coppa en su comentario a «Caritas in veritate en dorado y rojo», del número de Septiembre 2009, es conseguir que las ideas sociales sean percibidas desde una visión maniquea, «amigo-enemigo», donde se etiqueta al oponente como «izquierdista» o «derechista» lo que cierra toda posibilidad de diálogo. Y también por esta actitud confrontativa las ideas “perturbadoras” de los Papas, no se aceptan realmente ni se divulgan ni se promueve su estudio y puesta en práctica.

    A nadie que pretenda guiar su vida con valores evangélicos debiera quedarle dudas sobre la imperiosa necesidad de justicia social en el mundo, de terminar con el hambre y la miseria. Y yo creo que esto lo comparte realmente mucha gente.

    Pero luego vienen los detalles y comienza el problema. Por ejemplo, Juan Pablo II dice que la globalización “no es en sí misma éticamente negativa”, pero quienes están de acuerdo con esta afirmación a menudo no aceptan que tampoco es “negativa en sí misma” la prestación de servicios por parte del Estado, aunque ambas son simples hechos y herramientas de la economía, que pueden perfectamente analizarse y aplicarse en conjunto.

    Pero la primera afirmación es percibida como «de derecha» y la segunda como «de izquierda». ¿A quién se le puede ocurrir que es moralmente inaceptable ganar fortunas sin trabajar? Sería considerado un “comunista” y por lo tanto quedaría descartado como interlocutor, aunque Juan Pablo II opine bastante parecido en este tema.

    Es necesario superar los marcos estrechos que han establecido como verdades inmutables los dictados del mercado y sus sumos sacerdotes los gurúes mediáticos, que nunca pegan un pronóstico pero siempre encuentran otro como ellos para que explique porqué no ocurrieron los desastres profetizados. Lo exige no solo el sentido común sino el evangelio y todas las encíclicas sociales.

    Aunque no desde la enseñanza de la iglesia, estas estructuras injustas comienzan a ser contestadas. El 2 de noviembre pasado un grupo de 70 estudiantes de Harvard, la universidad privada más antigua y prestigiosa de EEUU, se retiró de la clase que daba el ex presidente del Consejo de Asesores económicos de George W Bush, Gregory Mankiw, en reclamo por el sesgo neoliberal de sus lecciones, la falta de diversidad en sus enfoques y en solidaridad con “un movimiento que está cambiando el discurso estadounidense sobre la injusticia económica”, tal como menciona la carta abierta al profesor realizada en el marco de la acción de protesta.

  4. Juan Carlos Lafosse on 1 diciembre, 2011

    Para sorprender a los argentinos también puede presentarse la Conferencia inaugural del cardenal Jorge Mario Bergoglio en el Seminario sobre “Las Deudas Sociales”, organizado por EPOCA, el 30 de septiembre de 2009, http://www.aica.org/index2.php?pag=bergoglio090930.

    En un blog de Octubre de 2009 dice “Lo que es apasionante no es que el enunciado sea verdadero sino que el alto prelado lo exprese públicamente y nadie, nadie (del establishment y sus acólitos y seguidores) lo lea y lo recoja como tal.” http://elbaldio2007.blogspot.com/2009/10/la-pobreza-la-iglesia-y-los-medios.html

    Ojala no fuera cierto.

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