relaci1El cuidado en el final de la vida plantea nuevos enfoques en la relación médico-paciente.316_1195405722_ancianos204En los últimos años el modo de transitar el final de la vida ha experimentado diversos cambios de naturaleza cultural, científica y tecnológica, e incluso espiritual. Por ejemplo, ese pasaje es distinto en el campo y en la ciudad. En algunas sociedades rurales aún suele darse la “muerte domesticada” medieval, la muerte que no sorprende cuando llega y a la que podemos prepararnos (recordemos la Letanía de los Santos que ruega: “De la muerte súbita, líbranos Señor”), que se produce en el propio lecho y ante la presencia de todos los que amamos. Héctor Tizón, lo resume así: “La desatención a la muerte es un hecho que sucede más bien en las ciudades. En el campo, en lo rural, la presencia de la muerte es mucho más elocuente. En las ciudades, por ejemplo, ya no existe lo que se llamaba pompa fúnebre: cuanto más rápido terminemos el asunto, mejor. En las familias, en la época en que yo era chico, a uno lo llamaban y le decían: se está muriendo la abuela, vayan a despedirse. Y uno iba a ver a la abuela y le deba la mano, y… se despedía uno del muerto”.

En el contexto urbano la muerte es algo negado, prohibido, intervenido o, en palabras de Geoffrey Gorer, “pornográfico”; algo que no puede nombrarse y transcurre en un hospital, allí donde puede ocultársela. Para Philippe Ariès, la muerte “…se ha vuelto innombrable. Todo sucede ahora como si ni yo ni tú ni los que me son caros fuéramos mortales”1. Es uno de los nuevos tabúes. Sólo tiene prensa la muerte violenta.

Por otro lado, el desarrollo de la medicina abrevando en la ciencia y la tecnología ha conducido con sus grandes logros a la medicalización de numerosos momentos, en particular los del principio y el final de la vida, alcanzando en ocasiones a lo que hoy se denomina “encarnizamiento terapéutico”. Por ejemplo, con la epidemia de polio a mediados del siglo XX llega la terapia intensiva; la cirugía cardiovascular y los transplantes contribuyen también a la complejización de la tecnología. Todo ello da nacimiento a una nueva clínica, la del enfermo crítico, que ya no sólo es atendido en la sala de guardia como se acostumbraba sino que ingresa a un nuevo espacio hospitalario especialmente preparado para él y donde abunda la tecnología para el soporte vital (respiradores artificiales y otros artefactos).

“El nacimiento de la medicina intensiva ha supuesto un cambio conceptual de enormes consecuencias. Poco a poco, el viejo concepto de “muerte natural” fue perdiendo vigencia, siendo sustituido por el de muerte intervenida. Y aquí comenzaron los problemas éticos. ¿A quién corresponden las decisiones de las que dependen la vida y la muerte de las personas? Ésta es tal vez la más acuciante de las cuestiones, y la que dio origen a la nueva bioética”2. ¿Cuándo debemos limitar los tratamientos en cada caso individual y dejar que la naturaleza siga su curso? Esta limitación del esfuerzo terapéutico y la autonomía del enfermo expresada en su voluntad anticipada de aceptar o no determinados tratamientos, es una de las acepciones de la frecuentemente denominada “muerte digna”, expresión polisémica si la hay. Para otros, la misma expresión se identifica con la eutanasia.

Los fines de la medicina

Éstas y otras cuestiones, tales como los altos costos que implica la nueva medicina y la deshumanización de la relación médico-paciente, llevaron a un replanteo de los fines de la medicina, más allá de las miradas exitistas (“la medicina todo lo puede”) y de la dificultad de aceptar la finitud. Entre otros, Daniel Callahan del Hastings Center de Nueva York, inició en 1993 una reflexión liderando a grupos de 14 países, y esbozó como fines de la medicina la prevención de la enfermedad y la promoción de la salud, el alivio del dolor y del sufrimiento causado por las enfermedades, el cuidado y curación de los enfermos, el cuidado de los que no pueden ser curados, prevenir la muerte prematura y posibilitar una muerte en paz. El objetivo no es sólo la curación sino el acompañamiento y cuidado de los que ya no se curarán. La formación de pregrado en las facultades de medicina suele centrarse en la curación y no prepara al futuro médico para tratar al enfermo incurable y, menos todavía, en su fase terminal; ello contribuye, entre otros factores, a que los médicos, ante el sufrimiento del paciente, muchas veces vean la eutanasia y el suicidio asistido como las únicas soluciones posibles. Los cuidados paliativos y los hospices modernos surgieron así como respuesta a una realidad descuidada: los enfermos incurables y, en ocasiones, murientes.

Existe un abundante cuerpo conceptual elaborado a partir de la investigación científica y la práctica interdisciplinaria que se ocupa del enfermo y su entorno cercano de acuerdo con la complejidad de una situación que implica síntomas físicos y psíquicos (dolor, ansiedad), aspectos sociales (organización familiar para el cuidado, recursos económicos, abandono) y cuestiones existenciales y religiosas tales como el misterio de la enfermedad y de la muerte. Este nuevo estilo de relación médico-paciente permite al enfermo decir su palabra e intervenir en las decisiones que lo afectan. Sin embargo, todavía los cuidados paliativos y los hospices distan mucho de estar lo suficientemente difundidos como para ser ofrecidos a todas las personas.

Entre sacralidad de la vida y calidad de vida

“Morir indignamente es morir solo, abandonado, en un espacio inhóspito y anónimo, en un no-lugar (siguiendo la expresión del antropólogo francés Marc Augé). Morir indignamente significa morir sufriendo innecesariamente o morir atado a un artefacto técnico que acaba convirtiéndose en el soberano de mis últimos días. Morir indignamente significa, igualmente, morir incomunicado, rodeado de personas insensibles, especialistas sin alma,

de burócratas, que desarrollan mecánicamente su labor profesional”3. Es difícil definir la calidad de vida de cada enfermo y su familia; se entrecruzan múltiples elementos subjetivos. Es más fácil decir lo que es morir indignamente, sin calidad de vida, que generalizar el sentido de este concepto. Con frecuencia se estructura la discusión dilemáticamente como una opción entre la vida como valor sagrado y la calidad de vida. La vida humana tiene un valor sagrado pero también ha de velarse para que tenga calidad: no todos los tratamientos que prolongan la vida biológica resultan humanamente beneficiosos para el paciente4. Las personas no tienen la obligación de aceptar medios desproporcionados para prolongar la vida.

La atención pastoral en el final de la vida reviste gran importancia para el enfermo y su entorno, tanto como acompañamiento espiritual, sea la persona creyente o no, como en el apoyo de su comunidad religiosa y, en el caso de los fieles católicos, la participación en los sacramentos que confortan en la fe, la esperanza y el amor. Pero, en nuestro contexto secularizado y plural, el final de la vida es, quizá, para muchos allegados de la persona que muere, una de las pocas ocasiones de encontrar un momento de calma para reflexionar sobre aspectos más trascendentes de la vida. De allí la importancia de cuidar que los ritos en torno de la muerte sean una expresión auténtica y significativa de que la Vida puede más que la muerte y de que es bueno optar por “lo único necesario”.

 

La autora es médica y profesora de Filosofía.

 

1. Ariès, Ph. (2000), Morir en Occidente, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires.

2. Gracia, D. (1998) Ética de los confines de la vida, Ed El Búho, Bogotá.

3. Torralba Roselló, F. (2007) Calidad de vida. En 10 palabras clave ante el final de la vida, Ed. Verbo Divino, Estella.

4. Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Documento sobre la Eutanasia, 5 de mayo 1980.

12 Readers Commented

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  1. Luis Alejandro Rizzi on 24 enero, 2012

    Pienso que lo que se da en llamar «muerte intervenida» tiene que ver esencialmente con la dignidad y la calidad de vida de cada uno. Es uno mismo quien elige su calidad de vida, mi calidad de vida la elijo yo, no «el otro». La calidad de la decisión es otra cuestion.
    Lo mismo valdría para la «calidad de la muerte» que no es más que un aspecto de la «calidad de vida».
    El tema para mi tiene dos cuestiones:
    La primera tiene que ver con la decisión y la otra con la certeza de la intratabilidad del dolor.
    Estimo que la decisión debe ser de uno, decisión que puede ser anticipada, pensada en plena salud; en caso de incapacidad o imposibilidad del paciente, de pérdida de signos vitales esenciales, la decisión debería ser de la familia, padres o hijos, hermanos y amigos.
    En caso de soledad absoluta la decisión será de la «medicina», es decir, del médico responsable.
    La otra cuestión que hace a la calidad de vida no es la certeza de incurabilidad de un diagnóstico, que debe ser un tema a tener en cuenta, sino la posibilidad del tratamiento del dolor.
    El dolor no es solo una manifestación de sufrimiento, el dolor es también la pérdida de signos vitales,sin posibilidad de recuperación. Es el dolor que hace a la dignidad y a la calidad de vida. Es, diría, un «dolor espiritual», que quizás es insensible para la persona pero agraviante para la vida.

  2. Mariana Facciola on 24 enero, 2012

    La recuperación de la relación «sacralidad de la vida y calidad de vida» es un tema sumamente interesante tanto para el paciente como para quien lo asiste. Encuentro el tema de relevancia para la formación de tantas personas de buena voluntad que cuidan enfermos. Muchas gracias.

  3. Juan Roshbalam Chilam on 24 enero, 2012

    EXCELENTE ARTÍCULO, gracias por compartirlo.
    Me resta solo una cosa decir…
    Se necesita tanto:
    La ESPIRITUALIZACIÓN….del principio y el fin de la vida…., como:
    La MEDICALIZACIÓN………del principio y el fin de la vida.
    Si los dos fuesen de de la mano: ¡que maravilloso fuera!
    Los «maestros del espíritu»…
    unidos, a los «médicos del cuerpo y de la mente» humanas.
    Amor y paz.

  4. GUSTAVO LEONARDINI on 24 enero, 2012

    Interesante tema,que deberiamos instalarlo en nuestra sociedad. Que permita a cada uno, su
    propia voluntad. El hombre con sus leyes,no es quien para manejarnos.

  5. Carlos Angel Baratti on 24 enero, 2012

    La muerte es inevitable. La medicina es cuidadora de la vida y los que vivimos aún, sólo quisiermos morir en paz.

  6. Nada más importante que vivir en Gracia de Dios , frecuentar los sacramentos y estar siempre con
    las lámparas cargadas de aceite. Hablar con naturalidad de la muerte como un paso a la vida eterna
    y ayudar para que el enfermo se acerque a Dios. Los Servicios Sacerdotales de Urgencia ayudan al laico a tener un trato periódico con el sacerdote y con los enfermos graves, así como con sus familiares o amigos. Sin querer uno se va familiarizando con la muerte y la va asociando a la vida espiritual con mayor fe.He visto muchos médicos piadosos, así como enfermeras, o camilleros, que se arrodillan cuando viene un sacerdote a impartirle los sacramentos a un moribundo y rezan con él. El Catecismo de la Iglesia Catolica explica muy bien las exageraciones en las que no debemos caer y en los abusos de la tecnología que pretenden forzar la muerte natural, para evitarla. Los años nos ayudan a comprender con la ayuda de Dios, este desenlace del mundo, que lentamente se va produciendo en nosotros en forma simultánea cuando fallecen los amigos.

  7. Roque Salas on 25 enero, 2012

    El hombre, debe «vivir» dignamente y eso depende de él. En sus meses, días, horas finales, debe morir con el respeto que merece una persona. Morir con dignidad. Esto significa que debe conocer su enfermedad desde el diagnóstico, con la comprensión y el acompañamiento de los que lo rodean, siendo el médico y sus adlateres, el factor primordial. La familia debe conocer lo que sucede, estar muy bien informada por sus médicos y conocer lo que se debe hacer. Lo que más se necesita es brindarle amor, amor por considerarlo un ser que se presentará en tiempo más o menos breve ante Dios. El tratamiento de un enfermo terminal debe ser paliativo. Primero calmarle el dolor, tanto físico como espiritual. Para ello no se deben escatimar los calmantes, aunque ello acelere su muerte. La intención es calmarlo, no matarlo. Y espiritual que aunque parezca secundario, es lo más importante. Tiene que morir en paz con él y con los demás. Por eso la presencia religiosa, cualquiera que sean sus creencias , es fundamental. Y esto no debe ser opinable de parte de médicos y familiares, negando esa posibilidad. Se muere en Paz, cuando se está en Paz.. Se debe intentar al máximo que muera en su domicilio o en una habitación de internación acompañado por sus seres queridos. Las salas de Cuidados Especiales, deben ser únicamente para los que tienen posibilidad de sobrevivir. Si es necesario intubarlo para que no sufra la asfixia, es generalmente inecesaria. Si se aplica se debe avisar, como en cualquier otro tratamiento, que si no es necesario o ya no tiene indicación, suspenderlo. Los médicos fueron mal educados en que deben tener la obligación de salvar vidas, pero no para acompañar a los que ya no puden combatir su enfermedad y por eso, sobreactuan y producen angustia en los pacientes y familiares. Se debe estudiar y conocer la muerte. Todos nos moriremos, somos el 100%, cifra nunca alcanzada en tratamientos médicos. Hay que estar muy preparado para enfrentarla y así poder ayudar al paciente y familiares.
    Cuando un enfermo gravemente enfermo está en la «antesala» de la muerte, no se lo debe «mortificar», con tratamientos extraordinarios que para nada revertirán su situación.

  8. ME ENCANTO EL ARTICULO

  9. Juan Carlos Lafosse on 26 enero, 2012

    La decisión sobre su tratamiento (o no) es indudablemente del paciente y de nadie más. Cuando este no puede expresarla, las personas más próximas deben subrogar las decisiones.

    Es decir, que deben decidir lo que el paciente decidiría para si mismo, no lo que ellos piensan que se debe hacer. Por eso se acude a quienes más conocen lo que el paciente piensa, sus familiares o amigos, antes que a terceros como los médicos tratantes.

  10. Susana Soto on 30 enero, 2012

    Excelente artículo!

  11. Gracias por regalarme este bello momento de reflexión. Tengo fe que Dios nos permitiráa todos morir dignamente. Muy bello

  12. Hay dos muertes realmente la muerte física, la cual desde el punto de vista cristino, no es común a todas las criaturas, desnudos salimos del vientre y desnudos vamos a la tierra. estamos en la tierra para disfrutar lo que nuestro padre bueno ha creado, es muy duro para una persona vivir mirando para el techo. Por eso pienso que es importante ponerse en los zapatos del otro para tomar una desicion.

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