Un recorrido de lectura por dos obras clave en la producción de Antonio Tabucchi: El juego del revés (1981), un volumen de cuentos de su primera producción, y la novela Sostiene Pereira (1994). 

“De un escritor no debe usted decir cómo ha muerto,

en qué circunstancias o por qué…”

 

¿Cómo se escribe una necrológica? Según Pereira, el más conocido personaje de Tabucchi, rutinario encargado de la página cultural de un diario de Lisboa, “debe decir simplemente que [el escritor] ha muerto y después debe hablar de su obra, de sus novelas y de sus poesías, escribiendo una necrológica, claro está, pero en el fondo se debe escribir una crítica, un retrato del hombre y de su obra”.

De acuerdo con su preceptiva, quizás esta no sea una necrológica en sentido estricto sino, más bien, un breve recorrido de lectura por dos obras clave en la producción de Antonio Tabucchi: El juego del revés (1981), un volumen de cuentos de su primera producción, y la novela Sostiene Pereira (1994), más conocida a través de su lograda versión cinematográfica.

El epígrafe de Lautréamont –“Le pueril revers des choses”– para El juego del revés remite al surrealismo (no es inútil recordar que Tabucchi escribió su tesis doctoral sobre este movimiento) como anticipo del clima de los cuentos, que oscilan en el borde sutil de los límites entre la realidad y el sueño.

El primero de la serie –que da su nombre y tono al volumen– se inicia con la imagen de Las Meninas, que evocaen el narrador las palabras de Maria do Carmo: “la clave del cuadro está en la figura del fondo, es un juego del revés”. Esta óptica que trastorna la mirada es el clásico ejemplo de la “puesta en abismo”, en la que las realidades se superponen e invierten hasta confundir cuál es la realidad primera. La noticia de la muerte de la mujer, ocurrida mientras el narrador observaba el cuadro, lo lleva a recuperar historias distintas, en las que también se confunden las versiones: recuerdos de los relatos de una infancia inventada por Maria do Carmo; el recorrido que realizaron juntos por un “itinerario fernandino”, en el que ella, que oficia de guía, asegura que “Pessoa es un genio porque entendió la otra cara de las cosas, de lo real y lo imaginado” y califica su poesía como un “juego del revés”. Una sola palabra “en letras mayúsculas y sin acentos” constituye el total de la carta que el narrador recibe después de la muerte de la mujer: SEVER. Él la invierte en REVES, “una palabra ambigua que podía ser española o francesa”, que nos instala en el espacio incierto de la duda y del límite del sueño.

El texto abunda en otros ejemplos con los que, a través de la exhibición del procedimiento, se manifiesta claramente la idea de Tabucchi acerca de la cualidad literaria del material narrativo, y que lo vinculan con otro de sus autores preferidos, Jorge Luis Borges. Así, además de la “puesta en abismo”, la tendencia a desdibujarse como autor de las historias, que se atribuyen a relatos ajenos, las voces de otros textos que se reescriben en los cuentos.

“Teatro” –que según figura en el acápite es una de las historias que le relataron– ofrece una precisa datación del mundo “salvaje”, tanto el de la selva africana como el “civilizado”, del que se proporcionan noticias concretas: asume Salazar, asesinan a Dolfuss, en América los desocupados suman millones. En el África profunda, en tanto, en un lugar distante dos días de la población más cercana, un inglés ya mayor, refinado, escucha Haydn y representa para el narrador, único espectador, funciones de teatro de las grandes tragedias de Shakespeare. En todo el texto se percibe el espíritu de Conrad –cuya predilección Tabucchi también comparte con Borges–: “… En 1934, Mozambique…tenía algo de los relatos de Conrad, quizás la inquietud, la abyección y la secreta melancolía”. Como en esos relatos, en los dos personajes que comparten la pasión por el teatro –el reputado actor británico, máximo intérprete de Shakespeare, y su espectador, diplomado en Ciencias Jurídicas, dueño de un apellido ilustre– late algo inquietante y secreto.

Secreto y representación son también elementos centrales en la construcción de otros dos cuentos inolvidables del libro: “Carta desde Casablanca”  y “Las tardes del sábado”, que aluden a un hecho ocurrido en la infancia –y jamás develado– cuyo peso trastorna la vida de los narradores y su familia.

Se suele señalar que con Sostiene Pereira la producción de Tabucchi entra en una segunda etapa, a la que él prefería que no se refirieran como de “compromiso”, por sentir el término demasiado ligado a la concepción sartreana, sino de reflexión y cuestionamiento sociopolítico. Si bien es cierto que esta perspectiva se acentúa, no implica un corte con la etapa anterior, sino que puede considerarse como un diálogo enriquecido con aspectos de su primera producción.

La novela vuelve al tópico literario del doble y por extensión –por la ubicación del escenario en Lisboa, por la conocida adhesión de Tabucchi al poeta de los heterónimos– a la figura de Pessoa, de cuya desaparición, como recuerda Pereira en una de las Efemérides que redacta, se cumplen tres años. En esta versión, el revés de la figura del periodista viejo, fatigado, atado a fórmulas convencionales, es la de MonteiroRossi, “un inconsciente…o un provocador”, que inquieta a Pereira con sus necrológicas sobre un personaje “subversivo”, como García Lorca o un “violento”, como Marinetti.

Mayor inquietud le causa el secreto en el que se mueve su colaborador; poco sabe de  sus actividades y sus desapariciones, de los nombres falsos, de los disfraces: la incertidumbre de notar que nada es lo que aparenta. En cambio, él sigue con su vida rutinaria, dialogando con su esposa muerta muchos años atrás,  traduciendo cuentos de autores clásicos franceses para la página cultural. Sin embargo, y a través de su relación con Montero Rossi, ese joven en el que “le pareció reconocerse… le pareció que se reencontraba a sí mismo en los tiempos de Coimbra, porque de algún modo se le parecía…”, podrá entender “la otra cara de las cosas” en un recorrido que le permitirá finalmente asumirse como el otro, asomarse a un mundo nuevo y distinto.

La obra de Tabucchi nos acerca a su concepción de la literatura, que para él “tiene hoy el papel que siempre tuvo: proporcionar una manera distinta de ver las cosas. La cámara de televisión nos envía imágenes, pero la cámara mira recta, no puede girar el ángulo. La literatura gira, va detrás, más allá de lo que somos capaces de mirar”.

 

 

 

1 Readers Commented

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  1. Alicia Falconi on 16 enero, 2016

    Excelente nota. Mis saludos para Raquel Barros.

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