El resultado de un inusual desafío es el que se exhibe actualmente en el Teatro Regio: Enrique  IV (2da. Parte), de William Shakespeare. costantini-enrique-iv-2Rubén Szchumacher fue invitado a presentar la segunda parte de Enrique IV –obra de las menos transitadas en el repertorio shakespeariano– en el teatro The Globe de Londres, en el marco de las actividades culturales que se vienen desarrollando allí con motivo de los juegos olímpicos. Dicha obra es parte de una tetralogía que cubre medio siglo de la historia de Inglaterra, pero que –con excepción de Enrique V– no suele atraer a  los directores del extranjero.  El propio director confiesa que esta segunda parte, en la que se cierra el convulsionado reinado de Enrique IV, ofrece poca acción y una estructura “caótica”, a lo que se podría agregar que de los más de cuarenta personajes que se dan cita, muy pocos quedan fuertemente delineados, con  excepción de  Sir John Falstaff, el asesor del príncipe, devenido en compañero de  juergas. Esta imborrable creación del autor –que luego retomó  la pintura, el cine y la ópera–se presenta ya con gran fuerza en la primera parte, como el incitador al libertinaje del príncipe Hal, para convertirse luego –dada la repercusión que alcanzó su figura– en el protagonista de Las alegres comadres de Windsor, y reaparecer finalmente  en esta segunda parte, cuyo epílogo –obviado en la puesta– promete nuevas aventuras del “Baco inglés”, como se lo dado en llamar.  Falstaff es un compendio de casi todas las debilidades humanas –la jactancia, la cobardía, la mentira, la gula y la lujuria–, pero como surgen de su desborde vital y son atravesadas por su excepcional sentido del humor y la lúcida observación de los vicios ajenos y propios,  su figura antiheroica no deja de capturar al espectador. Sin hipocresía ni maldad,  pero con la intensificación de sus defectos que acarrea la edad, este pícaro –caballero  de origen– se mueve a sus anchas en un mundo donde la inmoralidad es moneda corriente, haciendo de su vida un continuo juego. En torno a su figura se suceden escenas que, novedosamente, le dan una impronta de comedia a este drama histórico. Sirven para subrayar el estado de descomposición en que se encontraba el reino a la vez que enaltecen la figura del próximo rey, al mostrarlo vencedor sobre sus propias debilidades, aunque a costa de la ingratitud con quien fuera su mentor.

La respetuosa versión del texto que prepararon Szchumacher y Lautaro Vilo –quien también encarna con escasa expresividad el rol del Príncipe Enrique– obligó a un preciso trabajo de marcación e interpretación dado que, con la única excepción de Falstaff y Bardolph, sólo quince actores se hacen cargo de todos los demás  personajes con un desempeño sin fisuras –salvo la ya anotada–,  en el que merecen destacarse los trabajos de Graciela Martinelli e Irina Alonso junto con Julián Vilar. Horacio Peña, con una excelente caracterización de por medio, realiza otra memorable interpretación como el “viejo gordinflón” que ve derrumbarse su estrella, al caer en desgracia frente al príncipe reformado y devenido rey. La puesta apunta a subrayar el valor del texto –con reflexiones de gran actualidad sobre la marcha de la historia, el ejercicio del poder, la política imperial, la construcción de un líder y la corrupción– y lo desmesurado de varios de los personajes, a través de una marcación expresionista que confiere un carácter lúdico a las secuencias dramáticas que tienen como eje a Falstaff.  Vestuario y accesorios –gafas negras– rompen con las marcas de época, alternando lo formal –ambos y pilotos de corte clásico– con lo informal –equipos deportivos y vestimenta “punk”. La escenografía, con un despojado telón de fondo negro, se apoya en la iluminación para generar los distintos ámbitos escénicos en los que el protagonista indiscutido es la palabra. Aún en un texto que podría considerarse menor dentro de los dramas históricos de Shakespeare, resplandecen la  agudeza y la actualidad de sus reflexiones, junto con la descomunal creación de Falstaff.   Redescubrirlo es un mérito de esta puesta.

 

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