papaRepercusiones de Francisco en Gran Bretaña y el próximo encuentro con la reina Isabel II.La elección de un Papa argentino el año pasado hizo temer a algunos británicos que no serían vistos con buenos ojos, tal como lo habían sido por el anglófilo Benedicto XVI. Los medios de comunicación se apresuraron a plantear el conflicto de Malvinas-Falklands: a partir de la cobertura periodística que informó que Cristina Fernández de Kirchner le había pedido a Francisco intervenir en el tema, y que el cardenal Bergoglio había estado cerca de los veteranos de guerra. ¿Y qué hay respecto de los informes que lo presentaban cercano a la junta militar que había ordenado la invasión?

Pero esas tempranas reservas no duraron. La prensa británica fue pronto cautivada por las mismas cosas y las mismas razones que la de otros países. “La Iglesia ha sido revigorizada, reinterpretada y algunos dirán purgada de un poco del veneno del pasado reciente”, fue el veredicto para la Navidad de la izquierda liberal del Guardian, cuyo columnista líder, Jonathan Freedland, consideró a Francisco como el nuevo Barack Obama: “La voz más fuerte y clara del mundo contra el status quo”.

El periódico, que había acogido después del cónclave las alegaciones de Horacio Verbitsky, le aseguró a sus lectores que Bergoglio había cambiado después de la dictadura, citando como evidencia una biografía reciente del periodista inglés Paul Valley, en la cual dice que Bergoglio tuvo una crisis espiritual a los 50 años “de la cual surgió completamente transformado”.  La evidencia de esta “conversión” no existe, pero le ha permitido a los liberales británicos (incluyendo a los liberales católicos) elogiar a Francisco mientras se colocaba en un alto terreno moral durante la guerra sucia.

Un temprano y prominente fan suyo fue el arzobispo de Canterbury, Justin Welby,

cuya propia elección fue un par de semanas después de la de Francisco. A partir del encuentro de ambos en Roma, en junio de 2013, Welby  (un “evangelical Anglican”) a diferencia de su predecesor, Rowan Williams (un “liberal-Catholic”), describe a Francisco como “una extraordinaria humanidad en el fuego del Espíritu de Cristo”.  El ex gerente de banco es un gran fan de la Doctrina Social católica y ha sido, como Francisco, un crítico valiente del capitalismo salvaje; el Papa y el Arzobispo parecían bien combinados también en otros aspectos. Mientras que Benedicto XVI y el doctor Williams son los dos teólogos formidables que tienen entre sí una gran estima académica, Francis y Welby tienen en común un cierto pragmatismo informal y una capacidad de gobierno con los pies en la tierra, e incluso una espiritualidad carismática compartida. A fines de 2013, el arzobispo de Canterbury fue efusivo: “El Papa ha sido muy eficaz. Es un hombre extraordinario, muy brillante en lo que hace”, y agregó que “ha cambiado de dirección y lo que se propone la Iglesia católica”.

El cambio es también evidente para The Times, tradicionalmente la voz del establishment anglicano liberal-conservador. El periódico no ocultó su disgusto con Benedicto XVI, sobre todo cuando creó el ordinariato, una estructura canónica que admite a los ex anglicanos que se hacen católicos, conservando al mismo tiempo la mayor parte de su liturgia y tradiciones. Pero su actitud hacia Francisco es muy diferente. Por primera vez en la vida The Times ha puesto a un Papa en su portada como una “foto histórica”. Además, lo mostró besando a un hombre desfigurado por la enfermedad, o (recientemente) con un cordero en sus hombros, así como también publica artículos destacando su encanto y su popularidad.

¿Cuál es el “efecto Francisco” en la Iglesia católica de Inglaterra y  Gales? Principalmente, un enorme entusiasmo. El cardenal Cormac Murphy O’Connor, ex arzobispo de Westminster, conocía a Francisco muy bien desde que habían sido creados cardenales juntos, en 2001, y también del cónclave de 2005. Junto con un pequeño grupo de otros cardenales mayores de 80 años, y por tanto sin derecho a voto, Murphy-O’Connor jugó un rol clave en la preparación de la candidatura de Bergoglio para el cónclave, y no ha tenido reparos en expresar su alegría desde entonces.

Su cercanía a Francisco pudo, o no, haber influido en la decisión del Papa de dar un capelo cardenalicio al sucesor de Murphy-O’Connor como arzobispo de Westminster, Vincent Nichols. Había razones obvias para la adopción de esta decisión: Murphy-O’Connor, alcanzando los 80 años y con la renuncia del cardenal Keith O’Brien de Edimburgo, a principios de 2013, habían dejado a Inglaterra, Gales y Escocia sin una presencia de votación en el colegio de cardenales. Pero el hecho de que Nichols fuera uno de los dos únicos obispos diocesanos de Europa que recibieran un capelo cardenalicio ha sido interpretado por los católicos como un gran honor.

Las directivas de Francisco sobre lo que espera de sus obispos son muy claras: sirvientes y no príncipes, con “olor a oveja”. Han tenido un efecto en las ordenaciones episcopales. El sustituto del cardenal O’Brien en Edimburgo, el arzobispo Leo Cushley (ex jefe de la sección de idioma Inglés de la Secretaría de Estado) había tenido una charla con Francisco antes de tomar posesión de su cargo, y se describe a sí mismo como “el primer obispo de la generación Francisco”. Esto significa, según él mismo dijo, un ministerio de misericordia, enfocado en los pobres, y en “perdonar, ser humildes, reconstruir, dialogar”. Otros obispos nombrados desde entonces han seguido su ejemplo. Felicitando al nuevo obispo de Plymouth, por ejemplo, el cardenal Murphy-O’Connor dijo que “va a ser el tipo de obispo del que habla el papa Francisco”.

Entre los católicos en general el papa Francisco levantó e inspiró los espíritus. Hay excepciones: un pequeño pero vociferante grupo de la línea tradicionalista –que exhiben lo que el Papa llamó en la Evangelii Gaudium– “neo pelagianismo prometeico y autorreferencial”. Se han sentido perturbados por el papado en muchos niveles. Dejando de lado a los extremistas, los católicos conservadores se han irritado por lo que ellos ven como una adulación liberal fuera de lugar por parte de Francisco. Por otro lado, los católicos liberales en The Tablet, con la esperanza de una mayor apertura a los cambios doctrinales, han aprovechado, con idéntica energía, las reformas de gobierno de Francisco que provocarían una mayor colegialidad y sinodalidad como prueba de que ahora, finalmente, se aplica el Concilio Vaticano II tan groseramente interrumpido por Juan Pablo II.  Pero es sin duda un signo de la alta reputación de Francisco en la opinión mayoritaria católica.

La Iglesia católica en Inglaterra y Gales respondió con entusiasmo al pedido de Roma de ayudar en la preparación del Sínodo este año. Al final, 12.266 respuestas fueron completadas online sobre un total de 16.500. La mayoría de ellas provenían de laicos, de los cuales dos terceras partes eran casados. Pero a diferencia de la conferencia episcopal alemana, que reveló sus resultados, los obispos de Inglaterra y Gales no publicarán las encuestas.

El próximo encuentro de la Reina y Francisco el 3 de abril será un momento importante para Gran Bretaña, será un momento importante para que Gran Bretaña sienta cercano a Francisco. La Reina, que tiene 87 años, es una devota cristiana que admira mucho a los papas, y se comenta que está muy deseosa de encontrarse con él.  Por su parte, Francisco disfrutará reunirse con un jefe de Estado que se encontró con sus predecesores más que cualquier otro (el primero fue Pío XII en 1951). Servirá para recordar que los lazos entre Gran Bretaña y la Santa Sede son profundos, incluso con un argentino en la sede de Pedro.

El autor es periodista, politólogo, fue redactor de The Tablet y coordina Catholic Voices.

(Traducción de Mariana Ortisi)

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