ida-1Ida, película del director polaco Pawel Pawlikowski ((Polonia-Dinamarca/2013), cuenta la historia de una joven de familia judía que, antes de convertirse en monja, toma contacto con una tía que tiene algo para contarle.

ida-pawel-pawlikowskiEsta historia se ambienta en la Polonia de comienzos de los ’60, época en que mucho público se solazaba con la pintura anticlerical e inmisericorde de “Madre Juana de los Ángeles”, sin advertir acaso que el relato dejaba entrever inquietantes similitudes con la propia sociedad comunista. En particular, con sus defectos de irracionalidad, oscuro dogmatismo, locura colectiva, errores jamás reconocidos, juicio sumario y castigo “ejemplar”.

En esa época, ya se sabe, no podían decirse ciertas cosas. Sólo era posible sugerirlas, en un tono muy medido, muchas veces invadido por una enorme y fascinante tristeza, una amargura cargada de reproches que apenas podían deslizarse en voz baja y frases breves, una desconfianza de soledades vigiladas. Y con una impresionante fotografía en blanco y negro. Los polacos fueron grandes maestros en ese aspecto. Curiosamente, la película que ahora vemos, rodada en 2013, casi podría confundirse con una de aquellas. No sólo se ambienta en esa época, sino que también recoge su espíritu, los sobreentendidos, la misma respiración, y además tiene aquel estilo de fotografía, y hasta un formato característico de entonces, el 4:3, de pantalla casi cuadrada.

No lo hace por experimentalismo ni mero antojo. Lo hace para meter al público más de lleno en el drama que quiere contarnos. Un drama de unas pocas personas, con un asunto que apenas parece trascender. Y del que poco se habla.

Todo comienza en un convento. La madre superiora, dueña de particular calma, envía a una novicia al mundo exterior. Antes de tomar los votos, la joven debe conocer a su única parienta, una tía que la dejó vivir olvidada en el orfanato, pero que tiene algo que decirle. Algo relacionado con su origen, y con el destino de los suyos.

La tía es una jueza alcohólica y viciosa, ya curtida, que como fiscal de Estado supo mandar al cadalso a varios “enemigos del pueblo”, como llamaban los comunistas a los opositores (“al enemigo, ni justicia”, decía por aquí un general, pero esa es otra historia). La tía es eso que vemos. Pero tiene cierta dignidad. Y la novicia, es judía. Recién se entera. Cuando bebita, alguien la salvó del Holocausto y la escondió entre las monjas. Allí se crió, sin saber mucho de lo que pasaba afuera. El asunto es saber entonces qué fue de sus padres, y de su hermano. El asunto, en esta historia, es ver cuánta cola de paja tuvieron los propios polacos en eso del Holocausto, y cuánto de esa mentalidad mantuvieron los comunistas durante su largo régimen. Hoy sabemos de eso un poco más de lo que entonces se reconocía.

Queda luego por ver qué decidirá la novicia, ahora que, además de su origen, conoció el mundo exterior. Y, en todo caso, con qué ánimo volverá. Casi todo está sobreentendido, o dicho en voz baja. Incluso las confesiones de los culpables, que son confesiones a medias y un tanto desafiantes. Y envolviéndolo todo, el silencioso invierno. Película de climas, de evocaciones, de dolor aceptado pero injusto. Intérpretes, la jovencita Agata Trzebuchowska y Agata Kulesza. Fotografía, Ryszard Lenczewski, maestro. Coguionista, Rebecca Lenkiewicz, dramaturga. Realizador, Pawel Pawlikowski, nacido en 1957, emigrado  a Oxford como estudiante, director de documentales durante diez años en la BBC, y de Mi verano de amor y otras historias inglesas. Curiosamente, casi a los 55 años, hizo su primera película polaca. Tremendamente polaca.

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