gustavoceraticosasimposibles_2La muerte de Gustavo Cerati, líder de Soda Stereo, tuvo un impactante eco en los medios de difusión latinoamericanos y también europeos aunque con menor impacto, destacándolo como una figura fundamental del rock argentino desde la recuperación democrática.

No es menester de estas líneas retratar, una vez más, las aristas biográficas del músico. Sólo destacar que, en la multiplicidad de voces de esos días, el presentador Roberto Pettinato (ex saxofonista de otra banda legendaria como Sumo) sintetizó una gran verdad: con la muerte de Cerati se cierra el destacado universo del rock de los ‘80, al menos de sus bandas líderes, integrándose Cerati a un panteón en el cual descansan Luca Prodan, Miguel Abuelo, Federico Moura y Pappo.

¿Qué diferenció a Soda Stereo? Por un lado, la comprensión del cambio de los discursos sociales, que se mediatizaban lentamente, pero principalmente el haber vislumbrado que la dirección futura iba a estar imbricada en las “industrias culturales”, tal como sentenció Adorno –“La praxis de la industria cultural transfiere, sin más, la motivación de lucro a las creaciones espirituales” –, entendiendo a los medios masivos como destacados actores de la realidad social. De allí que hayan podido revalidar sus creaciones ante nuevos públicos, siempre al amparo de la generación de un acontecimiento: gira despedida, otra gira de reunión, ediciones especiales de sus discos y dvd’s, entre otras.

En los hechos, en los lejanos ‘80, a los grandes diarios correspondió la intención de masificar el proceso de construcción del espectáculo de la escena del rock con sus  suplementos juveniles de espectáculos, información que hasta entonces sólo se hallaba en revistas especializadas. Ese proceso narrativo transformó la noticia sobre el rock en un fenómeno cultural. Soda Stereo, por su parte, añadió una representación de la ideología visual de la tecnología al incorporar muy tempranamente y de manera excepcional el recurso del video clip valiéndose de una idea muy presente en realizadores como David Lynch: el concepto de discontinuidad, incluso con diferentes etapas que pueden analizarse en discos y estéticas, pero siempre revalidando esa “era del vacío” a la que la juventud pertenecía. Lo mismo se refleja en las letras: ¿Por qué no puedo ser del jet set? (sobre las celebrities), Dietético (la importancia del físico perfecto), Sobredosis de TV (la adicción a la televisión), Nada personal (el vacío emocional), Juego de seducción (la histeria antes que el romanticismo), para llegar a la explosión popular con los mundos opuestos de Música ligera.

Si bien Gustavo Cerati comprendió muy tempranamente el modo de producción de sentido en la sociedad del espectáculo, que se vinculaba cada vez más con la tecnología, hizo de eso parte de su materia autoral para franquear fácilmente los límites que imponían el éxito y la masificación. Así volvió al llano más de una vez, y a constituirse en referencia del rock argentino cuando tardíamente el público recuperaba parte de su producción no celebrada en su lanzamiento (Dynamo, con Soda Stereo o Colores Santos, experiencia solista con Daniel Melero). Probablemente en esto radique la multitudinaria despedida que se le ofreció en la Legislatura porteña, donde velaron sus restos. Una inusitada comunión de éxito popular, creatividad y vanguardia en la música rock que retrató los cambios epocales.

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