“Por sus frutos los reconocerán” (Mateo 7,16ª).
El capítulo primero de los Hechos de los Apóstoles narra cómo Jesús, después de su Pasión, se manifiesta a los apóstoles. Allí les promete que “serán bautizados en el Espíritu Santo” y que “recibirán la fuerza del Espíritu Santo… y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” (1,5b.8).
La fiesta de Pentecostés es un momento especial para actualizar la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas. Esta presencia se nos manifiesta durante todo el año, a veces como una brisa imperceptible, otras como fuego abrasador. ¿Qué podemos hacer para tomar consciencia de su presencia en nuestras vidas? ¿Cómo podemos vincularnos con esta persona de la Trinidad que apenas conocemos?
Pablo, en su carta a los Gálatas nos exhorta a que nos dejemos “conducir por el Espíritu de Dios” y enumera algunos de sus frutos. Este texto puede ayudarnos a percibir si realmente estamos viviendo con el Espíritu Santo. Hoy podemos realizar, en oración, un ejercicio para conocer cuál es nuestra realidad: ante el texto de Pablo, examinarnos en cada uno de sus frutos. “El fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio de sí” (Gálatas 5,22-23).
A lo largo de la vida, a medida que vamos madurando como seres humanos, comenzamos a tener la capacidad de salir de nosotros mismos, de descentrarnos. Cuando amamos, captamos la necesidad de la otra persona y tratamos de responder de la manera en que esta persona lo necesita. Entregarnos, ayudar a otros, da un sentido a nuestras vidas. Este sentimiento muchas veces nos genera alegría. San Pablo muchas veces en las Sagradas Escrituras dice: ¡estén siempre alegres en el Señor! En efecto, experimentamos una alegría profunda cuando somos capaces de trascendernos en el servicio a otras personas. A veces en medio del dolor y a pesar de que experimentar nuestras propias limitaciones y miserias, estamos llamados a la plenitud de acuerdo a lo que somos, con las particularidades que cada uno tiene. Con la fuerza del Espíritu Santo podemos superar muchos de nuestros límites y seguir transitando la vida como un camino de crecimiento continuo.
La paz interior y exterior es un don muy preciado. Nos brinda una armonía que redunda en nuestros cuerpos y por lo tanto también en nuestra salud. ¡Cuántas enfermedades se evitarían si lleváramos una vida más armoniosa y más íntegra! Cada día tenemos la oportunidad de ejercitar la paciencia, la afabilidad y el dominio de sí. En la película argentina Relatos Salvajes pueden contemplarse distintas situaciones en las cuales las personas pierden el “dominio de sí”, dañando a otros. Cuando cualquiera de nosotros sale a la calle hoy, se ve expuesto a muchas situaciones, algunas de ellas bastante violentas. ¿Cómo elijo comportarme? ¿Respondo con la misma violencia? Tenemos la oportunidad de vivir la paciencia y el dominio de sí en innumerables ocasiones.
El Espíritu Santo nos da la fuerza para ser testigos de Jesucristo, testigos de su amor, de su paciencia, de su paz. En esta fiesta de Pentecostés, celebremos la acción del Espíritu de Dios en nuestras vidas. Pidámosle a Jesucristo que nos lo envíe cada día para iluminarnos en este camino. Que el Espíritu nos de la fuerza para enfrentar lo que nos toca vivir con un generosidad y magnanimidad, y ser así reconocidos como cristianos por nuestros frutos.

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