De mitos somos

El presente artículo es el primero de la serie “Del mito del Andrógino al mito del matriarcado”, al cual lo seguirán los artículos: “Meterse en las sabanas” y “El mito del andrógino”.

Este año se realizó en la ciudad de Colón un congreso de los terraplanistas. Personas fueron convocadas, asistieron, se reunieron, debatieron y hablaron profusamente con la prensa sobre el engaño de hacer creer al mundo que la tierra es redonda y otros engaños semejantes. El terraplanismo es un mito modesto que aunque moviliza, le falta mucho para conseguir el poder de movilización que tuvo el mito del dorado, el mito del matriarcado, el mito de la raza, o el de la dictadura del proletariado.

De mitos somos
Durante la Modernidad, nuestra civilización euroamericana también fue creyendo sus mitos: La racionalidad y la ciencia capaces de un comienzo absoluto, sin raíces y con una historia plana donde el presente era suficiente para entender un pasado distante.
Fue el carácter de la época y se convirtió en la historia oficial de la Ilustración con Cristóbal Cellarius (1638-1707), quien introdujo nuevamente la división de la Historia en tres Edades, llamándolas Antigua, Media y Moderna.
Giambattista Vico (1668-1774), contradice esos supuestos racionalistas de una historia lineal y ascendente que reiteraban la periodización histórica en tres fases gnósticas de Joaquín de Fiore (1135-12002) luego seguida por Hegel, Comte, Marx, Hitler, Toffler, etc.
Para la Ilustración la civilización comienza por el tránsito del mito al logos; se alcanza la civilización cuando se desecha el mito. Pero siguiendo a Vico, podríamos afirmar que la vida humana, la sociedad y la civilización siempre necesitarán de mitos, aunque sean los mitos de la ciencia y del progreso de la Modernidad, o los mitos y contramitos de la Actualidad.
Porque es preferible creer en mitos sabiendo que son mitos, a creer en ellos pensando que son verdades, porque cuando finalmente se descubre que no lo son sobreviene el escepticismo, el desengaño y la parálisis mental que caracteriza, a nuestro epílogo de la Modernidad (prólogo de la Actualidad), con el desencanto de la razón, de cualquier orden y de los fines.
Siempre han existido y siempre existirán mitos; podemos distinguir, entre ellos, lo que sirven para el conocimiento de la realidad y los que sirven para su transformación. En la Modernidad, los mitos han servido al nivel volitivo, para mover a la acción .

¿Progreso y regresión moderna?
Registros claros sobre la existencia de mujeres con poder social evidente, como Lidia de Tiatira, que ofrece su casa a san Pablo y sus compañeros, demostrando el control y la propiedad de una casa, sin necesitar ningún consentimiento “patriarcal”, no pueden ser obviados. En su condición de negociante viajaba para atender sus negocios, por lo que contaba con una vasta trama de relaciones que puso al servicio de Pablo. Era económicamente independiente y cabeza de familia, por lo que, cuando se convirtió al cristianismo, toda su familia se bautizó con ella, lo que constituye otro indicio de autoridad.
Contrariamente al camino de las otras dos civilizaciones imperantes (India y China), en Europa los progresos de la libre elección del cónyuge acompañan la difusión del cristianismo. Entre el siglo V y X, la Iglesia desarrolla los límites a la anulación del matrimonio y prohíbe el repudio, costumbre antigua legislada por el derecho romana y de práctica germánica.
Leonor de Aquitania (1122-1204), duquesa, condesa y reina consorte de Francia y de Inglaterra, fue una mujer tan independiente que se divorció de un rey, para luego casarse con otro, al que también desafió. Tuvo sí diez hijos, entre los cuales estaban Ricardo Corazón de León y Juan Sin Tierra, y siguió arbitrando la política casi hasta el fin de sus días como su nieta, Blanca de Castilla.
Tanto héroes como heroínas mitológicas, bíblicas o del santoral, son incorporados en los frescos, como los del Castillo de Manta del siglo XII, donde los Nueve Héroes están representados junto a las Nueve Heroínas, grupo que, según sea la tradición que se siga, está formado por integrantes diferentes.
Régine Pernoud (1909-1998) demostró el lugar privilegiado de la mujer en la Edad Media, asunto al que dedicó varios libros, entre ellos Para acabar con la Edad Media, Mujer en el tiempo de las catedrales y Leonor de Aquitania. La autora explica el inicio del descenso de importancia social de la mujer desde el siglo XIII con relación directa al ascenso del pensamiento de los legistas, juristas que promovía el retorno del derecho romano (centralista, más uniformado y mucho más restrictivo con las mujeres) en contra del derecho feudal (que copiaba más la diversidad social y era relativamente más favorable a la mujer).
Isabel de Castilla (1451-1504) se autoproclamó reina de Castilla a los 23 años (en ausencia de su esposo) y ninguno de los poderosos guerreros defensores de sus fueros particulares la cuestionó por ser mujer. Basta recorrer el palacio de La Alhambra, para encontrar por todas partes el lema “tanto monta, monta tanto” (Isabel como Fernando) que se refiere a la paridad entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón.
La obra de los legistas fue poniendo su conocimiento del derecho romano al servicio de la monarquía en su lucha contra el feudalismo; y al finalizar la Edad Media, la Modernidad había vuelto al derecho patriarcal romano por el cual una mujer llega a la sucesión al trono sólo en casos muy excepcionales; el diálogo sobre la sexualidad se terminó acallando por la presión social y expresándose a duras penas en el lenguaje de las flores, para dar lugar a una época de mojigatería puritana, donde la mujer fue reservada al interior del hogar, realizando labores de señoritas, y reducida a la función de tener hijos, y en el mejor de los casos asistencia social. Forma en que nos presenta la cinematografía a reinas que en su tiempo fueron soldados, ¿cómo fue esto posible?

El mito puritano del matriarcado
Elizabeth I, a menudo referida como la Reina Virgen, Gloriana o la Buena Reina, fue reina de Inglaterra e Irlanda desde 1558 hasta su muerte en 1603. Hija de Enrique VIII y Ana Bolena, que sería ejecutada cuando ella tenía tres años, fue declarada hija ilegítima. Sin embargo, tras la muerte de sus hermanos Eduardo VI y María I, Isabel asumió el trono.
El reino estaba profundamente dividido por la creación de su padre de una iglesia nacional de Inglaterra (Anglicana), y la subsistencia de un catolicismo romano con el peso de grandes hombres, referentes del humanismo renacentista, como el canciller Tomás Moro, que habían sido ejecutados por su padre. En su debilidad necesitaba diferenciar las aguas y no podía hacerlo por la doctrina y la liturgia, que seguían siendo prácticamente iguales.
Enseguida promulgó entonces el Acta de Uniformidad (1559), que restauró el Acta de Supremacía y autorizó el Libro de Oración Común (1549). Este último había sido publicado por Thomas Cranmer, daba al pueblo su primera liturgia en inglés, e introducía la impronta calvinista en la idea moral de la Iglesia de Inglaterra. Así quedaban enfrentados dos modelos femeninos, cuando la Reina Virgen se alzaba frente a la Gran Prostituta que pasaría a ser la Iglesia Papista Romana.
Desde la muerte de Elizabeth I (1603) siguen las fuerzas para que la Iglesia de Inglaterra fuera “completamente puritana” en la liturgia y en la administración. Esto no se concreta, pero va progresivamente desarrollándose más intensamente en la vida práctica de la burguesía y la gente común, con quienes conecta el interregno de Oliver Cromwell, quien había abolido la Navidad por ser demasiado proclive a los placeres (1653).
Los reinados de Jorge I, Jorge II, Jorge III y Jorge IV, extendiéndose desde 1714 a 1830, marcan un período de dualidad moral, donde existe una rigurosa etiqueta para el baño en el mar, a la par que subsiste la costumbre inmemorial de bañarse desnudos, y la literatura erótica se encuentra no sólo en cartas, sino también en novelas.
Es la llegada de la gran Madre Victoria (1837-1901), la que todo lo purifica y cristaliza el mito del Matriarcado . La reina madre encarna el ideal de la mujer, recluida en el objetivo de casarse, tener hijos y ser la que reina, aunque no gobierne, su hogar.
Victoria se casó con su primo, el príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha en 1840, y accedió al trono a los 18 años. Sus nueve hijos y 26 de sus 42 nietos se casaron con otros miembros de la realeza, uniendo a la nobleza europea entre sí, convirtiéndola a Victoria en la “abuela de Europa”.
Una Europa esencialmente agraria y rural se va transformando, por la industrialización británica y la extensión de los ferrocarriles, en una Europa urbana. Las relaciones humanas marcadas por los ritmos de la naturaleza, la proximidad y las casas abiertas, se transforman a los ritmos fabriles, el hacinamiento y el repliegue a lo privado.
Los barcos de la Marina Real Británica patrullaban los mares del mundo, las élites locales profundizaban la alianza de sangre con el Imperio (María Josepha Petrona de Todos los Santos Sánchez de Velasco y Trillo, pasará a la historia como Mariquita Sánchez de Thompson), y la educación británica se extenderá a través de las escuelas fundadas por clérigos, o por comunidades de comerciantes e ingenieros de ferrocarriles en “ultramar”.
Esas escuelas estaban modeladas según las necesidades de puntualidad, disciplina, esfuerzo y orden de la Revolución Industrial británica. La estética victoriana expresaba al modo Moderno la mujer romana, cuyo rol más importante era “mantener encendida la llama del hogar”, la inviolabilidad de lo privado, la continuidad del linaje familiar.
Es significativo que en Londres, el Museo de Artes Decorativas del Hogar, Museo Nacional de Arte y Diseño, se llame Museo Victoria and Albert.

El autor es Profesor titular ordinario de Filosofía Política en FCS – UCA

1. Con relojes que atrasan: epílogo ideológico, publicado en versión reducida por la revista CRITERIO Nro 2456, marzo de 2019.
2. El puritanismo se ha desarrollado en diversas tradiciones: calvinistas, reformistas ingleses, escoceses, holandesas, católicas (jansenismo, por ejemplo), y norteamericanas. No sería respetuoso de ellas reducirlas a una sola persona; sin embargo, el valor de la reina Victoria de Inglaterra como difusora entre elites y pueblo de múltiples geografías, de una forma de puritanismo doméstico y matriarcal, no tiene parangón.

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