Cuarenta años sin arrepentimiento ni perdón

Al cumplirse 40 años del último golpe militar, el autor reflexiona, a partir de su historia personal, sobre el intrincado cruce de ideologías del pasado y la necesidad de alcanzar la reconciliación con justicia en el año de la misericordia.

Muchas veces me he preguntado qué hubiera sido de mí si en la década del ´70 hubiera tenido veinte años. Con mucha probabilidad podría haber sido captado por una organización guerrillera. En mi juventud era idealista, justiciero, me preocupaban los pobres, en fin, tenía todas las condiciones… y en esos años quizás también hubiera concurrido al Colegio donde estudié y en el que se cuenta innumerable cantidad de ex alumnos desaparecidos.
Alguna vez, siendo seminarista, un compañero, al ver mi apego a la disciplina y al cumplimiento de las normas establecidas, me dijo: “Vos podrías haber sido militar”.
jovenesLas circunstancias de mi vida, en las que sin duda se manifestó la voluntad de Dios, me llevaron por el camino del sacerdocio. Pero siempre que pienso en los ´70 afloran en mí dos sentimientos. El primero: pude haber sido guerrillero o militar y me salvé de serlo. La segunda es una carga en la conciencia porque como sacerdote y obispo no estuve a la altura de las circunstancias.
Esto no me atormenta porque confío en la misericordia de Dios y sé que Él perdona, pero cuánto más podría haber hecho y no lo hice.
Los que superamos esos años trágicos sin morir en atentados terroristas o bajo el terrorismo de Estado nos hemos salvado. Porque cuando en una sociedad toman cuerpo corrientes ideológicas muy fuertes es muy difícil no quedar atrapado en ellas.
El concepto de salvación está en la entraña del cristianismo, y es muy difícil captarlo si uno piensa en el poder de la propia voluntad. Sin la gracia de Dios uno podría haber llegado a ser el peor de los criminales.
Un ejemplo que ayuda a entender esto fue el de los mineros de Chile. Estaban destinados a la muerte… y fueron salvados. Ellos solos no hubieran podido.
El papa Francisco, desde el principio de su pontificado y mucho más en este año santo, plantea el tema de la misericordia.
El arrepentimiento de nuestras culpas, la experiencia de recibir y brindar perdón sanan nuestras vidas. Nos humanizan.
Por supuesto que la misericordia supone la justicia, pero desde Juan Pablo II en adelante hemos aprendido que la misma justicia sin misericordia puede volverse injusta.
Ahora bien, esto que es tan válido en el orden personal, ¿puede tener cabida en toda una sociedad? Comprendo que es dificilísimo y de hecho más de una vez imaginamos un gran acto en el que los protagonistas activos y pasivos de aquellos años nos pidiéramos perdón unos a otros. Fue imposible lograrlo. Mientras tanto, cuarenta años después seguimos conmemorando una fecha nefasta donde cabe todo menos el arrepentimiento y el perdón… Y así nos va.
Quizás muchos de los que lean estas líneas piensen que son utópicas. Puede ser. Personalmente no conozco nada más realista que el cristianismo. Pero si le quitamos una dimensión utópica, también el exceso de realismo puede perder humanidad. Y en este año de la misericordia, si la Iglesia no habla a los argentinos, también incluyendo a la década del ´70, de la necesidad de arrepentirnos, pedir perdón y saber perdonar, ¿quién va a hacerlo?
Aquello no fue ni una guerra santa ni una lucha por un mundo mejor. Más bien fue una locura colectiva. En ese entonces un santo obispo como Vicente Zazpe hablaba de una Argentina secreta que desechaba la violencia pero no encontraba los mecanismos institucionales para poder imponerse al caos reinante.
Rememorando a Zazpe, creo que también hoy en el inconsciente colectivo de los argentinos prima un fuerte deseo de superar, como dice alguna letra de inspirados tangos, los fantasmas del pasado. Creo interpretar un cansancio ante esta imposibilidad de encontrar en estos tiempos los mecanismos institucionales que permitan plasmar la reconciliación de los argentinos.
En la 173° reunión de la Comisión Permanente de la CEA, los obispos decíamos que “este año el 24 de marzo coincidía con el Jueves Santo… Día en el que Jesús manifestó su amor hasta el fin, entregando la vida por nosotros. En su sangre hemos sido reconciliados. Su ejemplo nos ayuda a cicatrizar nuestras heridas en la verdad, el arrepentimiento, la reparación en justicia y el anhelo de alcanzar misericordia”.
Creo que este enunciado es muy orientador, pero nuestra misión como obispos no termina allí. También incluye la de colaborar con todos los argentinos de buena voluntad para encontrar los medios concretos que nos permitan canalizar en hechos la reconciliación en nuestro país.

El autor es Obispo emérito de San Isidro y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.

18 Readers Commented

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  1. Alejandro Gerardi on 3 mayo, 2016

    Sí fue una lucha por un mundo mejor. ¿Acaso el obispo Angelelli no luchaba por un mundo mejor? No todos eran guerrilleros o propiciaban la lucha armada. El Concilio Vaticano II, la Populorum Progressio, Medellin, el Sínodo de Obispos de 1971, era parte del Magisterio de la Iglesia que propiciaba el compromiso de los cristianos para cambiar la sociedad y buscar un mundo mejor. Y muchos cristianos, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, trataron de vivir de acuerdo a esas enseñanzas

    • María Inés on 6 mayo, 2016

      Alejandro, según lo que entendí el obispo emérito Jorge Casareto, califica que no es una guerra santa ni una lucha por un mundo mejor, a la guerra que se estableció entre el terrorismo de estado y la guerrilla.
      Una locura colectiva en la cuál, señala que toda la ciudadanía en mayor o menor grado, tomó partido y tendríamos que hacer un exámen de conciencia.
      Reconocer juicios, pensamientos o hechos hasta de omisión, para asumiéndolos, perdonarnos, comprender nuestra vulnerabilidad humana, perdonar, reparar en la medida de lo posible y abrirnos a la misericordia ya sea personal, como la de considerar al otro, sin obviar la justicia.
      El en ésta nota nos invita a la reconciliación, donándonos por primero su revisión – reflexión de su historia personal, y su exámen de conciencia como sacerdote, en nuestra historia compartida en los ’70. Para que de una vez por todas sanemos la llaga social de nuestro pueblo, aún abierta.

      Seguro que el obispo Angelelli, otros obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, vivieron la radicalidad revolucionaria del evangelio, al mismo tiempo….llegando a dar la vida por sus amigos.
      Casaretto no se refiere a ellos en ningun momento de la nota.

      • Alejandro Gerardi on 9 mayo, 2016

        María Inés la guerra no solo fue entre el terrorismo de Estado y la guerrilla. Hicieron la guerra contra gente inocente como el obispo Angelelli por ejemplo. Mataron dos obispos, 14 sacerdotes, 3 ex-sacerdotes, 9 seminaristas, 5 religiosos, 9 catequistas e innumrables laicos. Detuvieron y torturaron y exilaron a 60 sacerdotes que lograron salvar sus vidas. La librería Catequística de Capital fue atacada con explosivos, el Instituto de Cultura Religiosa Superior fue ametrallado, clausuraron la Ediciones Paulinas y la Distribuidora Claretiana, allanaron muchas instituciones y colegios católicos. Todo esto sin mencionar a los desaparecidos no católicos pero que eran estudiantes, sindicalistas, obreros, campesinos. Lo peor de todo es que tuvieron el aval y la complicidad de algunos obispos y el silencio de otros. El perdón y la reconciliación van de la mano con el reconocimiento de la verdad y no con su ocultamiento o deformación. Por otro lado, todo el Magisterio de la Iglesia relacionado con la lucha por la justicia y la opción por los pobres ha quedado como algo marginal y secundario. Pareciera que se quiere borrar con el codo lo que se escribió con la mano. Esperemos que se reflexione sobre esa época en serio y a fondo y no con simples llamados a la reconciliación en el aire y con una vaguedad que asusta. Que Dios nos ilumine a todos

  2. Marcelo on 4 mayo, 2016

    En los años 60 eramos varios que nos juntábamos a jugar en el atrio del Socorro después de ver una película, luego entramos a la ACA, el padre Mujica estaba en la parroquia, muchos desaparecieron, el padre fue asesinado, yo me salvé porque mi padre me prohibió que siguiera yendo.

  3. Gastón Lamberti on 5 mayo, 2016

    Desconozco la edad de Mons. Casaretto, pero de su frase inicial «…si en la década del ’70 hubiera tenido veinte años…» infiero que es mayor que yo, que sí tenía veinte años en la década del ´70. Más precisamente, cumplí esa edad en 1974. Me permito expresar que me iré de este mundo agradeciendo a Dios haber nacido en la época justa que me permitió pasar mi juventud en aquel ambiente de utopía, en aquel sueño colectivo de borrar la injusticia y establecer la fraternidad universal en torno a la figura del «hombre nuevo». No voy a desmerecer el esfuerzo de la juventud actual por mejorar este mundo, pero creo que la ideología de la época está «contaminada» por los antivalores del mercado y el posicionamiento social. Por otro lado, Mons. Casaretto incurre en una mescolanza de temas sin saber muy bien adónde va, pero en particular, la frase «Mientras tanto, cuarenta años después seguimos conmemorando una fecha nefasta donde cabe todo menos el arrepentimiento y el perdón… Y así nos va» me llena de preguntas. Quisiera que Mons. Casaretto dijera expresamente quién o quiénes deben arrepentirse y pedir perdón. Es tan ambiguo el artículo que la respuesta obvia («Los genocidas que hicieron el golpe del 24 de marzo y sus colaboradores y adherentes») no surge con la claridad que la jerarquía del autor requeriría.

    • María Inés on 6 mayo, 2016

      Gastón, también en el ’73 tuve 20 años y era una idealista, justiciera, me dolía y no podía concebir la desigualdad. Y fue la experiencia del Hombre Mundo del carisma de la unidad, la que me permitió elegir no tomar las armas y comprometerme con la revolución evangélica del amar hasta dar la vida. Siempre me pregunté por que quedé viva…. hoy, comprendo algo. En aquella época nos propusieron las armas para conquistar nuestros ideales de justicia. A las próximas la propuesta fue las drogas quimicas para conquistar la felicidad, a las actuales los antivalores del mercado y el ‘status’….. ¿ no ve un denominador común en el objetivo de las distintas mentiras. ?
      Trate de leer la nota tranquilo y sin prejuicios.
      El habla que todos tenemos que hacer ( en distintos grados) la experiencia del perdón.
      Para mi la nota es muy clara….

  4. LUCAS VARELA on 6 mayo, 2016

    En el año 1976 yo tenía 27 años. Era soltero, ingeniero, y trabajaba para una empresa francesa en La Matanza. No era militar, ni era idealista y mucho menos justiciero. Ya se vivía una mentira, sin yo saberlo. “No estuve a la altura de las circunstancias”…..mea culpa.
    Mientras yo “hacía mi vida”, ya había víctimas y victimarios de mi misma edad, que estaban involucrados por propia voluntad, o por avatares del destino, en una lucha oscura, silenciosa, e ilegal. Yo no quise saber: “No estuve a la altura de las circunstancias”…..mea culpa.

    Y vino un gobierno militar (como otros que supimos tener), que perdió la consciencia de la ley. Sus métodos fueron sangrientos; sus delitos son de lesa humanidad. Tampoco quise saber: “No estuve a la altura de las circunstancias”…..mea culpa.

    Pero yo me pregunto y le pregunto a Usted, monseñor:
    ¿Qué es “no estar a la altura de las circunstancias”?
    Habiendo sido Usted obispo de la diócesis de Rafaela en el año 1976, presumo que “no estar a la altura de las circunstancias”, es tema más complejo que el mío, ciudadano común.
    Si no queremos que la historia se repita, y además, pretendemos la misericordia de Dios, cada uno de nosotros debemos tener una clara respuesta.
    Una Argentina de verdad, será premio concedido a la sinceridad, a la veracidad, a la “verdad moral”. La mentira, y su prima hermana, la hipocresía, nos mata el alma; y nos mata a los argentinos.

    • María Inés on 6 mayo, 2016

      Interesante Lucas, tu reflexión…. pero no sé por que me parece que hay más ironía que real sentido de asumir el error y comprender a que lugar te llevó.
      Me pregunto que es lo que no querés ver para juzgar de hipócrita aun persona que hace una confesión pública, desde la humildad, con valentía, muy humano y abierto a reconocer que todos necesitamos la misericordia, por que todos somos pecadores…..

  5. veo las respuestas. Existe el amor que nos enseñó Jesús ? o solo hablamos para atacar ? Por favor mediten un poco, nada más que un poco y amen a todos los seres humanos.

  6. ¿No es acaso un agravio a los militares decir que en su juventud se ‘salvó’ de ser guerrillero o militar? Esta última es una profesión tan respetable como cualquier otra, incluyendo a la de sacerdote, pese a que en ambas hemos visto muchos casos de comportamientos reñidos con la moral y la justicia. Tampoco su comentario honra al verdadero guerrillero, que también es un militar que forma parte de un ejército irregular que no necesita matar ni secuestrar civiles para tratar de alcanzar la victoria.
    De lo que realmente se salvó monseñor Casaretto es de ser terrorista, ya sea de izquierda como de derecha, violadores del derecho de gentes para tratar de imponer su particular proyecto político sin importarles lo que pienses los demás.

  7. María Inés on 7 mayo, 2016

    Gracias obispo Jorge Casareto por su reflexión – examen de conciencia y en su actitud empática al imaginarse en los zapatos de los jóvenes que eligieron la lucha armada y en la de los militares que actuaron el terrorismo de estado, desde el conocimiento de su persona. En la locura colectiva que vivimos como pueblo en los ’70, reconocer la gracia de poder elegir la voluntad como lo que nos salva, ha sido la experiencia de algunos entre los que me cuento. Una experiencia que me permite ver la realidad desde otra perspectiva y no habiendo entendido por que quedé viva……. estuve muy cerca de ser una NN por mi relación con la j.p. en un barrio periférico de mi ciudad y también casi fui ‘boleta’, por negarme públicamente a la lucha armada como salida para conquistar la justicia social. Hoy, tengo una respuesta a mi pregunta, en el buscar mecanismos institucionales para encontrar la argentina secreta que tiene vocación a la solidaridad y la paz y aprender juntos a cuidar los tesoros que cada uno de los niños que continúan naciendo nos traen.
    Ante su comprensiva verdad de la realidad humana y social, cuándo nos dice que cuando en una sociedad toman cuerpo corrientes ideológicas fuertes, es muy difícil no quedar atrapadas en ellas. Por mi experiencia como mujer laica, ciudadana común y profesional comprometida, cambiaría su adjetivo fuertes, por autoritarias. Nombrando también el autoritarismo del mercado neo liberal, que en ésa época comenzó a tomar también cuerpo, en nuestra deuda externa
    Usted me aclaró algo de mi vulnerabilidad que me hizo pasar malos momentos y por los cuáles también lo hice con otros, que no tenía bien asumido……..y es absolutizar el poder de la propia voluntad….. no teniendo tan en cuenta mi propia vulnerabilidad y la de los otros. Aunque es cierto que una experiencia de encuentro en un momento visagra de mi vida adulta, reconocer mi propia vulnerabilidad y la del otro, el hermano que estuvo a mi lado, convocó la gracia de Dios que nos permitió encontrar la verdad, la bondad y la belleza en cada uno y cada cuál, unidos a la de la creación que nos contenía y rodeaba.
    El inicio de un camino de transformación en mi subjetividad, unida al inconsciente colectivo a través de la virtualidad de internet, en el cuál asumir el dolor personal y comunitario en los pliegues de lo no conocido, permitió perdonar y comprender que la justicia sin misericordia nos puede conducir a la injusticia . La verdad de que los depredadores en algún momento de sus vidas han sido víctimas y las víctimas en algún momento son depredadores, es una realidad que a muchos en su vocación maniquea, no pueden ver y poder reconocerlo, nos permite ampliar la conciencia.
    Una experiencia que podemos vivir todos, los que tenemos la experiencia de la fe en un Dios que nos ama inmensamente y los que aún sin tenerla, viven coherentemente los valores de su dignidad humana. La conciencia, la verdad, la bondad y la belleza está en el ADN de todos. Gracias por su don, que me permitió reconocer nuestra vocación a ser discípulos de la misericordia
    Me quedo con su expresión donde dice que no hay nada más realista que el cristianismo y que si le quitamos su dimensión utópica en el exceso de realismo puede perder humanidad.
    Esperemos no perdernos la gracia del año jubilar de la misericordia para superar los fantasmas del pasado…… junto a otros estamos en vivir éste desafío, construyendo la paz en nuestros ámbitos.
    una vez más gracias

  8. LUCAS VARELA on 7 mayo, 2016

    Estimado Monseñor Jorge Caseretto,
    Hace un mes atrás, ésta revista publicó un informe de monseñor Pío Laghi a la secretaría de estado del Vaticano el día 1377/76. En ésa oportunidad, mi comentario fue, y será siempre, en defensa de quienes están ausentes. Pienso que no tenemos derecho, como cristianos, a juzgar al ausente por lo que hizo o dejó de hacer.
    Pero Usted, monseñor, es la prueba viviente del conflicto de consciencia entre el silencio y la denuncia, entre la verdad y la nada. ¿Qué es para Usted, “no estar a la altura de las circunstancias”?
    Somos cristianos, y como tales, es nuestro deber hacer un alma.
    Un alma inmortal es obra propia. Al morir dejaremos nuestro esqueleto, y un alma para la eternidad, que será nuestra propia historia.

  9. LUCAS VARELA on 9 mayo, 2016

    Amigos,
    Quizás, la pregunta es : ¿Qué es estar a la altura de las circunstancias?
    Y la respuesta la encuentro en un documento: http://www.youtube.com/watch?v=v-01MzhRQsg
    Se refiere a un homenaje (de tantos) en recordación al padre Mujica. Se observa al padre Jorge Vernazza “con el caballo cansado”, con tranco corto y falto de aire, pero con la convicción inquebrantable; recordaba a un amigo.
    Era el 11 de Mayo de 1994, al año siguiente moría con 70 años.

  10. Atilio Bordenave on 9 mayo, 2016

    Es una muy buena reflexión, que merece ser meditada.
    Es cierto que hay muchas visiones de lo ocurrido: para algunos guerra santa, para otros lucha idealista por un mundo mejor, pero no es menos cierto que dos grandes potencias hegemónicas lucharon por el liderazgo del mundo y que toda Latinoamérica fue uno de los teatros de operaciones en el que se desarrolló la tragedia en la que tanto militares como militantes quedaron involucrados. Argentina no fue una excepción. Es útil poner en su justa dimensión la magnitud del enfrentamiento y la complejidad de la guerra librada dentro y fuera de nuestras fronteras, en la que lo que para ambos bandos estaba en juego el poder y la imposición de una ideología, como si la Humanidad pudiera ser contenida en una ideología.
    Si no se intenta visualizar de una manera universal lo ocurrido en esos años en toda la región se logran solo retazos parciales e incomprensibles de lo ocurrido.
    Los desaparecidos en nuestro suelo (8.000 argentinos inscriptos en el Nunca Más sumados a los combatientes cubanos, argelinos, soviéticos y de otras nacionalidades no identificados hasta completar ¿30.000?) más el número de hombres, mujeres y niños asesinados por quienes integraban los grupos insurgentes son el saldo de un gran fracaso, que es haber creído -ambos bandos- que de la violencia podía salir algo bueno. En particular cuando en Latinoamérica ambos bandos llevaban la Cruz como consigna.
    Lo triste es ver que a pesar del tiempo transcurrido hay sectores incapaces de transformar el dolor en experiencia que sirva de ejemplo para las generaciones venideras, como las hojas caídas, que luego de descompuestas, se transforman en humus fértil.
    Hay quienes siguen anclados en el rencor y piden «ni olvido ni perdón» y quienes piensan que «se hizo lo correcto». Siguen sin poder procesar las hojas muertas y se intoxican cada vez más con su descomposición.
    A ellos debemos ayudar y es para ellos la Misericordia será un bálsamo que restaure sus heridas. Y a la sociedad toda, mostrando que en el pasado la violencia no fue solución y en el presente el rencor no es paz.

    • María Inés on 18 mayo, 2016

      Gracias por su aporte que indica asumir el pasado tal cual fue, para unirlo a Aquel que asumió todo en sí y resucitó. Ser co redentores con nuestras sencillas vidas e ir más allá. Realizando la vocación de humanidad realizada a la que estamos llamados como pueblo de Dios. Iglesia Humanidad.

  11. LUCAS VARELA on 19 mayo, 2016

    Estimado Atilio Bordenave y amigos,
    Lo más importante, según mi entender, del artículo de monseñor Casaretto, es su final:
    “la de colaborar con todos los argentinos de buena voluntad para encontrar los medios concretos que nos permitan canalizar en hechos la reconciliación en nuestro país.”
    Monseñor Casareto menciona un combo para la reconciliación compuesto por: la buena voluntad, el arrepentimiento, el perdón, la misericordia, la justicia, y a la verdad.
    A cuarenta años vista, hay que decir aunque parezca obvio, que es necesario definir, ponderar y ordenar estos elementos.
    La “buena voluntad” es la de aquellos en condiciones de ser imparciales para conocer la verdad. Hay víctimas y victimarios que violaron la ley (terrenal), y pregunto:¿Es posible ser imparcial, sin reconocer el significado de “no haber estado a la altura de las circunstancias”? Porque no es lo mismo tener “buena voluntad” desde la posición de victimario, de víctima, o de los indiferentes o ignorantes.
    Es necesario, creo yo, conocer la verdad para poder tener consciencia de la realidad y, desde allí, construir un proceso de reconciliación con justicia. Y la verdad se la construye con hechos, ciertamente. A 40 años vista, la Iglesia y sus pastores, tienen todavía la oportunidad de dar el ejemplo.

  12. Juan Carlos on 23 mayo, 2016

    Quiero, por favor, y en relación con esta nota, preguntar de qué manera como cristianos debo entender la frase de Jesús «yo no vine a traer paz, sino espada» (Mateo 10:34), y además la Epístola de Santiago cuando dice «habéis hartado vuestros corazones para el día de la matanza» (o mejor dicho «han engordado y se acerca el día de la matanza» según Schökel), o la expulsión de los mercaderes del Templo. Porque entonces, y como cristiano, tengo que estar de un sólo lado (repudiando la violencia ciega, en todo caso) y no debo ni puedo dudar, tal como aquí parece expresarse. O el cristianismo es una forma de obrar, de vivir, o no es nada.

  13. Estuve leyendo detenidamente el artículo del obispo Jorge, y también estuve leyendo los comentarios a su favor y en su contra. Pienso que, con todos los defectos humanos y argumentativos que pueda tener el obispo (pecador como todos nosotros, humano como todos nosotros; pero, también y muy especialmente en este artículo, arrepentido público como pocos, y de corazón), Jorge está haciendo un gran intento de bien al pueblo argentino. Un pueblo, una nación, necesita de la unidad de sus miembros para su salud y su porvenir. Y Jorge más que imponerse con argumentos sólidos y convincentes, está, por el contrario, chapotenado en las palabras, buscando cómo arrodillándose ante el pueblo y ante Dios para pedir perdón por sus omisiones y errores. Y eso es lo más digno de un hombre. Muchos tendrán sus utopías y sus discursos rectos y santos. Él , el obispo, lejos de dar explicaciones y razones justificadas, busca lo que nadie de los comentaristas está dispuesto a hacer: encontrar la Misericordia.

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