Los jóvenes necesitan exámenes

La reciente ocupación estudiantil de varios colegios secundarios estatales de la ciudad de Buenos Aires puso sobre el tapete la situación de la escuela secundaria. En esta nota presentamos una visión sobre este nivel escolar, que no figura en la agenda de la política educativa pero que puede ilustrar sobre la profunda ruptura existente entre la conclusión de los estudios secundarios y la graduación universitaria.
La Argentina viene realizando desde hace varios años esfuerzos destinados a expandir la cobertura de la enseñanza universitaria. Se trata sin lugar a dudas de una decisión inteligente, ya que no habrá desarrollo económico y social en este siglo XXI sin una presencia relevante de la Universidad. Se crearon nuevas universidades y se amplió la matricula estudiantil. Es notable comparar las cifras de la población estudiantil en Americana latina, donde la Argentina supera al resto de las naciones; pero cuando únicamente se presta atención a la matricula y no a la graduación final. En Colombia hay 273 estudiantes cada 10 mil habitantes, en México 285, en Chile 361 y en Brasil 380; la población estudiantil universitaria (en proporción a la población) registra su máximo valor en la Argentina, con 435 estudiantes cada 10 mil habitantes.
Claro que la situación es distinta cuando se presta atención a la eficacia en el proceso de graduación universitaria. Aquí la situación es diferente, ya que todos los países citados tienen una graduación superior a la vigente en nuestro país: Colombia registra 59 graduados anualmente cada 10 mil habitantes, Brasil 50, México y Chile 48, mientras que en la Argentina esta cifra se reduce a apenas 28. Para entender esta diferencia hay que tener presente que en Chile y en Colombia se gradúan 61 universitarios cada 100 ingresantes, en Brasil se gradúan 44, mientras en la Argentina apenas se gradúan 30.
A título de ejemplo, comparemos la graduación universitaria argentina con la existente en España, hacia el año 2014. Mientras en el país europeo hay 83 universidades, esta cifra asciende a 110 en la Argentina. El esfuerzo que hace el país es notable, ya que mientras en España hay una universidad cada 570 mil habitantes, esta cifra se reduce a 390 mil en aquí. Cuando se presta atención a la matricula total queda en evidencia la expansión que tuvo el sistema universitario argentino, que registra 1,9 millones de estudiantes, mientras en España esta cifra se reduce a 1,5 millones. Como se ve, la Argentina tiene más estudiantes universitarios que España, a pesar de que la población española es 8% mayor; la diferencia es aún mayor cuando se considera el PBI por habitante, que en España es un 90% mayor al de la Argentina.
Es evidente la gran cobertura de la universidad argentina comparada con la española, pero la situación es distinta cuando se presta atención a la graduación. A pesar de que aquí hay más estudiantes que en España, allí hay un 78% más de graduados. La graduación anual argentina fue de 120 mil estudiantes en 2014, mientras que en España ascendió a 214 mil, es decir, 46 cada 10 mil habitantes, mientras esta proporción se reduce en la Argentina a apenas 28.
Para entender la relevancia de estas cifras hay que tener presente que después de estar un año en la Universidad, tres de cada diez de alumnos de universidades privadas y la mitad de los estudiantes de las universidades estatales no aprobaron más de una asignatura.
En junio de este año se realizaron en España los exámenes determinados por la prueba EVAU (Evaluación de Bachillerato para el ingreso a la Universidad); examen que se desarrolla durante 3 o 4 días según las comunidades regionales. Los inscriptos fueron alrededor de 300 mil aspirantes. Esta evaluación apunta a valorar de manera objetiva el nivel académico del estudiante, prestando atención a los conocimientos y capacidades desarrolladas durante la escuela secundaria, contribuyendo así a incrementar las posibilidades de una exitosa graduación en la Universidad. La prueba EVAU no es ninguna novedad en el mundo moderno, ya que también lo hacen otras naciones europeas como Francia, Alemania, Finlandia, Irlanda, Hungría, Holanda, Suecia y el Reino Unido. También existen estas pruebas en Israel, Japón, Australia y Corea. Los países con gobiernos comunistas (Cuba, China y Vietnam) también aplican estos exámenes al finalizar el secundario. En América latina son numerosos los países que también tienen evaluaciones de los estudiantes al finalizar el secundario, como requisito previo al ingreso a la Universidad. La lista incluye los cuatro países mencionados al inicio de esta nota (Brasil, Chile, Colombia y México), a la cual hay que agregar Nicaragua, Honduras, Costa Rica, Paraguay, Bolivia, Perú y Venezuela. El caso más notable es Ecuador, donde la reforma constitucional impulsada por el ex presidente Rafael Correa incluyó este tipo de examen en su artículo 355.
Mientras nuestros estudiantes ocupaban durante el mes de septiembre las escuelas secundarias estatales, en Brasil casi 8 millones de estudiantes se preparaban para los exámenes de los domingos 5 y 12 de noviembre, y en Chile lo hacían 200 mil jóvenes para enfrentar la Prueba de Selección Universitaria los días 27 y 28 de noviembre.
La Argentina es un caso notable, ya que no solamente carece de cualquier sistema de evaluación general del nivel de los conocimientos de los estudiantes secundarios antes de ingresar a la Universidad, sino que además lo prohíbe expresamente en la Ley Nacional de Educación vigente. En la última sesión del Senado de la Nación del año 2015 se aprobó la ley 27204, que establece en su artículo 4 que “Todos los alumnos que aprueban la enseñanza secundaria pueden ingresar de manera libre e irrestricta a la enseñanza de grado en el nivel de educación superior”.
Es difícil de entender la razonabilidad de esta ley en un país que registra un bajo nivel de conocimientos de sus estudiantes secundarios, no sólo como lo indican las pruebas PISA, sino también las evaluaciones realizadas por UNESCO en América latina. En la última prueba Pisa con participación de la Argentina (año 2012), se constató que la cuarta parte de los alumnos de 15 años que fueron mundialmente examinados tenía niveles bajos de conocimientos en Matemática, mientras que esta cifra crecía a nada menos que seis de cada diez en el caso de los adolescentes argentinos.
Reflexión final
Cabe preguntarse quién se preocupa más por el futuro de los jóvenes: ¿son aquellos países que incitan a la disciplina del estudio y promueven el esfuerzo y la dedicación de los estudiantes del nivel secundario para poder ingresar bien preparados al nivel universitario, o las naciones como la Argentina, donde la principal preocupación del último año secundario es el viaje de egresados a Cancún o Bariloche? ¿Quiénes se preocupan más por el futuro laboral de los jóvenes de hoy en el difícil mundo globalizado? Seguramente no son los países con pocos graduados universitarios; el principal beneficiado en el largo plazo por los exámenes de graduación secundaria es el propio alumno, ya que esta exigencia lo estimula a estudiar mientras aún está en la escuela secundaria.
Es justamente el estudio metódico, con dedicación continua y disciplina en el esfuerzo, el que permite adquirir los conocimientos para afrontar el desafío laboral en el exigente mundo globalizado de este siglo XXI. Las exigencias están íntimamente relacionadas con el desarrollo económico y social y los grandes avances científicos y tecnológicos. Por eso se puede afirmar que si el siglo XIX fue el de la escuela primaria, el XX fue el de la secundaria, este siglo es el de la Universidad.
Más allá del atraso asociado con la ocupación de las escuelas, es evidente que las deficiencias educativas en la Argentina son grandes, por eso no debemos caer en el simplismo de creer que la mera adopción de un régimen de exámenes al finalizar el secundario, como el vigente en España y tantos otros países, resolverá todos los problemas asociados con el escaso nivel de graduación universitaria. Pero si los dirigentes políticos continúan con esta actitud pasiva de ignorar la gravedad del atraso y no encaran el problema, continuarán como hasta ahora comprometiendo el futuro de los adolescentes.

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  1. Fernando Yunes on 16 noviembre, 2017

    El problema de la educación en Argentina es complejo, estructural y cultural, razón por la cual debe abordarse interdisciplinariamente, implica un proceso de concientización, reflexión y debate de toda la comunidad nacional y un compromiso de la dirigencia política de asumir el desafío educativo como política de Estado. En primer lugar debe realizarse un diagnóstico sistémico de las causas que generan la actual situación, que viene desde hace tiempo, agravándose progresivamente. Entre ellas me limito a señalar algunas, que, según mi entender, son importantes, aunque no excluyentes: el desmembramiento familiar y la realidad de abandono afectivo y formativo que niños y jóvenes experimentan en el hogar, que los condiciona emocional y mentalmente en el estudio; la tecnopatía, el consumismo y la industria de la diversión y el placer; la falta de sentido existencial y la ausencia de expectativas de inserción laboral exitosa en una sociedad que no premia el esfuerzo y el saber; la insuficiencia de infraestructura y recursos tecnológicos apropiados para estimular el aprendizaje y la incorporación de nuevas estrategias didácticas; la necesidad de proveer a una formación docente universitaria para todos los niveles del sistema educativo formal, con capacitación continua y mejora sustancial en el régimen de retribución salarial; por último la imperiosa exigencia que la dirigencia política abandone el estilo demagógico y populista que aborda la educación como recurso electoral, con objetivos de poder inmediatista, y asuma con integridad que la educación es un valor y un fin en sí mismo, en el que se juega el futuro del país y el derecho a la esperanza de las nuevas generaciones, como la misma historia nacional lo atestigua desde su origen institucional fundacional.

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