la-fotoTécnicas de coaching en los escritos de Teresa de Lisieux.

Teresa de Lisieux, más conocida como Santa Teresita, ha sido y es un modelo acabado de una santidad posible. Ejerció y ejerce aun hoy una particular atracción en muchos intelectuales franceses. Teresa de Calcuta la tomó como modelo y el papa Francisco la nombra entre sus figuras favoritas. ¿Qué tiene esta santa del siglo XIX que cautiva a tantas personas?

Una de las características de los grandes santos es la captación intuitiva de la esencia del ser humano. Los Padres del Desierto conocían en profundidad la psiquis del hombre. San Ignacio de Loyola demuestra, en sus Ejercicios Espirituales, una capacidad pedagógica que podría ser envidiada por nuestros contemporáneos.

Curiosamente, en los escritos de Teresa de Lisieux se advierte cómo puso en práctica, de manera intuitiva y original, varias de las técnicas que hoy se aplican en el Coaching con PNL (Programación Neurolingüística). Ella describió de modo detallado el proceso que realizó para alcanzar su sueño: llegar a ser una gran santa.

En coaching, a través de diversas técnicas, el coach acompaña al coachee para que éste despliegue los recursos que tiene para alcanzar la meta que se propone. Lo ayuda a encontrar su valor-motivación, a desarrollar un plan de acción, a trabajar con los obstáculos que se presentan y a superar sus creencias limitantes. Constatan juntos los resultados y se proponen, si es necesario, cambiar la estrategia. En este proceso, el coachee aprende a través de la acción y la reflexión sobre lo acontecido.

En el caso de Teresa, Jesús actúa como su guía interior: “Yo nunca lo he oído hablar (a Jesús), pero siento que está dentro de mí, y que me guía momento a momento y me inspira lo que debo decir o hacer… Y las más de las veces no es precisamente en la oración donde esas luces más abundan, sino más bien en medio de las ocupaciones del día”.

Teresa tiene una meta clara: “Pensé que había nacido para la gloria…mi gloria no brillaría ante los ojos de los mortales, sino que consistiría en ¡llegar a ser una gran santa!”. Intuye el modo de lograrlo: “Para alcanzarla no es necesario hacer obras deslumbrantes, sino esconderse y practicar la virtud de manera que la mano izquierda no sepa lo que hace la derecha”.

Y posee la confianza para lograrlo: reconoce que no tiene méritos para llegar a ser santa, pero que Dios “contentándose con mis débiles esfuerzos…me hará santa”.

Encuentra un modelo concreto de santidad en el que se puede inspirar: la Madre Genoveva, que vive en el mismo convento: “Dios…quiso que viviese con una santa, no de ésas inimitables, sino una santa que se santificó por medio de virtudes ocultas y ordinarias…”.

Descubre el valor que quiere vivir a través de la realización de su meta. “La caridad me dio la clave de mi vocación”. “¡Mi vocación es el amor…!”. “En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor…Así lo seré todo… ¡Así mi sueño se verá hecho realidad…!”. Por lo tanto, el amor es su motivación para la acción. Y una forma de vivir el amor es “no dejando escapar ningún pequeño sacrificio, ni una sola mirada, ni una sola palabra, aprovechando hasta las más pequeñas cosas y haciéndolas por amor”.

Ve la realidad en la que se encuentra, reconoce su situación y define dónde quiere llegar. Sabe que es necesario realizar un proceso: “Pero he de reconocer que si el paso más importante estaba dado, todavía eran muchas las cosas que tenía que dejar”. “…Mi alma estaba lejos de estar madura y tenía que pasar por muchos crisoles antes de alcanzar la meta que tanto deseaba”.

Es consciente de su lenguaje corporal y de la conexión con sus emociones. Esto se ve cuando describe la gracia de su conversión, la noche de la Navidad de 1886: “Reprimiendo las lágrimas, bajé rápidamente la escalera, y conteniendo los latidos del corazón… fui sacando alegremente todos los regalos, con el aire feliz de una reina”. Y en otro momento escribe: “…Resonaba continuamente en mi corazón el grito de Jesús en la cruz: ‘¡Tengo sed!’. Estas palabras encendían en mí un ardor desconocido y muy vivo”.

Establece un plan de acción y una estrategia: “Cuando se quiere alcanzar una meta, hay que poner los medios para ello. Jesús me hizo comprender que las almas quería dármelas por medio de la cruz; y mi anhelo de sufrir creció a medida que aumentaba el sufrimiento”. Utiliza las herramientas que posee: “Sí, toda mi fuerza se encuentra en la oración y en el sacrificio; son las armas invencibles que Jesús me ha dado, y logran mover los corazones mucho más que las palabras”. Y realiza todo con una gran sencillez: “Para mí, la oración es un impulso del corazón, una simple mirada lanzada hacia el cielo, un grito de gratitud y de amor tanto en medio del sufrimiento como en medio de la alegría”.

Como con el coaching, supera los obstáculos que se le presentan y busca alternativas: “…Si no hubiese tenido verdadera vocación, me hubiera vuelto atrás desde el primer momento, pues en cuanto empecé a responder a la llamada de Jesús me encontré con obstáculos”. Le pide al Papa que interceda para poder entrar en el Carmelo a los quince años: “¡Qué disgusto tan grande tenía yo…! Me parecía que mi futuro estaba roto para siempre. Cuanto más me acercaba a la meta, más veía embrollarse mis asuntos”. Mantiene, sin embargo, a lo largo de todo este proceso, una profunda paz interior en medio de su sufrimiento: “Me abandoné con entera confianza. Había hecho todo lo que dependía de mí”.

Además, está abierta al cambio y posee la flexibilidad para adquirir un nuevo hábito: “La práctica de la virtud se nos hizo dulce y natural. Al principio, mi rostro delataba muchas veces el combate, pero poco a poco esa impresión fue desapareciendo y la renuncia se me hizo fácil”.

Teresa busca opciones creativas: “A veces, cuando mi espíritu está tan seco que es imposible sacar un solo pensamiento para unirme a Dios, rezo muy despacio un Padrenuestro…”. Crea un camino, la infancia espiritual, para lograr su meta de un modo más rápido y eficaz: “Quiero buscar la forma de ir al cielo por un caminito muy recto y muy corto, por un caminito totalmente nuevo”. “¡El ascensor que ha de elevarme hasta el cielo son tus brazos, Jesús!”.

Posee un diálogo interno positivo: “Yo siempre he deseado ser santa. Pero, ¡ay!, cuando me comparo con los santos… Pero en vez de desanimarme, me digo a mí misma: Dios no puede inspirar deseos irrealizables; por lo tanto, a pesar de mi pequeñez, puedo aspirar a la santidad. Agrandarme es imposible; tendré que soportarme tal cual soy, con todas mis imperfecciones”.

Utiliza imágenes para representar su realidad: “Yo me considero un débil pajarito…Yo no soy un águila, sólo tengo del águila los ojos y el corazón, pues, a pesar de mi extrema pequeñez, me atrevo a mirar fijamente al Sol divino, al Sol del Amor, y mi corazón siente en sí todas las aspiraciones del águila”.

Supera las creencias limitantes de su época en las que se acentuaba la imagen de un Dios castigador. “Dios está muy lejos de llevarme por el camino del temor. Sé encontrar siempre la forma de ser feliz y de aprovecharme de mis miserias…”.

Reencuadra las situaciones para ver el lado bueno de lo que acontece. Cuando se encuentra con una monja que le desagrada, “para no caer en la antipatía natural que experimentaba, me dije a mí misma que la caridad no debía consistir en simples sentimientos, sino en obras, y me dediqué a portarme con esa hermana como lo hubiera hecho con la persona a quien más quiero”. En otra ocasión dice: “Jesús me hizo conocer por experiencia que realmente hay almas que no tienen fe…Permitió que mi alma se viese invadida por las más densas tinieblas, y que el pensamiento del cielo, tan dulce para mí, sólo fuese en adelante motivo de lucha y de tormento”.  Esto ocurre en los últimos meses de su vida, cuando ya está enferma de tuberculosis. Teresa aprovecha esta situación para purificar su amor a Dios y crecer en la fe: “(Jesús) sabe muy bien que, aunque yo no goce de la alegría de la fe, al menos trato de realizar sus obras. Creo que he hecho más actos de fe en un año a esta parte que durante toda mi vida”.

Teresa alcanzó la meta de su vida: “Tú sabes, Dios mío, que yo nunca he deseado otra cosa que amarte”. Después de tantos años de su muerte, vemos cómo su vida sigue inspirando a muchas personas. Es un modelo digno de seguirse.

La autora es Life Coach, ICC International Coaching Community, Master en Pastoral en la especialidad de Espiritualidad, Boston College, EEUU. Creadora y coordinadora de Teodanza.

Bibliografía

Historia de un alma, Teresa de Lisieux, Editorial Claretiana, 2003

Psicología de Teresa de Lisieux. Desarrollo humano de una Doctora de la Iglesia, Luis Jorge González,  Editorial Obra Nacional de la Buena Prensa, México, 2004

Coaching with NLP, Joseph O’Connor-Andrea, Lages Editorial Element, Londres, 2004

2 Readers Commented

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  1. José Luis Bestani on 13 junio, 2014

    Leer este artículo fué para mí como un oasis en medio del trajín cotidiano! Alentador y reconfortante.
    Gracias.
    José Luis

  2. Fernando on 8 julio, 2014

    ¿Qué es coaching, coach, coachee? ¿Por qué no comenzamos a hablar en nuestro propio idioma? Lo siento, no quiero ser grosero, pero me parecía importante decirlo. Buenas noches.

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