Publicamos el documento que elaboró la Comisión Nacional de Justicia y Paz en el que cuestiona el procedimiento parlamentario que llevó a la aprobación del nuevo Código Civil y Comercial.

La reciente aprobación del Código Civil y Comercial de la Nación nos invita como Comisión Nacional de Justicia y Paz a reflexionar sobre esta fundamental y delicadísima actividad: la de legislar.

Las leyes llamadas a tener una gran incidencia en nuestras vidas revisten una enorme trascendencia y debemos recapacitar sobre las formas y procedimientos que estamos utilizando los argentinos para su aprobación.
En el caso del Código Civil, el proyecto de ley original enviado por el Poder Ejecutivo no daba prácticamente tiempo para el estudio y discusión. Felizmente, y más allá de haber seguido un procedimiento legislativo anómalo y que al cabo generó cuestionamientos y dudas acerca de su legalidad constitucional (la Comisión Bicameral), el Congreso habilitó la posibilidad de hacer aportes y observaciones, en audiencias públicas realizadas en distintos lugares del país.
A esas audiencias acudieron cientos de personas e instituciones formulando críticas, comentarios, elogios y sugerencias. Sin embargo, ese trabajo de muchos no fue aprovechado. Nunca la Comisión bicameral se reunió, nunca estudió ni debatió las propuestas recibidas, ni explicó las razones, si las había, para acogerlas o descartarlas.
A final de 2013, un texto del Código con algunas modificaciones elaboradas sin debate, fue votado en el Senado sin posibilidad de discusión. Después de muchos meses sin que hubiera tampoco ningún debate o discusión, el mismo texto fue impuesto en la Cámara de Diputados. Una ley fundamental, probablemente la más importante luego de la Constitución misma, ha sido aprobada con el voto de un solo partido y el rechazo de los demás que, sin embargo, tampoco hicieron conocer propuestas diferentes o mejores.
Lamentablemente no es un caso aislado. Vemos con pena y preocupación que periódicamente se presentan iniciativas legislativas que siguen esa misma suerte. Los proyectos no merecen un debate serio y cuidadoso. La sociedad civil no es escuchada. Los mismos legisladores son llevados a votar leyes relevantes de un día para el otro, sin tiempo de estudio, sin espacio para el intercambio, sin que se escuchen voces críticas ni propuestas superadoras. Y más sin que en temas delicados y trascendentes se les reconozca, ni ellos reclamen, una necesaria libertad de conciencia a la hora de votar. Hay que decir que estos hechos no son sólo responsabilidad exclusiva del partido mayoritario, ya que con demasiada frecuencia los demás partidos políticos se limitan a repetir consignas o a eludir la discusión: tampoco ellos suelen presentar propuestas.
Estamos en presencia de una seria degradación y descomposición institucional que tendrá consecuencias graves en el futuro.
Se acumulan leyes que introducen innovaciones importantes sin un mínimo de consenso y de aceptación social, que al cabo terminan por no aplicarse, o aplicarse mal. ¿Qué ha quedado de las leyes de reforma judicial, que crearon tribunales nunca constituidos, y derogaron normas procesales que se siguen aplicando frente al vacío creado? Una reforma de magnitud colosal, como es el Digesto Jurídico ya aprobado por el Congreso y que modifica la numeración de todas las leyes vigentes y del articulado de ellas, además de disponer derogaciones y cambios en los textos, se aprobó sin que casi nadie lo sepa.
El nuevo Código Civil modifica cientos de normas que afectan a la vida cotidiana: desde el nombre de las personas hasta la propiedad horizontal; desde el régimen de bienes del matrimonio hasta las sucesiones. Cada una de esas materias hubiera merecido un debate, una explicación del porqué de las soluciones elegidas, confrontarlas con los deseos, las expectativas y las necesidades del común de la gente, más allá de los laboratorios académicos; sin perjuicio de que también sea necesario escuchar a los verdaderamente expertos y tomar en consideración sus opiniones.
Esta manera de legislar, sin auténtico debate, sin escuchar al otro, sin tiempo de reflexión, sin cálculo de los costos económicos de las novedades que se imponen, producen una enorme inseguridad jurídica. Pero también daña seriamente las relaciones entre las personas y los grupos, y vulnera la amistad social.
Legislar es una grave responsabilidad. Sería inaceptable que quienes deben ejercerla se condujeran en función únicamente de intereses personales, oportunismo político o por obediencia ciega a órdenes recibidas, persiguiendo objetivos que no sean el bien común. Como ciudadanos que somos, nos duele y nos preocupa que esto pueda ocurrir y también que la sociedad se acostumbre a esta pérdida de calidad de la vida política.
Alcanzar buenas prácticas de la vida política y de la actividad legislativa llevará tiempo y esfuerzo. Requerirá una firme decisión, que desearíamos fuera asumida con convicción por quienes se postulan para dirigir los destinos de la Patria.

2 Readers Commented

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  1. lucas varela on 12 noviembre, 2014

    Amigos de la Comisión Nacional de Justicia y Paz,
    Es tan desproporcionado e infundado el cuestionamiento al procedimiento parlamentario, que induce a pensar que hay veladas intenciones por parte de la Comisión Nacional de Justicia y Paz.
    Si nos basamos en los rumores, es dable suponer que hay desacuerdos de la Iglesia Católica en algunos temas del nuevo Código. “No es un Código eclesiástico» se defendía un funcionario de gobierno. Si éste es el caso, entonces debe cuestionarse el fondo, y no la forma.
    En una democracia “siempre hay derecho al pataleo”. Aunque, si se patalea, debe hacerse limpiamente. El protestar limpiamente es esencial para lograr un fin moral. El juego limpio es un hábito; surge espontáneamente y en total libertad de los jugadores de buena voluntad.
    La historia del procedimiento parlamentario que llevó a la aprobación del nuevo Código Civil y Comercial, la podemos resumir como sigue:
    El día 28 de Febrero del 2011 (hace más de tres años y medio), fue impulsado mediante el Decreto presidencial 191 del 28 de febrero de 2011 el anteproyecto de unificación de los Códigos Civil y Comercial.
    El día 28 de Noviembre del 2013 (hace un año), fue objeto de un dictamen por parte de la Comisión Bicameral que lo tenía en análisis, lográndose su aprobación por parte del Senado, al obtenerse la media sanción de ley con treinta y nueve votos a favor y uno en contra.( http://www.telam.com.ar, 20/11/2013)
    Es necesario repetir esto: hace un año atrás hubo aprobación de media sanción por 39 a favor y solo 1 en contra.
    En dicho dictamen, la Comisión Bicameral efectuó una revisión del texto original del proyecto remitido al Congreso de la Nación por el Poder Ejecutivo Nacional y efectuó diversas modificaciones (tanto de fondo como de forma). Con tal finalidad se emitió una nueva versión del proyecto de Código Civil y Comercial de la Nación, avanzando con algunas modificaciones positivas respecto el texto originario, fundamentalmente en lo relativo a la existencia de la persona humana, técnicas de reproducción humana asistida, derecho a la identidad y régimen de adopción.
    Ello denotó la recepción -al menos parcialmente- del intenso debate académico que tuvo el proyecto en diversos ámbitos. Más aún, era de esperar que se revean algunos institutos en oportunidad de su tratamiento por parte de la Cámara de Diputados, lo que seguramente motivarían nuevas inquietudes y objeciones en el ámbito académico y en la sociedad toda.

    Aquellos lectores que deseen conocer más sobre detalles, historia, y debates sobre el Código civil y comercial, sugiero la siguiente dirección: http://www.nuevocodigocivil.com/como-debe-discutirse-el-proyecto-de-codigo-civil/

  2. Juan Carlos Lafosse on 13 noviembre, 2014

    Coincido con Lucas Varela en que el cuestionamiento es por lo menos desproporcionado y mal sustentado. Si 39 senadores estuvieron de acuerdo con el proyecto, parece un ejemplo de consenso y racionalidad.

    La bufonada de no proponer nada pero no presentarse a debatir fue para los medios, si hubieran tenido algo importante que decir su obligación – por la que les pagamos – era decirlas en el recinto donde fueron citados para hacerlo y no lo hicieron.

    La continuidad de un sistema legal complejo y obsoleto sólo beneficia a quienes están en la cima de la sociedad. Así que si no quieren cambios, sabemos a quienes quieren beneficiar.

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