Los Fernández, el peronismo y la gobernabilidad

Cada vez que escucho que “el peronismo asegura la gobernabilidad”, me pregunto: ¿de dónde sacan semejante afirmación?

Si recorremos su historia, observaremos que el Partido Laborista (alias “Justicialista” o “peronista”) fue una creación de los militares. Su primer Presidente fue el general Juan Domingo Perón, quien siguió el modelo del fascismo italiano, basando su poder en varias corporaciones: militares, sindicatos (creados por ellos mismos), empresarios, la Iglesia católica y los conservadores populares. Funcionó muy bien electoralmente para ganar en 1946, e incluso logró cambiar la Constitución para la reelección en 1951. Sin embargo, el ciclo populista de expansión del gasto, que le valió el éxito popular en el primer mandato, generó una contracción en el segundo; entonces se dedicó a perseguir opositores, se peleó con la Iglesia, expandió la violencia y terminó siendo expulsado por sus propios colegas militares. Desde su exilio dorado en España, que duró 18 años, Perón reconstruyó su poder popular pero usando a los líderes de la izquierda violenta del ERP y Montoneros. Así el peronismo ganó las elecciones de 1973 con el nombre de FREJULI, y con Héctor J. Cámpora como candidato a Presidente (quien gobernó solo 49 días). Perón regresó triunfante y fueron a recibirlo cientos de miles de personas, pero se enfrentaron a tiros la izquierda guerrillera y la derecha sindical…nunca se supo cuántos murieron con exactitud. No fueron las primeras muertes (el ERP ya había matado a Augusto Timoteo Vandor, el líder de la Unión Obrera Metalúrgica, en 1969). Al renunciar Cámpora, Perón triunfó en las elecciones de septiembre de 1973 con 62% de los votos, pero esto no impidió que, para demostrar su poder de fuego, Montoneros asesinara al secretario General de la CGT, José Ignacio Rucci. La respuesta de Perón fue expulsarlos de la Plaza de Mayo, tratándolos de “estúpidos”, “imberbes” y “traidores”, “más peligrosos que los que trabajan desde afuera”. El 1 de octubre de 1973 firmó una Orden Reservada declarando la «guerra» contra el «marxismo», tanto dentro como fuera del peronismo, por «todos los medios que se consideren necesarios», a criterio de “los dirigentes de cada distrito”. López Rega lo interpretó creando la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) dedicada a secuestrar y matar marxistas; así comenzó el terrorismo para-estatal en pleno gobierno constitucional. Perón tampoco terminó ese mandato porque murió en el intento. Lo continuó su mujer, Isabelita, quien ordenó a Videla “aniquilar a la subversión”, pero terminó derrocada por ese mismo general y no pudo completar su mandato.
Con Alfonsín recuperamos la democracia en 1983, pero nos dejó en hiperinflación y con 44% de pobreza. En las siguientes elecciones la interna del peronismo enfrentó a Antonio Cafiero, un renovador que proponía una especie de “peronismo light” cercano a la social democracia, con Carlos Saúl Menem, gobernador de la Rioja, que representaba al interior. Menem resultó más renovador aún, simpatizaba con los Estados Unidos y Europa y quería recuperar el tiempo perdido. Fue el primer Presidente peronista que logró terminar sus dos mandatos, gracias a profundas reformas pro mercado que le permitieron eliminar la inflación y reducir la pobreza a la mitad. Su segundo período fue malo, sin Cavallo y con viento en contra; acabó en recesión y con el país y las provincias endeudadas, pero logró terminar el mandato. Lo sucedió el radical De la Rúa, que no supo mantener el timón del barco y terminó con una grave crisis, derrocado por un golpe popular en 2001. Asumieron varios Presidentes peronistas en pocos días, Adolfo Rodríguez Saá consiguió durar una semana y, por fin, fue sucedido por el poderoso gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde. Tampoco éste logró culminar su mandato y anticipó la entrega del poder a otro peronista en mayo de 2003: Néstor Kirchner asumió con apenas 22% de los votos, pero logró gobernar con mano dura y con la fortuna de disfrutar de la recuperación de la economía luego de la inmensa devaluación de Duhalde, que había licuado los salarios y las jubilaciones, enviando al 54% de los argentinos debajo de la línea de pobreza. Desde ese bajo nivel se recuperaron las exportaciones, el agro y el turismo, y además recibió un fuerte viento de cola por la suba de los precios agropecuarios.
Con la economía en plena recuperación concibió una jugada política arriesgada para mantenerse eternamente en el poder, colocando a su mujer como candidata a Presidente en las elecciones de 2007, que ganó con 45% de los votos. El primer mandato de Cristina Fernández estuvo signado por graves conflictos con el campo argentino por el aumento de los impuestos y durante 2010 las encuestas marcaban una caída que parecía definitiva. Pero de manera cuasi milagrosa, la muerte de Néstor Kirchner en octubre de 2010 la envolvió en un halo mágico que le permitió recuperarse en las encuestas. Frente a esto, Macri decidió no participar en las elecciones y Cristina, sin su principal rival, triunfó al año siguiente con 54% de los votos.
Es importante observar que Cristina Fernández, para controlar las huestes peronistas, tuvo que repartir cada vez más dinero, dádivas y prebendas. Si sumamos los tres gobiernos kichneristas, veremos que el empleo público aumentó 70%, los planes sociales subieron de 1.5 millones a 8 millones de personas, y en algunos casos crecieron exponencialmente como las pensiones por incapacidad, que pasaron de 90 mil a más de un millón. Las pensiones para ex combatientes de Malvinas se duplicaron de 10 mil a 20 mil. Además, hizo una moratoria de aportes jubilatorios que al final llevó el número de jubilados y pensionados de 3.5 millones a 7 millones. Es decir, la forma de “asegurar la gobernabilidad” fue repartiendo dinero a diestra y siniestra. Y pese a ello, tuvo manifestaciones en su contra que llegaron a superar el millón y medio de personas. Por fin, llegamos a Macri que, siendo de Cambiemos, también logró entregar el poder en tiempo y forma, pero manteniendo e incluso incrementando la cantidad de planes sociales y sin haberse animado a recortar el exceso de gasto.
En suma, la historia del peronismo demuestra que es una coalición con ideologías opuestas que suelen llegar al extremo de la violencia, y la mayoría de sus líderes no lograron terminar sus mandatos; quienes sí pudieron, lo hicieron ha sido acosta de entregar enorme cantidad de privilegios, dinero, dádivas y canonjías. ¿Eso se llama “asegurar gobernabilidad”?
Así, llegamos a Alberto Fernández, quien asume con el 48% de los votos, la mayoría de los cuales son de su Vice, Cristina Fernández. El poder está fragmentado desde la cúpula y la coalición peronista sigue conformada por una heterogénea variedad de viejos odios e ideologías: la ultraizquierda filo cubana-venezolana, representada por la Cámpora, los viejos y nuevos sindicalistas, los eternos señores feudales gobernadores de las provincias norteñas y sureñas y el conurbano bonaerense, los piqueteros con poder de calle y alguna corporación empresarial.
Pero esta vez reciben a un país en bancarrota, como confesó el flamante Presidente, “virtualmente en default”, con 93% de deuda pública, 4% déficit fiscal, con un enorme gasto público improductivo, que incluye a unos 21 millones de personas que reciben mensualmente un cheque del Estado; con 40% de la población bajo la línea de pobreza. Además, el país está en depresión desde 2011, porque las recuperaciones no alcanzan a superar los picos anteriores. En ese contexto, decenas de miles de jóvenes profesionales y de empresarios exitosos se han ido del país, en una fuga creciente de capital físico y humano.
Pero lo más grave es que no han cambiado las ideas que nos condujeron al lugar en el que estamos. Fernández sale “a la cancha” con un equipo económico heterodoxo, liderado por Martín Guzmán, quien trabajó once años junto al premio Nobel Stiglitz, además de Matías Kulfas, Todesca y otros. Si se me permite una digresión, Stiglitz es el mismo que en 2016, en el World Economic Forum de México, proponía a los latinoamericanos: “Endéudense, que las tasas de interés están bajas”, al mismo momento que en Libertad y Progreso alertábamos sobre el crecimiento de la deuda, que nos llevaría indefectiblemente al default. La paradoja es que ahora el plan de Guzmán se resume en no pagar la deuda y renegociar para no pagar ni capital ni intereses hasta que la economía vuelva a crecer. A eso se le suma el viejo cocktail de un Consejo Económico y Social, precios congelados, suba de sueldos, jubilaciones y AUH, con alguna emisión monetaria y plan contra el hambre, teóricamente financiado con aumento de impuestos y más dirigismo estatal.
Si ese es todo el paquete de medidas, lo máximo esperable es que la economía tenga un vuelo de gallina y que en algún momento veamos una nueva escalada de la inflación. Para evitarlo, es indispensable que los gobernantes comprendan que el período de tregua social que calma las ansiedades debe ser utilizado para realizar las grandes reformas estructurales que se reclaman desde hace muchos años: reforma monetaria para eliminar por siempre la inflación, simplificación y reducción de impuestos, desregulación y reforma laboral. Todo ello para aliviar al sector privado y hacer crecer la economía e incorporar a gran parte de los sectores que hoy están en negro. Y, por supuesto, esto tiene que estar complementado con un achicamiento del gasto basado en la reforma del Estado, la reformulación de los planes sociales por trabajo productivo, además del igualamiento de la edad jubilatoria de hombres y mujeres.
Si Alberto Fernández logra al menos la mitad de lo propuesto, podría pasar a la historia como un gran estadista, que es lo que nuestra Argentina desesperadamente necesita.

El autor es Director General de “Libertad y Progreso”

4 Readers Commented

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  1. Raúl Ermoli on 5 febrero, 2020

    Me parece que es un excelente resumen de lo que ha sido yes el «peronismo». Acertado además en incluir una referencia a su origen, cosa que no muchos hacen y pocos entre la gente recuerdan o no lo saben; que fue en el golpe de Estado de junio de 1943, en cuyo seno se gestó la «nueva» ideología. Perón si bien era solo un coronel, era el «alma mater» de la Junta. Yendo mucho más hacia atrás en la historia, cuando se produjo el golpe militar de 1930 que derrocó al presidente civil Irigoyen, Perón era «solo» capitán del ejército, sin embargo participaba activamente en los planes militaristas de la época…hay un registro fotográfico en el que se lo ve al joven capitán montado en el coche descubierto que conducía al general Félix Uriburu hacia la Casa de Gobierno…Pasados los años viajó a la Italia gobernada por Benito Mussolini, donde en la Escuela de Estudios Geopolíticos de Milán tuvo ocación de observar el desarrollo del «Ordine Nuovo», el Fascismo.

  2. Alfredo Barcia on 5 febrero, 2020

    Esta síntesis histórica es muy ilustrativa y completa. Pero si vamos al párrafo que cierra el artículo no puedo menos que pensar en una ingenuidad inconmensurable del autor. Porque condiciona («si Alberto Fernández logra al menos la mitad de lo propuesto…»(sic)) a que el actual presidente sea coherente y consecuente con lo que ha anunciado a los cuatro vientos. En mi opinión, los antecedentes personales del presidente – mediatos e inmediatos – conttradiciéndose constantemente y por el plantel del gobierno actual, comenzando por la Sra. Fernández – sus posturas, declaraciones y actitudes confrontativas – no es dable esperar, no ya el cumplimiento de lo prometido, sino yendo más allá, ni siquiera una posición distinta a la mantenida cuando fueron gobierno. es decir que la palabra emitida por ellos no tiene en absoluto el respaldo ni de la buena fe ni una voluntad de avanzar en pro del bien común (no sólo económicamente). En una palabra, que los tiene sin cuidadado afirmar una cosa y hacer lo contrario sin hesitar. La mentira , la mala fe y el engaño han sido – y seguirá siendo – la moneda de cambio de los gobiernos kirchneristas y por lo que se aprecia no hay ni la más mínima luz que pueda iluminar un cambio de actitud en ellos. Han licuado la ética pública hasta un grado sin retorno.

  3. Guillermo on 5 febrero, 2020

    Trágicamente cierto, solo nos espera más pobreza, declinación y una gran desesperanza.

  4. Héctor Abou Adal on 5 febrero, 2020

    Sr. Agustín. Con respeto le afirmo que resulta simplista y utópica su primera propuesta de eliminar la inflación con una reforma monetaria. En la segunda, mucos estamos de acuerdo con achicar ciertos gastos del estado y una reforma impositiva para simplificarla pero no precisamente por reducción de impuestos de manera general y menos x reforma laboral flexibilizando la contratación de trabajadores, sino apuntando a impuestos progresivos que impliquen cobrar más a quienes más tienen. Sobre el tema jubilatorio prefiero no opinar pues sería muy larga la discusión.
    Sobre la síntesis que hace del peronismo, cualquier historiador se la criticaría por simplista y dirigista, propia de quien considera que existe solo una posibilidad de observación de la realidad política

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