Desafíos del Sínodo sobre la familia

Reflexiones desde la perspectiva de las iglesias protestantes en torno a algunos de los temas en debate en el próximo Sínodo sobre la familia.

Desde el 4 al 25 de octubre la XIV Asamblea General Ordinaria tratará “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”, a un año de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos realizada en octubre de 2014.
Al documento Relatio Synodi, madurado en el Sínodo extraordinario de obispos, se agregaron otros elementos que conforman Instrumentum Laboris, que guiará la próxima Asamblea. Al privilegiar el aspecto pastoral sobre el legal, como propuso Francisco, se posibilitó la discusión de temas tabú como divorcio, homosexualidad, lesbianismo, aborto, anticoncepción y otros. Las iglesias de “visión protestante” tienen posición tomada en ese temario.
Respecto de la homosexualidad, la ICR apunta al “reconocimiento” de un hecho, mientras que para el protestantismo es la “aceptación” de la persona homosexual con todas las derivaciones que ello implica. Reconocimiento donde la comunidad cristiana sea un lugar de calor y afecto. Aceptarlo como es, con sus derechos al casamiento de parejas, adopción de niñas y niños, visión de vida, es sustancial. Además, es obligación establecer un diálogo abierto y sano con sus formas de leer las Escrituras donde, utilizando las herramientas habituales de la exégesis, textos interpretados clásicamente aparecen con otros contenidos.
Algo similar sucede con el delicado tema del aborto. Toda mujer que aborta sufre. Las iglesias de “línea protestante” reconocen el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo. Hacer uso de su libertad. Esa posición es correspondida con legislaciones de los Estados sobre la aceptación del aborto.
En ese complejo decisitorio el protestantismo acompaña y pastorea a la mujer en lo complicado de la decisión, pero no aparece la necesidad del perdón. No existe la categoría institucional que lo impone. Surge en la ICR como apto para su feligresía, pero no es global. Si se afina la interpretación cabría la objeción de que el pedido de arrepentimiento y su correlato del perdón va dirigido sólo a la mujer. El varón, como en la antigüedad, queda fuera del circuito y en la práctica aparece sin culpa.
Sobre el divorcio, Instrumentum Laboris detalla acciones pastorales para el acompañamiento de la pareja pero el punto de partida es el matrimonio como sacramento. Desde allí la pareja divorciada se encuentra en infracción.
En las iglesias de línea protestante el matrimonio no es un sacramento. Es asumido como la decisión libre de la pareja, por lo que ese uso de la libertad también es lícito en la separación de la misma. Como en otros asuntos, la libertad del ser humano es fundamental.
Al igual que con el aborto, cada vez más los Estados legislan el divorcio como legítimo ante la ley civil respetando la libertad de sus componentes. La posición del protestantismo –aceptación de la libertad humana– es anterior a las legislaciones estatales. Es propio de su ser iglesia.
A ojos del catolicismo romano, esa posición resulta equivocada y hasta puede recibir el rótulo de herejía. Sensación similar se produce en el protestantismo al leer las disquisiciones del catolicismo romano sobre el justificativo del matrimonio como sacramento y sus consecuencias. Ese mecanismo aparece como si se legislara para que sea imposible obtener la aprobación eclesial.
Si apartamos lo sacramental, surge que se quiere dejar sin reformar la concepción de una época donde el matrimonio era un asunto de acuerdos de los padres de la pareja por beneficios económicos o de interés de imagen social. La mujer estaba obligada a aceptar lo que sus progenitores o el consenso social determinaba.
Hoy la decisión de la mujer pesa como la del varón. No hay casamiento por acuerdos parentales sino de las partes. La libertad de elección y de decisión es la que prevalece. Así que puede interpretarse como que la ICR mantiene una concepción cultural de otros tiempos. No acepta la evolución humana.
La cuestión de fondo no cambia con las nuevas disposiciones de aceleramiento de los trámites, aunque debe reconocerse el esfuerzo pastoral para que el divorciado y divorciada no se sientan excomulgados.
La desvalorización de la época actual se evidencia en todo el documento Instrumentum Laboris. Dos conceptos se repiten: el individualismo, en ocasiones con el adjetivo de “exagerado”, y el consumismo. El primero es una adquisición del desarrollo humano en el cual la persona afirma su autonomía. Ese avance produjo crisis en instituciones que hasta otra época eran respetadísimas. Allí están las iglesias. Pierden fieles. El documento al que se hace referencia se lo adjudica al error individualista y a la pérdida de la fe sin dar ningún espacio a que ese hecho pueda ser por el mantenimiento de una institución que responde a otra época pero no al presente. La culpa es de quienes no aceptan las demandas de la ICR pero no de la institución eclesial.
Las iglesias de visión protestante practicaron la autocrítica. Reflexionaron sobre sus instituciones. No las consideraron infalibles. Tampoco son negadoras de la evolución y responsabilidad humana.
El concepto de consumismo no puede igualarse al del individualismo en la descripción de la sociedad actual. El consumismo es consecuencia de un sistema económico-social que impulsa la compra como valor en sí misma. El individualismo –autonomía– es usado como una de las palancas para la compra pero no es el motor del consumismo.
A ese sistema se lo conoce como capitalismo –en ocasiones como capitalismo salvaje–, que a la vez se transforma en una religión que determina el estilo y hábitos de la ciudadanía. Es llamativo que en Instrumentum Laboris se critique ciertos aspectos del proceso económico-social pero nunca se lo menciona por su nombre.
El interrogante de utilizar repetidamente individualismo y consumismo sin mencionar el capitalismo ofrece la oportunidad de arriesgar alguna faceta que está en la discusión iglesia-cultura.
Ambos conceptos son parte de la ciudad. La ciudad es un fenómeno nuevo en la historia humana. En otras épocas lo que se conoce como ciudad estaba íntimamente asociado a lo rural. Hoy la ciudad es autónoma.
La ciudad es una creación humana. Tanto en su construcción como en la organización social y estilo de vida. No es una continuación de lo que se denomina creación natural sino un producto diferente que se encuentra dentro de los planes Divinos. Dios está en la génesis y vida de la ciudad por medio de la acción humana.
Hay que ser cautos en la sentencia de que el humano pierde la fe. En esa construcción de la ciudad cambian los parámetros del creer que venían junto con otros esquemas de vivencias. El encuentro habitual con Dios, que era el templo o la religión institución, ya no le satisface al humano. Ese encuentro se realiza en otras esferas ciudadanas. Algunas reconocibles, como el prójimo, el sufrido. Otras deben explorarse. Los templos, las órdenes religiosas y la institución eclesial de hoy no estaban en la vibrante iglesia de los primeros siglos que conquistó la sociedad de su tiempo.
Las iglesias de visión protestante acompañaron y estuvieron presentes en ese cambio, por lo que tienen reflexiones distintas a la Iglesia católica romana. Entre ellas, el concepto de familia. Visualizan que no hay un solo modelo sino varios. La familia parental permanece pero no es la única ni tiene la incidencia que ocupaba en otras épocas.
El Instrumentum Laboris (párrafos 6 y siguientes) acepta la existencia de un “cambio antropológico-cultural”. Reconoce rasgos positivos pero alerta sobre “el creciente peligro” del “individualismo exasperado” que “desvirtúa los vínculos familiares”, haciendo que “cada componente de la familia (sea) como una isla” y “prevalezca” la idea de “un sujeto que se construye según sus propios deseos asumidos con carácter absoluto” (las negritas están en el original).
Veamos la lógica del razonamiento. Hay un reconocimiento de los cambios pero la adquisición de derechos se desvaloriza con la mención de aspectos negativos. Se enfatiza “el creciente peligro del individualismo exagerado” que determina negativamente la familia.
Posibilitemos el ejercicio de dar crédito de que eso ocurre. Surge la pregunta: ¿es una novedad o esos peligros estaban también en épocas anteriores? La familia parental y clasista del pasado, ¿no llevaba en sí misma la construcción de un sujeto a sus propios deseos, repetitivos, robotizados?
Al focalizar el problema sobre características de la actualidad sin relacionarlo con otras épocas se concluye que el pasado era mejor y se induce a repetir ese esquema de antaño. Remata con la presunción de que la crisis de fe es la que produce los problemas de la familia. La culpa se deposita en el humano sin ninguna observación sobre la responsabilidad de la institución eclesial. Es legítimo sospechar que se trata de una posición ideológica de lo que debe ser la sociedad, con elementos teológicos predeterminados para justificarla.
Esa relación de iglesia-cultura difiere del protestantismo, habilitando a pensar que los temas referidos –incluido el de la familia– deberían ubicarse dentro de la concepción positiva de la acción de Dios en la historia que dio lugar a la época actual. Agradezcamos al Espíritu que ofrece este tiempo de reflexión creativa y fraternal.

El autor es pastor de la Iglesia Metodista Central de Bahía Blanca y director de la Agencia de Noticias Prensa Ecuménica/Ecupres.

1 Readers Commented

Join discussion
  1. live score sbobet on 27 mayo, 2020

    Good response in return of this matter with genuine arguments and explaining the
    whole thing regarding that.

¿ QUIERE DEJAR UN COMENTARIO ?