Escondidas entre las páginas de la Biblia se encuentran historias fascinantes, dignas de ser contadas en una noche fría y lluviosa, alrededor de una fogata. Una de ellas es la de la bruja de Endor (1 Samuel 28).

Sintiéndose abandonado por Dios en vísperas de una decisiva batalla contra los filisteos, el rey Saúl de Israel acudió a una prestigiosa hechicera que residía en Endor, para conocer su destino. La médium invocó entonces al profeta Samuel, el último juez de los israelitas y antiguo consejero de Saúl, que había muerto hacía poco. De pronto apareció entre las sombras el espíritu de Samuel, regresando del reino de la muerte, y le hizo una predicción que confirmó los peores temores de Saúl: él y sus hijos morirían al día siguiente en medio del combate; y su rival David sería su sucesor en el trono. Tal y como lo auguró el espectro, el día de la batalla los tres hijos del rey sucumbieron. Y Saúl, luego de ser herido, se suicidó arrojándose sobre su propia espada para evitar caer en manos de los filisteos.
Este episodio es el único ejemplo que tenemos, en toda la Biblia, de una sesión de espiritismo, lla-mada también necromancia (del griego nekrós = muerto, y mantéia = adivinación). La necromancia era un antiguo rito practicado por muchos pueblos, que consistía en invocar al espíritu de algún muerto para conocer el futuro a través de él.
El relato de Saúl y la adivina resulta sorprendente, porque la Biblia condena la consulta a los muer-tos (Levítico 19,31), la considera una especie de prostitución (Lv 20,6), la castiga con la muerte (Éxodo 22,17), y la reprueba enérgicamente cada vez que la menciona. Excepto en un solo caso: el de Saúl.

Un turno nocturno
¿Cómo pudo este rey evocar a Samuel y hacerlo volver del más allá? ¿Acaso la Biblia confirma que las sesiones de espiritismo realmente funcionan? ¿Por qué el autor bíblico no censura a la bruja de Endor?
Según el relato, los filisteos habían reunido un poderoso ejército y se habían instalado en la localidad de Sunem, al norte del país, del otro lado del valle de Esdrelón. Enterado Saúl de que iba a ser ata-cado, llevó sus tropas al mismo valle y se estacionó frente a ellos, sobre la montaña de Gelboé, cinco kilómetros más al sur del campamento filisteo (1 Samuel 28,4).
Esa noche, desde la cima del monte, Saúl pudo contemplar las fuerzas enemigas y se estremeció de miedo, porque eran muy superiores a las suyas. Quiso entonces consultar a Dios, para averiguar qué posibilidades tenía de éxito, pero dice la Biblia que “Yahvé no le respondió, ni en sueños, ni por los urim, ni por los profetas” (1 Sm 28,6). Angustiado por el inminente ataque, y ante el silencio de Dios, resolvió en su desesperación recurrir a una práctica prohibida por la Ley. Dijo a sus hombres: “Búsquenme una nigromante para que vaya a consultarla” (1 Sm 29,7). El pedido del rey sorprendió a sus soldados. Unos años antes él mismo había ordenado expulsar del país a todos los adivinos y hechiceros (1 Sm 28,3). No obstante, sus hombres le dijeron: “Aquí cerca, en Endor, hay una mujer que evoca a los muertos”. Ignoramos cómo sabían ellos de la existencia de la mujer. Probablemente los mismos soldados solían consultarla, a pesar de la prohibición del rey.

Con digna indignación
Endor estaba a 14 kilómetros de allí, justo detrás del campamento enemigo. Era una maniobra arriesgada. Pero Saúl estaba decidido. Se disfrazó, para que la adivina no lo reconociera, y partió en medio de la noche, siguiendo el camino del este para evitar ser descubierto por los filisteos. El trayecto le llevó unas cuatro horas, que resultarían interminables. Cuando finalmente llegó a casa de la mujer, le dijo: “Te ruego que me adivines el futuro por medio de un espíritu, y me evoques a quien yo te diga”. La hechicera, sin saber que tenía en frente al propio monarca, le respondió: “Sabes bien que Saúl expulsó del país a los adivinos y a los que invocan a los muertos. ¿Por qué me pones en aprietos que pueden costarme la vida?” Saúl le respondió: “Juro por Dios que si haces esto nada te pasará”. La bruja preguntó: “¿A quién debo invocar?” El rey le contestó: “Invócame a Samuel” (1 Sm 28,8-11).
Lo que ocurrió aquella noche en Endor la Biblia lo cuenta así: “Entonces la mujer vio aparecer a Samuel, y lanzó un fuerte grito diciendo: «¿Por qué me has engañado? ¡Tú eres Saúl!» El rey le dijo: «No temas, dime qué has visto». La mujer respondió: «Veo un espectro que sube de la tierra». Preguntó Saúl: «¿Qué aspecto tiene?» Ella respondió: «Es un hombre anciano, que sube envuelto en su manto». Comprendió Saúl que era Samuel, y cayó rostro en tierra. Samuel preguntó a Saúl: «¿Por qué me perturbas evocándome?» Respondió Saúl: «Estoy con una gran angustia; los filisteos me han atacado, y Dios no me responde, ni por los profetas ni en sueños. Te he llamado para que me indiques qué debo hacer». Dijo Samuel: «Yahvé se ha alejado de ti. Ha arrancado el reino de tus manos y se lo ha dado a otro, a David. Por eso te trata de esta manera. Mañana, tú y tus hijos estarán conmigo, porque Yahvé ha entregado también al ejército de Israel en manos de los filisteos»”.

Dios y el diablo disfrazados
Esta insólita escena ha sido explicada de diversas maneras a lo largo de los siglos. Algunos autores (como san Agustín, o santo Tomás) la interpretaron diciendo que quien se apareció a Saúl fue el diablo disfrazado. Pero resulta extraño que el diablo pronuncie siete veces la palabra “Yahvé” (el nombre divino, y en un número perfecto).
Otros sugieren que quien se apareció fue Dios, bajo la figura de Samuel. Pero ¿por qué Dios va a querer disfrazarse para engañar a Saúl?
Una tercera interpretación (seguida por la tradición judía en 1 Crónicas 10,13; Eclesiástico 46,20, y por el historiador Flavio Josefo) sostiene que Saúl vio en verdad a Samuel viniendo del más allá. Pe-ro el texto en ningún momento dice que Saúl vio a nadie. Fue la adivina quien dijo haber visto a un anciano envuelto en su manto, y Saúl dedujo que era Samuel.
Finalmente, un cuarto grupo cree que nadie habló con Saúl, y que todo fue un truco de la hechicera para engañar al rey. Pero si se trató de un fraude, ¿cómo supo ella que Saúl iba a morir al día siguiente, y que David iba a reinar en su lugar? ¿Era realmente una adivina?
Ninguna solución resulta aceptable. Y el problema es que todas parten del supuesto de que estamos ante un hecho histórico, e intentan develar lo que en verdad sucedió aquella noche. Pero no es ésa la intención del autor bíblico. Si leemos el relato en su contexto más amplio, veremos que lo que quiso mostrarnos fue la diferencia entre el rey Saúl, que nunca consultaba a Dios para tomar decisiones, y el futuro rey David, que siempre buscó conocer la palabra de Dios. Vamos a explicarlo.

Por el hígado y las flechas
En la antigüedad, cuando los reyes de Oriente debían resolver una cuestión importante, solían consultar a magos y hechiceros de la corte para que los orientaran y anunciaran el porvenir. Estos adivinos descifraban el futuro mediante diversas técnicas mágicas. La Biblia menciona algunas: la hidromancia o adivinación por el agua (Génesis 44,5); la rabdomancia o adivinación con un madero (Oseas 4,12); el horóscopo o adivinación por las estrellas (Isaías 47,13); la oniromancia o adivinación por los sueños (Génesis 41,1-4); la belomancia o adivinación por las flechas (2 Reyes 13,14-19); la hepatoscopía o adivinación por el hígado de un animal inmolado (Ezequiel 21,26). Y la más inquie-tante: la necromancia o adivinación por los muertos.
Yahvé había prohibido al pueblo de Israel todas esas prácticas (Deuteronomio 18,11-12), y sólo au-torizaba una: la cleromancia o adivinación por la suerte (del griego kléros = suerte, y mantéia = adi-vinación). Consistía en tirar a la suerte una especie de dados, llamados urim y tumim, con inscripcio-nes en sus caras. Se hacía una pregunta a Dios, y según como éstos caían, Dios respondía “sí” o “no” (1 Samuel 14,37-42). A veces la consulta duraba mucho tiempo (1 Sm 14,18-19), e incluso Dios po-día no responder si caían de cierta forma (1 Sm 14,37). Los sacerdotes eran los encargados de portar los urim (Éxodo 28,30), y de comunicar la voluntad divina al interesado.

Que lo digan los dados
Ahora expliquemos el relato de la bruja de Endor. Antes de narrar este episodio, el autor fue mos-trando cómo Saúl desobedeció permanentemente a Dios, y desoyó de manera sistemática su palabra. Por ejemplo, no quiso escuchar las indicaciones divinas para la guerra (1 Sm 13,8-14). No quiso consultar a Dios mediante la cleromancia antes de la batalla de Mikmás (1 Sm 14,18-19). Tampoco lo consultó si debía o no perseguir a los filisteos (1 Sm 14,36). En una ocasión, que utilizó los urim para pedirle consejo, no le hizo caso (1 Sm 14,38-45). Tampoco siguió sus indicaciones en la lucha contra los amalecitas (1 Sm 15,1-10). Desoyó sus órdenes sobre cómo tratar al rey enemigo Amalec (1 Sm 15,22-23). Y llegó a su máxima torpeza cuando, en un ataque de rabia y celos, hizo matar a 85 sacerdotes del santuario de Nob (1 Sm 22,18-19).
En cambio, sigue contando el autor bíblico, David desde muy pronto se abocó a aquello que Saúl había rechazado: indagar la Palabra de Dios y averiguar su voluntad a través de la cleromancia. Así, nos cuenta que le consulta si debe reconquistar la ciudad de Queilá (1 Sm 23,1-2), si tendrá éxito en la batalla contra los filisteos (1 Sm 23,3-4), si el rey Saúl lo atacará (1 Sm 23,9-12), si debe perseguir a los amalecitas (1 Sm 30,8), si debe marchar a Hebrón para ser proclamado rey (2 Sm 2,1), y qué es-trategia seguir en su próximo enfrentamiento con los filisteos (2 Sm 5,23-24).
Todas estas consultas David las hizo mediante la cleromancia, gracias a que un sacerdote llamado Abiatar había logrado escapar de la masacre de Nob y refugiarse con David; y era precisamente el sacerdote que portaba los urim (1 Sm 23,6). Así que desde ese momento David tuvo a su disposición la técnica oficial que existía en el país para conocer la voluntad de Yahvé, y que Saúl tanto había despreciado.

Los sonidos del silencio
Llegamos así al clímax de la narración, con el relato que nos interesa: la escena de la médium. Saúl está abatido y librado a su propia suerte. El combate decisivo se halla próximo, y no sabe a quién consultar sobre la estrategia a seguir. Toda su vida había menospreciado los consejos divinos y obra-do según su propio antojo. Pero ahora carece de claridad y necesita que alguien lo ilumine y le diga qué hacer. Decidió entonces consultar a Yahvé. Pero ya es demasiado tarde. Dios no le responde de ninguna manera (1 Sm 28,6). Ya no cuenta con los beneficios de la palabra divina, que antes tenía. Dios no quiere hablarle más.
Desesperado, acude entonces a lo último que debería haber hecho: consultar a los muertos. Ya que no pudo golpear las puertas del cielo llama a las puertas de los infiernos, donde se creía que yacían descansando los difuntos, en busca de ayuda. Desgraciadamente lo que encontró aquel día fue la confirmación de su propia muerte.

El día de los tres días
El episodio de la hechicera de Endor no pretende, pues, enseñarnos que es posible la comunicación con los muertos, ni que el espiritismo funciona. Esos son temas que al autor bíblico no le interesan. El texto sólo quiso mostrarnos la diferente actitud religiosa que tuvieron Saúl y David. Mientras uno despreció la palabra divina, el otro la amó y reverenció. Y al final Saúl, por rechazar a Dios, terminó cayendo en los caminos de la magia, que lo arrastraron hacia su propia muerte.
Que éste es el sentido del relato se ve claramente en un punto: el texto ha sido desplazado de su si-tio primitivo. Originalmente, después de la escena de la nigromante (capítulo 28) seguía la batalla de Gelboé con la muerte de Saúl y sus hijos. Lo sabemos porque el fantasma de Samuel le dice: “Mañana, tú y tus hijos estarán conmigo”. Pero al día siguiente, en vez de la batalla, el historiador bíblico cuenta una campaña militar de David contra los amalecitas que dura tres días (capítulos 29-30), y só-lo después narra el combate donde muere Saúl (capítulo 31). De esta manera, y según el orden actual, la muerte de Saúl tiene lugar tres días después de consultar a la pitonisa, con lo que el fantasma de Samuel queda mal parado y su profecía no se cumple.
¿Por qué fue interrumpido el relato de Saúl con la campaña de David? Porque en ésta David aparece recurriendo, una vez más, a la cleromancia, justo al día siguiente de que Saúl acude a la médium. De este modo el contraste entre el método prohibido y el permitido en Israel queda en evidencia, por última vez, resaltando la santidad de David sobre la maldad de Saúl, que de eso se trataba toda la historia.

Lo malo es ser peor
El episodio de la hechicera de Endor era una leyenda popular, compuesta en Israel y transmitida oralmente para burlarse del rey Saúl. El historiador sagrado la tomó e incluyó en su relato, para enseñar la diferencia entre la verdadera consulta a Dios y el ritual mágico perverso. Entre la cleromancia y la necromancia. Y con exquisito humor terminó componiendo un relato brillante, cargado de paradojas:
1) El rey Saúl no quiso obedecer a Dios, y termina obedeciendo a una bruja.
2) La consultó para perder el miedo a la batalla, y terminó con más miedo que antes.
3) Había advertido que debían ser eliminadas del país las hechiceras, y una hechicera le ad-vierte que él será eliminado.
4) Mientras la bruja quiere obedecer las órdenes del rey, el rey desobedece sus propias órde-nes.
5) Saúl había comenzado su reinado con una cena servida por el profeta Samuel (1 Sm 9,19-24), y lo termina con una cena servida por la bruja (1 Sm 28,20-25).
6) Ella no es castigada por su actividad, y el rey sí.
7) Saúl aparece retratado con rasgos negativos, mientras que no se dice una sola palabra negativa de la bruja.
8) Saúl no quiso escuchar a Dios por los medios legales, y terminó escuchándolo a través de la técnica más pavorosa.
La graciosa conclusión que uno saca, al terminar de leer el texto, es que si era malo ser una bruja en Israel, peor era ser el rey Saúl.
Según la Biblia, David subió al trono de Jerusalén gracias a la guía divina. Consultaba permanente-mente la palabra de Dios, y le pedía auxilio en cada ocasión. La obediencia a Yahvé fue su característica, y lo que lo convirtió en el gobernante ideal de Israel.
Hoy ya no existen los urim para dialogar con Dios. Sin embargo, todo cristiano tiene la posibilidad de hablar con él, buscar su luz y su guía, mediante la oración y la lectura de la Biblia. En la pared de cierta Universidad, alguien escribió una vez un cáustico grafitti: “Lo importante no es saber, sino tener el teléfono del que sabe”. Lo que esta frase expresaba de manera burlesca, es una realidad para cualquier creyente. Porque llevamos en nuestro interior a Dios, y podemos consultarlo cuando nos parezca, mediante el diálogo con él. Cuántas dificultades enfrentamos a veces en soledad. Crisis familiares, angustias económicas, graves decisiones podrían ser vividas de otra manera si permitié-ramos que su luz entrara en nosotros.
Cierta vez un padre decidió llevar a su hijo a conocer el mar. Durante días viajaron rumbo a la costa, mientras el hombre le describía lo que vería. El niño iba ansioso. Al llegar, se dirigieron a la playa. Su padre le dijo: “Prepárate, porque detrás de aquellas dunas verás el mar”. El corazón del niño latía fuertemente. Se adelantó corriendo hacia los médanos, sin esperar a su padre, y de pronto lo invadió el espectáculo del océano inmenso. El pequeño quedó sin habla. Cuando por detrás llegó su padre, el niño emocionado le dijo: “¡Papá, es muy grande! ¿Me ayudas a mirarlo?”. Sólo quien tiene la humildad de un niño sabe que necesita a Dios para todo, hasta para mirar la inmensidad del mar.
La Biblia nos enseña a vivir con la guía divina, como lo hacía David. Quizás entonces en nuestra vida empezaremos a ver, como dijo Howard Carter al descubrir el tesoro de Tutankamón, cosas mara-villosas.

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  1. El episodio de Saúl con la pitonisa de Endor (1Sam.28:3-19) tiene que ser real por lo siguiente: En 1Sam.15:35 se dice que Samuel no volvió a ver a Saul hasta el día de su muerte, o sea, cuando Samuel, estando muerto, fue molestado por Saúl el cual, por medio de la pitonisa lo hizo subir del Seol (1 Sam. 28:15) despertándolo, entonces fue cuando Samuel volvió a ver a Saúl. No podemos pensar que Samuel volvió a ver a Saúl cuando éste murió y fue al Seol, porque ahí, adonde estaba Samuel, los muertos no pueden ver debido a que duermen (Sal.13:3; Juan 11:11-14; Hec.7:60; 1Cor.15: 51) nada saben, su memoria es puesta en olvido (Ecl.9:5; Sal.146:4; Job 7:9-10).

  2. Exelente análisis y muy buena reflexión

  3. Jaime on 11 octubre, 2020

    No es un análisis. Es la personal interpretación del redactor de este articulo, tratando de justificar, como siempre, las contradicciones bíblicas cuando sus protagonistas incurren en actos que son vetados para el resto de los humanos.
    Me explico. No matar es un mandamiento bíblico, pero relatos como el que sigue a continuación están dispersos innumerables veces en todo el Antiguo Testamento: Deuteronomio 2: 33, 34 Mas Jehová nuestro Dios lo entregó delante de nosotros; y herimos á él y á sus hijos, y á todo su pueblo. Y tomamos entonces todas sus ciudades, y destruimos todas las ciudades, hombres, y mujeres, y niños; no dejamos ninguno…. Matanzas por doquier para conquistar Canaan. Nada más imaginemos como sería esa matanza citando nuevamente Deuteronomio 3: 4, 6 Y tomamos entonces todas sus ciudades; no quedó ciudad que no les tomásemos: sesenta ciudades, toda la tierra de Argob, del reino de Og en Basán. Y destruímoslas, como hicimos á Sehón rey de Hesbón, destruyendo en toda ciudad hombres, mujeres, y niños. Como podemos ver, se trata de típicas e inhumanas guerras de exterminio, donde miles de personas son asesinada sin piedad por ordenes de Jehova.
    Todos esos crímenes son justificados con argumentaciones similares a las que el Señor Álvarez Valdés acude para tratar de disipar o más bien encubrir las contradicciones que de manera evidente aparecen en su libro sagrado. Así justifican el asesinato de Urías por parte de David para ocultar su adultera relación con Betsabé. Un tipo de relación que, por cierto, es castigada en la Biblia, como siempre, asesinando a la adultera, sin considerar si fue incitada, manipulada o seducida ventajosamente por el adultero.
    Resultan bastante frecuentes los relatos bíblicos que tienen que ver con actos de mediumnidad tal como los describen los espiritistas, verbigracia Samuel 16:23 Y cuando el espíritu malo de parte de Dios venía sobre Saúl, David tomaba el arpa y tocaba con su mano; y Saúl tenía alivio y estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de él. Y muchos otros que podríamos enumera, pero seamos breve.

    • Nicolás Barahona A. on 10 diciembre, 2020

      Su comentario sobre el artículo “¿Cuenta la Biblia una sesión de espiritismo?
      Don Jaime, me he visto obligado a responder su comentario porque Ud. hacer aparecer a Dios como un Ser que no tiene piedad. Me explico: Ud. dice que el redactor del artículo trata de las contradicciones bíblicas cuando sus protagonistas incurren en actos que son vetados para el resto de los humanos, y cita “típicas e inhumanas guerras de exterminio, donde miles de personas son asesinada sin piedad por ordenes de Jehova.” Al respecto debo decir lo siguiente: Primero, esas típicas e inhumanas guerras de exterminio, no eran tan inhumanas, eran tan humanas como la primera y segunda guerra mundial y otras, recuerde las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Segundo, esos protagonistas no incurren en actos vetados para el resto de los humanos ya que Ud. mismo reconoce que esas inhumanas guerras de exterminio son de responsabilidad de Jehová no de los que incurren en dichos actos. Entonces esos “protagonistas” serían como el verdugo que obedece la orden de ejecutar a alguien, por lo tanto, no habría contradicciones bíblicas. Tercero, al leer la Biblia –cuando digo leer me refiero al verdadero significado de la palabra leer el cual es: comprender el significado de lo escrito o impreso sobre el cual se pasa la vista– completamente, nos daremos cuenta de que Dios actuaba de esa forma para eliminar de raíz el mal de la tierra, así como cuando una persona tiene gangrena incurable en un pié, le extirpan el pié. Un ejemplo. En Deuteronomio 20:16-18 Dios ordena a Israel eliminar por completo a los heteos, a los amorreos, a los cananeo, a los ferezeos, a los heveos y a los jebuseos, para que no les enseñaran a hacer según todas sus abominaciones que ellos habían hecho para sus dioses, y pecaran contra Jehová su Dios. Sin embargo, Israel no cumplió la orden de Jehová y sucedió tal como Dios había dicho (Jue. 2:1-3; 1 Rey. 11:5; 14:24; 2 Rey. 16:3-4). Ahora bien algunos dirán, que los niños son inocentes que no tienen ninguna culpa, sin embargo la Biblia dice que no son inocentes (Sal. 51:5; 58:3) porque tienen en su cuerpo el pecado que nos legó Adán.
      En cuanto a eso de que Dios no tiene piedad debo decir lo siguiente: ¿Ud. cree que si Dios no fuera piadoso habría permitido tanta maldad del hombre, esperando que éste se arrepienta y se salve, y no los habría destruido? sobretodo que la gran mayoría de nosotros aún no hemos sido terminados, o perfeccionados (Heb. 12:22-23) y casi todos estamos muertos (Mat. 8:22; Luc. 9:60; 1 Tim. 5:6). Me refiero al verdadero hombre, ese ser espíritu que habita dentro del cuerpo (Job 4:19; 10:11; 2Cor.5:1, 2, 4, 6, 8; 12:2-3; Fil.1:22-24; 2Ped.1:13-14; Isa. 38:11-12).

      Que Dios, el verdadero Dios (1 Cor.8:4-6; Juan 17:1-3) lo bendiga.

      Nicolás Barahona Araya.

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