El referéndum por el Brexit fue un desastre, una increíble falla de cálculo político incapaz de afrontar los problemas que trató de resolver y que abre un camino incierto en la política, las finanzas, las relaciones internacionales y, prácticamente, todos los campos.

brexitComo ya expliqué en otros medios, lo que Gran Bretaña necesitaba era un discernimiento adecuado, un ejercicio de valiente expresión propia, una escucha atenta, seguido de la construcción de un consenso detrás de una visión de su membresía de la Unión Europea que apelara a las mentes y a los corazones de la gente común, más que sólo al propio interés material. Como lo expresó el think tank Res Publica, lo que necesitábamos no era dejar la UE sino liderarla.
Sin embargo, en lugar de construir un nuevo consenso hacia una nueva y revigorizada visión de nuestra participación en la UE, el referéndum dividió a la sociedad en dos y, finalmente, llevó a nuestra auto-expulsión. Lo que obtuvimos fue una tribalización y polarización de Gran Bretaña, y un fuerte choque de dos narrativas que polarizó a Londres contra las regiones, a los jóvenes contra los ancianos, a la clase media baja contra las élites metropolitanas. Llevará una generación curar estas heridas.
No se rompió solamente una unión: Escocia buscará ahora un segundo referéndum para dejar Gran Bretaña y poder así permanecer dentro de la UE. Además, en Irlanda se reinstaura el límite entre el norte y el sur y se pone en peligro el Acuerdo del Viernes Santo, el cual se basaba explícitamente en la pertenencia a la UE de Irlanda y Gran Bretaña.
Luego está la caída de la libra, las acciones que perdieron millones, la retirada de inversiones extranjeras y la relocalización de algunas compañías por el simple hecho de que su razón de ser es un mercado único.
Es fácil rastrear cómo pudo suceder esta calamidad auto infligida. Hace tres años, David Cameron pretendió afrontar la división dentro de su propio partido y la amenaza del Partido por la Independencia de Gran Bretaña (UKIP), permitiendo que la gente votara de una vez por todas acerca de la pertenencia a la UE. Hizo la suposición tecnocrática de que en un referéndum la gente vota por su propio interés y, en general, a favor del statu quo.
Pero al momento de realizarse el referéndum, el espíritu de ruptura había crecido y se había politizado. La clase trabajadora británica seguía enojada con los bancos y las corporaciones por la crisis de 2008, estaba molesta con los inmigrantes por la baja de sus salarios y por tomar sus trabajos, y estaba furiosa con los principales partidos políticos porque nos los había escuchado.
La campaña a favor de dejar la UE, liderada por dos ex periodistas conservadores, construyó una seductora narrativa populista que no identificaba los problemas, pero ofrecía una solución: una vez libres de Bruselas, decían Boris Johnson y Michael Gove, Gran Bretaña podría “retomar el control”, reducir la inmigración, invertir en mejores servicios públicos y dar la espalda a las élites.
La campaña por quedarse en la UE no tenía una contra-narrativa fuerte, le faltaba explicitar las razones por las que Gran Bretaña debería estar en la UE más allá de los beneficios financieros. Cameron afirmó que éramos más ricos y que estábamos más seguros al pertenecer al mercado común, especialmente porque podíamos evitar la parte negativa, al no tener fronteras ni moneda común. Pero no era convincente y, a diferencia de sus opositores, no hizo referencia a sentimientos ni valores. Cuanto más se alineaban los banqueros y extranjeros en contra de dejar la UE, más decían sus opositores: “Es lógico, ¿verdad?”.
Al ofrecérsele opciones falsas y arbitrarias –beneficios económicos vs soberanía; gobierno de Bruselas vs gobierno propio; inmigración sin control vs el sistema australiano de puntos–, más de la mitad del país votó por el cambio. Lo que más llama la atención de los resultados no es el apoyo al Brexit de los lectores del Telegraph o de los mayores de 60 años, sino los votantes tradicionales del laborismo, que ignoraron el llamado del partido a votar por permanecer. El laborismo, en algún momento fuerte en Escocia y en el norte industrial, fue arrasado por los nacionalistas.
Esto es lo que sigue: los diputados del Partido Conservador elegirán en septiembre a un nuevo líder, por lo tanto, un nuevo primer ministro. Él (o, posiblemente, ella) asegurarán su mandato mediante un llamado a elecciones que el Partido Laborista perderá estrepitosamente. Los nuevos parlamentarios, favorables al Brexit, y montados sobre la ola populista, gobernarán prácticamente sin oposición. El conservadurismo liberal tecnocrático de Cameron será reemplazado por miembros del partido, populistas, anti corporaciones; un nacionalismo pequeño burgués perfectamente a tono con el menor rol que Inglaterra –para ese momento ya separada de la UE y de Gran Bretaña– tendrá en el escenario mundial.
Espero equivocarme.

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  1. LUCAS VARELA on 26 junio, 2016

    No, no, amigo Austen,
    Usted dice, despectivamente, que ganó el mensaje “populista”; y por eso,¡”espero equivocarme”¡ Lo suyo es una queja, un pataleo, un berrinche infantil.
    Tratemos de dar un poco de luz al asunto:
    El referéndum es, ciertamente, una apelación a las mentes y el corazón de “la gente común”. Nuestro amigo Austen, como buen inglés, no está acostumbrado a elecciones libres donde “el pueblo” todo, sin exclusiones, participa multitudinariamente. Y sí, se apeló a las mentes y el corazón “del pueblo” con la “gente común” dentro. Es la opinión de la “gente común” lo que fue determinante en el resultado del referéndum. Y si hablamos de “gente común” decimos que no es “gente excepcional” o “gente extraordinaria” o..elite política inglesa. Y ésta es la clave, a mi entender, para hacer algún análisis útil y sacar conclusiones.
    En Inglaterra como en cualquier otro país del mundo, cuando la “gente común” vota, hace memoria; que es hacer consciencia. El referéndum es la oportunidad del “hombre común” de hacer justicia; es la oportunidad de que impere la verdad. Y hay verdades que impiden la tranquilidad de Cameron, y de la elite política inglesa. Todo tiene que ver con la verdad.
    “La gente común” es fundamentalmente personalista, no entiende de abstracciones. Y el pueblo (perdón, “gente común”) está en lo seguro al tender a personalizar los ideales políticos. Su propensión a la persona arranca de una raíz hondamente humana, y sirve mejor que las ideas. Este “instinto intelectual” de preferir hombres a ideas, surge de la necesidad de saber que no estamos a merced de lo imprevisto o inesperado. El valor de una idea (ej. Unión europea) necesita del espíritu de un hombre para materializarla. Hay una íntima unión de la idea con el hombre. Y por lo dicho, el valor de la idea de Unión Europea en el espíritu de Cameron, está “devaluado”. David Cameron, viene de un reciente escándalo de corrupción (Panamá papers) de difícil digestión. Y los líderes de la Unión europea no han brillado por su presencia tampoco.
    Lo juicioso y desapasionado en el trato con la “gente común” (o pueblo) se atiene a las conductas, sin cuidarse de las doctrinas que profesen o digan profesar. Nos atenemos a lo que hacen, o no hacen, y al carácter que se revela en sus actos. Es él, idea hombre más viva y fecunda, y sobre todo más previsible y segura que la idea de Unión Europea que por su boca suelta.

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