Raúl Molina y la Virgen de Luján

Hace 50 años atrás, el 31 de octubre de 1967, Raúl Alejandro Molina pronunciaba en el Aula Magna de la Academia Nacional de la Historia una célebre conferencia que marcaría un hito en la historiografía lujanense. Con este comentario queremos poner de relieve la importancia de esta conferencia, en su cincuentenario. Efectivamente, la narración de la historia lujanense había entrado en una zona difusa, ligada a ciertas tradiciones y relatos piadosos, que la academia no valoraba y más bien desdeñaba. Y con el mote de “leyenda”, el liberalismo laicista dejó arrinconada por décadas la historia de la Virgen de Luján.
Las cosas estaban así dadas, hasta que Molina empezó su investigación en orden al Diccionario biográfico antes mencionado. Para sorpresa de él mismo y de muchos otros, encontró que aquellos viejos relatos tenidos por legendarios estaban nutridos de personas de carne y hueso, con existencia y actuación documentada y congruente con las antiguas crónicas lujanenses. Tal es así, que el propio Molina concluirá ese día en la Academia: “Con las noticias que acabamos de dar sobre los acontecimientos y las personas que rodearon el milagro de Luján, hoy ya no se puede afirmar que fue una leyenda”.
¿Qué es lo que Molina dio a conocer en esa célebre intervención? Varias cosas. Revisó algunas fuentes, como las crónicas del siglo XVIII y la obra monumental de Jorge María Salvaire (1895), y se enfocó en los datos biográficos ausentes en esas crónicas. Y aportó también algunos fundamentos en torno a la fecha y lugar del milagro de la carreta.
1) Individualizó a Pedro de Arruz y Aguilera, quien nos dará en su ancianidad el primer testimonio escrito acerca del origen de la Virgen de Luján;
2) aclaró la identidad de Diego de Rosende Trigueros, dueño de la estancia del milagro y dueño del Negro Manuel, así como de otros miembros de la familia;
3) propuso una fecha del milagro, que resultará tardía (1648, contra el tradicional 1630);
4) al encontrar en el Archivo General de la Nación una mensura de tierras de 1645, logró identificar con mucha certeza la estancia donde ocurrió el milagro de la carreta y donde la imagen de la Virgen quedó por varias décadas;
5) perfiló también la figura de Ana de Matos, quien trasladará la imagen a su actual locación en 1671.
Al publicarse la conferencia en el Boletín de la ANH (1), Molina añadió un interesante apéndice, que abunda en más datos: transcribe en paralelo las dos crónicas más antiguas; brinda pormenores de algunas “biografías anudadas a esta historia”, donde afloran contrabandistas, negreros, terratenientes y curas; y transcribe la mensura de 1645, que Molina mismo halla casualmente trabajando en el Archivo General de la Nación.
Una de las cosas más interesantes del aporte de Molina, para quienes nos importa una mirada creyente sobre la historia, son esas biografías. La historia lujanense estaba como en penumbras, y Molina ilumina ciertas cosas, como quien enciende un reflector en un escenario a oscuras. Afloran así con rigor histórico personajes para nada virtuosos, que hacen posible que la imagen de la Virgen llegue y se quede entre nosotros. Con el barro de la historia humana, Dios hace cosas grandes. O como dirá san Pablo: “Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rm 5,20).
Aunque en algunos detalles la historiografía lujanense se sigue puliendo (por ejemplo, Molina no advierte la importancia de fray Antonio Oliver como cronista de peso), es indudable que esta investigación fue, como dijimos, todo un hito. Es a partir de ahí que se vuelve a profundizar en las fuentes documentales que le dan solidez a la historia (no legendaria) de la Virgen de Luján. Abierto el surco por Molina, lo seguirá Juan Antonio Presas, referente ineludible en estos temas. Por eso Presas tributa su monumental investigación al propio Molina. Nuevas generaciones de historiadores siguen en esa brecha, con otras herramientas para una crítica más compleja, pero siempre abrevando en los viejos maestros.

Raúl Molina (Buenos Aires, 1897-1973) fue abogado e historiador, destacándose como genealogista. Ingresó al Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas en 1945 y a la Academia Nacional de la Historia en 1949. Su obra más significativa tal vez sea su Diccionario Biográfico de Buenos Aires (1580-1720), trabajo archivístico de largo aliento, publicado luego de su fallecimiento, en el que Molina ubica unos 10.000 nombres de esa época fundacional y colonial.

NOTA
1. “Leyenda e historia de la Virgen de Luján”; Boletín de la ANH, año XL, pág 151-197; Buenos Aires; 1967.

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