Domingo S. Castagna: “Iglesia y comunidad nacional no ha tenido precedentes”

En el editorial de Criterio de junio hicimos referencia al 40° aniversario del documento “Iglesia y comunidad nacional” (1981) de la Conferencia Episcopal Argentina, un hito en la historia de la Iglesia de nuestro país, cuya trascendencia sería difícil de exagerar. En él, por primera vez los obispos argentinos extienden su aprobación de la democracia social a la democracia específicamente política.

Destacamos también el especial momento por el que atravesaban la Argentina y la Iglesia en particular: “Las ideas democráticas eran minoritarias, y el gobierno militar conservaba todavía considerable poder y capacidad de presión sobre las autoridades eclesiásticas”. También señalamos “la superación de las divisiones internas que habían paralizado a los obispos en los años precedentes”.

Uno de los protagonistas de aquel tiempo eclesial fue Domingo Salvador Castagna, actual arzobispo emérito de Corrientes, quien caminaba el país y también, a través de distintos servicios, la Conferencia Episcopal Argentina.

Recibió la Ordenación episcopal el 29 de diciembre de 1978. Se desempeñó como Vicario Episcopal de la Zona Centro de la Arquidiócesis y posteriormente asumió la titularidad de la Diócesis de San Nicolás (1984-1994) y de la Arquidiócesis de Corrientes (1994-2007). En la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) integró la Comisión de Pastoral Social, durante dos períodos. El segundo de ellos, presidido por monseñor Justo O. Laguna, estaba compuesto también por monseñor Rodolfo Bufano, monseñor Alberto Devoto, “con la hábil asistencia del entonces Secretario General de la CEA, monseñor Carlos Galán”, afirma Castagna. Destaca también “esta segunda Comisión por la gravitación que tendrá”. Desempeñó luego la presidencia de las Comisiones de Ministerios y Vida Consagrada y la segunda vicepresidencia de la CEA. En el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) ejerció la presidencia del Departamento para la Vida Consagrada. Fue delegado del Episcopado en dos Sínodos (1990 y 1994) y en la Conferencia de Santo Domingo (1992).

Fue en 1981 que el episcopado argentino publicó un documento de características únicas tanto por el contenido como por las coordenadas histórico-políticas por las que atravesaba nuestra herida Argentina: “Iglesia y comunidad nacional”. ¿Por qué es considerado un texto fundamental de nuestra Iglesia?

El Documento episcopal “Iglesia y Comunidad Nacional” ha proyectado su contenido doctrinal en un momento crucial de nuestra historia ciudadana. No ha tenido precedentes. El país estaba atravesando la instancia final de un gobierno de facto, aún activo, marcado por una metodología extraña a la vocación democrática del pueblo argentino, aplicada con una violencia que desbordaba la Constitución Nacional y sus normas éticas fundamentales. Sus consecuencias fueron trágicas. Con la recuperación del Estado de derecho se produjo el cambio deseado por una ciudadanía, agotada  por la división –o la fragmentación– ocasionada por décadas de desencuentros, de violencia y de muerte. Aquel proceso descendente está particularmente comprendido entre los años 1981 y 1983. El Documento, del que celebramos el 40 aniversario, constituyó un importante aporte –quizás el más importante– que el Magisterio de la Iglesia Argentina ofreció oportunamente a la Nación, ya dispuesta a la salida institucional, que por fin se produjo en octubre de 1983.

¿Cuál fue su vinculación con la gestación, redacción y el nacimiento de ese texto?

Aunque la Comisión redactora fue liderada por la Comisión de Fe y Cultura,  o de Teología, que entonces presidía el actual cardenal Estanislao Karlic, fue todo el Episcopado el que comprometió jornadas íntegras de sus Asambleas Generales para reunir y clasificar los innumerables aportes provenientes de Obispos, teólogos, historiadores e Instituciones de la Iglesia. La redacción final fue revisada cuidadosamente y aprobada en Asamblea por todo el Episcopado. Releyendo el Documento queda al descubierto su vigencia, en las críticas circunstancias que atraviesa hoy nuestra débil democracia. Ciertamente es ésta una singular ocasión para una actualización del Documento por parte de la misma CEA.

¿Qué pasaba con los medios de comunicación y el contacto con la Iglesia en esos años?

El documento “Iglesia y Comunidad Nacional”, en aquellos años de tensión, fue adoptado como orientación por varias Instituciones, de tal modo que la CGT, reunificada después de años de profunda división, decidió una especial edición del Documento para su mayor difusión entre sus numerosos integrantes. En cuanto a los medios de comunicación, la CEA dispone de una Comisión episcopal específica que mantuvo entonces una relación, continua y muy activa, con todos los medios.

¿Qué actividades está desarrollando en Corrientes?

Desde hace 15 años soy Arzobispo emérito de Corrientes. La buena gente correntina ha construido una casa junto a la Iglesia y Santuario de la Cruz de los Milagros. Al recibirla oficialmente destiné su uso al Arzobispo emérito que decida permanecer en la provincia. Mientras se encuentre desocupada está al cuidado del Arzobispo titular. Dios me ofreció la oportunidad de servir a sacerdotes, consagradas y consagrados mediante la predicación de Ejercicios Espirituales. Mi avanzada edad –tengo 90 años– ya no me permite continuar con aquella actividad. Mi salud es buena y mantengo buenas relaciones con sacerdotes, consagrados y laicos. Desde hace muchos años escribo y expongo temas de espiritualidad, y unas “sugerencias homiléticas” semanales que se difunden por las redes sociales y que AICA publica, todos los viernes, con destacable puntualidad.

NOTA DEL ENTREVISTADO: Los Obispos eméritos, ya numerosos en la Argentina, no ejercen funciones de conducción dentro de la CEA. En sus dos Asambleas anuales son particularmente invitados (con voz y sin voto). De todos modos pueden integrar, como miembros, las diversas Comisiones Episcopales.

Un servicio histórico de la Iglesia

“Entre los años 1981 y 1983, la Conferencia Episcopal Argentina, respondiendo a una solicitud casi unánime, ofrece su sede para encuentros entre las Instituciones políticas, gremiales y sociales –incluyendo algunos enlaces con el gobierno– silenciadas por los sucesivos gobiernos de facto. La Comisión Episcopal de Pastoral Social (que yo integraba) recibió el encargo de la Mesa ejecutiva de la CEA de implementar aquellos encuentros. Fueron intensos y fatigantes, pero lograron ampliamente su cometido: tender una mesa de diálogo constructivo entre personas e Instituciones hasta entonces distanciadas y antagónicas. El presidente Raúl Alfonsín, en su primera visita al Episcopado reunido en Asamblea, manifestó que el servicio de la Iglesia, en la reciente restauración del Estado de Derecho, había sido determinante”, detalló Castagna.

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