Un resplandor al amparo de la Noche

La Navidad, con su Niño en el centro, es la tenue luz del hogar, el pabilo que mantiene y resguarda el sentido.

El artista plástico argentino Guillermo Vidal (prolífico dramaturgo, además) presenta en su pintura digital esa luz, refugiándola en figuras no tan antiguas de la patria.

Pero esa luz sólo se hace presente en la oscuridad, en la oscuridad santa de una vida atesorada.

¿Acaso el dolor padecido por tanta gente (por todos, de una u otra manera) durante estos dos años ha venido de la oscuridad? ¿No ha sido más bien una luz estridente e impúdica, llena de voces triviales, de mentiras danzantes, de fiestas de poderes alegres y rapaces, la que ha provocado la ofensa y causado la enfermedad y el abandono? Ha hecho visible. Y vulgar.

La luz dejó de ser morada de los dioses y signo divino – se ocultaron con el velo de la Noche. La Noche se convirtió en el seno fecundo de las revelaciones – a él regresaron los dioses – y se durmieron para renacer con nuevas formas en un mundo diferente. En el pueblo, maduro antes de tiempo, orgullosamente ajeno a la sagrada inocencia de la juventud, apareció el nuevo mundo con un rostro nunca visto – en las carpas poéticas de la indigencia – el Unigénito de la primera Virgen y Madre – fruto infinito de un abrazo misterioso.[1]

Deja que te anegue la oscuridad / porque será la oscuridad de Dios.[2]

Una nube luminosa los cubrió con su sombra (Mt. 17, 5). Es la santidad de Dios que, al manifestarse, pone en evidencia la no santidad del mundo pero a la vez lo santifica. Es una luz que revela lo no luminoso, pero que lo esclarece y enciende. Luz pequeña de la Encarnación que se hará luz pascual, radiante sobre todo en la tiniebla. Luz misteriosa en sí misma. Luz de la que nadie puede dar cuenta y que reposa en su fulgor indeducible. Luz inaccesible (1 Tim. 6, 16).

Albor del Nacimiento. Noche del amparo.


[1] “Himnos a la Noche”. Novalis. Interzona Editora. Buenos Aires, 2017. Compilación y traducción de Pablo Gianera. Páginas 27-28.

[2] “Cuatro cuartetos” T. S. Eliot. Ediciones Cátedra. Madrid, 1995. Página 109.

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