Alberto Bochatey: “Estamos caminando en la cornisa de la democracia desde hace muchos años”

Cuando se emprende una gestión, “todo es nuevo y mucho se aprende al caminar” dice monseñor Alberto Bochatey, agustino, obispo auxiliar de La Plata y secretario general de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) desde noviembre de 2021. Hombre habitualmente informado, es un agudo observador de la realidad nacional y libre a la hora de opinar. Trabajó una década en la UCA, también en Rosario y Mendoza, y 16 años en Roma –especialista en  Bioética–. Trabajaba en una Congregación vaticana hasta que en 2013 regresó al país para su ordenación episcopal en momentos de sede vacante en el Vaticano. “Me ordené un sábado y el martes fue elegido Bergoglio como Papa. Viví muy intensamente mi ordenación episcopal, rezaba mucho en esos días y decía ‘Señor, el Papa elegido será el de mi episcopado, empiezo con él, que lo pueda comprender, que pueda servir bien a la Iglesia” y salió Bergoglio. Después le decía: “Señor, tampoco pedía tanto”.

¿Tenía ya trato con Bergoglio?

Aunque nunca trabajé en una oficina con él, me convocó para trabajar en la UCA. Alfredo Zecca, que era el rector, fue quien me llamó por indicación de Bergoglio. En este tiempo interactuaba bastante con él en aspectos de Bioética. Me llamaba y me decía: “Ayer estuve con una señora que está muy enferma en el hospital, ¿qué te parece?, ¿qué hay que hacer en esto?”. Preguntaba cómo había que hacer bioéticamente las cosas, con gran humildad ymucha amplitud. En 15 minutos resolvía cualquier reunión. Y también respondía con cierta picardía. Cuando me acompañaba hasta el ascensor, tenía siempre un gesto cordial y me decía “gracias por lo que estás haciendo”.

¿Habló recientemente con él?

Lo visité en octubre de 2021 y lo encontré muy bien, lúcido, rápido. Justo había presentado la renuncia monseñor Ñáñez y no estaba nombrado su sucesor. Hablando de otras cosas, me dijo “y ahora está Córdoba… ¿qué te parece?”. “No le digo lo que me parece porque usted ya debe tener todo resuelto”. Y el Papa se rio.

¿Fue sorpresiva para usted la designación de Ángel Rossi como arzobispo de Córdoba?

Sorpresa bergogliana, diría. Era una sede para la que había varios candidatos e imagino que también varios interesados. Rossi es una persona querida por los laicos, los curas, los obispos, y conoce Córdoba como la palma de su mano porque lleva 20 años viviendo allí. Viajé para la ordenación y fue una fiesta. La gente aplaudió, él recorrió toda la plaza, se advertía una gran alegría. Creo que a este Papa le va a pasar como a Pablo VI: 10 años después vamos a entender lo profético que fue en muchas cosas.

¿Y qué puntos le parecen proféticos de Francisco?

El cambio de paradigma: el papado deja de ser un signo de poder para convertirse en un poder de los signos. Me lo confirmó una pequeña anécdota personal. Una académica italiana, mujer cultísima y de Iglesia, a días de la elección de Bergoglio, me comentó por teléfono: “Ha detto buon giorno”. Lo que quería decirme es que le habló como su párroco, un hombre que saludó a su pueblo. Al poco tiempo, en Roma, si subías a un taxi, o entrabas a un negocio, si decías que eras argentino, la respuesta era “¿Escuchó lo que dijo el papa Francisco?” y lo citaban. Nunca un taxista romano citó a Juan Pablo II o a Ratzinger. Francisco utiliza un lenguaje que la gente entiende.

Entonces, ¿qué cree que pasó en la Argentina?

Mi lectura subjetiva es que fue politizado con intensidad. El caso más típico es el rosario que llegó a manos de Milagro Sala pero que no fue un regalo personal enviado por él. Si la persona en Roma que lo recibe  le dice “Se lo voy a llevar a Milagro Sala”, ¿qué podía responderle? ¿A Milagro Sala, no? A mí me ha regalado 20 rosarios que yo he repartido entre personas a las que pienso que lo van a valorar. Con Amoris laetitia, en marzo de 2016, se armó un revuelo por una nota del capítulo 8 sobre los divorciados en nueva unión. No cambió la doctrina, lo que plantea es que la responsabilidad de conciencia si comulgás o no comulgás es de cada uno. He estado en parroquias muy numerosas y no tengo la menor idea de a quién le daba la comunión un domingo. El Papa habla de la santidad, de la Biblia, de la espiritualidad del matrimonio, de cosas maravillosas, pero algunos se ensañaron con eso.

¿Cuál es su opinión respecto del abordaje de la Iglesia en el debate por la ley de despenalización del aborto?

En 2018, cuando el proyecto se trató por primera vez en el Congreso, los obispos buscamos líneas de diálogo con los legisladores. Por propuesta de la Conferencia Episcopal, Pedro Laxague y yo visitamos a los diputados, excepto los que no nos recibieron o algunos con los que sabíamos que era inútil la conversación por su postura pro aborto. Hoy en la Argentina una chica puede abortar a los 14 años pero no puede comprar una lata de cerveza hasta los 16. Tuvimos que luchar mucho con los medios cuando se hablaba del “lobby de la Iglesia”. Mi planteo entonces era que si soy un ciudadano y soy de la Iglesia, ¿por qué no podría hablar con un legislador de un tema que preocupa? ¿O la Iglesia está discriminada y por ser obispo me tengo que callar la boca? El artículo 73 de la Constitución establece que los clérigos estamos excluidos de ocupar cargos políticos públicos, lo cual es discutible: la Constitución excluye a un tipo de ciudadano. De todas maneras, aunque sea una ley, podemos opinar distinto. Los que nos denominan “anti derechos” demuestran abuso de autoridad y una ideología hegemónica. Sabemos que las leyes en nuestras latitudes van y vienen como el viento. Una noche nos fuimos a dormir con una Ley de Intangibilidad de los Depósitos y al día siguiente ya no la teníamos. Se cambió la historia en una noche de votación legislativa. Un país así no tiene la misma fuerza cívica que otro donde las leyes se respetan y no se cambian en madrugadas maratónicas. Nos falta cultura cívica para construir ciudadanía.

La prensa insiste con ciertos favoritismos del Papa con respecto a ciertas figuras peronistas. ¿Cómo lo interpreta la Iglesia?

En realidad, la Iglesia no interpreta al Papa: él habla por sí solo y es suficiente. Lo ha dicho públicamente: “Para saber lo que yo pienso, escúchenme o escuchen a la oficina de prensa”. Si tuviera que seguir el contexto argentino, el Papa no podría hablar nunca. Hay textos del Papa que están redactados con muchos meses de antelación. El Vaticano no está mirando qué se vota en la Argentina para ver qué puede hacer el Papa. En diciembre pasado, a partir de un discurso de Francisco a las autoridades de gobierno en Grecia en el que habló de la democracia, giraba la pregunta “¿A quién le está enviando un mensaje?”. Por otro lado, lo cierto es que estamos caminando en la cornisa de la democracia desde hace muchos años. En nombre de ella existe un Chávez, un Maduro y también un Donald Trump. Se está queriendo quebrar la credibilidad de la Justicia. También la de los legisladores cuando les prometen fondos a cambio de un voto en el Congreso. ¿De qué democracia estamos hablando? Eso es corrupción. Desde el Poder Ejecutivo también se dice algo y al día siguiente, lo contrario. La deconstrucción, que es una ideología proveniente de algunos grupos políticos, se está dando de hecho.

¿En qué otros aspectos sociales lo advierte, además de la política?

Hoy tenemos realidades familiares que hace años no teníamos, pero no es necesario deconstruir el matrimonio y la familia para que existan otras situaciones. Durante siglos mucha gente ha construido la sociedad que hoy tenemos y miles se siguen casando y creyendo en el matrimonio del varón y la mujer, y procreando hijos naturalmente. La palabra “natural” tiene que seguir existiendo, mientras reconocemos y aceptamos otras realidades. Es muy abusivo que me obliguen a no creer más en lo que creo porque algunos crean en otra cosa.

Hay cierto consenso en que el episcopado argentino actual es mayoritariamente peronista.

Yo no puedo hablar por el episcopado, ni siquiera teniendo el cargo de secretario. Pero sí me han dicho “ustedes [obispos] son todos peronistas”. Y no es así, en absoluto. Además, no se está con un partido sino con el Evangelio. Aquellos políticos, programas y proyectos que más acercan al Evangelio son los que nos ponen felices. El Evangelio no es político sino antropológico: es una historia de salvación. Por eso pudo sobrevivir en todos los continentes y a todos los políticos desde hace dos mil años. Pero tenemos que cuidarnos mucho con lo que decimos. Siendo párroco en Mendoza, a mi parroquia asistían las familias de los tres líderes políticos de los partidos más importantes: conservadores, peronistas y radicales. A veces coincidían en la misma misa dos de los candidatos. Un domingo les dije: “Les voy a decir por quién hay que votar: por aquel político que diga ‘Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo’”. Y repasé las bienaventuranzas una por una. Después vemos cómo se encarna, porque el Evangelio puede tener muchas inculturaciones. En nuestro país hay católicos de izquierda y católicos de derecha, y viven su realidad evangélica. Jesús no era de izquierda ni de derecha: estaba del lado de la justicia, el bien común y la preferencia por los pobres, que no tiene nada que ver con el “pobrismo” del que hablan ahora algunos que quieren desacreditar a la Iglesia y al Papa. Seas rico, seas pobre, tenés que sentirte siempre pequeño. Ahí está la verdadera opción de la Iglesia. Más que ricos o pobres, ser niños de Dios, que es nuestro Padre.

¿Cuál es su opinión respecto de la forma en que la Iglesia argentina ha encarado las denuncias de abusos dentro de la institución?

Los casos concretos se están siguiendo muy atentamente, con la justicia civil y penal. Sobre esto no hay discusión. Al mismo tiempo, en todos los obispados estamos trabajando intensamente con el Directorio de abusos de menores, así como en los seminarios. Creo que se ha hecho mucho más dentro de la Iglesia que fuera de ella. Recordemos que el abuso de eclesiásticos representa el 0,2% y el 98% se da en el ámbito familiar o de cercanía. ¿Cuáles son las políticas estatales para el abuso intrafamiliar? Vivimos en una cultura que tiene muchos rezagos machistas. Existe hasta un Ministerio de la Mujer, pero eso es la mitad del problema. ¿Dónde reeducamos al victimario? ¿Qué pasa con las falsas denuncias, que también existen, por dinero, venganza o problemas psicológicos? Sabemos que la violencia no solucionada nada, pero vemos que los vecinos queman la casa una persona acusada de violación y el Estado no aporta soluciones. Tendríamos que elaborar un “Nunca Más” tanto eclesiástico como intrafamiliar.

¿En qué radicaría, en su opinión, el hecho de que hayan salido a la luz tantos casos de religiosos y sacerdotes acusados de abusos en distintos países, como ahora en España? ¿Es una falla en la selección de clero? ¿Tiene que ver con el celibato obligatorio?

El celibato claramente no: el 98% de los abusos son cometidos por personas que no son célibes. También existen abusos en otras iglesias en las que los pastores están casados. Y corresponde decir que muchos casos que hoy se consideran abusos, en realidad fueron relaciones homosexuales. La ley argentina permite las relaciones sexuales desde los 14 años, pero no si es con un adulto. Si se analizan los casos repartidos en 70 años, estamos hablando de 20 casos por año. Que exista sólo uno ya es gravísimo, pero los números que se presentan en los medios incluyen casos ocurridos hace 70, 80 años. ¿Quién está vivo para contarlo y decir que fue real? Hay que analizar la realidad de la Iglesia dentro del contexto cultural de cada momento.

Décadas atrás, la palabra de pastores y de ciertos laicos tenía incidencia en la opinión pública. Hoy, en el seno eclesial cuesta encontrar voces iluminadoras que complementen otras visiones. ¿Cuál cree que es el problema?

La Iglesia no siempre ha entendido la dinámica, los tiempos y la forma de la comunicación. Por otro lado, no es un canal o una empresa que tiene que vender un contenido. La Iglesia anuncia una verdad que necesita de interioridad, que la persona la haga suya para poder comprenderla y vivirla. En estos momentos a muy pocos parece interesarles la verdad y se ha minado la credibilidad de aquel que puede enseñar. A los docentes e incluso a los médicos en los hospitales les pegan, los insultan. Se ha instalado el deconstruir, no el preguntar. ¿Quiénes están dirigiendo la campaña de salud por el COVID-19? Los tres o cuatro médicos consultados por los medios de comunicación y no la mesa de expertos que había convocado el Gobierno. La gente cree en “lo que dijo la tele”. Durante años, la Iglesia concluía las transmisiones televisivas o publicaba una columna en los diarios, a mí me tocó hacerlo en Mendoza durante seis años. Hoy la Iglesia prioriza construir viviendas, dar de comer o colaborar en hospitales, pero podría haber un grupo de empresarios, como hubo en otros momentos, que financiara un espacio para que la Iglesia esté presente en los medios. Si bien en Navidad y Pascua hay un espacio televisivo para un mensaje del cardenal de Buenos Aires y de los obispos en el interior, no hay una presencia en el prime time.

Los obispos Zazpe, Iriarte, Nevares, Novak, Laguna y Giaquinta eran en otros tiempos  voces interesantes que sabían dialogar con la sociedad. ¿Puede considerarse que hay un divorcio entre la Iglesia y la cultura?

Como ha habido una crisis de vocaciones, también hay una crisis de liderazgo cultural. Pero la Iglesia siempre ha mirado la cultura con mucho interés. No hay documento oficial de la Iglesia que no esté tratando de insertarse en la cultura de este tiempo. Pero la cultura hoy parece no escuchar a nadie, se ocupa de lo efímero, lo que impacta y nada más. El cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del dicasterio de la Cultura en Roma, escribe en una revista italiana popular de gran tirada, y tuvo un famoso programa en la RAI orientado a la catequesis bíblica, con una gran producción. Las transmisiones de las misas de los domingos son fabulosas, rotan por todas las catedrales de Europa. ¿Cómo se dialoga con la cultura? Hoy la cultura líquida es muy volátil y el mensaje de la Iglesia apunta a la profundidad y la interioridad.

¿Qué se está haciendo para estrechar vínculos con el CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano)?

El episcopado argentino tiene una historia de relación con el CELAM muy interesante desde Pironio, Quarracino, Stanovnik y ahora Jorge Lozano. El CELAM nos animó a trabajar en todas las diócesis, en algunas más que otras dentro de los tiempos posibles, para la Asamblea Eclesial de América latina y el Caribe de cara al Sínodo de la Sinodalidad convocado por Francisco del 2021 al 2023.Es otra de las agudezas de Francisco. Él mira mucho más allá de las cosas, como sucedió con el Sínodo de la Familia, cuando convocó a otro sínodo extraordinario sobre el mismo tema un tiempo antes. Toda la pelea mediática se enfocó en ese primer sínodo, que dio sus resultados. Como se llegó al Sínodo propiamente dicho con muchos temas ya resueltos, pudimos concentrarnos en el evangelio de la familia, en la historia bíblica de la familia, en la espiritualidad familiar. Con este sínodo sucede lo mismo. Muchas veces nos acusan de que la Iglesia es el último régimen monárquico y absolutista, cuando desde el concilio de Jerusalén siempre se votó dentro de la Iglesia [alrededor del año 50 d. C.]. Existe un ministerio petrino, instituido por Cristo, para regir la Iglesia, pero el Papa necesita de otros para gobernar, lo que no le resta en nada su autoridad como obispo de Roma. Va a ser muy rico para la cultura que se entienda qué es la sinodalidad. El primer gesto de Papa fue nombrar a una mujer como subsecretaria en el Sínodo para los obispos. Ha convocado a mujeres en todos los equipos de expertos no por cupo sino por sus capacidades, con mucha libertad.

No hay comentarios.

¿ QUIERE DEJAR UN COMENTARIO ?