¿Somos menos o me parece a mí?

Cuando volvimos a la presencialidad, muchos advertimos que éramos pocos los fieles que participábamos de la celebración de la Eucaristía. Había que esperar que se volviera a la presencialidad plena… Pero en la actualidad, tenemos presencialidad completa y todos (con o sin barbijo) salimos y hacemos casi la misma vida que antes del 20 de marzo de 2019. 

¿Es verdad que hay menos gente en las celebraciones? No tengo un análisis estadístico; sólo puedo referirme a ciertos templos a los que concurro habitualmente a misa, pero veo que efectivamente somos bastante menos los que participamos de la misa de los domingos. Por el contrario, no se nota esa marcada reducción de fieles en las misas de semana.

A partir de conversaciones con personas allegadas (del Área Metropolitana de Buenos Aires y de otras provincias), allí observan fenómenos similares. Podríamos pensar que los “más devotos” siguen participando, mientras que los domingos la situación es distinta.

¿Qué sucedió? Puede haber sido la pandemia que desalentó la participación y ahora “no pasa nada” si no voy a misa el domingo. Ésta y muchas otras razones muy valederas pueden esgrimirse. Sin embargo, este escenario despertó en mí otra pregunta: ¿No será que ya no podemos esperar que la gente venga al templo? 

Es probable que, como dice el dicho inglés, nos encontremos ante una bendición oculta. Algunos estudiosos de la Iglesia aseguran que, si no se hubiera dado la tremenda baja en las vocaciones sacerdotales y las salidas del ministerio de muchos sacerdotes, los laicos y laicas nunca habríamos tenido las posibilidades de participación que hoy tenemos. Al menos sin esa reducción, hoy no sería ya un proceso que avanza por sí mismo. 

Para sumar otra mirada específica sobre los jóvenes que no van a misa, hace unas semanas y en diálogo con Télam, el papa Francisco decía: “Yo contesto que hay que ayudarlos a crecer y acompañarlos. Después, Dios le hablará a cada uno”. 

En definitiva, si las personas no vienen al templo, es el momento de concretar una Iglesia en salida de verdad, que se acerque a las personas en el lugar donde están. Me resuena la parábola del rey que dio la fiesta y sus amigos –los “seguros”– no fueron y mandó a sus sirvientes a que salieran a los cruces de los caminos e invitaran a todos los que encontraran (cf. Mt 22,9). La Iglesia –en especial en América Latina– lleva adelante desde hace tiempo una opción preferencial por los pobres, concentrada en aquellas personas que no tienen lo necesario para subsistir. Es evidente que esta salida debe continuar y profundizarse. Pero hay otros pobres que también necesitan nuestra cercanía. 

Son pobres también quienes han perdido su confianza en la Iglesia institucional, priorizando una religión sin estructura; desde la institución muchas veces les dimos razones para alejarse. Las grandes ciudades están hoy llenas de personas desilusionadas, deprimidas, solas; podemos ir a buscarlas, no llamarlas a que vengan. 

Es pobre nuestra casa común que necesita ser defendida con más urgencia: las consecuencias del daño ambiental ya no son una predicción a futuro, son una realidad de hoy. Son pobres aquellas comunidades que están defendiendo el ambiente de la depredación socio-ambiental y luchan contra grupos de intereses muy poderosos.

Son pobres las comunidades de pueblos originarios que carecen de lo esencial para vivir, y que son privadas de su derecho a la tierra, a su lengua, religión y tradiciones. 

Hay un grupo de “pobres” que hoy se hace cada vez más fuerte en la Iglesia: son las víctimas de todo tipo de abusos. Tenemos la oportunidad de ser casa para recibir a esas víctimas, sin esperar nada de ellas, dispuestos a recibir sus quejas, sus reclamos.

Cada comunidad podrá pensar qué estrategia utilizar para intentar ser Iglesia en salida en su particular realidad. Por ejemplo, la Iglesia de Madrid ha puesto en marcha un programa muy interesante –Repara– de atención y acompañamiento integral a las víctimas de abusos. En estos últimos meses publicaron dos videos (https://www.youtube.com/watch?v=c2lVmoe-U70 y https://www.youtube.com/watch?v=Et6pBIHkHeM) esclarecedores sobre la realidad de los abusos. Paradójicamente, éstos recibieron muchas críticas en algunos sectores de la Iglesia, pero tuvieron muy buena recepción por parte de la sociedad. Tanto es así que, si bien su objetivo era acercarse a las personas que hubieran sufrido abusos en ambientes eclesiales, comenzaron a recibir pedidos de escucha por parte de personas que habían sido abusadas en otros ámbitos. Si hacemos un camino de conversión real, completo y profundo (que llevará tiempo y tendremos que demostrar el compromiso con creces), quizá podamos pasar de una Iglesia que recibe acusaciones a construir un ámbito donde recibir a víctimas de todo tipo de abusos y darles contención, paz, acompañamiento en las denuncias. En síntesis, un posible camino de sanación. 

Estoy seguro de que, si salimos al encuentro de nuestros hermanos y hermanas con cualquier tipo de necesidad, se llenarán luego nuestros templos porque será natural querer reunirse a celebrar al Dios de la Vida, darle gracias y recibirlo en la Eucaristía. 

1 Readers Commented

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  1. Anibal on 26 septiembre, 2022

    Una acción importante seria restaurar una liturgia fiel y bella. La actual en Caba es lamentable y rechaza a la gente. El otro error fue reemplazar la presencia por el youtube y hacer creer que es lo mismo. LosObispos deberian anunciar el retorno a la presencialidad y exhortar a volver.

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