Reflexiones sobre la autoridad del magisterio

La evolución de la figura del papado −que se ha acelerado después del Concilio Vaticano II− nos obliga a plantearnos siempre nuevas preguntas sobre la función y el alcance del magisterio pontificio. En tiempos recientes, los papas no sólo han multiplicado sus intervenciones públicas en documentos oficiales de distinto nivel, sino que han abierto nuevos canales de comunicación con el Pueblo de Dios, algunos de ellos más informales y espontáneos. Por ejemplo, varios de ellos han concedido extensos reportajes, revisados y publicados luego en forma de libro; el papa Francisco ha permitido la publicación de algunas de sus conversaciones no grabadas con prestigiosas personalidades sin previa revisión; ha inaugurado una nueva modalidad de conferencias de prensa en los vuelos de regreso de sus viajes apostólicos; ha respondido a “boca de jarro” a las más variadas preguntas de los periodistas y ha dado a conocer a través de los medios su visión personal sobre distintos temas y acontecimientos. Benedicto XVI, por su parte, ha ensayado una vía alternativa en su calidad de teólogo, al pronunciar su célebre discurso de Ratisbona o al escribir la trilogía sobre Jesús de Nazaret, aclarando que las ideas allí vertidas no formaban parte de su magisterio como pontífice. 

Estas novedades responden a la necesidad que experimentan los últimos pontífices de lograr una comunicación más cercana con los fieles, dando a conocer de modo más amplio su personalidad, su pensamiento, sus interrogantes y preocupaciones, y alejándose de la imagen popular del “oráculo” para mostrarse como servidores y guías del Pueblo de Dios. Pero, por eso mismo, nadie puede pensar razonablemente que estas nuevas modalidades de expresión pretendan revestir un carácter magisterial con autoridad vinculante. 

En este sentido, Francisco, desde los comienzos de su pontificado, ha reivindicado el derecho de los pastores a “opinar” sobre cuestiones sociales:

“Los Pastores, acogiendo los aportes de las distintas ciencias, tienen derecho a emitir opiniones sobre todo aquello que afecte a la vida de las personas, ya que la tarea evangelizadora implica y exige una promoción integral de cada ser humano.” (Evangelii gaudium, n.182)

Es significativo este novedoso recurso al concepto de “opinión”. Conforme a la definición de la RAE, las opiniones son juicios sobre materias discutibles. Es obvio que las opiniones que pronuncian los pastores no dejarán de ser tales por la condición de quien las pronuncia. El texto citado aclara que dichas opiniones tomarán en cuenta “los aportes de las distintas ciencias”, pero precisamente por esa razón, su valor de verdad dependerá, entre otras cosas, de la solidez de su sustento empírico. El reconocimiento del derecho de los pastores a emitir opiniones sobre temas pertinentes a su ministerio introduce una nueva dimensión en el diálogo intraeclesial, más interactiva, horizontal y abierta. Su consolidación dependerá en buena medida de que los mismos pastores acepten entrar en ese espacio intrínsecamente plural en pie de igualdad con los demás participantes, sin invocar indebidamente la autoridad de la Iglesia y sometiéndose a las reglas de la argumentación racional respetuosa y transparente.

Pero es preciso tener presente que la opinión pertenece al ámbito de lo personal y subjetivo, y por lo tanto deberá diferenciarse cuidadosamente del magisterio, cuyo contenido debe ser universal y objetivo. La Doctrina Social de la Iglesia (DSI) aporta en este sentido importantes clarificaciones que son válidas para el magisterio en general. En efecto, el sujeto de la DSI no es el Papa solo, sentado en su escritorio, poniendo por escrito a mano alzada sus opiniones personales, sino toda la comunidad cristiana, en unión y bajo la guía de sus pastores. “No es una prerrogativa de un componente del cuerpo eclesial, sino de la comunidad entera (…) Toda la comunidad eclesial –sacerdotes, religiosos y laicos− participa de la elaboración de la doctrina social según la diversidad de tareas, carismas y ministerios (…) Las aportaciones múltiples y multiformes –que son también expresión del sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo− son asumidas, interpretadas y unificadas por el Magisterio, que promulga la enseñanza social como doctrina de la Iglesia” (Compendio de la DSI n.79). 

La redacción de la primera encíclica social, Rerum novarum, brinda en este sentido una valiosa ilustración. Como cuenta el especialista Roger Aubert, el papa León XIII, teniendo que tomar en cuenta distintos borradores y corrientes de pensamiento, lejos de hacer valer a toda costa su visión personal, tuvo mucho cuidado en respetar la libertad de discusión en materia de soluciones concretas, limitándose a recordar los grandes principios de la tradición sin imponer al conjunto de la Iglesia lo que no eran sino tesis académicas. Así, si bien reconoció claramente el derecho del Estado a regular la economía, avanzó con prudencia en esa dirección, evitando las posiciones más radicales que reclamaban una condena del capitalismo.

Este ejemplo muestra que el magisterio de la Iglesia no es el ámbito indicado para que los pontífices expresen sus opiniones privadas. Por esto mismo deben abstenerse de incorporar a los textos oficiales teorías científicas, doctrinas o tesis a las cuales se sientan personalmente inclinados pero que no hayan pasado por un proceso amplio y plural de crítica especializada y discernimiento eclesial, y que no muestren una continuidad con la tradición y el magisterio precedente. De lo contrario, no sólo comprometerían el respeto a la enseñanza oficial de la Iglesia en el caso de que tales fundamentaciones fueran desmentidas por el mismo progreso de las ciencias, sino que limitarían arbitrariamente la libertad del diálogo eclesial y condicionarían indebidamente sus resultados. A través de canales distintos, por su parte, el ejercicio del derecho a la opinión podrá ser en el futuro la vía indicada para someter nuevas ideas y perspectivas a la consideración de la comunidad eclesial. 

Es cierto que algunos teólogos en el pasado, envalentonados por una fuerte sintonía con el magisterio entonces vigente, acentuaron sin suficientes matices la autoridad del mismo, desechando todo conato de crítica como peligroso “disenso”. Pero los mismos que entonces reclamaban por la libertad de la investigación y la enseñanza teológica y hoy celebran las novedades del presente pontificado corren el riesgo de aplicar a sus adversarios el mismo tratamiento, aunque la censura adquiera otras modalidades. El modo más adecuado de superar estos vaivenes es un ejercicio de la función magisterial sobrio y prudente, que respete los espacios de libre discusión e intercambio de ideas, y que procure representar del modo más fiel e inclusivo que sea posible la reflexión de toda la comunidad cristiana.

En el futuro, los papas serán más cercanos a los fieles, pero encontrarán en ellos menos margen de tolerancia para el personalismo en la enseñanza y para la inmodestia en las opiniones.

1 Readers Commented

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  1. Juan Carlos on 23 septiembre, 2023

    Léase: nada de adherir a la Teoría del Cambio Climático ni cosas parecidas. Corremos el riesgo de reeditar el caso Galileo (que buena parte de mito tiene también).

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