Los hombres no nos pueden ver… sugiere Griselda, esposa de Jerónimo, pastor de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata (de tradición luterana y reformada), como título de este artículo. Ella hace hincapié en el rol de la mujer, esposa de pastor, en las comunidades locales donde, aún hoy, los feligreses siguen demandándoles sus habilidades culinarias, corales y administrativas dentro de la parroquia, por supuesto con “la gran cantidad de excepciones a la regla”. El matrimonio pastoral suele convertirse en una estructura familiar con una determinada división del trabajo que perpetúa usos y costumbres, situaciones que se repiten en otros ámbitos también. No respetar esta tradición puede llevar a una crisis de pareja porque la imagen del pastor se ve afectada por el comportamiento de su esposa “rebelde” que intenta modificar estas prácticas tan arraigadas en nuestras comunidades. Cabe notar que la esposa del pastor y muchas otras mujeres de la congregación siguen sosteniendo la estructura eclesiástica en forma silenciosa, cubriendo todos los espacios que permiten a los pastores brillar con luz propia. Es común verlas organizando y llevando adelante la escuela dominical para niños, dirigiendo coros, tocando el órgano, haciendo las veces de secretarias, organizando actividades recreativas para la tercera edad, entre muchas otras tareas cuando no lavando la vajilla luego de una fiesta parroquial. Sin embargo, y a pesar de todo esto, los hombres de nuestras comunidades no las ven, parecen ser invisibles o parte del mobiliario necesario para que todo funcione aceitadamente. Y aquí no está en discusión la entrega desinteresada cristiana, argumento esgrimido cada vez que se quiere dejar todo como está. Esto parece contradecir la esperanza depositada, hace ya casi cinco siglos, en la Reforma protestante cuando las mujeres intuían otro futuro dentro de sus comunidades eclesiásticas. Un caso paradigmático fue el de Catalina von Bora quien apoyara a Lutero en su tarea.

 

Catalina von Bora 1, esposa de Martín Lutero, se convierte en la primera mujer protestante protagonista de la Reforma y en el modelo paradojal de esposa de pastor que se reproducirá hasta nuestros días. Tenía alrededor de diez años cuando ingresó al convento de monjas cistercienses Marienthron, del que huiría trece años después al advertir que el destino impuesto por su familia no era el que ella quería para su vida. La Reforma cuestionó la vida monástica 2 y le dio la posibilidad de salir de esa espiral pero, tanto ella como muchas de las mujeres que siguieron sus pasos, no se alejaron demasiado de su paradigma existencial. Muchas terminaron casadas con ex-curas, ahora pastores, y encorsetadas en lo que la sociedad exigiría que hiciera la mujer de un clérigo casado.

 

El casamiento de Catalina von Bora y Martín Lutero está lejos de todo idilio o ideal contemporáneo de unión matrimonial. Lutero, obedeciendo a su padre que le planteaba esta posibilidad pues quería tener nietos, accede sin amor ni ardor, aunque sí aprecio, a contraer matrimonio con Catalina. Ella fue una fiel administradora de la casa, procreadora de seis hijos y como su hogar fue el ex-monasterio de los Agustinos de Wittenberg, tuvo lugar para albergar a sobrinos y sobrinas. Es evidente que para manejar casi un “monasterio familiar” sus habilidades debían ser varias y eficientes, tal como lo deja entrever el mismo Lutero en algunas cartas donde se dirige a ella de la siguiente manera:

 

A mi afable y querida ama de casa Catalina Luter von Bora: predicadora, cervecera, horticultora y todo lo demás que es capaz de hacer 3.

 

Además:

 

A mi de corazón querida Catrín Luter: doctora, dueña de Zölsdorf, criadora de cerdos y todo lo demás que es capaz de hacer 4.

 

Es evidente el tono jocoso del encabezado de las cartas, pero también es claro lo polifacética que era esta mujer letrada, aunque se conocen pocas cosas escritas por ella, capaz de conducir a una familia y acompañar a un estudioso de la Biblia y la teología. Su situación se hizo aun más patética a partir de la muerte de Lutero, ya que ella queda desamparada en una sociedad convulsionada y poco afable con las mujeres. Su hombre y protector la deja viuda en una situación legal delicada. Lutero como ex-monje, docente universitario, sin ingresos seguros, casado con una ex-monja representaba el anti-tipo de su época y no había ningún código civil que contemplara tal unión. Por lo tanto, a la muerte de Lutero, Catalina queda a merced de la bondad de su cónyuge, quien con la argucia legal del testamento la nombra heredera de sus bienes y tutora de sus hijos. Un final absurdo para la mujer que había administrado ese hogar y parido esos hijos 5.

 

Troeltsch, en materia social, catalogaría a la familia pastoral como una novedad del mundo moderno. También remarcaría que la figura femenina protestante que surge perdería el aura dada por el catolicismo a partir de su monasticidad, virginidad y como intermediaria de lo divino, quedando relegada al anclaje familiar. Sólo un tipo de protestantismo le daría cierto protagonismo; nos referimos a aquellas iglesias de corte anabaptista, independentista, cuáquero y pietista 6. Un estudio 7 del pietismo alemán se refiere al rol protagónico de una serie de mujeres protestantes representantes del pietismo radical temprano alemán entre los años 1680 y 1720. Estas mujeres 8 intentaron constituirse en sujetos en un contexto patriarcal. Sus conductas fueron soportadas hasta cierto límite pues no representaban el ideario femenino de la época. Y aunque el movimiento pietista les dio la posibilidad de crear una nueva posición de la mujer en el contexto religioso, ello fue considerado por ellas mismas como una excepción a la norma. No obstante, el ser reconocidas como teólogas y atacadas por las estructuras eclesiales tradicionales puso en evidencia que su rol iba más allá de sus personas. Es claro que ciertas estructuras eclesiológicas permiten que las mujeres lleguen hasta el mismo umbral del protagonismo pero, si la sociedad civil no da pasos más contundentes en esta materia todos estos intentos sólo son relatos históricos que nos ayudan a ver el esfuerzo de las mujeres por desarrollar sus habilidades más allá de la cocina y la crianza de los hijos.

 

El siglo XX fue bisagra para las mujeres en muchos aspectos, sobre todo en lo que concierne a su inclusión en la universidad. Una de las dificultades que enfrentaron las mujeres en el pasado fue la imposibilidad de acceder a una educación superior que les permitiera tener una participación igualitaria en las discusiones académicas. Esta escasa formación universitaria las perpetuaba en el seno del hogar. Como ejemplo podemos citar el caso de la Universidad Philipps de Marburgo, Alemania. Esta casa de altos estudios es la primera universidad protestante del mundo, fundada en el siglo XVI para apoyar el movimiento de la reforma luterana. Su facultad de teología nunca ha tenido una profesora titular de teología aunque en la actualidad la mitad de sus estudiantes sean mujeres. Es interesante notar que en Marburgo la teología sigue atrapada en manos masculinas, ya que otras disciplinas de esta universidad sí cuentan con profesoras titulares. En este sentido, Virginia Woolf, una escritora inglesa de la primera mitad del siglo XX, reflexiona sobre la situación de las mujeres británicas en el mundo académico.

 

En los ensayos publicados en su libro Un Cuarto Propio, Woolf se detiene a observar los edificios universitarios para varones exclusivamente y a reflexionar sobre las posibilidades dadas a las mujeres para acceder a la educación superior y así ubicarse socialmente en un mundo que por ese entonces era fundamentalmente masculino:

 

Uno pensaba en todos los libros congregados ahí; en los retratos de viejos prelados y notables pendiendo en las paredes artesonadas […] Y (perdónenme la idea) pensé también en el humo admirable y la bebida y los profundos sillones y las agradables alfombras; en la urbanidad, la dignidad, la afabilidad que son los frutos del lujo, del retiro, y de la amplitud. Indudablemente nuestras madres no nos habían suministrado nada comparable a todo eso –nuestras madres que se extenuaban para juntar treinta mil libras, nuestras madres que tenían trece hijos de pastores protestantes en Saint Andrew (Nuestro énfasis) 9.

 

Si nos detenemos a analizar este párrafo, la escritora comienza mencionando el centro del poder, los libros que las universidades atesoran como joyas preciosas, y la tradición representada en cada cuadro de viejos académicos. De la palabra y la tradición, Woolf pasa a una imagen más concreta de la vida en las universidades, al buen comer, el buen beber y la buena compañía que convergen en un estado de plenitud y dignidad. Este entorno no puede sino resultar positivo y ennoblecedor para aquellos que son parte de él. Y ella se pregunta dónde están las mujeres. Están pariendo, llevando adelante el hogar, y haciendo economía para enviar a sus hijos varones a la universidad. Salir de esta trampa social no ha sido fácil, ni lo sigue siendo.

 

El matrimonio pastoral de hoy intenta construir nuevos modelos de familia en los que no sólo el hombre puede ser el pastor; en algunos casos la mujer es la pastora e inclusive la obispo o presidenta de una Iglesia. Las mujeres pueden ser profesionales de la teología o de cualquier disciplina que podamos imaginar. La sociedad actual les permite realizarse profesionalmente, pero les sigue demandando que también cumplan con una serie de usanzas tan arraigadas como las que practicaba Catalina von Bora. Modificar esta estructura es un proceso lento que requiere un acomodamiento de las comunidades de fe para que la familia pastoral siga siendo un referente, pero a la vez una familia moderna con todo lo que ello implica.

  

 

 


1. Ver Alejandro Zorzin, “Catalina von Bora (1499-1552) Una mujer en tiempos de la Reforma protestante”, en Cuadernos de Teología, 2000 vol. XIX, ISEDET, pp.348ss.

2. Obras de Martín Lutero,1, Paidós, Buenos Aires, 1967, p..221. A esto se le sumó Carlstadt con una serie de panfletos y Melanchton en sus locci communes que criticaban el celibato.

3. WABr. 11, Nr.4139, del 29.07.1545

4. WABr.11, Nr.4195, del 01.02.1545

5. Zorzin, pp.353

6. Ernst Troeltsch, El protestantismo y el mundo moderno, Fondo de Cultura Económica, México- Buenos Aires, 1958, pp.54ss.

7. Sonia Skupch, “Muchos nos reprocharán que, siendo mujeres, hacemos estas cosas” Mujeres en el pietismo radical temprano en Alemania, Instituto Universitario ISEDET, Buenos Aires 2004.

8. Johanna Eleonora von Merlau, hija de la nobleza y con una sólida formación académica; Katharina Uckermann, de una familia burguesa, Anna Vetter, una mujer muy humilde y Eva von Buttlar, perteneciente a una familia de comerciantes.

9. Virginia Woolf, Un Cuarto Propio. [1928] Traducción de Jorge Luis Borges (Buenos Aires: Sur, 1956, p. 105).

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