Por ser judía, Edith Stein fue deportada con su hermana Rosa y muchos otros judíos de los Países Bajos al campo de concentración de Auschwitz, donde encontraron la muerte en las cámaras de gas. Hoy hacemos memoria de todos ellos con profundo respeto. Pocos días antes de su deportación, a quien le ofrecía intentar salvar su vida, la religiosa había respondido: ¡No lo haré! ¿Por qué debería ser excluida? ¿La justicia no está acaso en el hecho de que yo no saque ventaja de mi bautismo? Si no puedo compartir la suerte de mis hermanos y hermanas, mi vida estará de algún modo destruida.
Cuando desde ahora celebremos la memoria de la nueva santa, no podremos dejar de recordar año tras año la Shoah, ese plan feroz de eliminación de un pueblo, que costó la vida a millones de hermanos y hermanas judíos. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ellos y les conceda la paz (cfr. Núm 6, 25 ss).
Por amor a Dios y a los hombres elevo una vez más mi grito afligido: que jamás se repita una iniciativa criminal igual hacia ningún grupo étnico, ningún pueblo, ninguna raza, en ningún rincón de la tierra. Es un grito que dirijo a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, a todos los que creen en un Dios justo y eterno, a todos los que se sienten unidos en Cristo, el Verbo de Dios encarnado. Todos debemos unirnos en este imperativo de solidaridad: está en juego la dignidad humana; existe una sola familia humana. Esto manifestaba la nueva santa con gran insistencia: Nuestro amor hacia el prójimo escribía es la medida de nuestro amor a Dios. Para los cristianos, y no sólo para ellos, nadie es extranjero. El amor de Cristo no conoce fronteras.
El amor de Cristo fue el fuego que inflamó la vida de Teresa Benedicta de la Cruz. Aun antes de darse cuenta, fue capturada por entero. En un principio su ideal fue la libertad; por mucho tiempo Edith Stein vivió la experiencia de la búsqueda, su mente no se cansó de investigar ni su corazón de esperar. Recorrió el arduo camino de la filosofía con apasionado ardor y finalmente fue premiada: conquistó la verdad y fue conquistada. Descubrió que la verdad tenía un nombre: Jesucristo, y desde ese momento el Verbo encarnado lo fue todo para ella. Ya carmelita, mirando este período de su vida, escribió a una benedictina: Quien busca la verdad, sabiéndolo o no, busca a Dios.
Aún habiendo sido educada en la religión judía de su madre, a los catorce años Edith Stein estaba deliberadamente desacostumbrada a la oración. Quería contar sólo consigo misma, preocupada por afirmar su libertad en las opciones de la vida. Al final de un largo camino pudo llegar a una constatación sorprendente: solamente quien se une al amor de Cristo llega a ser verdaderamente libre.
La experiencia de esta mujer que afrontó los desafíos de un siglo atormentado como el nuestro es ejemplar para nosotros: el mundo moderno muestra la seductora puerta del permisivismo, ignorando la puerta estrecha del discernimiento y de la renuncia. Me dirijo especialmente a ustedes, jóvenes cristianos, en particular los numerosos ministros reunidos hoy en Roma: ¡cuídense de concebir sus vidas como una puerta abierta a todas las opciones! ¡Escuchen la voz de su corazón! No se queden en la superficie, vayan al fondo de las cosas. Y cuando llegue el momento tengan el coraje de decidirse. El Señor tendrá en cuenta que pusieron su libertad en sus manos misericordiosas.
Santa Teresa Benedicta de la Cruz llegó a comprender que el amor de Dios y la libertad del hombre se entrecruzan, porque el amor y la verdad tienen una relación intrínseca. La búsqueda de la verdad y su traducción en el amor no se le manifestaron como opuestas; comprendió que ambas se reclamaban mutuamente.
En nuestro tiempo la verdad es a menudo reemplazada por la opinión de la mayoría. Además está difundida la convicción de que se debe servir a la verdad incluso en contra del amor o viceversa. Pero la verdad y el amor necesitan una del otro. Y sor Teresa Benedicta fue testimonio de ello. La mártir por amor, que dio su vida por los amigos, no fue superada por nadie en el amor. Al mismo tiempo dando todo de sí buscó la verdad, de la que escribió: ninguna obra espiritual se lleva a cabo sin grandes trabajos. Ella desafía siempre al hombre enteramente.
Sor Teresa Benedicta de la Cruz nos dice a todos: no acepten nunca como verdad lo que esté privado de amor. ¡No acepten nunca como amor lo que carezca de verdad! El amor sin la verdad se convierte en una mentira destructiva.
La nueva santa nos enseña, en fin, que el amor a Cristo atraviesa el dolor. Quien ama realmente no se detiene frente a la perspectiva del sufrimiento: acepta la comunión con la persona amada en el dolor.
Consciente de lo que implicaba su origen judío, Edith Stein dejó al respecto palabras elocuentes:
Bajo la cruz comprendí la suerte del Pueblo de Dios… De hecho, hoy conozco mucho mejor lo que significa ser la esposa del Señor en el signo de la cruz. Pero por ser un misterio jamás se podrá comprender únicamente con la razón.
De a poco el misterio de la Cruz fue envolviendo toda su vida, hasta impulsarla al ofrecimiento supremo. Como esposa en la cruz, sor Teresa Benedicta no sólo escribió páginas profundas sobre la ciencia de la Cruz, sino que recorrió el camino hasta el extremo en la escuela de la cruz. Muchos de nuestros contemporáneos quisieron acallar la cruz. Pero ¡nada es más elocuente que la cruz en silencio! El verdadero mensaje del dolor es una lección de amor. El amor hace fecundo el dolor y el dolor hace más profundo el amor.
A través de la experiencia de la cruz, Edith Stein pudo abrirse hacia un nuevo encuentro con el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, Padre de Nuestro Señor Jesucristo. Fe y cruz se le revelaron inseparables. Madurando en la escuela de la cruz, descubrió las raíces a las que se unía el tronco de su propia vida. Comprendió que era muy importante para ella ser hija del pueblo elegido y pertenecer a Cristo no sólo espiritualmente sino por un vínculo de sangre.
Dios es Espíritu, y los que lo adoran deben adorarlo en espíritu y verdad (Jn 4, 24).
Con estas palabras el Divino Maestro tenía su encuentro con la samaritana en el pozo de Jacob. Todo lo que dio a su ocasional pero atenta interlocutora lo encontramos en la vida de Edith Stein, en su ascención al Monte Carmelo. La profundidad del misterio divino se le hizo perceptible en el silencio y en la contemplación. Mientras que a lo largo de su existencia crecía en el conocimiento de Dios, adorándolo en espíritu y verdad, experimentaba más claramente su vocación específica a subir a la cruz con Cristo, y abrazarla con serenidad y confianza, a amar la cruz siguiendo las huellas de su amado esposo: santa Teresa Benedicta de la Cruz nos es dada hoy como modelo en quien inspirarnos y como protectora a quien recurrir.
Demos gracias a Dios por este don. La nueva Santa sea para nosotros un ejemplo de nuestro compromiso al servicio de la libertad, en la búsqueda de la verdad. Que su testimonio sirva para hacer cada vez más sólido el puente de la comprensión entre judíos y cristianos.
De Ciencia de la Cruz*
Muchos creyentes se sienten atormentados, porque los hechos de la Salvación o nunca les han impresionado, o ya no les impresionan tanto como debieran, y ya no conservan para sus vidas la fuerza formativa de otros tiempos. La lectura de la vida de los santos les hace volver a la realidad y ver que donde la fe es en verdad viva, allí la doctrina de la fe y las grandes obras de Dios constituyen el núcleo de la vida; todo lo demás queda postergado y únicamente conserva su valor en cuanto está informado por aquellos. Es el realismo de los santos, que brota del sentimiento íntimo y fundamental del alma que se sabe renacida del Espíritu Santo. Cuanto en esa alma entra, ella lo acoge en forma adecuada y su correspondiente profundidad, y encuentra con ello una fuerza viva, impulsora y dispuesta a dejarse moldear, y no impedida por obstáculo ni entorpecimiento alguno, que se deja moldear, dirigir fácil y gozosamente por lo que ha recibido. Cuando un alma santa acepta así las verdades de la fe, éstas se le convierten en la Ciencia de los Santos. Y cuando su íntima forma está constituida por el misterio de la Cruz, entonces esa ciencia viene a ser la Ciencia de la Cruz.
Edith Stein
* Pasaje de la Introducción -Sentido, origen y fundamento de la ciencia de la cruz-.