Como reacción contra los excesos de la Cábala nació a mediados del siglo XVIII en Polonia y en Rusia, el jasidismo (jasid: pío, devoto), corriente mística judía cuyo creador fue el Baal Shem-Tov, un laico iluminado. Los cabalistas siempre habían pretendido conectarse con la tradición (cábala, en hebreo) y en su afán por reinterpretarla algunos maestros sucumbieron a la herejía. Así, Isaac Luria (1534-1572) sostuvo la doctrina de la transmigración y Sabbetai Zeví (1626-1676), quebrantador de la Ley, la figura más inquietante y atroz del misticismo judío, postuló la tesis de la santidad del pecado. Tú eres bendito, Señor Dios nuestro, rey del universo, Tú que permites lo que está prohibido, es la impía fórmula que resume el carácter extraño y subversivo del más conocido de los falsos mesías alumbrado por el judaísmo. De aquí al libertinaje sólo falta zambullirse en él.
Cuando, a su turno, Israel Baal Shem-Tov proclamó que la communio con Dios es más importante que el estudio de las Escrituras (en la misma línea de Isaac Luria dos siglos antes), su tendencia fue acusada de antirrabínica e insurgente. Sin embargo, como lo señala Gershom Sholem el movimiento por él fundado en el cual este elemento laico ocupaba un lugar sobresaliente y constituía, en el menor de los casos, uno de los factores decisivos de su desarrollo logró obtener en su lucha igualdad de derechos dentro del marco de la autoridad transmitida. Más aún: el jasidismo sigue siendo hoy una fuerza viva en la vida de muchos miles de judíos y también ha sido estudiado en profundidad por Martín Buber.
Precisamente un bisnieto del Baal Shem-Tov, el rabí Nachman de Breslau (1772-1810), nacido en el villorrio ucraniano de Madzeboz, alcanzó un alto grado de santidad y sabiduría y tuvo una pléyade de seguidores en todas las capas de la sociedad, desde los eruditos hasta los más palurdos. Tal predicamento es explicable: expuso una doctrina que hallaba eco tanto entre quienes aspiraban a una vida espiritual más elevada como en aquellos otros víctimas de los sinsabores del yugo cotidiano.
Profundo conocedor de los secretos místicos de la Cábala, pero extremadamente práctico y pragmático, inculcó la honestidad, la simplicidad y la fe. Para transmitir su mensaje urdió maravillosas historias de princesas, gitanos, mendigos y emperadores, a fin de enaltecer la plenitud del estar vivo. Guía espiritual y sostén de muchas almas, aún después de muerto su influencia se mantuvo viva y poderosa. En el tiempo en que le tocó vivir, a horcajadas entre la Revolución Industrial y el más absoluto vacío interior engendrado por la primacía de la Diosa Razón, el rabí Nachman de Breslau supo tomarle el pulso a la naciente era y dijo a los suyos: Os diré un secreto: un gran ateísmo está llegando al mundo…. Dirigiéndose a una época donde el extrañamiento de Dios comenzaba su largo camino hasta los arrabales del segundo milenio, su mensaje de esperanza y alegría enseña que cuando el negro pozo del yo parece cegado, aguardan allí chispas de luz, a la espera de ser liberadas.
Dijo el rabí Nachman que el hombre anda por la vida sobre un puente muy angosto, lo más importante es no tener miedo. También inculcó: Aprende a esperar. Si, pese a todos tus esfuerzos, no pareces alcanzar tus objetivos, ten paciencia. Entre la aceptación y la ansiedad, escoge la aceptación. Todo principio requiere que abras nuevas puertas. La llave para ello es el dar y el hacer. Da caridad y haz el bien. El hombre y el dinero no pueden estar juntos para siempre. O bien el dinero le es retirado al hombre o bien el hombre es alejado del dinero.
Sabedor de que lo que más nos fatiga en nuestro viaje espiritual es el sentimiento de que hay demasiado por hacer, aconsejó, en cambio, concentrarse en aquello que se está haciendo. De esta manera podremos superar hasta los obstáculos más descorazonantes. Por eso repetía: Nunca insistas en que las cosas sucedan exactamente como tú lo deseas, incluso en cuestiones espirituales. O: Sentirte distante de Dios es algo subjetivo, no objetivo; es sólo un sentimiento tuyo, no la realidad. También enseñó que si nuestra búsqueda de la Verdad está acompañada por la fe y la simplicidad, no tendremos dudas ni momentos paralizantes, sólo una alegre satisfacción. Así pues, Para el verdadero creyente, creer es ver. Todo puede ser útil para el servicio a Dios. Pero cuanto más le falta la fe a la gente, más se vuelve hacia la práctica de laboriosas y complejas devociones. Es mejor ser un tonto que se lo cree todo, que un escéptico que nada cree, ni siquiera la verdad. El rabí también sugirió diversas maneras para poder abrir el portal del Cielo: la plegaria establecida y la plegaria espontánea, la meditación introspectiva y el grito silencioso. Ora con alegría y verás que tus peticiones se elevan directamente hasta la cámara de Dios, indicó a sus oyentes.
El rabí Nachman estaba desolado, vacío. Su hijo acababa de fallecer. Aunque sus discípulos más cercanos habían llegado para consolarlo no pudieron soportar ser testigos de su tormento y salieron rápidamente de la habitación. Al volver al día siguiente, les dijo: Si no hubierais huido, yo os habría cantado algo hermoso…. Fue entonces cuando enseñó la lección llamada El jardín de las Almas donde explica cómo podemos extraer sentido incluso de nuestros más grandes sufrimientos. Con honda sabiduría instruyó no confundir un corazón quebrantado con la tristeza y la depresión. Esta última dijo es en realidad cólera, una queja contra Dios por no habernos dado lo que queríamos».
Duodécimo de la serie Los pequeños libros de la Sabiduría, esta selección de aforismos del rabí Nachman se debe a Moshe Mykoff y al Breslau Research Institute y ha sido bellamente traducido por Guillermo Breilinson, algo no demasiado frecuente en España. Y si estas enseñanzas constituyen un verdadero tesoro, no lo es menos la presente edición de bolsillo, cuya portada y contraportada reproduce un detalle del Alegato ante la corte rabínica, pintura de Carl Ostersetzer. Ante el valor de un texto así, y conociendo la estrechez de miras de los responsables del mercadeo editorial, cabe una pregunta más bien alarmante. ¿Cuántos ejemplares del libro habrán llegado a las librerías porteñas?
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Join discussionInspirador libro. Buena encuadernación, la edición de bolsillo. Para una judía que retorna a sus orígenes es un descubrimiento revelador.
Saludos!