En uno de sus más recientes bloopers, el presidente Menem describió la evolución de la humanidad como un proceso con tres etapas: el homo faber (Bergson), el homo sapiens (Linneo) y por último el homo videns. Al parecer, se inspiraba en esta reciente obra de Giovanni Sartori: un libro que entre otras cosas, ayuda a entender la política en la era menemista.

 

Si sus apuntadores lo hubiesen informado mejor, Menem se hubiera enterado de que para Sartori el Homo videns no es la cumbre de la evolución, sino un síntoma de decadencia. No sólo de la lectura -como se corrigió el presidente luego- sino de la inteligencia, la cultura, la opinión pública y la vida política. El episodio viene a probar sus tesis: la facilidad con que los títulos se convierten en slogans, sin necesidad de leer los libros.

 

Con el respaldo de su prestigio en teoría política, Sartori no se inquieta por los enemigos que habrá de ganarse con este libro. Por ejemplo, la revista Trespuntos lo califica gratuitamente de etnocéntrico, aunque quizás quiso decir logocéntrico.

 

Sartori entra de lleno en la polémica de las nuevas tecnologías, donde hoy suelen confrontar dos extremismos: los tecnoutopistas y los neoluditas. Con ironía, enfrenta a los tecnoutopistas que siguen a Negroponte (los llama “negropontinos”) y les opone una reflexión hecha desde el plano de lo político.

 

Sin embargo, a pesar de lo que algunos quisieran, Sartori no es el Unabomber, y ni siquiera piensa como Ernesto Sábato. No condena a las computadoras ni a la Internet, cuya utilidad instrumental no se cansa de alabar. Cuando critica a la TV, apunta a quienes la manejan.

 

Lo que le preocupa es el surgimiento de varias generaciones de pantalla-dependientes, criadas por esa nodriza electrónica que es la TV, que alimenta su inteligencia sólo con imágenes hasta deteriorar su capacidad de abstracción. Son los que, al llegar a adultos navegan por le Red en busca del entretenimiento perpetuo. Sartori, por su parte, sigue creyendo que el hombre es -como creía Cassirer- un animal simbólico, y piensa que una dieta de pura imagen tiende a atrofiar su capacidad de raciocinio.

 

Donde más cómodo se siente el autor es a la hora de tratar la formación de la opinión pública. Contra todo lo que se suele creer, afirma que el hombre actual, con infinidad de medios de información a su alcance, está profundamente desinformado. De hecho, la información tiende a ser cada vez más local, y sólo se ocupa de aquello que se puede traducir en una imagen emotiva. De este modo, las noticias importantes, aquellas que pueden cambiar nuestro destino, sólo se encuentran en algunos diarios, que por lo general suelen ocuparse de los mismos temas que la televisión, especialmente cuando integran un multimedia.

 

Ante el panorama negativo que concluye por trazar, apoyado en una sólida bibliografía, Sartori admite que sus conclusiones parecerán sin duda retrógradas para los “integrados”, y como Bourdieu se resigna a ser catalogado de “apocalíptico”. Tras algunas paradójicas propuestas (expulsar las pantallas del aula y emprender la crítica de la TV desde los periódicos) se pregunta si romper con la dependencia de la imagen, no será en definitiva una propuesta mucho más vanguardista de lo que suele creerse.

2 Readers Commented

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  1. sergio on 1 noviembre, 2010

    espero leer el libro para entenderlo mejor. ¿Por qué no envían reseñas de cada capítulo? Sería fantástico.

  2. Jaún on 25 marzo, 2012

    El ejemplo citado de Menem comprueba irrefutablemente la tesis de Giovanni Sartori. Sin mucho que agregar y vale la aclaración no se refiere al medio si no a los que lo manejan, tan grotescamente.

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