Jesús ha sido pequeño, ha sido niño, para que tú puedas ser hombre perfecto; ha sido ligado con pañales para que tú puedas ser desligado de los lazos de la muerte; ha sido colocado en un pesebre para que tú puedas ser colocado sobre los altares: vino a la tierra para que tú puedas estar entre las estrellas; no tuvo lugar en la posada para que tú tengas muchas mansiones en el cielo. Él, siendo rico, se hizo pobre por nosotros a fin de que fuéramos enriquecidos por su pobreza. Por lo tanto, aquella pobreza es mi patrimonio y la debilidad del Señor, mi fortaleza. Prefirió para sí la indigencia a fin de ser abundancia para todos. Me purifica el llanto de ese niño, sus lágrimas me han lavado.
(Del Tratado sobre el Evangelio de San Lucas, II, 41).