En un mundo donde cada vez abundan más rostros desanimados, espíritus cansados, mentes hipercríticas, el II Encuentro del Papa con las Familias, celebrado en Río de Janeiro el pasado 4 y 5 de octubre, significó para mí, una inyección de alegría y de esperanza.

 

El Papa justamente convocó a las familias del mundo bajo ese lema: “Familia, don y compromiso, esperanza para la humanidad”.

 

Pero esperanza en qué y para qué. A veces pareciera que los hombres ya no esperamos, no vivimos como dice el apóstol Pablo “alegres en la esperanza”. El Pontífice, en cambio, demuestra ser un hombre esperanzado, anclado en Dios.

 

Y quizá por esto cosecha tantos seguidores y admiradores. Con su humor y su sonrisa tierna conquista los corazones de las personas sedientas por vivir la alegría de ser cristianos y de sentirse amados por Dios.

 

Más entusiasta

 

En Brasil Juan Pablo estuvo más distendido que en París, donde hace no tantas semanas celebró las XII Jornadas Mundiales de la Juventud. Ante el bullicio y los cánticos cariocas, improvisó: “Si Dios es brasileño, el Papa es carioca”.

 

Las risas fueron interminables. Al día siguiente varios murales de la ciudad se empapelaron con su comentario.

 

De hecho, lo más rico de sus reflexiones se filtró quizá, en esos momentos en que dejó el libreto y habló movido por el dictamen de su corazón.

 

En el estadio de Maracaná, convertido el sábado por la noche en un gran templo de oración y de encuentro con 120.000 familias del mundo entero, el Pontífice improvisó: “Luego de 50 años he llegado a la conclusión de que la armonía de la arquitectura humana y divina, que se reflejan tan magníficamente en esta ciudad, se logra también en el marco de la familia combinando el amor y la responsabilidad”.

 

Me impresionó que al terminar dicha fiesta -se trató realmente de una fiesta-, la mayoría de los allí reunidos subrayó este pedido del Papa. Siento que él cree en el hombre y en su capacidad para alcanzar la verdad y vivir el bien. Y por eso, con una suave firmeza invita a las familias del mundo entero “a vivir la santidad en el matrimonio”, a “experimentar la felicidad que va acompañada de fidelidad” y a caminar desde “el amor y la responsabilidad”.

 

Palabras todas que quedaron resonando en mí. En primer lugar, porque me invitan a ensanchar mi corazón, “a amar hasta que duela”, como diría la Madre Teresa de Calcuta, hecho que veo reflejado en miradas tiernas y compasivas como la de esta santa y la del Pontífice. Y, en segundo término, porque el compromiso y la responsabilidad de los cuales habla Juan Pablo II me interpelan para dar una respuesta más plena a Dios y al mundo desde mi vocación, desde lo que Él me llama a ser.

 

La alegría de compartir y celebrar

 

Lo que se vivió en este encuentro, como en otros de esta magnitud, es de una riqueza incalculable. Más allá de las falencias de la organización, de la exagerada seguridad que entorpeció, a mi juicio, la libre circulación de las personas y el trabajo de muchísimos periodistas, el encuentro fue inmensamente positivo para quienes tuvimos la oportunidad de vivirlo.

 

Acostumbrados a rezar solos en el silencio de nuestras habitaciones, nos llena de alegría y de fuerza el compartir la fe y la oración con tantas otras personas que peregrinan a estos encuentros con el anhelo de acercarse a Dios, a su verdad.

 

Para mí, ese fin de semana que viví con el Pontífice y muchas familias del mundo en Río significó cargar las baterías de mi espíritu.

 

Y quizá lo que más valoro en estas jornadas es el encuentro con el otro, personal e individual, tan diferente de mí (de otra nacionalidad, edad, etnia) y al mismo tiempo tan igual. Esa persona que anhela, que busca, que quiere compartir su camino apoyándose tal vez en mí. Cito una sola anécdota como ejemplo. Compartí el encuentro del Maracaná el sábado por la noche codo a codo con un señor italiano, veinte años mayor que yo, un hombre de gran sabiduría. Al día siguiente, por casualidad -si es que la casualidad existe- lo encontré en el Aterro do Flamengo donde el Pontífice celebró misa entre los dos millones de asistentes. El encuentro nos sorprendió a ambos y nos llenó de alegría.

 

Esta calidad de vínculos, que se ven favorecidos en días festivos y religiosos como lo fue este II Encuentro del Papa con las Familias, quedará en mi corazón como un regalo del Señor, que cada día más nos invita a vivir, como diría el jesuita Wilkie Au, “por el camino del corazón”. 

1 Readers Commented

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  1. ME LLENA DE ALEGRIA ESA HERMOSA PALABRA LLEVADA A LA PRACTICA DEL ESTADO INTERIOR DEL HOMBRE

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