Distante del entusiasmo cívico de1983 por la reinstalación democrática, la sociedad busca salir de la perplejidad. Si algo ha mostrado la última elección es la ausencia de partidos políticos democráticos y la manipulación de las instituciones para conservar o llegar al poder.En una de las reuniones del Consejo de Redacción de CRITERIO, uno de sus miembros hizo una fuerte defensa del voto en blanco pues entendía que votar por el candidato que fuera, era mantener el mismo estado de cosas, ya que nadie quiere cambiar. Solemos acusar al oficialismo pero nuestro colega extendía la responsabilidad a la oposición y a los ciudadanos.
Fue una vergüenza que Néstor Kirchner auspiciara las “candidaturas testimoniales”. Pero la vergüenza fue mayor cuando, con la derrota en la mano, dijo: “Entendemos en una primera lectura que los habitantes de la provincia desean que Daniel Scioli siga siendo gobernador… Nosotros oímos los resultados… Quiero que sigas siendo gobernador y que te hagas cargo del PJ”. Scioli respondía: “Es lo que la gente quiere. (…) Kirchner tomó una decisión y me toca a mí hacerme cargo. Respeto la voluntad popular”. Muchos ciudadanos avalaron esas “candidaturas” y la Justicia, salvo excepciones, salió a buscar más argumentaciones que verdades.
En una oportunidad Abel Posse dijo que la Argentina no tuvo grandes crisis, porque el país era un kindergarten. Nuestra política sería así como una comedia infantil. No hubo matanzas como las que enfrentan a palestinos e israelíes; ni aviones terroristas derribaron torres como en Nueva York; ni las crisis financieras provocaron el desempleo, las grandes quiebras y hasta los suicidios que las grandes potencias sufren. Consuela la mirada de Posse, a pesar de la gravedad que expresa. Por eso una mezcla de humor e irrealidad corría por mi imaginación cuando escuchaba a Kirchner y a Scioli, y recordaba… allí se matan, quiebran fuertemente, se suicidan. Lo nuestro parece un juego de chicos.
La oposición ¿es ejemplo de institucionalidad? El “opositor” al que encuestas y politólogos auguran mayor futuro, Julio Cobos, fue radical, gobernador de Mendoza y luego integrante de la fórmula presidencial justicialista elegida por Kirchner. Fue un dolor de cabeza para los radicales y para los justicialistas tras la madrugada en que dirimió la crisis del campo y empezó a cosechar votos. En esta comedia es el niño mimado, pero no tiene partido y casi quedó afuera en la última elección.
Elisa Carrió, otrora también radical, luego del partido de Carrió, volvió al radicalismo con ramos de flores y se encontró con el mismo Cobos, a quien venía criticando por sus idas y venidas. Francisco De Narváez, Felipe Solá y quienes conforman el llamado “peronismo disidente”, eran justicialistas y ahora ¿a qué partido pertenecen? Mauricio Macri, que cuando Kirchner asumía la presidencia le decía públicamente que le convenía inclinar el “dedo” a su postulación como jefe de gobierno porteño, fue opositor kirchnerista y ahora es aliado de los “peronistas disidentes”.
No hay democracia interna en los partidos sino atropellos para llegar al poder. Los líderes se autonominan, arman listas y van de partido en partido según corran los vientos. El gobernador Scioli fue candidato a diputado, inconstitucionalmente pero con aval de la justicia. Una vez electo, en un mismo día, desoyó las urnas, retuvo la gobernación y corrió a presidir el PJ. Hace unos años era un rasgo ético renunciar a la conducción partidaria cuando se aspiraba a una candidatura. Uruguay mantiene esta ética y el mismo día 28 de nuestras elecciones, dirimía democráticamente sus candidaturas presidenciales.
Voto en blanco o el kindergarten argentino: dos discursos posibles en la Argentina de hoy. ¿Qué nos está pasando?

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