llach-webLa publicación de una encíclica suele despertar variadas conjeturas acerca de sus “autores ocultos”, y también ha ocurrido con Caritas in veritate. A veces ese ejercicio ayuda a comprender el contexto, pero por lo general distrae de la sustancia, alimentando más que nada “internas” ideológicas o políticas, dentro o fuera de la Iglesia. llach-web1Por ejemplo, en el número de Criterio del pasado agosto, Jean-Yves Calvez especula acerca de las razones por las que el Papa no se ha referido a la crisis global o no ha criticado a los bancos, y las atribuye a que “en su entorno hay economistas liberales, incluso en la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales”. La contribución que sigue fue expuesta en la última sesión plenaria, en mayo de este año, con motivo de la presentación del libro que resumía los trabajos de la Academia sobre la globalización y la crisis financiera desarrollados en los últimos nueve años1. El lector podrá apreciar que la búsqueda de razones de la omisión de la crisis financiera o de críticas a los bancos está mal rumbeada en lo que se refiere a la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales, que muy claramente advirtió desde tiempo atrás los serios peligros que se corrían.

 

Tal vez resulte impropio decir “Se lo dijimos”, pero como puede observarse en las citas que se presentan en este trabajo, parte importante de la labor de la Academia de las Ciencias Sociales sobre globalización2 se ha concentrado en las fallas de gobernanza de la globalización y en las consecuencias negativas que esto podría conllevar, en especial, en el ámbito de las finanzas nacionales e internacionales. Por cierto, no fuimos el único grupo de personas en advertir contra estos riesgos. Pero el hecho es que todos fracasamos: estalló la peor crisis económica mundial desde 1929, y los costos en términos de aumento de desempleo y pobreza serán tremendos. Resulta muy evidente que algo andaba mal.         

 

 

1. La necesidad de gobernanza global

 

Multilateralismo y debilitamiento de la gobernanza mundial. Mientras en la arena internacional proliferan las acciones y las organizaciones unilaterales, bilaterales y regionales, el multilateralismo parece debilitarse peligrosamente. Esto puede observarse en una amplia gama de cuestiones, como son los serios problemas para encontrar vías de solución a los desequilibrios financieros y comerciales, y a la falta de alineación de los tipos de cambio mundiales. Paralelamente, hay un evidente deterioro de las instituciones multilaterales, como la ONU, la OMC, el FMI y el Banco Mundial, y sus contrapartes regionales, cuyas funciones se han desdibujado o son cada vez más difíciles de desempeñar. La necesidad de una gobernanza mundial sensata y sólida constituye una de las principales conclusiones de los trabajos previos de la Academia, y la crisis del multilateralismo representa un serio obstáculo para alcanzarla.

 

Bien común universal y la gobernanza de la globalización. Debido a la dimensión mundial de los desafíos actuales, es preciso instaurar una autoridad pública con competencia universal y orientada hacia un bien común universal centrado en la persona humana (Juan XXIII, Pacem in terris, 1963). Es el momento “de trabajar juntos en favor de una nueva organización constitucional de la familia humana”, una organización que esté en posición de satisfacer las nuevas demandas de un mundo globalizado. Esto no significa crear un “súper Estado global”, sino continuar los procesos que ya están en marcha con el fin de aumentar la participación democrática y de promover la transparencia política y la responsabilidad en las instituciones internacionales. (Juan Pablo II, PACS, 2003).

 

Carácter mundial de la cuestión social, globalización en la solidaridad, desarrollo humano integral y rol de la libertad. La cuestión social se ha tornado mundial por su propia naturaleza, y las respuestas a ésta deben hallarse en una nueva visión del desarrollo integral, que consiste en el “desarrollo integral de todo el hombre y de todos los hombres” (Pablo VI, Populorum Progressio). Por su tendencia a la libertad, los seres humanos buscan traspasar las fronteras existentes, en especial las de los Estados o del conocimiento; de allí que la globalización tenga en sí el potencial para acrecentar toda clase de intercambios sobre la base del principio de la libertad.

 

Gobernanza débil. Estamos atravesando una etapa de gobernanza débil que se caracteriza tanto por una consideración insuficiente de las cuestiones éticas como por el predominio de los enfoques técnicos, que no han logrado solucionar ninguno de los desafíos más importantes a los que nos enfrentamos, como la guerra, el comercio o el medioambiente, y ni siquiera algo más urgente y elemental como la asistencia humanitaria. Es más, un enfoque meramente tecnológico subyace a la idea de solucionar problemas mundiales con guerras que se conciben como acciones quirúrgicas. Por el contrario, los conflictos y las guerras deben prevenirse a través de la justicia y del desarrollo integral. Es preciso pues que abandonemos los enfoques técnicos y consideremos la gobernanza mundial sobre bases éticas.

 

Riesgo de caos. Las instituciones nacionales ya resultan insuficientes para la búsqueda del orden justo en el mundo global. Pero la globalización comporta un riesgo de caos debido a la erosión del rol de ordenamiento y pacificación de los Estados nacionales, además de los déficits de la política internacional y las lagunas del derecho internacional. Promover un gobierno internacional, por otro lado, conlleva el riesgo de institucionalizar “malos” gobiernos. Se está abriendo una enorme y peligrosa brecha entre el espacio social global y el de las entidades particulares. La sociedad global es demasiado débil y contingente para desempeñar ese papel. La falta de democracia en el nivel internacional está obstaculizando la humanización del sistema global, contrariamente a lo que ocurría en el ámbito nacional dado el desarrollo de la democracia. La subsidiariedad afirma el valor de las instituciones internacionales, pero evita la aceptación acrítica del internacionalismo. Promueve la libertad y la identidad de las culturas locales sin reducir el particularismo a una mera delegación de poderes.

 

La cuestión de un gobierno mundial. Imposible negar la impresión de precariedad que impera en el orden internacional en el nivel económico, jurídico y político. Siguen declarándose guerras, y son escasas las iniciativas globales efectivas y justas. Las estructuras del entorno internacional parecen resistir cualquier forma de control democrático. Al despuntar el siglo xxi, la gobernanza global exige un nuevo conjunto de estándares éticos internacionales. La democracia civil fundada en la opinión pública, las instituciones no gubernamentales y la aceptación de las pautas contempladas en los acuerdos internacionales constituye una de las premisas. Además, soluciones de gobernanza adecuadas deberían velar por restringir el peso de las consideraciones puramente económicas. Una de las principales motivaciones para instar por un gobierno mundial radica en la necesidad de preservar la paz mediante la sujeción al derecho y las obligaciones internacionales, y se relaciona también con la noción de bien común universal. Es una utopía concebirlo como una estructura centralizada de gobierno, pero no si pensamos en una coordinación del proceso de toma de decisiones en el nivel internacional. Posiblemente percibamos que se está desarrollando el embrión de una gobernanza mundial en la conciencia creciente de una responsabilidad común. Esto puede observarse en el reconocimiento del derecho a intervenir, la legitimidad conferida al Consejo de Seguridad de la ONU, la institucionalización de cumbres de líderes mundiales, los esfuerzos por lograr una gestión racional y conjunta de los recursos del planeta, junto con la preocupación por un desarrollo sostenible y el establecimiento de un sistema judicial mundial –como el instaurado en la Corte Penal Internacional– capaz de emplazar a todos los gobiernos. Pero la política del poder sigue viva y amenaza seriamente todo lo que se ha hecho durante los últimos veinticinco años para construir un orden internacional cimentado en la cooperación y la consulta. Además, resta desarrollar otras reformas orientadas a implementar una mejor gobernanza de la globalización, como la reforma de la ONU y sus instituciones económicas; la instauración de nuevas normas que regulen el medio ambiente, el comercio, las finanzas, las inversiones y las actividades de las corporaciones internacionales; la elaboración de un sistema tributario o fiscal mundial, y la instauración de nuevas relaciones entre la sociedad civil y los sectores público y privado.

 

Gobernanza de las instituciones internacionales. Desafortunadamente, no hay nada menos democrático ni menos abierto a la participación que algunas instituciones internacionales en las que un único voto tiene mayor peso que el de la mayoría. Si no se encaran sensatas reformas a la gobernanza, la legitimidad de las instituciones se verá socavada. Es necesario reformular seriamente las prácticas; de lo contrario, pueden dispararse fuertes reacciones.

 

 

2. Problemas y propuestas para las finanzas internacionales

 

2.1. Diagnósticos

 

Finanzas internacionales: desequilibrios y debilidades mundiales, y mayor autonomía de los países emergentes. Las finanzas internacionales también han llegado al nuevo milenio con noticias contrastantes. Por un lado, los “superávits gemelos” –fiscal y externo– de muchos países emergentes implican que son financieramente más autónomos que antes, incluso hasta el punto de convertirse en banqueros importantes en el planeta, lo que genera problemas de capacidad ociosa a sus prestamistas tradicionales, como el FMI, el Banco Mundial y los bancos regionales. La otra cara de la moneda refleja el continuo crecimiento en el déficit de las balanzas de pago de algunos países desarrollados. En conjunto, estos desequilibrios revelan la falta de alineación de algunas de las tasas de cambio más relevantes, a la vez que plantean un problema potencial para la estabilidad del orden financiero y una amenaza para la continuidad del actual crecimiento económico. Este riesgo se ve apalancado por nuevos desarrollos financieros que aumentan rápidamente la liquidez mundial y ofrecen nuevas oportunidades para la financiación del desarrollo, pero que, al mismo tiempo, amenazan la estabilidad financiera. La coordinación internacional de las autoridades encargadas de la supervisión monetaria y financiera es más necesaria que nunca para lograr organización y códigos de conducta. Ya son muchos los que creen que algunos desarrollos financieros, como el crecimiento explosivo del patrimonio privado y los mercados de derivados, podrían resultar excesivos si se los compara con la economía “real”. Mientras que el sistema Bretton Woods tenía el mandato claro de crear un sistema equitativo de asistencia a los países en desarrollo, la estructura de gobernanza del sistema actual, casi exclusivamente en manos de agentes privados e inversores especulativos, entraña un riesgo de contagio y a menudo es injusta. Debido a una perversa interacción entre la volatilidad inherente a los mercados financieros y la importancia decisiva que la reputación tiene para ellos, ocurre con mucha frecuencia que los flujos de capital contradicen las predicciones teóricas, esto es, van de los países en desarrollo a los países desarrollados. Asimismo, parece conveniente repensar el sistema global de reservas monetarias, que tal vez no es el óptimo ni el más equitativo. Una reforma prudente de este sistema podría con el tiempo generar recursos para financiar el desarrollo de los países menos desarrollados.

 

2.2. Gobernanza de las finanzas internacionales

 

La globalización financiera se aceleró en los años ochenta del siglo pasado con la rápida liberalización de los movimientos de capital internacional en muchos países. Luego de una serie de graves crisis financieras en algunos países emergentes, hoy somos testigo de un cuestionamiento generalizado de la visión que indujo a esperar de aquella tendencia beneficios manifiestos y ampliamente compartidos.

a) Cuestiones éticas en la globalización de las finanzas y de las responsabilidades y deberes de las instituciones financieras internacionales (IFI). Los países más desarrollados y, en especial, las instituciones multilaterales tienen el deber de asesorar a los países menos desarrollados respecto de qué niveles de deuda son prudentes y de cómo gestionar sus riesgos, pero no lo han hecho y, a menudo, su consejo ha exacerbado los riesgos para los países menos desarrollados.

 b) Países insolventes y regímenes en bancarrota. Una cuestión muy delicada se refiere a la solución de aquellos casos en que un país se percibe insolvente. La comparación con el tratamiento jurídico de la insolvencia de una firma tiene sentido ético, y sería justo instaurar un procedimiento formal para la solución de tales casos.

c) Países altamente endeudados. En algunos casos, el grado de culpabilidad de los prestamistas llega a ser lo suficientemente alto como para tornar convincente el argumento moral en favor de una condonación de la deuda. Existe una razón importante, sin embargo, contra la condonación de deudas: alienta los malos préstamos (“riesgo moral”). Hasta tanto se cree una autoridad internacional, los países ricos y poderosos tienen el deber moral de actuar conforme al objetivo de ayudar a los desfavorecidos del mundo. Las iniciativas para países pobres fuertemente endeudados (sus siglas en inglés: HIPC) y las estrategias para la reducción de la pobreza (sus siglas en inglés PRSP), sumadas a las recientes para la reducción de la deuda y la pobreza de las instituciones de Bretton Woods, están permitiendo un progreso importante en los países que ya se han beneficiado de ellas.

 d) Políticas para confrontar crisis. En los países emergentes, las crisis han significado desconcierto y angustia. Su recurrencia demuestra su carácter sistémico, lo que exige la reconsideración de las prácticas y políticas aplicadas durante la última década.

e) El sistema de reservas global. Si alguien ajeno al sistema financiero global lo observara, notaría una peculiaridad: aparentemente, el país más rico no puede vivir con lo que gana, y en 2006 pidió prestados unos $850 mil millones al año (6,5% de su PBI) del exterior, y casi la mitad a los países emergentes. Parte del problema radica en el sistema de reserva global, el cual supone que los países aparten dinero para emergencias. Las “reservas” se mantienen típicamente en divisas fuertes, en especial, en dólares, y ello implica que los países pobres prestan a los Estados Unidos sumas sustanciales cada año. Las inestabilidades e inequidades asociadas con el sistema de reservas mundial pueden imponer altos costos a los pobres.

f) El financiamiento del sector público sin conexión con proyectos productivos controlables merece especial atención debido a las “condiciones onerosas” que suelen imponerse sobre dichos préstamos –es decir, más estrictas que las condiciones normales de mercado– y que, acumuladas, se convierten con el tiempo en una carga insoportable para los países prestatarios. Creer que todos los gobiernos están comprometidos con el bien común de la gente, o sea, con el bienestar de todos y cada uno de los habitantes del país, es un rasgo de ingenuidad censurable. Hay casos donde el gobierno está controlado por dictadores sanguinarios que someten a su arbitrio a la sociedad, negándole sus derechos inalienables naturales, gobernando para enriquecimiento propio, de sus familias y de los allegados que los ayudan a enquistarse en el poder.

g) Recientes puntos de progreso: i) desarrollo y reestructuración de algunas actividades del FMI y el Banco Mundial; ii) el establecimiento del Foro de Estabilidad Financiera en Basilea; iii) la complementación de la cooperación continua entre los países del G-10 y el nuevo grupo G-20; iv) la evolución intermedia de numerosos códigos y estándares para los mercados financieros y para la supervisión de los sistemas financieros; v) la adopción de nuevas facilidades anticrisis en el FMI.

h) Desafíos renovados. Como hemos dicho, los desarrollos recientes en las finanzas internacionales con la introducción de instrumentos financieros en permanente cambio y cada vez más sofisticados han llevado a la peligrosa crisis actual originada en el llamado mercado de las hipotecas sub-prime. Está claro que nuevas tecnologías financieras precisan también nuevas formas de supervisión y normas de regulación con alcance nacional y global, es decir, nuevas formas de gobernanza financiera mundial. A falta de ello, todo el promisorio proceso de desarrollo económico a escala mundial, en especial, en los países emergentes y menos desarrollados, estará en permanente riesgo.

 

2.3. Propuestas

 

a) Instituciones financieras internacionales. Hoy se necesita una tercera ola de agencias reguladoras que controlen los mercados financieros globales, los cuales no están regulados y son inmensamente poderosos. La ética sin duda recomienda un nuevo equilibrio en los estatutos del FMI y el Banco Mundial, como también en iniciativas tales como el Foro de Estabilidad Financiera, que otorgue mayor representación a los países menos desarrollados.

b) Regulaciones financieras internacionales. Es esencial que se desarrolle una visión clara de una arquitectura financiera adecuada a las nuevas circunstancias que contemple la obtención a través de la cooperación internacional de una adecuada transparencia y la regulación de los préstamos financieros y mercados de capital internacionales; la provisión de suficiente liquidez internacional de origen oficial a los países en tensión financiera; procedimientos para una ordenada renegociación de la deuda con alcance internacional; medidas internacionales para la prevención y gestión de crisis; mecanismos que otorguen o habiliten una adecuada liquidez y finanzas de desarrollo para países de escasos recursos, y que regulen oleadas excesivas de flujos de capital potencialmente reversible en los países receptores, sin desalentarlos demasiado. La manera adecuada de superar crisis en los mercados emergentes no es reducir el papel del FMI. Según sus críticos, éste seguiría ciegamente principios que tildan de ideológicos: una libertad absoluta para las transacciones de capital y el equilibrio de los presupuestos públicos, sin una consideración suficiente de los prerrequisitos referidos al desarrollo del sistema financiero nacional o a las tendencias de negocios circundantes. Estas críticas merecen ser tenidas en cuenta.

c) Políticas y regulaciones nacionales. Es preciso formular mejores políticas que apunten a dificultar el desarrollo de burbujas en los mercados financieros y a mejorar la transparencia tanto en el sector privado como en el público.

d) Crisis en los países en desarrollo. En este aspecto, se requiere una mayor cautela de parte de las autoridades nacionales, en especial, en lo relativo a la gestión de la tasa de cambio, la regulación macroeconómica y la vigilancia del sistema financiero.

e) Asistencia, inversión extranjera directa y alivio de la deuda externa. En la mayoría de los casos, se necesita de la asistencia pública y privada mediante transferencias de capital y la ayuda de personas y grupos; y la Iglesia debería alentar esta clase de ayuda. Pero no alcanza. Los propios países receptores de asistencia deben crear, asimismo, condiciones que atraigan el capital privado desde el exterior (inversión extranjera directa), que también puede desempeñar un papel importante en el desarrollo económico. Lo mismo vale para la condonación de la deuda. Incluso la Iniciativa HIPC para países pobres fuertemente endeudados del FMI y del Banco Mundial sólo puede contribuir a una mayor y perdurable riqueza para las personas si los recursos liberados se utilizan de manera realmente productiva. El alivio de la deuda externa, claramente, no es una panacea. Hoy se debería avanzar a partir de la implementación activa del consenso de Monterrey, que apunta a reemplazar con una asociación lo que hasta ahora solía ser una frustrante relación de asistencia entre países industrializados y en desarrollo.

f) Sistema de reserva global. Existen reformas que podrían abordar los problemas del sistema de reserva global, hasta incluir una emisión anual de Derechos Especiales de Giro que podrían emplearse para financiar el desarrollo y otros bienes públicos globales.

 

 

3. Algunos rasgos a menudo ignorados, pero positivos, de la globalización actual3

 

Construcción silenciosa de un nuevo consenso sobre el rol del Estado, de los mercados y de la sociedad civil. A pesar de la crítica que despierta el orden o desorden mundial, y quizás más en línea con lo que se da en llamar crisis de las ideologías, se vislumbran algunas señales que apuntan al final de la era de las alternativas extremas en el frente socioeconómico (p.ej., mercado vs. planificación), y en el frente político (p.ej., individualismo vs. totalitarismo). En su lugar pareciera emerger un orden social de tres dimensiones, sobre la base de un papel renovado de las organizaciones autónomas de la sociedad civil, junto con los mercados y el Estado.

 

Crecimiento económico, comercio y finanzas: Posibilidad de una larga y generalizada ola de crecimiento económico. El siglo xxi ha llegado acompañado de una aceleración del crecimiento económico casi en todo el mundo, comparable únicamente a lo ocurrido durante la “edad de oro” de finales de los cincuenta, los sesenta y principios de los setenta del siglo pasado. Es bastante probable que esta aceleración se prolongue y se convierta en una larga ola de crecimiento económico y, tal vez por primera vez en la historia humana, algunos de sus principales generadores provengan de países emergentes y hasta pobres. En primer lugar, la aceleración del crecimiento económico en Asia, lo que implica la incorporación de casi la mitad de la población mundial a los patrones modernos de consumo y una inmensa provisión de mano de obra barata, también conduce a un fuerte crecimiento de la demanda y del precio de los commodities, la mayoría de los cuales se fabrican en países menos desarrollados. En segundo lugar, los países emergentes e incluso pobres tienen un enorme potencial para ponerse al día, al incorporar lo más nuevo en información y tecnología de la comunicación en la producción y el consumo, lo que se traduce en rápidos aumentos de la productividad. En tercer lugar, está surgiendo un nuevo consenso sobre políticas económicas que se está aplicando en muchos países menos desarrollados, centrado en la obtención de superávits gemelos –fiscal y externo– y en la acumulación de reservas extranjeras. En cuarto lugar, de modo sistemático muchos países menos desarrollados están profundizando su preocupación por la educación y su inversión en ella. Sin embargo, esta larga ola de crecimiento económico propulsada por países en desarrollo enfrenta graves amenazas que provienen de los desequilibrios del mundo financiero, las restricciones comerciales, el deterioro ambiental y las brechas sociales, y la pobreza. Pero a la vez, nos hallamos ante un crecimiento impresionante en el comercio mundial de bienes y servicios. Es más, se trata de un crecimiento orientado a favor de los pobres, debido al aumento inducido en los precios de los commodities. Por el momento, se ha revertido el deterioro tradicional de los términos de comercio contra los países pobres, y más aún si consideramos el mayor poder adquisitivo de los commodities en términos de productos e información biotecnológicos, y de equipos y programas propios de la tecnología de la comunicación, cuyos precios se reducen año a año.

      En el siglo actual, el PBI per cápita de África ha crecido el 3,6% por año. Esta tasa permitiría al continente más pobre del mundo duplicar su ingreso por persona en apenas veinte años. La última vez que África logró hacerlo, le llevó un siglo. Este tipo de cosas son las que se han visto en riesgo debido a las fallas descriptas en términos de gobernanza internacional.

      Sin embargo, no soy pesimista en cuanto a las perspectivas futuras de la economía mundial. Pienso que la situación es completamente diferente de la que vivió el mundo en la Gran Depresión. No hay deflación, ya no existe el brutal proteccionismo de aquellos tiempos y, más importante, se está dando un proceso de construcción de consenso, tal como hemos visto en el encuentro del G-20 de principios de abril. Todas las semanas percibimos señales de que la economía mundial está aterrizando y, muy probablemente, despegue en la segunda mitad de 2009. De ser así, se deberá a buenas políticas económicas y sociales de muchos países emergentes y pobres, y a muy rápidas reacciones de las políticas económicas de la mayor parte del mundo. Ambas son buenas señales de la construcción de un nuevo consenso en el ámbito de las políticas económicas y sociales, más cercano a la Doctrina Social de la Iglesia.

 

 

4. ¿Qué puede aprenderse de este fracaso colectivo?

 

      No obstante la elocuencia desplegada por nosotros, y por otros, el hecho es que no fuimos lo suficientemente capaces de hallar la fórmula para ser escuchados por audiencias relevantes. O, tal vez, cultivamos una suerte de pensamiento débil, pues no estábamos convencidos de la importancia de lo que decíamos. Es muy probable que, de haber alzado aún más la voz, tampoco hubiéramos tenido éxito: poderosos intereses se oponían, y aún se oponen, a la idea misma de alguna clase de gobernanza mundial. No obstante, debemos encontrar modos de dar a conocer nuestras ideas y nuestros trabajos a personas de todas partes, y en particular a los líderes políticos, académicos y culturales de cada uno de nuestros países.

 

El autor es miembro de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales desde su fundación por SS Juan Pablo II en 1994 y miembro del consejo de ésta desde 2004.

 

Notas

 

1. Ponencia original titulada Academy’s Alerts on the Weaknesses of Globalization and Present Crisis”, leída en la presentación del libro editado por Juan J. Llach (2008), Summary on Globalization. Main Outcomes of the Work of the Pontifical Academy of Social Sciences on Globalization, Vatican City: The Pontifical Academy of Social Sciences, que tuvo lugar en la XV sesión plenaria (2 al 5 de mayo de 2009) en una mesa redonda en la que participaron, además, el cardenal Oscar Rodríguez Maradiaga, Joseph Stiglitz y Hans Tietmeyer.

2. La lista completa de reuniones de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales (PACS) en torno a la globalización es la siguiente: A) Las dimensiones sociales de la globalización (2000, taller); B) Globalización: Inquietudes éticas e institucionales (2001, sesión plenaria); C) Globalización y desigualdades (2002, coloquio); D) Gobernanza de la globalización (2003, sesión plenaria); E) Caridad y Justicia en las relaciones entre pueblos y naciones (2007, sesión plenaria). Otras cuestiones vinculadas a la globalización han sido abordadas en las siguientes sesiones plenarias: F) Sobre la Democracia (1998); G) sobre diversos aspectos de la Solidaridad Intergeneracional (2002, 2003 y 2006); H) seminario del Grupo de Trabajo Conjunto de las Academias Pontificias de Ciencias y de Ciencias Sociales sobre Globalización y educación (2005). Entre otros trabajos relevantes y pertinentes de la Academia se cuentan los siguientes: I) Edmond Malinvaud y Margaret S. Archer (2003, editores), Work and Human Fulfillment, Michigan: Sapientia Press, síntesis de la labor de la Academia sobre trabajo, empleo y desempleo (sesiones plenarias de 1996, 1997, 1998 y 1999); J) Foro sobre prioridad del trabajo celebrado el 5 de mayo de 2003 (publicado en 2004); K) Síntesis de la labor de la Academia sobre la democracia (taller de 1996 y sesiones plenarias de 1998 y 2000), preparada y editada por Hans F. Zacher (2005), Democracy in Debate. The Contribution of the Pontifical Academy of Social Sciences. El sitio de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales es: http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_academies/acdscien/index_social_en.htm. Para obtener una síntesis de la mayoría de estas reuniones, cfr. Juan J. Llach (2008, editor), Summary on Globalization. Main Outcomes of the Work of the Pontifical Academy of Social Sciences on Globalization, Ciudad del Vaticano, Pontificia Academia de las Ciencias Sociales.

3. Las visiones pesimistas de la actual ola de la globalización son tan generalizadas que –en especial, en los países desarrollados– simplemente ignoran muchos efectos positivos en los países en desarrollo, que esbozamos en este trabajo.

 

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