Todos los involucrados en el sector de la producción de carne del país están a la espera de novedades importantes respecto de los precios del ganado. Las cifras de la reducción del stock nacional y de los índices de producción primaria de carne (no de kilos generados por faena) son contundentes.
En este contexto los productores de carne aguardan un incremento sustancial en los precios del ganado al margen de toda intervención política. Sus consultores de cabecera los entusiasman, pero hace tiempo que la suba está pronosticada, tanto que al fin y al cabo en algún momento acertarán.
El productor tradicional, que no tiene incidencia alguna en la fijación de precios del ganado y mucho menos en la carne al mostrador, sueña con levantarse una mañana y ver cómo desde el mercado de Liniers le dicen que suben los precios, que escasea la hacienda y que llame a su consignatario de confianza.
La política de gobierno es clara y consecuente en sus decisiones: carne barata para el consumo. Y en realidad desde esa óptica obró de manera muy eficiente, sobre todo al mantener el valor de la hacienda en pie a un precio más bajo de lo que había planificado. Esta política quitó rentabilidad a todo el sector productivo, escenario al que se sumó un efecto climático que terminó de dar el golpe final, con una combinación sin precedentes de sequías e inundaciones.
Asimismo esta política abrió una posibilidad de negocios muy importante a toda la cadena intermedia ya que en la faena, la intermediación,la exportación o la comercialización final de la carne, difícilmente alguien no haya ganado mucho dinero. Ello explica también por qué gran parte de estos actores dieron un paso adelante en el eslabón productivo, al menos en la última etapa de terminación a corral, desde la gran renta generada en las etapas posteriores al engorde en sí mismo.
El engorde a corral o feedlot es una actividad que creció de forma extraordinaria en los últimos años debido a las más diversas razones. En primer término, por una necesidad productiva y concreta: generar un producto uniforme, continuo y de alta calidad. También por la rentabilidad agrícola del país con todo su potencial de producción de cereales, forrajes y subproductos a los cuales se les agrega valor transformándolos en carne, y debido a la renta extraordinaria que generan las etapas que van desde el ganado terminado en pie hasta llegar a un consumidor, local o en el exterior. Por último, debido a la lectura entre líneas de la política gubernamental y la capacidad de vender la idea salvadora para esa política, como son los subsidios o compensaciones implementados hace ya más de dos años. Estas razones se fueron potenciando entre sí ya que nadie vinculado actualmente a un feedlot desconoce dónde están esas rentas extraordinarias: produciendo gran proporción de la comida, siendo parte de otro eslabón de la cadena, sobre todo posterior (nadie mejoró el negocio por ser también criador) o por la gran expectativa que generó el cobro de compensaciones.
La sinergia generada lleva a que entre el 40 y 50% de la hacienda faenada provenga de la terminación a corral. Este crecimiento creó nuevos patrones en la oferta de carne, que desorientó hasta a los consultores más reconocidos, que equivocaron repetidamente sus proyecciones.
Es posible preguntarse: “Y todo esto qué tiene de malo”; en definitiva, fueron condiciones de mercado y una política definida las que llevaron a esta situación. Pero lo negativo es que estamos produciendo cada vez menos, que hay actores que ganan mucho dinero a costa de otros que no ganan nada o pierden, que se crea una gran desigualdad y se pierden posibilidades concretas de generar recursos genuinos, tales como incrementar la producción de carne, abastecer al consumidor local realmente a un bajo precio, colocar productos con valor agregado en el exterior, generar puestos de trabajo y evitar la concentración de la producción.
Lo primordial es iniciar un razonamiento superador en el marco de la política gubernamental. Si desde la producción no se tiene esa capacidad, van a seguir vendiendo las ideas salvadoras los mismos que lo han hecho hasta ahora, aumentando sus ganancias y perjudicando a la producción. Para incrementar los niveles de producción el único camino posible hoy es elevar el peso de faena.
Ya se sabe que vamos a disponer de menos terneros y que difícilmente eso pueda reponerse en el corto plazo. Aunque parezca más complejo, son pocas las variables que definen la producción total de carne, es decir, cuántas vacas hay en stock por el porcentaje de destete y por el peso con que se faena ese destete. Las dos primeras variables se han desmejorado y seguramente le llevará más de dos años recuperarse. La alternativa que nos queda es elevar rápidamente los kilos con que faenamos los animales para amortiguar, en primera instancia, la caída en producción, para luego incrementarla.
Con la genética existente y con la etapa final de terminación a corral, podemos estar faenando animales con un 30% más de kilos de lo que hoy se define como para consumo. El mundo produce de esa forma: los Estados Unidos, con el doble de stock que la Argentina, produce cuatro veces más carne. En términos biológicos y económicos son mucho más costosos los kilos de ternero generado al pie de la madre, que los kilos que uno pueda hacerle ganar a ese ternero logrado. Por ello continuar con la masacre de faenar animales de menos de 300 kilos, cuando el 60% de esos kilos son hechos al pie de la madre y luego se le agregan 100 kilos en un corral, sin lugar a dudas nos condena al fracaso desde todo punto de vista.
Hay responsabilidades compartidas. Primero, un desconocimiento total de la producción de carne, de su calidad y de la mayor renta genuina que genera faenar un animal con mayor peso. Segundo, el manejo financiero que permite ciclos extremadamente cortos, donde las variables precio de compra-venta y plazos definían la rentabilidad. También influyó una exclusión mal entendida por los criadores cada vez que se quiso incrementar el peso de faena: creyeron en la idea de que producir un animal liviano directo a consumo los ponía en carrera, cuando en realidad a las claras está que si alguien perdió en toda esta etapa, fue la cría. Es lógico pensar que si alguien va a comprar un ternero al que tiene que hacerle ganar 200-250 kilos antes de la faena valore la calidad, la genética y pueda pagar un diferencial pensando en que esa inversión le va a diluir el costo posterior de producción.
Una vez generados más kilos por producción, realmente son más que conocidas las posibilidades de compensar valor, desde la propia carne. Logrando colocar solamente 30 kg de carne por media res en el mercado que puede pagar los precios extraordinarios, queda dinero suficiente para compensar los cortes de consumo popular. No hace falta ir muy lejos, nuestros vecinos del Uruguay siguen un plan muy simple con valores de la hacienda en pie muy superiores a los nuestros y con bajos precios en el asado, las milanesas y la carne picada. Permitirle al ganado en pie tomar más coste abre una enorme posibilidad de producción, de generación de puestos de trabajo y de transformación de recursos, agregándoles valor.
En el medio, si este proceso requiere más tiempo de lo que creemos y si realmente hay que subsidiar al consumo, busquemos una vía directa por la cual le llegue realmente ese dinero que invierte el Estado al que menos tiene. Si uno hiciera el ejercicio de sumar todo el dinero de subsidios entregados al sector agroalimentario y lo dividiera por la cantidad de hogares necesitados, llegaríamos a un número más que significativo sobre el valor de la canasta básica.
Esta nueva encrucijada, que la gerencia del subsidio al feedlot tome un rol protagónico, que los productores esperen la suba de precios como un hecho milagroso y que el gobierno tenga en la mira una nueva medida, en lo personal me avergüenza y me motiva a realizar una propuesta concreta.
Creo que todos en parte debemos ser autocríticos porque también hemos sido responsables al no participar y acercar ideas, dejando espacio para que suenen sólo algunas campanas. O cerrar la discusión por no compartir políticas o ideologías, truncando así toda posibilidad de progreso. Hay gente muy capaz y propuestas técnicas concretas que avalan la idea planteada, sólo falta implementarlas de la manera más adecuada.
El autor es médico veterinario, master en Nutrición Animal.