Homenaje al escritor Manuel Mujica Lainez en su Centenario.La Fundación que lleva su nombre, ha tributado a Manuel Mujica Lainez un bello homenaje. Reeditó uno de los más difundidos cuentos de la serie de cuarenta y dos con que el escritor evocó en 1951 la historia, los personajes y los ambientes de la “misteriosa Buenos Aires” donde nació, precisamente hace un siglo, el 11 de septiembre de 1910.

Nos referimos a El hombrecito del azulejo, que nos lleva a una casa de patios en el barrio de la parroquia de San Miguel en 1875. Podríamos decir que hay tres personajes: Daniel, un niño enfermo; la Muerte, que espera en el brocal para arrebatarlo; y el hombrecito “azul, barbudo, con calzas antiguas, gorro de duende y un bastón en la mano derecha”, llegado desde Francia por error entre otros azulejos no figurativos. Daniel lo llamó Martinito, porque se parecía al gaucho don Martín, que le regaló un caballo en el campo de Arrecifes. El apellido es obvio. Y entre el niño y el hombrecito en la pared se teje una amistad entrañable. Para salvar a su amigo, el hombrecito entabla conversación con “Madame la Mort”, le cuenta de su país, de las Muertes que vagan por los palacios y castillos. Madame está deslumbrada; ella es una modesta Muerte de barrio porteño.

Entre tantas historias, pasa la hora y la Muerte pierde la oportunidad de llevarse a Daniel. Despechada, arroja al pozo el azulejo, que se quiebra en dos. Amanece. El niño está curado. Lo primero que hará al dejar el lecho es ir a visitar a Martinito. Su dolor estará en que ya el hombrecito ha desaparecido de la pared, aunque al fin las lágrimas de un niño vuelven a burlar a la Muerte.

Mujica Lainez hace un guiño, muy suyo, al lector. De nuestra infancia recordamos haber llorado y sufrido con la muerte de un niño, Tini. El crup, la tos convulsa, se adueña de la casa y, ante la impotencia de todos, acaba con la vida de Tini, adorado y consentido por todos, en especial por la madre que casi perdió la vida al darlo a luz. Nadie jugará ya con el polichinela, el tambor y los soldados rotos. Eduardo Wilde (1844-1914), escritor, médico, político, ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública en la primera presidencia de Roca, fue el autor de este cuento, seguramente inspirado en una historia real que caló hondo en su espíritu, por lo general irónico y burlón. ¿Cuál es el guiño de Mujica Lainez? En las primeras líneas dialogan preocupados dos eminentes médicos, Ignacio Pirovano y Eduardo Wilde. Ambos dejan la casa ensimismados y tristes, pese a que “son dos hombres famosos por su buen humor, que en el primero se expresa en farsas estudiantiles y en el segundo con chisporroteos de ironía mordaz”. Lo que el médico Wilde no pudo con Tini lo hace Mujica Lainez con Daniel, el niño de su cuento. No quedarán arrinconados sus juguetes como los de Tini: el hombrecito estampado en un azulejo de Pas de Calais logró distraer a la Muerte, vencerla y hasta retornar intacto a las manos del niño.

Vayamos a la edición, realizada por Martínez-Maizal, que multiplica por cuatro el relato: al original en español se agregan versiones en francés, alemán e inglés, a cargo respectivamente de Eric Audouard y Jacqueline Dedoyard, Irene Descloux-Schormair y Gregory A. Clemons, y Mónica G. Hoss de le Comte.

Sophie le Comte realizó el diseño y las ilustraciones, coloridas y deliberadamente ingenuas. Aquí y allí el propio autor interviene: “Este es Martinito”, leemos con su inconfundible letra y firma al pie del azulejo, entre otros fragmentos manuscritos.

Un completo apéndice proporciona datos, biográficos y de vocabulario, inclusive de las palabras que se eligió no traducir, empezando, en la versión francesa, por “azulejo”.

La presentación de la obra tuvo lugar en el auditorio de la Alianza Francesa. Fue lisa y llanamente una delicia escuchar la lectura en ese idioma por China Zorrilla, Magdalena

Ruiz Guiñazú, Jacqueline (Dedoyard) Santa Coloma y Federico Santa Coloma. Mujica Lainez habrá disfrutado desde lo alto su prosa vertida en una lengua que conoció

y amó y que más de una vez aparece en sus obras. Pensemos en Los viajeros, con los conmovedores versos que Jean Racine pone en boca de Berenice al despedirse de Tito,

que juegan como una suerte de leit motiv del protagonista. Y en la mesa del emperador que alimenta las fantasías viajeras de la familia patricia empobrecida hasta que el anhelado experto las hace añicos, revelando la falsedad del mueble: “c´est merveilleux…dans son horreur”.

Es relevante la labor de la Fundación, que tiene su sede en “El Paraíso”, el último refugio del escritor; la preside su hija Ana Mujica Alvear, y María Herrera Vegas es su directora ejecutiva.

El centenario del nacimiento de este escritor, fallecido en 1984 en su casa de Cruz Chica, Córdoba, hoy un museo, debiera estimular a nuevas ediciones y estudios que den  visibilidad y revaloricen su obra, injustamente ignorada por las jóvenes generaciones.

2 Readers Commented

Join discussion
  1. Felipe Yofre on 6 septiembre, 2010

    Estimados amigos:

    Me parece una delicia el comentario de mi antiguo amigo Norberto Padilla. Tuve el privilegio de escuchar de viva voz este y otros cuentos de «Misteriosa Buenos Aires» leidos por el autor en la quinta de mi abuelo Carlos Bonorino Udaondo en San Isidro. También a » Aquí vivieron».
    Manucho para mí es el gran referente de la literatura porteña de su tiempo,maestro en la narrativa, y en el libro de Oscar Hermes Villordo se consigna esto que digo.
    Gracias entonces y todo mi afecto al Dr.Padilla y a las autoridades de la Fundación.

    FELIPE YOFRE

  2. Mirna on 20 julio, 2017

    Que ambientes y elementos de una casa colonial menciona?

Responder a Mirna Cancelar