libro-2Dos hombres modernamente religiosos, el jesuita Rafael Velasco y el rabino Marcelo Polakoff, acaban de publicar un libro en forma conjunta, en Editorial Sudamericana. Cada autor manifiesta su fe renovadora y su estilo personal. El Padre expone sus convicciones firmes y sus ideas claras. El Rabino aporta sus imágenes tomadas de una sabiduría milenaria, como aquella cita del Talmud que dice: cuando un divorcio acaece (hoy diríamos un aborto), “incluso el altar del Templo de Jerusalem derrama lágrimas”.

Como en todo lo humano, en las cualidades de cada autor se pone de manifiesto alguna limitación o falta de matices. Con su claridad característica, el Padre afirma: “Lo que está mal, está mal. Si la droga no es buena, su consumo tampoco puede serlo. Por lo tanto la ley no debería dar señales ambiguas” (pág. 104). Sin embargo, recuerdo que un gobierno de Salta, años atrás, despenalizó el consumo personal de la coca, que venían masticando los que llegaban de Bolivia. Es una realidad cultural que no podemos ignorar. Pero es conveniente también contar con voces de advertencia, como las de nuestro autor, no sea que, corriendo los límites de lo permitido, milímetro a milímetro, terminemos ignorando dónde estamos parados.

El Rabino muestra la libertad con que ellos interpretan la Torá, siguiendo el ejemplo del Talmud. No poseen un “magisterio” como la Iglesia católica. En esa línea, manifiesta severas críticas a un personaje universal. Dice: “Confieso que no me gusta Noé” (pág. 102). Cuando estaba por perecer todo el planeta, sólo pensó en salvar a su familia en el Arca y después del diluvio se emborrachó. Esta original interpretación del famoso personaje bíblico nos recuerda que la dimensión simbólica no es un límite sino un horizonte siempre abierto. Pero no debemos olvidar que llevamos el Arca en nuestro inconsciente colectivo. Vivimos construyéndola y aguardando la paloma con el ramo de olivo.

El astrofísico británico Stephen Hawking, cuadripléjico, dijo, hace poco, que la humanidad debería comenzar a planificar el traslado a otros exo-planetas porque el nuestro podría colapsar en cualquier momento. Ese día, quizás en el cuarto milenio de la Era Común, se pondrá de moda nuevamente el relato del Arca de Noé, bañada por el Arco Iris estelar.

¿Se encuentran realmente?

Cada uno ha escrito una mitad del libro, reflexionando sobre los mismos temas. La parte del católico se lee de izquierda a derecha y se titula En el Nombre del Padre y del Rabino. La del judío, en cambio, como en la lengua hebrea, se lee de derecha a izquierda (si uno comenzó por Velasco), invirtiendo también el título: En el Nombre del Rabino y del Padre. Se encuentran en el centro, en un epílogo común. Pero, ¿se encuentran realmente o recorren caminos paralelos? Los de diferentes Iglesias cristianas, cuando dialogamos, buscamos encontrarnos en una fe común, aunque expresada en teologías y tradiciones diferentes. Juan Pablo II firmó un acuerdo fundamental con la Federación Luterana Mundial sobre la “Justificación por la Fe”, tema central para Martín Lutero, en sus disputas con los teólogos de Roma. Benedicto XVI ha firmado acuerdos importantes con Patriarcas ortodoxos, reduciendo la separación a una distancia mínima. Todos los cristianos deseamos convivir en una sola Iglesia que anuncie el Evangelio de Jesús. Tenemos un punto de partida, el bautismo reconocido por todos, y un punto de llegada, la concelebración de la eucaristía, cada día más próxima.

Entre judíos y cristianos, en cambio, no contamos con un paradigma tan nítido que englobe nuestras relaciones. Podemos aproximarnos, pero no imaginamos un punto de llegada. O se admite a Jesús de Nazaret como Mesías, o no. No vemos un término medio. Cediendo un poco cada uno, podríamos acercarnos en muchos aspectos secundarios. Pero sabemos que existe un abismo ante el cual tendremos que detenernos: la persona de Jesús.

No obstante ello, este Rabino y este Jesuita aceptan el desafío de caminar juntos. No prometen llegar a un acuerdo. Tampoco lo excluyen. En realidad, el objetivo de la obra no es acercarse entre sí, sino acercarse ellos a la gente, en particular a los pobres y afligidos. En la foto de la tapa no aparecen caminando el uno hacia el otro sino ambos juntos, en la misma dirección. ¿Y quién puede decir que hay un límite en el caminar de los creyentes hacia los hijos de Dios, en particular hacia aquellos que le quitan el sueño al Creador?

Del Decálogo a los Derechos Humanos

Antes de perdernos buscando un punto de llegada, tengamos los pies firmes en el punto de partida. Y podemos observar una sucesión de fundamentos, que permiten a nuestros dos escritores, o mejor a nuestros dos maestros, iniciar juntos la caminata. El primero es el de los derechos humanos, que no sólo constituye un punto de partida sino también de llegada. Es la versión moderna del Decálogo bíblico.

Cuando el Iluminismo propuso los Derechos del Hombre, en el siglo XVIII, la Iglesia católica se ubicó en la vereda de enfrente, porque no consideraba positivo el supuesto derecho a burlarse de la religión. Se prefirió continuar con las Obligaciones del Hombre antes que con sus difusos derechos. Pero cuando las Naciones Unidas proclamaron los derechos humanos, en 1948, la Iglesia católica los observó con sumo interés e inició el proceso de aceptación, teniendo presente que no se incluía en ellos el derecho a burlarse de la religión. Fue Juan XXIII, en la encíclica Pacem in terris, en 1963, quien los asumió plenamente, como pieza clave de la Doctrina Social.

Varias de las cuestiones tratadas por nuestros autores se mueven en el terreno de los derechos humanos, como el aborto. Ahora bien, un lector apresurado podría concluir que no coinciden tanto, ya que la posición del Rabino está muy matizada y por momentos no aparece la oposición al aborto como un dogma absoluto. Pero recordemos que la posición católica también presenta sus matices, sin que ello implique recortar el don de la vida. Hay adolescentes que han “interrumpido su embarazo”, llevadas por su familia a dar ese paso. Aunque hayan firmado papeles aceptando la intervención quirúrgica, ellas son la “segunda víctima”, después del bebé.

Por otro lado, un legislador católico podría votar una ley de aborto para evitar otra más nociva, que no reconozca, por ejemplo, la “objeción de conciencia” de los médicos y hospitales. Esto lo afirmó Juan Pablo II en la encíclica Evangelium vitae (nº 73). Un segundo fundamento común es el de la Filosofía de la Religión, que sirve de inspiración al primero, el de los derechos humanos. Esto implica el respeto a todos los cultos y la no discriminación por motivos de religión. El derecho a la libertad religiosa se basa, desde el punto de vista católico, no en el relativismo ante la diversidad de cultos sino en la igual dignidad de todos los creyentes. Uno de los temas abordados por nuestros autores es el de la relación entre religión y ciencia, que constituye un problema común a todas las religiones.

Ninguna de ellas debe ofrecer respuestas científicas, como ocurrió lamentablemente al enfrentar al evolucionismo o al Big-Bang. Las religiones no contradicen, al contrario, enriquecen a la ciencia, en particular ante las preguntas fundamentales sobre el sentido de la vida. Es interesante la hipótesis del Rabino según la cual Sigmund Freud, judío agnóstico, pudo haber imaginado su teoría acerca de la estructura del inconsciente a la luz de los textos del Talmud, con las nociones del “Ello” y del “Superyó” (pág. 44).

¿Un pasado o un futuro compartidos?

Un tercer fundamento para el diálogo es el de la historia compartida de ambas religiones. La Biblia judía es también nuestra Sagrada Escritura, prolongada en el Evangelio. Ambos autores recurren al Génesis y otros textos de la Escritura para arrojar luz sobre el sentido del sexo, el divorcio, la posición de la mujer, etc. Sobre este último tema observamos una evolución en ambas religiones. En el judaísmo es cada vez más común encontrarse con rabinas y en la Iglesia católica las mujeres van ocupando posiciones antes impensadas, como el ser “Doctoras de la Iglesia” o ministras de la eucaristía.

En cuanto a la ordenación de mujeres, Velasco afirma: “Si se quiere ser justos, habría que, al menos, someter el tema a discusión” (pág. 33). Y creo que la discusión es necesaria, por lo menos para ver si los argumentos aducidos están basados en la Escritura, la Tradición, el Magisterio o la opinión de los teólogos. Cuando nos apoyamos en la Biblia judía, que es nuestro Antiguo Testamento, parecería que tenemos en común un pasado muy distante, ya envejecido por 2.000 años. Sin embargo, también tenemos en común la historia posterior, los dos milenios de divorcio. Es el relato de las discriminaciones, persecuciones y conversiones forzadas, hasta culminar en la Shoá, vulgarmente llamada Holocausto. Esta herida es muy reciente y sangrante. Pero no se cerrará con el mero transcurso del tiempo. Es un cáncer que está dentro de ambas religiones y hace estremecer nuestra fe: ¿Dónde estaba Dios cuando los justos lo invocaban en una cámara de gas?

La herida comenzará a cicatrizar cuando hombres como Marcelo Polakoff y Rafael Velasco  comiencen a caminar juntos. Otros lo han hecho ya, como el obispo Justo Laguna y el rabino Mario Rojzman. El pasado será asumido en común cuando logremos compartir un futuro. Aún existen tensiones, nacidas sobre todo de la situación en el Cercano Oriente, con el conflicto entre israelíes y palestinos. Distingamos allí entre los extremistas y los moderados. Estos últimos desean llegar a un acuerdo, y lo lograrán, acompañados por amigos comunes de Europa y de América del Norte.

Un nuevo rostro de Jesús

En cuanto al tema central que nos separa, referido a la persona de Jesús de Nazaret, considero que aún pueden darse aproximaciones. No llegaremos siempre a coincidencias, pero sí a muchas convergencias. Una de éstas podría estar centrada en la hermenéutica de los falsos Mesías. Como dice el Rabino, “los siglos se llenaron de sectas judías que postularon a distintas personas para ese cargo” (pág. 125). Y conviene añadir que no faltaron sectas cristianas que siguieron a falsos profetas, seduciendo a muchos.

Podríamos dibujar un perfil del pseudo-Mesías: ansia de poder, obediencia ciega de sus seguidores, alienación mental, utilización de la mentira, aniquilación de los adversarios. Estoy pensando en  Adolfo Hitler y el libro de Romano Guardini: “El mesianismo en el mito, la revelación y la política”. No propongo este tema de trabajo conjunto para que los judíos concluyan: Jesús no es un falso Mesías, luego es el verdadero. La única conclusión que preveo es la siguiente: los cristianos no hemos aprendido de los maestros judíos a tomar distancia de los falsos profetas. Un sabio judío del siglo I decía: “Si tienes una semilla en la mano cuando te avisan que el Mesías ha llegado, primero termina de sembrarla, y recién después corre a darle la bienvenida” (pág. 125).

Los cristianos hablamos del Cuerpo místico de Cristo, el Ungido. Es decir, todo el pueblo de Dios es ungido por el Espíritu, a lo largo de la historia, desde el Paraíso hasta la Tierra Prometida. Existe un mesianismo permanente, el del pueblo peregrino, que podemos compartir judíos y cristianos. El profetismo es una forma de anticipar los tiempos mesiánicos, cuando el lobo y el cabrito pacerán juntos, aunque el cabrito no dormirá tranquilo, observa el Rabino (pág. 127). Al trabajar por construir un mundo mejor, judíos, cristianos y musulmanes, todos hijos de Abraham, estamos construyendo una imagen de lo que ha de venir. Somos todos Mesías y profetas entreviendo los cielos nuevos y la tierra nueva.

El amor de Dios unge nuestros corazones y los de todos los seres humanos. Cada creyente puede manifestar a otro de la misma o de diferente religión la experiencia que él vive de la unción mesiánica. Así descubriremos las riquezas de los dones de Dios. Ninguno de sus hijos se empobrece por lo que el otro ha recibido. Deseamos que algún día los judíos vean a Jesús no como el adversario de su religión sino como el maestro, el rabí, que legó a sus discípulos el tesoro de las  bienaventuranzas, un vino añejo, con uvas cosechadas en la Tierra Prometida. Jesús fue visto por sus discípulos como un maestro de oración. En ciertos momentos, sobre todo de noche, se apartaba de ellos para estar a solas con Dios. Vivía en su intimidad la conciencia de hablar con el Padre y transmitía a sus seguidores esta experiencia, como en la oración del Padre Nuestro. Todo su mensaje podría resumirse en esta afirmación: confía en Dios como los pequeños confían en su mamá y su papá. Los discípulos veían en Jesús el camino para continuar adentrándose en la intimidad divina. Creo que este es un aporte de Jesús a los creyentes de todas las religiones, del que san Agustín se hizo eco en sus Confesiones: “Nos hiciste Señor para Ti e inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti”.

 

El autor, jesuita, es vicerrector de las Facultades de Filosofía y Teología de San Miguel.

4 Readers Commented

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  1. pablo esteban chinellato on 5 diciembre, 2010

    la evolucion del hombre hacia distintos estratos de la escala de valores tanto humanos como naturales, tanto materiales como en este caso espirituales. las religiones y el ecumenismo tan propuesto y tan propalado en todo el universo por nuestro amado Papa Juan Pablo II. Dios, nuestro Padre bendiga la union de todos los Hombres mas alla de todo, pues asi comprendemos que somos cobijados por un solo Padre

  2. juan ismael gaytan on 26 diciembre, 2010

    Noé estuvo muchos años predicando que iba a suceder un diluvio, pero nadie le hizo caso…como ser humano imperfecto…Noé mostró que eligió mal …. ¿Por qué sos tan crudo con el ser que se equivoca? ¿Vos sos perfecto? ¿Realizás todo bien? ¿Te animás a contar algo malo que realizaste?

  3. Como expreso en mi ponencia «La unción compartida: un vestigio del mesianismo de grupo» (II Simposio Internacional Helenismo Cristianismo, celebrado entre el 12 y el 14 de mayo de 2010 en las instalaciones de la Universidad Nacional de General Sarmiento) puede proponerse una coincidencia entre el concepto de «mesianismo de grupo», reconocido en el logion correspondiente a Lucas 22:29-30, y la idea de «unción compartida» identificada en 1 Juan 2:20 y 27. Lejos de los falsos mesianismos y de los pseudomesías que han pululado en la historia del cristianismo, el pasaje de Lucas nos hace ver que el Mesías esperado por el pueblo de Israel, que los cristianos consideramos que ya ha venido en la persona de Jesús de Nazaret, quiso compartir su unción con los apóstoles. Por otro lado, el texto de 1a Juan sostiene que ser cristiano de verdad es haber recibido la unción, de manera que todo auténtico cristiano es tal porque el Espíritu Santo le ha capacitado para seguir en todos los aspectos de la vida el modelo del Ungido por Dios. En la medida en que los cristianos vivamos más desde esta perspectiva sin duda que contribuiremos a una mejor sociedad y a un mejor diálogo con quienes sustentan la fe judía.
    Raúl Ernesto Rocha Gutiérrez
    Doctor en Teología

  4. Hola : Me parece muy bueno lo deNoé, nunca lo había pensado así . En cuanto al resto, muy interesante, y muy impresionante que hasta el altar del Templo derrama lágrimas ante un divorcio. En verdad , si dos unidos en matrimonio son una sola carne como dice el Evangelio , es lógico que el Templo llore frente a esto. Pero sabemos que a veces es inevitable. En cuanato al aborto , es todavía más impresionante , proque es totalmente irreversible , es una vida humana, un proyecto entero que ya no será. Hasta la misma Simone de Beauvoir , feminista si las hay , dice , no sé si en » El segundo sexo » o en otro libro , que un aborto no puede compararse con ningún otro acto , porque es concluir algo que ya había comenzado. Por otra parte, de Beauvoir firmó el petitorio solicitando la despenalización del aborto en Francia , petitorio titulado » Yo he abortado » y también entre las otras firmantes figuraban conocidas actrices, intelectuales , etcétera.. Ahora se dice ( imposible saberlo , claro ), que no era cierto, que de Beauvoir nunca abortó y que firmó ese petitorio para solidarizarse con el pedido de despenalización .

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