La Argentina debe superar esa suerte de complejo de país de segundo orden. Para hacerlo necesita abordar con decisión relaciones con otras regiones del planeta,

donde su presencia ha sido escasa.

 

 

 

 

 

¿Qué valor político y económico tiene para la Argentina que la Jefa de Estado los visite? Un valor considerable puesto que nuestro país puede y debe estar no sólo simbólicamente presente; su interés debe traducirse en acciones.

El grado de dinamismo que en los últimos años mostraron Kuwait y Qatar es excepcional: hace apenas 15 años, el PBI de Qatar era un décimo de lo que es hoy. Y su población, menos de la mitad; al crecimiento contribuyó la altísima migración desde sus vecinos asiáticos. Además, el ingreso per cápita se multiplicó por seis. Los extranjeros que trabajan allí representan tres cuartas partes de sus habitantes. Las remesas que envían a sus países de origen –asiáticos vecinos, Pakistán e India, principalmente– significan cuantiosos aportes a esas economías. La realidad económica de Qatar –basada en el gas más que en el petróleo– es única en el mundo. Posee la tercera reserva mundial comprobada de gas, ventaja relativa que aprovechó como multiplicador económico y social, y motorizó su avance en todos los órdenes, incluso el político. Su capital, Doha,

hasta hace poco desconocida, ya se ha incorporado al vocabulario político y económico del mundo.

No se trata únicamente de países pequeños pero muy ricos donde abunda el capital desaprovechado por nosotros. Se trata, más bien, de países habituados a tomar decisiones de gran envergadura, que pueden cambiar la suerte de sus eventuales socios

y aliados. Por ende, no es cuestión sólo de multiplicar varias veces el intercambio comercial –lo cual es, por supuesto, posible y necesario– sino de realizar operaciones de mayor trascendencia, las que no pueden dejar de tener valor político.

Cabe esperar también que la visita de la jefa de Estado a Turquía signifique un real salto cualitativo. Se trata de una verdadera potencia que desea extender su influencia, presencia y relevancia en regiones que hasta ahora no había atendido. América Latina es una de ellas. Lo ha demostrado varias veces en la historia, y más recientemente con sus

iniciativas –acompañadas durante el último tramo de la presidencia de Lula da Silva en Brasil– respecto de Irán.

Las relaciones internacionales no son nunca unidimensionales. Aunque el comercio y la economía sean muy relevantes, dejar de lado, o disminuir, el interés en las cuestiones políticas conduce a error. Dicho en otras palabras, la Argentina debe –y puede– interesarse en todo. Tiene la capacidad para hacerlo. Y también la oportunidad histórica.

En nuestro país los viajes de los jefes de Estado suelen ser criticados y sospechados de inconsecuentes; ha sucedido bajo todos los gobiernos con prescindencia de su signo político. No obstante, los viajes pueden ser un excelente instrumento de política internacional. Si por algún motivo no fueran debidamente preparados –aunque la Cancillería trabaje arduamente en ellos–, o si luego los viajes no resultan todo lo fructíferos que debieran ser, es otra cuestión.

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