Un recorrido por presidencias e inconvenientes económicos que no debemos repetir.Transcurría el año 1988. Mi amigo Arnaldo T. Musich había publicado en un prestigioso periódico en Buenos Aires un artículo titulado “El fracaso económico del presidente Alfonsín”. Ese día el presidente de la República había volado a Comodoro Rivadavia. En el avión leyó la nota. Al bajar, su fuerte temperamento lo indujo a exclamar a boca de jarro: “¡Musich es un terrorista ideológico!”. Varios, sin embargo, compartíamos la preocupación de Musich. Serví técnicamente al Estado bajo siete presidentes; estimo haber acumulado alguna experiencia.

El exabrupto de Raúl Alfonsín le costó a mi amigo más de un disgusto. El ex presidente me comentó una vez que se había preparado toda su vida para ejercer ese cargo. A pesar de ello, llegado a la cúspide del poder, no había advertido lo que más de uno temía en el llano: que podíamos encaminarnos hacia una hiperinflación incontrolada, con toda la desarticulación que conlleva. Cualquier hiperinflación es casi imparable, por más que se la esconda, y afecta particularmente a los más carenciados. Un año después, en razón de dicha hiperinflación irrefrenable, Alfonsín se vio obligado a abandonar la Presidencia antes de terminar su mandato constitucional. Lo expuesto no va en desmedro de la persona de Alfonsín, a quien respeto por sus convicciones profundamente democráticas y de las cuales dio sobradas pruebas a lo largo de su mandato. El año 1989 se convirtió en un año horribilis. A él, como a tantos otros, la cima del poder lo había distanciado de las preocupaciones cotidianas del hombre de la calle. Se cuenta que el todopoderoso emperador Pedro el Grande de Rusia en su larga trayectoria desde San Petersburgo hasta las puertas de París, inspirándose en todo lo novedoso que descubría en el trayecto, de noche se disfrazaba de obrero mezclándose con ellos para escuchar los comentarios de los soldados y de los hombres que los acompañaban. Le fue útil. Hubiera sido provechoso que practicaran esa modalidad nuestros sucesivos presidentes.

Los noventa

El presidente Carlos Menem no llegó tampoco a frenar la segunda hiperinflación, un mal originado en buena parte por egresos públicos en exceso cuando desbordaban con creces los ingresos establecidos en otro valor monetario al inicio del año presupuestario.

Las sucesivas administraciones de nuestra patria han sido y son tradicionalmente dispendiosas por no decir derrochadoras. Para frenar la creciente inflación se vuelven entonces atentos al académico de moda, quien les susurra al oído estimular aún más la emisión monetaria. Además, eran políticas basadas en supuestas teorías de Keynes confusamente asimiladas, recetas que se habían aplicado con éxito en tiempos pasados muy diferentes.

Más tarde, la presidencia de Menem implantó el esquema monetario conocido como el “uno por uno”, en nuestro caso uniendo la moneda nacional al dólar estadounidense. Los conocedores del actuar gubernamental nos opusimos con firmeza a su implementación, basados en que nuestros sucesivos gobiernos habían carecido por completo de rigor fiscal, elemento indispensable para una implementación exitosa de ese sistema. No se trataba, como ocurrió, de esconder los déficit fiscales bajo la alfombra presupuestaria. El sistema sigue siendo válido y prueba de ello es que en los países con rigor fiscal continúa funcionando con éxito. En el caso argentino y en razón de la suba paulatina de los costos internos, el sistema mal aplicado nos condujo a la progresiva destrucción de la industria nacional, a la casi desaparición de las escuelas técnicas que tanto nos harían falta hoy y a privatizaciones bastante discutibles.

Tiempos a evitar

En abril comenzó el año político, y en octubre elegiremos al próximo presidente. Durante este lapso, la prioridad debería ser esencialmente política. Los vaivenes económicos no deberían desplazar ese recorrido: evitemos la posible e imparable fuga de capitales en las semanas previas a las elecciones, los problemas fiscales, el excesivo gasto público; reduzcamos al máximo la maquinita de emisión, evitemos el retraso cambiario, demoremos las adquisiciones millonarias en el exterior que puedan comprometer a la futura administración. En esa línea, el aumento acelerado de subsidios encubiertos ensombrece aún más el panorama, pues atenta contra la credibilidad y tiene patas cortas.

Ad marginem, mi advertencia es clara: cuidado con la inflación. Evitemos esta vez males pasados.

 

El autor es economista y experto en Relaciones Internacionales.

 

 

9 Readers Commented

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  1. José Petrosino on 13 junio, 2011

    A mi modo de ver las prevenciones del Sr. Helbling son razonables, la inflación obviamente no es buena, pero no es la única variable a cuidar de la macoeconomía, por ejemplo clave(y con una gran carga de sacrificio humano) también está la desocupación para preocuparse.
    Ahora bien hay «inflaciones» e «inflaciones».
    Esta «inflación» que estamos soportando ahora, mayormente originada en el aumento de precios «en la comida» es(por ahora al menos) de las del tipo del «entre 1,5 a 2, 5 % mensual».
    Que fue la que con altivajos tuvimos desde 1955 a 1975(y podríamos extender el período hasta 1946).
    Con el Rodrigazo(junio de 1975), pasamos a una inflación del tipo de la del 10% mensual, que también con altibajos se extendió hasta la hiperinflación (+ del 50 % mensual) de Alfonsin.
    Es decir que con una «inflación» parecida a la de ahora el sistema económico convivió por casi 3 décadas y a principios de los ’70, esta había bajado y se había estabilizado en alrededor del 1 % mensual(o menos) y la «economía» funcionaba bastante bien(óptima si la comparamos con las últimas décadas).
    Ergo, es para tenerla en cuenta pero no es tan grave todavía.
    Helbling lo menciona a Keynes y a la mentada(y usada mal) que se llama: «solución keynesiana», esto es el abuso de la maquinita de imprimir moneda.
    Esta «solución» lo fue realmente en el contexto de la crisis económica de desocupación que se produjo en USA luego que se pinchara la burbuja especulativa de Wall Street en 1929, y el gobierno yanki de entonces(Hoover) aplicara las recetras ortodoxas, que fue dejar que cayeran los bancos y las empresas, esperando que naturalmente la economía volviera al cause normal por medios de las «leyes del mercado».
    Fue el más grande cataclismo económico que conoció USA y el mundo, tal vez en toda su historia. Y ahí apareció el inglés pragmático Keynes y Roosevelt, que recién asumido, heredaba esa terrible situación social. En 1933, abandonaraon «el patrón oro»(cuaquier similitud con lo que pasó en casa a principios de 2002, no es pura coincidencia) «quemaron» los libros de economía y pusieron en marcha a full la maquinita de imprimir dólares y lograron frenar la caída y llevar la desocupación a índices razonables.
    La «2da. guerra mundial», paradójicamente(porque debería haber tenido un efecto negativo en la economía de acuerdo a los conceptos clásicos) terminó de sacar a USA de la recesión y la retornó al círculo virtuoso de la creación de riqueza.
    Moraleja: la macroeconomía está llena de paradojas aunque eso no quiere decir que si se persiste en hacer las cosas mal, al final no se va a pagar un precio.
    Yo creo que ahora, por suerte y algo que los «ortodoxos» como Helbling me parece que no tienen mucho en cuenta, es que el «mundo económco» ha cambiado y lo ha hecho en un sentido que nos favorece a los argentinos: el mentado «viento de cola», que no es otra cosa que un cambio de los «terminos de intercambio» que nos soluciona el principal cuello de botella que tuvo la Argentina desde 1930 y que provocó todas las crisis: la balanza de pagos, es decir ahora al gobierno los dólares les salen por las orejas y no saben que hacer con ellos, lo que hace que la llamada «fuga de capitales», en otras épocas un problema irresoluble, sea ahora casi una bendición, ya que si no se verían en la necesidad de revaluar el peso, algo que sí, en pocos años nos llevaría a la ruina total como nos pasó ya con M. de Hoz y Menem/Cavallo.
    petro@s6.coopenet.com.ar

  2. Martín on 13 junio, 2011

    ¿… funcionando con éxito … ?

  3. Eduardo Filgueira Lima on 13 junio, 2011

    Excelente artículo. Agradeceremos se nos permita su difusión re-publicándolo en n/blog haciendo las referencias correspondientes de fuente y autorìa, u otras que consideren pertinentes..
    Atte. EFL

  4. Aunque no coincido plenamente con las políticas económicas propiciadas por el Dr. Carlos Conrado Hebling en sus distintas intervenciones en la economía nacional, debo reconocer que su nota, si bien breve, contempla uno de los motivos fundamentales que hacen que el gobierno Kischner y Sra. tenga los pies de barro. Habría que mencionar también el manejo «extra presupuestario» de no menos de $50.000 millones anuales, con la burda treta de sub valuar los ingresos, la destrucción de las estadísticas nacionales, y sobre todo la CORRUPCIÓN, que todo lo empaña y se ha contagiado a la sociedad en su conjunto. En general, muy buenos los conceptos del autor. Atentos saludos.

  5. horacio bottino on 14 junio, 2011

    ¿Y el pago de la usurera deuda externa ya pagada varias veces por Argentina? ¿Y la reforma impositiva seria? Que se baje el iva a los productos básicos, se cobre impuestos a la renta financiera, más impuestos a la ganancia y menos al consumo, que se le cobren impuestos a las mineras contaminadoras, habrá que exigirle que no contaminen, terminar con los monopolios y oligopolios, revisar las privatizaciones porque no se cumplen los contratos, nada de subsidio a las empresas de hidrocarburos, mineras,aceiteras de soja, pooles de soja ,al contrario cobrarle más impuesto a sus enormes ganancias. Me olvidaba de los bancos que tienen enormes ganancias y tasas de interés altísimas para préstamos y bajísimas para depósitos, no al monocultivo de soja, no a la tala de bosques, mayor alianza con Brasil y Mercosur, capacitación a trabajadores, reindustrialización, que aprendan las empresas a la buena competencia, condiciones dignas de trabajo, basta de trabajo en negro, basta de salarios mínimos y en negro indignos, también haberes jubilatorios, basta de indemnizar a la clase alta y media en desmedro de los pobres.

  6. Juan Carlos Lafosse on 17 junio, 2011

    Muy interesante el comentario del Sr. José Petrosino, recordando el «programa de pleno empleo» llamado 2° Guerra Mundial y la importancia del desempleo con su terrible costo social.

    La inflación en Argentina está ligada directamente a las altísimas tasas de ganancia de las empresas oligopólicas en los mercados de consumo. Basta ver los balances publicados, no hace falta mucho más análisis.

    Estas pocas pero enormes empresas son las que deciden que, a quién y a que precio compran y también a que precio lo venden en sus góndolas, por eso se llaman «formadores de precios».

    No son los productores sino estos intermediarios quienes se llevan la tajada del león del bolsillo de los argentinos. Y no hay leyes para ponerlos en caja porque hace siglos que cooptan gobiernos, instituciones y conciencias, imponiendo sus leyes mientas nos explican que «el mercado es la solución» y ellos sus sumos sacerdotes.

    Créase o no, ahora hay quien propone que la Argentina se endeude. Luego, nos dirán que es necesario ser «austeros» (o sea achicar las inversiones sociales y productivas) porque «no hay otra solución» para no quedarnos «fuera de los mercados» lo que nos impediría… ¡seguir endeudándonos!

  7. Juan Carlos Lafosse on 19 junio, 2011

    El régimen de los rentistas
    Paul Krugman – New York Times, 10/06/2011

    Bob Kuttner ha escrito una excelente columna en The American Prospect sobre “política de la deuda”. Déjenme reflexionar un poquito sobre eso.

    Si se observan las exigencias de política económica que vienen de la derecha a la vista del presente desplome, diríase que parecen notablemente insensibles al hecho de que, precisamente, nos hallamos en una situación de desplome económico.

    Al comienzo, algunos conservadores urgían al uso de políticas monetarias, no fiscales, para estimular la economía (y teníamos a los que, como Greg Mankiw y Ken Rogoff, reclamaban un período de inflación por encima de lo normal. Pero pronto fueron acallados, y lo que la derecha exige ahora no es sólo austeridad fiscal (aunque sin aumentar impuestos), sino también rigor monetario. Los monetaristas modernos, como Scott Sumner, se encuentran ahora sin cobijo político.

    ¿Qué es lo que explica esa oposición a cualquier medio concebible para mitigar el desastre? Yo puedo imaginar varias causas, pero Kuttner argumenta muy bien a favor de esta explicación: todo lo que estamos viendo sólo tiene sentido, si la derecha política se ha convertido en la representante de los intereses de los rentistas, de los acreedores tenedores de títulos del pasado –bonos, préstamos, efectivo—, gentes que se hallan, esto es, en pugnaz contraste con quienes tratan de ganarse la vida produciendo cosas. La deflación es un infierno para los trabajadores y los propietarios de empresas productivas, pero es el cielo de los acreedores.

    No quiero decir con ello que estemos asistiendo a un ejercicio de cinismo; mi experiencia es que hay relativamente poca gente capaz de mantener conscientemente en secreto un estante de libros intelectuales y que predique el regreso neandertalense al patrón oro, porque eso favorece sus intereses, al tiempo que relee de noche a Keynes para saber qué está pasando realmente.

    No; yo creo que, en general, la gente termina por creer todo aquello que se compadece bien con sus intereses. Y tal vez ni siquiera eso: yo sospecho que hay un buen número de propietarios de pequeñas empresas que creen fielmente en las alertas de hiperinflación lanzadas por Glenn Beck en 2010, sin percatarse de que la intimidación de la Reserva Federal es precisamente lo que les ha mantenido a flote.

    De modo, pues, que pensar en lo que está sucediendo en términos de régimen dominado por unos rentistas que ven servidos sus intereses a expensas de la economía real ayuda mucho a entender la situación.

    Paul Krugman es profesor de economía de la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía 2008

  8. Juan Carlos Lafosse on 24 junio, 2011

    Esto es lo que opinó Paul Krugman,premio Nobel de Economía 2008, cuando supo que Jaime Abut, titular de una sociedad de Bolsa rosarina y vocal del consejo directivo de IDEA aseguró que “Defaultear no es gratuito. Hay que pagar las consecuencias, y hay que hacerlo por un largo tiempo. Argentina ya no es considerado un país serio”.

    Don’t Cry For Argentina

    OK, I guess I don’t quite see how Argentina’s default, of all examples, can be viewed as a cautionary tale for Greece:
    IMF World Economic Outlook database

    Argentina suffered terribly from 1998 through 2001, as it tried to be orthodox and do the right thing. After it defaulted at the end of 2001, it went through a brief severe downturn, but soon began a rapid recovery that continued for a long time. Surely the Argentine example suggests that default is a great idea; the case against Greek default must be that this country is different (which, to be fair, is arguable).

    I was really struck by the person who said that Argentina is no longer considered a serious country; shouldn’t that be a Serious country? And in Argentina, as elsewhere, being Serious was a disaster.

    Un gráfico que muestra el PBI per capita desde 1998 hasta el 2010 figura en el artículo que puede encontrarse en el blog de Paul Krugman:
    http://krugman.blogs.nytimes.com/2011/06/23/dont-cry-for-argentina/

  9. Eduardo Filgueira Lima on 26 junio, 2011

    Estimado Dr. Helbling: nos hemos permitido reproducir v/excelente artículo en el blog del CEPyS, donde Ud. podrá verlo en al siguiente link http://cepoliticosysociales-efl.blogspot.com/2011/06/cuidado-con-la-inflacion.html
    Esto es en virtud de considerar muy atinadas y precisos sus comentarios con los que acordamso y por lo mismo nos parece importante su difusión.
    Cualquier problema le agradeceré me lo haga saber. (Como verá se han respetado – tal es nuestra costumbre – su autoría y fuente)
    Felicitaciones, muchas gracias y quedamos desde ya a su disposición.
    Atte. EFL

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