Luego de la derrota en las elecciones municipales realizadas en importantes ciudades como Milán, Nápoles, Turín, Bolonia y Trieste, esta vez el cavaliere perdió la apuesta sobre los cuatro referendums convocados para derogar otras tantas normas legislativas votadas en su momento en el Parlamento por la mayoría oficialista. Si en las elecciones municipales Berlusconi había apelado a una suerte de plebiscito sobre su gestión, en especial en la elección del intendente de Milán, tradicional roca de su Partido de la Libertad (PdL), también esta vez hubo una apuesta a un respaldo indirecto. El problema es que en ambos casos el resultado le fue muy adverso.
La ciudadanía estaba convocada a pronunciarse sobre si se quería derogar las normas que permiten privatizar el agua potable, y si las tarifas de agua podían ajustarse sobre la base del capital invertido; asimismo había que pronunciarse sobre la construcción de centrales nucleares y sobre la norma que permite al Jefe de Gobierno y a los Ministros no concurrir a los procesos en los que son imputados por delitos. Desde el gobierno se defendía el “No” a la derogación en todos los casos, y se intentó invalidar el referendum invitando a la ciudadanía a no concurrir a votar. Hacía falta la mitad más uno de los electores para lograr el quórum necesario que validara la convocatoria, porcentaje que fue alcanzado ya que concurrió el 57% del padrón. De éstos, el 95% se declaró por la derogación de las normas, y es inevitable interpretar que los electores han dejado de creer en el discurso de Berlusconi. ¿Cómo pudo suceder? Ante todo, no lo ayuda la situación económica del país que, si bien ha resistido el embate de la crisis financiera global sin mayores sacudidas, no logra repuntar en su crecimiento económico, estancado desde hace tiempo, también en términos comparativos con el resto de los países de la Unión Europea. Las promesas de reducir la carga impositiva han quedado como meros anuncios, al tiempo que el trabajo de muchos italianos es cada vez más precario.
Tampoco ayuda a la credibilidad de Berlusconi su situación procesal. El riguroso control que ejerce sobre los canales de televisión públicos y privados, a través de los cuales se habla del empecinamiento de un sector de la magistratura, acusada de ser “comunista” y, por ende, acérrima adversaria ideológica del Jefe de Gobierno, muestra sus grietas.
En efecto, el líder ha evitado en varias oportunidades una condena por amnistía o gracia por haber modificado, por vía legislativa, los términos de prescripción o la tipificación de ciertos delitos. Finalmente, no es menor el desprestigio acumulado por la escandalosa conducta personal de Berlusconi, que lo ha llevado a ser acusado de favorecer la prostitución de menores.
Hoy hay una creciente desilusión también en los sectores políticos aliados que en el pasado creyeron en su capacidad de gestión. Evitar las divisiones internas en esta coyuntura no es fácil. Meses atrás, un sector aliado se escindió del PdL precisamente por el desgaste provocado por esta situación, y a comienzos de año se llegó a hablar de la posibilidad de su renuncia. Por su parte, Berlusconi ha intentado de mil maneras mantener unidos a sus aliados, incluso repartiendo favores y cargos en el gobierno, llegando a seducir a integrantes de la oposición, cuya escandalosa emigración hacia la centroderecha no los ha dejado bien parados ante la opinión pública.
Es muy probable que la oposición, envalentonada por los dos triunfos consecutivos, reclame su renuncia y la convocatoria a nuevas elecciones. Si bien la centroizquierda dista de ser un bloque compacto con un discurso unitario, el desgaste del líder acosado por la justicia puede terminar por favorecer al frente opositor, pese a que todavía no ha aparecido un claro proyecto alternativo que asegure un gobierno unido y, sobre todo, la gobernabilidad, que ha sido el punto más fuerte de la gestión de la centroderecha.
A su vez, Berlusconi sabe que sin los fueros, su situación procesal se tornará muy grave. En uno de los procesos en los que se lo acusa de sobornar a un abogado británico, se llegó a la paradoja de que el corrupto –es decir, el letrado inglés– fue condenado, pero no así el corruptor, es decir, Silvio Berlusconi. Por lo tanto, cabe esperar una lucha denodada por mantener los fueros, acaso a cambio de una digna salida de escena.
Queda pendiente, desde hace años, una reforma moral, reclamada por amplios sectores de la ciudadanía, deseosa de ver políticos más cercanos a sus problemas y no una casta privilegiada que se beneficia de los cargos públicos. En este sentido, la sociedad civil organizada está realizando una tarea de concientización importante que puede reclamar una mayor participación y renovación de la política.
Su rol en este referendum ha sido importante, al punto de haber provocado un cambio de posturas en la oposición. Como en España, en Francia y en otros países, y en cierto sentido también en los árabes, en la cuenca mediterránea soplan vientos de una mejora de la calidad democrática, un reclamo de mayor libertad y participación. Dice un viejo proverbio italiano: “Si son rosas, florecerán“.
El autor es abogado y director de la revista Ciudad Nueva.