Monseñor Claudio Celli, presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, en una reciente entrevista en Roma, se refirió a la necesidad de la contemplación y el silencio en el acto de comunicar, el abordaje de la Iglesia en el uso de las nuevas tecnologías y la misión de los jóvenes en el nuevo escenario digital.–¿Cómo se complementa la dimensión contemplativa del comunicador con la lógica digital?
–Para el cristiano, comunicar implica dar información pero también analizar los acontecimientos desde una dimensión de fe, y si el profesional se desempeña en un medio no católico, evaluarlos desde una perspectiva de profunda humanidad. La contemplación nace del corazón, y la exigencia radica en estar imbuido de la perspectiva de Dios. Un comunicador cuyo corazón está radicado en Jesucristo está obligado a tener una mirada de fe que ilumine las “frecuencias” de su tarea. Porque la fe no resta nada a la preparación cultural propia, que debe ser abarcadora, sino que le agrega algo más, es un enriquecimiento. El comunicador de Dios debería estar empapado como por ósmosis de los pensamientos, de la vida de Dios. A través de los profetas, en el Antiguo Testamento, el Señor decía “mis pensamientos no son los de ustedes”. Es decir que puede hablarse del silencio como un momento particular del comunicador. La comunicación no es solamente decir palabras: el hombre debe recobrar sus dimensiones más hondas de humanidad también a través del silencio. Pienso especialmente en las nuevas generaciones, que no están educadas en el silencio, que no es soledad sino un momento muy rico en humanidad. Cualquier hombre, sea cual fuere su profesión, debería asegurarse un momento de oración, de búsqueda de Dios en su camino, que yo llamo contemplación. Un ejemplo: en su última aparición, Juan Pablo II no logró decir una sola palabra porque la voz no le salía, pero sus ojos, su rostro, sus gestos configuraron una comunicación profundísima y todo el mundo entendió lo que quería decir.
–¿Cuál sería entonces la espiritualidad del comunicador?
–Un comunicador verdadero que tiene su corazón fundamentado en Dios no sólo debe conocer cada vez más a Dios sino conocer el mundo que Él ama. No nos gana para sí sino cuando compartimos la naturaleza de Dios: cuando Él llega a ser nuestra vida, y nos lleva hacia el hombre. De aquí se des prenden la riqueza y la delicadeza de un comunicador en su mediación cultural: comprender la realidad del hombre y meditar.
–¿Qué sucede con el lenguaje?
–El lenguaje verdadero tiene una dimensión antropológica que significa comprender al hombre más hondamente, qué lleva en su corazón, cuáles son sus luchas, sus deseos, sus anhelos, sus sufrimientos. El comunicador debe ponerse en sintonía con la persona a la que se dirige y esto exige un conocimiento de la naturaleza humana, de la historia, de la problemática en la que vive. Exige una reflexión, una preparación muy atenta. Es por eso que no se puede improvisar: tengo un grabador, soy periodista. Es mejor ver qué hondura tiene mi corazón para entrar en sintonía con la persona a la que me estoy dirigiendo. Esto no es una encuesta de mercado.
–¿Qué cambios traen aparejados los medios digitales?
–En la actualidad los medios de comunicación dejaron de ser unidireccionales. La web exige interactividad. Sería muy interesante ver en qué medida en la Iglesia tenemos sitios capaces de dialogar con los jóvenes. Y no me refiero solamente a sitios creados por adultos dirigidos a los jóvenes sino en los que los jóvenes sean capaces de hablar con sus pares. Y también está pendiente un gran esfuerzo en cuanto a la actualización tecnológica: muchos sitios eclesiales están en la web 1.0 cuando ya se está estudiando la web 3.0. El papa Benedicto XVI, cuando se dirige a los jóvenes, les dice que son ellos, nativos digitales, a quienes les corresponde la mediación cultural. El Papa se refiere a una gran tarea análoga a la de los primeros cristianos en el mundo pagano romano. ¿Conoce el sitio Pope 2 You? En la última Pascua tuvo más de medio millón de visitas. También me pareció interesante haber subido tarjetas digitales con frases del papa Juan Pablo II: creo que se enviaron más de 50 mil.
–¿Cuáles son los puntos de contacto y las diferencias entre América latina y Europa?
–En este tiempo estamos realizando una encuesta, patrocinada por la RIIAL y el CELAM, con nueve universidades, desde México a Brasil. El objetivo es estudiar cómo las nuevas tecnologías influyen especialmente en los jóvenes, porque hablamos con cierta facilidad de cultura digital pero lo importante es ver en qué medida sucede. América latina conserva buena capacidad para dialogar de manera evangélica y sensibilidad respecto de los valores religiosos. Europa está más problematizada. Tanto el relativismo como la secularización influyen en América latina, pero mucho más en Europa, donde a menudo se excluye la dimensión religiosa. Sin embargo, descubro también posibilidades realmente enriquecedoras, por ejemplo, sitios de Internet que ayudan a hacer ejercicios espirituales. Se puede realizar el mes ignaciano y dialogar interactivamente con el predicador. También hay cursos de oración y de formación bíblica para laicos. Si la visita del papa Benedicto XVI a Inglaterra fue un éxito, un momento de gracia, se debe en gran parte a que las nuevas tecnologías pudieron ser bien aprovechadas. También hubo una conferencia episcopal atenta y jóvenes especialmente despiertos.
–¿La beatificación de Juan Pablo II ha sido un acontecimiento de carácter eminentemente comunicacional?
–Trabajé muy cerca suyo desde 1982 hasta el día de su muerte. Además me consagró obispo, así que en mi corazón su beatificación provoca resonancias muy profundas. Reconozco también su repercusión mundial. Incluso el mundo laico percibió que su lenguaje era muy cercano porque tocaba problemáticas del hombre de hoy. Los hombres
y las mujeres, incluso no cristianos, sintieron que fue un defensor del hombre. Tenía una capacidad mediática impresionante, pero no era solamente un hombre enraizado en el mundo de hoy. Regresando al primer concepto del que hablamos: era un hombre profundamente contemplativo, un místico. Quienes sufrían, luchaban, caminaban con dificultad por la vida sentían que Juan Pablo II los entendía. Escuché a muchos jóvenes decir que el Papa los entendía y que defendía al hombre.
–¿Qué recuerdos conserva de sus años en Buenos Aires, entre 1979 y 1982?
–Empecemos por lo lindo. Añoro las amistades: he experimentado lo que significa tener amigos. En ese tiempo acompañaba a jóvenes universitarios y nos reuníamos en una iglesia en la calle Talcahuano; era una escuela que tenía una capilla muy grande. Y fue una experiencia hermosa. Cuando voy a Buenos Aires veo a los chicos de aquel entonces, que ya son padres, y me presentan a sus hijos. Y guardo dos momentos muy fuertes en mi corazón: la peregrinación a pie a Luján que hice con los jóvenes y el Año Mariano en Mendoza; todo un estadio cantando “Zamba de mi esperanza, amanecida por un querer”. Otra cosa que me ha marcado profundamente es el tema de los desaparecidos, porque en la nunciatura recibíamos a los padres y eran situaciones que me acongojaban.
2 Readers Commented
Join discussionENHORABUENA…!
El «nativo» Juan Diego, patrono de los «jóvenes nativos digitales, andinomesoamericanos»
Un anciano, Juan Diego, con rostro de joven?
Noble tarea de los jòvenes del presente siglo: ser los comunicadores «proféticos» cristianos.
Juventud místico-contemplaltiva….que sabe descubrir los misterios del LIBRO DE LA SABIDURÍA…y anunciarlos al mundo entero, ávido de FE….Y VERDAD.
Con amor y paz
EXELENTE QUE LOS JOVENES NO SE OLVIDEN DE SER GRANDES COMUNICADORES