indiceLa comunidad, lugar de perdón y de fiesta, escrito por Jean Vanier y publicado por Ágape, presenta la vida comunitaria como una aventura cotidiana, donde errores y fracasos se alternan con momentos de profunda unidad. La experiencia, la vida misma, hace de La Comunidad, lugar de perdón y de fiesta el ámbito donde se confronta todo ideal o teoría, toda ilusión o mera máscara con que se quiere ocultar esta realidad, con la única verdad. Jean Vanier, filósofo y fundador de las Comunidades de El Arca, da un giro en relación al pensar de la modernidad y con este realismo hace honor a Aristóteles, a quien nada de lo experiencial y humano le fue ajeno (aunque el autor se apartará de él en cuando a la profunda visión del hombre que brinda en este libro).

“La vida evoluciona sin cesar. Los imperios de las ideas que en un momento pueden parecer estables, inmutables, incontestables, van y vienen”, escribe. El aspecto dinámico y la apertura sellan el espíritu del libro y la desapropiación de una verdad dogmática dan paso al descubrimiento comunitario de esa verdad y en una mirada hacia atrás y hacia adelante del tiempo histórico.

En la introducción se remonta a la forma comunitaria de los tiempos antiguos, devenida de una unidad profunda. La sociedad moderna surge de la desintegración de esos grupos y así aparece el individualismo atroz; y crecen los muros que nos encierran por miedo de los unos a los otros. El autor hace una descripción tan realista y detallada de estas rupturas y de sus causas que todos podemos sentirnos identificados e interpelados. “Somos nosotros los que hemos destruido el espíritu de comunidad el día en que nuestra escala de valores se enfrentó a lo que representa este espíritu de comunidad real y profunda”, señala.

En nuestro tiempo, observa a un hombre desorientado y sin sentido en su carrera hacia el éxito, hacia ningún lado. Pero, a su vez, nuevos signos epocales aparecen: “Hoy por hoy es una aspiración de muchos, un suspiro, poder formar parte de una comunidad auténtica. La comunidad es el lugar de la pertenencia, del amor y de la acogida, del cuidado al otro y del crecimiento en el amor que responde a esa aspiración profunda de cada uno”.

Considera la particularidad de las comunidades de El Arca porque en ellas “intentamos vivir con personas disminuidas mentalmente. Allí, antes que hacer por, se quiere hacer con, iniciando, más allá de un asistencialismo, relaciones recíprocas”. Lo central de El Arca será la experiencia de las relaciones humanas; no hay otro fin fuera de este mundo de interacciones que van hasta el infinito, donde se nos escapa cuánto hemos sido afectados por ellas o cuánto hemos afectado a los demás. Se trata de un modo de “habitar” la comunidad desde la vulnerabilidad que nos conduce a la comunión.

El autor va siguiendo las alternativas y matices de este difícil camino de aprender a amar. “Para que ese amor, esa comunión sean posibles, deben caer las máscaras, los muros detrás de los cuales nos escondemos, escondemos nuestras heridas”, sostiene. El Misterio Pascual se instala así en el centro de la vida comunitaria como el paso de la muerte del Yo egoísta a la resurrección a una vida nueva: “Existe un vínculo misterioso entre el sufrimiento, la ofrenda y el don de la vida, entre sacrificio y expansión”.

Son conmovedores los testimonios de Vanier de esa especial irradiación de la Vida en medio de la máxima fragilidad: “Cuando vivimos de verdad según nuestro corazón, vivimos según el Espíritu que habita en nosotros. Vemos a los otros como Dios los ve; vemos sus heridas, sus sufrimientos, pero no los consideramos como un problema. Vemos a Dios en ellos”. La profundidad de estas palabras recorre las páginas e invita a alcanzar la hondura del corazón humano a través de un camino de espiritualidad en que la comunidad aparece como el lugar del perdón.

La tapa presenta el lavatorio de los pies, gesto central en El Arca. El cuerpo se encuentra en el centro de la vida comunitaria. La acertada tapa presenta el lavatorio de los pies, gesto central en El Arca. Así, el cuerpo se encuentra en el centro de la vida comunitaria. Pero más allá de ser objeto de los cuidados, el cuerpo es ícono de la persona. El autor se pregunta: ¿cómo convencernos de que nos aman en nuestra pobreza y debilidad y que nosotros también somos capaces de amarnos? Y afirma: “Vivir en comunidad es descender y amar el secreto de la persona, en lo que tiene de única. Es así que se llega a ser libre”.

La herida es el lugar de una palabra del hombre sobre el hombre, y sobre Dios. En El Arca, la persona más débil tiene una palabra profética y reveladora. Los procesos de aceptación, acogida, paciencia y escucha de esas heridas nos ubican en el centro de una verdad sobre nosotros mismos y sobre Dios: “Cuando el cuerpo vulnerable se sitúa en el centro de la comunidad, María, madre de Jesús, ocupa un lugar privilegiado. Ella fue la primera que acogió el cuerpo de Jesús, el Verbo hecho carne”. Entonces la fragilidad toma el centro de la comunidad y “amar es convertirse en débil y vulnerable; es levantar las barreras y romper las caparazones; es dejar que los otros entren en mí y hacerse delicado para entrar en ellos”. Vanier da pistas concretas para hacerse cuerpo con el otro y formar parte del Cuerpo Místico de Cristo, y ofrece finalmente la profundidad de la experiencia de ser salvados, que se celebra en cada fiesta: “en la tierra no tenemos una alegría plena, pero nuestras fiestas son pequeños signos de la fiesta eterna de las bodas a las que estamos invitados”.

El autor nos lleva de la mano, como en un baile circular, desde lo visible de la experiencia histórica y humana hacia lo esencial, hasta alcanzar lo más profundo de la dimensión humano-divina de la que no es posible separarse.

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  1. María Teresa Rearte on 20 noviembre, 2011

    He leído algunos escritos de Jean Vanier , el fundador de la Comunidad del Arca. Se podría decir que uno no lee algo para sentirse bien. Pero igualmente voy a decir que los escritos del autor siempre me hicieron sentir muy bien conmigo misma.
    «Habitar en comunidad desde la vulnerabilidad que nos conduce a la comunión». Es todo un programa de vida. Pero también quisiera marcar el contraste con las actitudes propias de la cultura actual, donde más bien se trata de sentirnos o hacernos fuertes, bien pertrechados, de competir, luchar, de hacer frente. En general acciones de este tipo, que contribuyen a posicionarse de frente, a confrontar. Que nos permite ver la debilidad, e incluso la ruptura de los vínculos. Su efímera fragilidad.
    Leyendo esta nota me hizo acordar de otra escrita por una mamá de una niña discapacitada, en la que decía como con el nacimiento de su niña todos, en la familia, habían aprendido un amor más parecido al que Dios nos tiene.
    Lo que Vanier propone es algo diferente a lo cuantificable, lo métrico, lo técnico, e incluso al dogma. Por eso es tan gratificante.
    Muy bueno el sentido del Misterio Pascual como paso del Yo egoísta a la resurrección a una vida nueva.
    Gracias.
    Prof. María Teresa Rearte

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