EDU-BASILICA LUJAN-1-22/6/00A un siglo del nacimiento del sacerdote historiador Juan Antonio Presas, devoto de la Virgen de Luján, un recuerdo de las figuras que dieron testimonio y escribieron los acontecimientos que dieron origen al santuario nacional.

Son muy conocidos los hechos que dan origen al culto lujanense, que se remontan al año 1630, cuando arribaron al puerto de Buenos Aires dos sencillas imágenes de la Virgen, provenientes del sur de Brasil, y que llevaban como destino Sumampa, en Santiago del Estero. Luego de algunas dificultades aduaneras y una vez organizada la caravana, partieron en lento viaje. A orillas del río Luján, yendo por el “camino viejo” (en la zona de lo que actualmente corresponde a Villa Rosa) sucede el famoso milagro de la carreta, por el cual la imagen de la Inmaculada quedó en la estancia de los Rosendo (o Rosende), al cuidado de un santo y fiel esclavo, el negro Manuel. De ahí en más, las crónicas narrarán la fama de la imagen y sus milagros, el posterior traslado a su actual emplazamiento por intervención de Ana de Matos, y la sucesiva consolidación y organización del culto: fiestas, capillas sucesivamente mejores, etcétera.

Hace 200 años, en la segunda mitad de 1812, se imprimía en la Casa de Niños Expósitos de Buenos Aires la primera crónica que narraba el origen y la historia de la imagen de la Virgen de Luján y de su culto. Este dato no debe confundir al lector, pues la tradición lujanense hunde sus raíces en los siglos XVII y XVIII, y los documentos primarios que dan sentido a lo que más tarde se publicará son suficientes y consistentes.

Una historia documentada

Si hubiera que reordenar los documentos fundantes por orden cronológico, lo primero que debe mencionarse son los mapas de misioneros jesuitas, quienes ya hacían figurar el pequeño oratorio de la Virgen a orillas del río Luján. En la Cartografía jesuítica del Río de la Plata, que Guillermo Furlong publicó en 1936, se reproducen y comentan los mapas misioneros de Ruiz de Montoya (1636) y de Hernard (1647).

Otro documento fundacional es el inventario de la estancia de Diego Rosendo de 1645, donde se menciona por primera vez la imagen milagrosa y el oratorio que la alberga. También cabe citar el Acta que resuelve el litigio acerca de la propiedad del negro Manuel, que data de 1674 y se conserva –al igual que el inventario– en el Archivo General de la Nación.

Una primera crónica (más bien una “relación” o testimonio) pertenece al fraile mercedario Pedro Nolasco de Santa María, quien en su vejez, en 1737, dio datos preciosos.

La publicación de 1812

La crónica que nos ocupa fue impresa en 1812 con la siguiente portada: HISTORIA VERIDICA DEL origen, fundacion y progresos del Santuario de la Purisima Concepcion de N. S.a de la Villa de Luxan; con la Novena á la SSma. Virgen. DISPUESTA. Por el R. P. Fr. Antonio Oliver, Misionero Apostolico del orden de S. Francisco. Y DADA Á LUZ Por el presbitero D. Felípe José Maqueda tierno devoto de Maria Ssma. en su sagrada imagen de Luxan (en adelante Historia verídica). Este opúsculo encierra varios elementos: abre con una poesía firmada por Maqueda, en la que él mismo agradece su existencia y se consagra a la Virgen de Luján, sigue la crónica, y termina con una novena. Lo que más interesa es la crónica, fundamentalmente porque coincide con los documentos más antiguos y le da la solidez de un relato coherente. Es una crónica que desarrolla y consolida la tradición escrita inaugurada por el testimonio del mercedario Santa María. Dedica varios párrafos a perfilar y comentar la figura del negro Manuel, llegando inclusive a compararlo con san Juan Diego, afirmando, en audaz y hermosa comparación: “asi como la Reyna Celestial se valió de la sencilléz de un pobre indio llamado Diego para promover los cultos, que se le dán en la portentosa Imagen de nuestra Señora de Guadalupe, (que tambien es de la Concepcion) y se venera en un cerrito distante una legua de la ciudad de México, asi tambien quiso valerse de este candido negro llamado Manuel, para propagar los cultos de la Imagen de Nra. Sra, de Luxan, distante doce leguas de la ciudad de Buenos-Ayres”. Más adelante, no dudará en llamarlo “nuestro bendito negro Manuel”.

La crónica abarca los hechos lujanenses más relevantes entre 1630 y 1801, con una pluma sencilla, llevadera y profunda a la vez. Hay una sección importante en la cual el relato sigue muy de cerca las memorias de Juan José de Lezica y Alquiza, quien había narrado allí el protagonismo de su padre en la construcción de la iglesia de Luján, que se inauguró en 1763.

Desentrañar quién escribió esta crónica y cuándo, también dará claridad para ponderarla mejor. La mayoría de los historiadores lujanenses posteriores han cometido una larga injusticia refiriéndose a este escrito como “crónica de Maqueda” (así Jorge Salvaire1, Santiago de Estrada también en 1885, Luis Varela en 1897; ya en el siglo XX, Cayetano Bruno, Juan Antonio Guérault, etcétera).

La tardanza para reconocer la autoría de Oliver no deja de ser curiosa, siendo que la portada misma de la obra anuncia que Maqueda publica lo que Oliver preparó.

Fray Antonio Oliver

Orientar la mirada hacia la figura de Antonio Oliver puede ser sorprendente2. Nacido en Palma de Mallorca en 1711, ingresó a la Orden Franciscana, destacándose desde su juventud como profesor de Retórica, Filosofía y Teología Moral y como traductor y comentarista de obras clásicas. Luego de una grave enfermedad, partió en 1751 como misionero hacia Perú, donde vivió en el convento de Ocopa. Desde allí se trasladó a Tarija, en 1754. Construyó allí el Colegio de Propaganda Fide y fue dos períodos Guardián del convento, hasta su partida en 1769. Los documentos existentes en Tarija muestran su precisión en las relaciones humanas, así como sus características de gran trabajador y persona reflexiva y apacible.

Sabemos que luego arribó a Buenos Aires, donde fue Confesor Ordinario de las monjas capuchinas, Visitador General de la Tercera Orden (Seglar) y fue muy respetado como maestro en el arte del discernimiento espiritual. Llegó a ser un personaje de mucha autoridad moral, de lo cual se desprende claramente que su crónica no es para nada ingenua, ni un acto de simple espontaneidad devocional. Más bien todo lo contrario: fue fruto maduro de aquel arte que Oliver cultivó. Estas características se confirman al leer la introducción a la copia de su Catecismo mystico para religiosas, que se conserva en el archivo franciscano de Buenos Aires, y al recorrer su notable actuación (especialmente durante su madurez espiritual, correspondiente a la etapa porteña).

Según la portada de Historia verídica, había recibido el título de Misionero Apostólico, que en diferentes épocas la Iglesia concedió a religiosos y sacerdotes que debían moverse con bastante autonomía y con encargos misioneros. Falleció en Buenos Aires en mayo de 1787, a los 76 años.

Su crónica lujanense correspondería al período 1770-1786 (aunque monseñor Juan Antonio Presas y otros autores modernos afirmaran que sería en la década 1760-70, hoy sabemos de la inconsistencia de esa cronología).

En cuanto a los hermanos Maqueda (Felipe José y Gabriel, ambos sacerdotes) estuvieron muy vinculados a Luján. Trabajaron allí en la pastoral, inmediatamente después de su ordenación, junto a su tío Carlos José Vejarano (capellán del santuario de Luján desde 1746, luego párroco de Luján desde 1770), quien falleciera allí en mayo de 1775. Felipe José se trasladó a Buenos Aires para hacer imprimir la Historia verídica en 1812, y falleció tres años después. Este panorama de fechas y lugares concede continuidad y relevancia a esta publicación, suponiendo que Oliver conocía a Vejarano y a los Maqueda, quienes a su vez habrían recogido de su tío la tradición oral, y habrían experimentado a través de su propio ministerio sacerdotal las gracias de la Virgen en Luján.

¿Qué publica Maqueda? Un relato mariano importante, de una sencillez pastoral y catequística que no desdice en nada su profundidad espiritual. Todo indica que Maqueda posee la crónica original de Oliver, a la que añade con toda seguridad la poesía del inicio y probablemente el final, referido directamente a la construcción e inauguración de la nueva iglesia, apadrinada por Juan de Lezica y Torrezuri. Es así que la cronología de los hechos es completada y finalizada por el propio Maqueda, con la información que posee, para hacerla llegar hasta 1801.

Luego de la edición que nos ocupa en esta nota, correspondiente a 1812, seguirán otras cuatro jalonando el siglo XIX, de entre las cuales existe una más curiosa que el resto, pues no cita a Maqueda en la portada: “publicada en Buenos Aires, Imp. de La Voz de la Iglesia, Rivadavia 69, 1887”. Comienza con la poesía firmada por Felipe José Maqueda, bajo el título: “A MARÍA SANTÍSIMA NUESTRA SEÑORA EN SU DEVOTA IMAGEN DE LUJAN”.

Los franciscanos y Luján

Entre las fuentes de información de Oliver, es interesante notar que los franciscanos estuvieron ligados de diferentes modos a Luján:

-Fray Juan de Arregui fue el sexto obispo de Buenos Aires (el primero nativo), entre 1731 y 1736. “Pasó largas temporadas en Luján” (Presas, 1974) e inició las obras del nuevo templo, bastante provisorio, pues duró de 1740 a 1763.

-Desde 1731 asumió como Administrador del Santuario fray Francisco Calbo. Se lo considera prácticamente el anfitrión de la importante visita canónica de enero de 1737. Dejó su cargo poco después, por enfermedad.

-En enero de 1737, fray Nicolás Gutiérrez quedó a cargo de tomar declaración a los testigos del origen, culto y milagros de la Virgen. En ese contexto escribió su testimonio fray Pedro N. de Santa María, mercedario. Gutiérrez (Buenos Aires, 1690-1744) era sobrino de las herederas de la estancia del Milagro, fue bautizado por fray Juan de Arregui, fue predicador general de la Orden y superior del convento de Buenos Aires, donde murió. Nolasco de Santa María, por su parte, era sobrino de Martín de Arruz, quien siendo mayordomo de la misma estancia firmó el inventario de 1645, donde se menciona por primera vez la imagen de la Virgen.

-Hacia 1750, Pedro Lozano publicó su Historia de la conquista del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán, donde sostiene, a propósito de Luján: “Ha corrido siempre este Santuario a cargo de clérigos devotos; pero hoy está al de los Religiosos de la Orden Seráfica, que promueven los cultos de la Concepción Purísima, cuyo misterio es la advocación de aquella prodigiosa Imagen”.3

Todo lo dicho abona la suposición muy firme de que la primitiva historia lujanense, lejos de nutrirse de míticas fantasías, como supuso cierto liberalismo decimonónico, está firmemente asentada en testimonios transmitidos de boca a boca, de unos testigos a otros, que unen generaciones con un único hilo histórico.

¿Dónde está el manuscrito de Oliver?

Hasta ahora, no lo sabemos. En abril de 1831, en un Memorial del párroco de Luján al obispo de Buenos Aires, puede leerse: “Es tradición constante que en 68 años que ha que fue colocada María Santísima de Luján en su Camarín solamente en dos ocasiones fue llevada en procesión, siempre en hombros de sacerdotes; cuando se colocó el año de 1763 a 8 de diciembre, como lo testifica la Historia que corre impresa4, la que fue extractada de manuscritos antiguos que existen en este archivo […]”5.

El explorador inglés Thomas Hutchinson, quien publica en 1868, en Londres, su obra El Paraná, incluye una larga referencia, casi al pie de la letra, de la crónica de Oliver-Maqueda. Al final de la misma, anota: “He traducido [al inglés] esta leyenda foránea, extractándola de una reseña de un autor anónimo español, que me facilitó el Dr. Juan María Gutiérrez”. Bien podemos presumir que ese “autor español” fuera el propio Oliver.

Saber del manuscrito de Oliver despejaría la incógnita acerca de cuánto transcribió Maqueda.

Historiadores modernos

La historiografía lujanense es despareja y ha sufrido de descréditos, sobre todo de la mano de la ilustración liberal, que acorraló a la tradición de los hechos bajo el cono de sombras de la “leyenda”. Recién el siglo XX reabriría las puertas a la reconstrucción histórica, a través de la investigación archivística, que demostró la veracidad y solidez de los datos brindados por la tradición. El genealogista Raúl Molina corroboró, a través de su investigación del Buenos Aires colonial, que los personajes y hechos de las viejas crónicas concuerdan con los documentos y datos sacados a luz modernamente. El fruto de esta investigación es la conferencia del 31 de octubre de 1967, pronunciada por el propio Molina en el aula magna de la Academia Nacional de la Historia, que fue publicada como Leyenda e Historia de la Virgen de Luján en el Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Este trabajo, que resulta inaugural para una etapa documentada de la historia lujanense, es importante y atendible, aunque luego fuera mejorado en algunos puntos. Él tampoco considera la posible autoría ni el juicio ponderado de Oliver. Es interesante notar que Molina, al no valorar suficientemente la tradición que une a Oliver-Maqueda con una corriente oral sabia, dando crédito sólo a la documentación fehaciente, cae en cierta descalificación de esas crónicas que hoy consideramos tan importantes. Molina, sin embargo, adjunta a su trabajo un largo apéndice documental, iniciado por la declaración del fraile Santa María y la crónica de Oliver-Maqueda puestas en paralelo.

El caso de Presas es más complejo, pues da mucho peso a Maqueda en sus primeros y fundamentales trabajos, pero en su obra tardía Luján: el milagro y su vivencia (2000), volcará todo el protagonismo sobre la pluma de fray Antonio Oliver. El gran historiador lujanense del siglo XX, quien comenzó su trabajo alentado por los hallazgos de Molina, publicó en 1974 una obra documental muy importante: Nuestra Señora en Luján y Sumampa. Estudio crítico-histórico. Tanto los mapas jesuíticos, como el inventario de 1645 y una cantidad importante de documentos primarios fueron allí recopilados y publicados, incluso la copia facsimilar de la Historia verídica. Se trata de una obra monumental, de consulta ineludible para estos temas. Valga este sencillo recordatorio como homenaje a este historiador y devoto servidor de la Virgen de Luján, a 100 años de su nacimiento.

Más allá de las cronologías y de los documentos, iluminemos dos convicciones de fondo: la historicidad (no legendaria) de los orígenes del culto lujanense y la certeza de que sin el negro Manuel, personaje histórico y santo, no tendríamos a Luján. Dios gusta servirse de los pequeños para confundir a los fuertes.

El autor es docente y asesor pedagógico.

[1] Al comienzo de su obra, aclara Salvaire que “hemos seguido con puntualidad la Historia de Nuestra Señora de Luján, escrita por el piadoso Capellán de la Virgen, D. Felipe José de Maqueda, y dada por él a la estampa en 1812” (esto, en su monumental “Historia de Ntra. Sra. de Luján” de 1885). Por lo visto, Salvaire no reparó en la gravitación de fray Antonio Oliver entre los autores que lo precedieron.

2 Remito, a quien quisiera profundizar, al trabajo de Poli, Mario Aurelio; “La Virgen de Luján y su Cronista Franciscano Fray Antonio Oliver Feliú OFM”; en revista Nuevo Mundo, nº 8, San Antonio de Padua, 2007.

3 Presas, que transcribe esta cita, anota luego: “Y como por los años que van del 1730 al 40 fueron varios los frailes franciscanos que estuvieron en el Santuario de Luján, como meros capellanes o administradores, la nota de Lozano refleja ese período”. (1974, pág. 379). Período que llega hasta 1746, cuando asume Vejarano.

4 Sin duda se refiere a la Historia verídica de Oliver-Maqueda.

5 En 1831 el manuscrito de Oliver estaría en el archivo de la Basílica de Luján.

1 Readers Commented

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  1. Jorge Cortabarría on 26 septiembre, 2013

    Valioso artículo, que aporta datos sobre los lazos familiares de algunos antguos franciscanos vnculados con Luján con la familia Rosendo.
    En cuanto a que fray Antonio Oliver habría escrito una crónica de los inicios del culto mariano-lujanense, puede ser pero no Mons. Poli ni el autor de la nota probaron la existnecia de dicha crónica. ¿No es importante que Salvaire, que escribió en 1882 (y dio a luz en 1885) su «Historia» viviendo en Luján desde 1872, dé como único autor de la «Historia verídica» a Maqueda?
    El autor de la nota parece desconocer que existe un manuxritode la «Historia verídica» que sería de unos años antes de 1812 y con un título diferente: «Relacion…» El contenido de esta versión manuscrita no difiere en nada con la versión impresa más que en el título. Esta nota en «Criterio» me resulta una invitación a rever dicho título.
    Muy lúcida la observación del autor sobre la importancia que Oliver o Maqueda le dan al negro Menuel.
    Yerra José Manuel Navarro al afirmar que el templo lujanense empezado por el obispo Arregui funcionó (con carácter provisorio) duró de 1740 a 1763, pues el edificio empezado por Arregui nunca estuvo al servicio del culto (se arruinó lo construido cuando se techó la obra). El templo provisorio de 1740-1763 fue concebido y concretado por el capellán de Luján Miguel González de Leyva. Se trata de un yerro menor, que en nada afecta el tema principal del artículo.

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