Reflexiones a partir de la última edición del Acton University, el evento anual que organiza el Acton Institute en Grand Rapids, Michigan, donde se congregan profesores, religiosos y hombres de negocios de todo el mundo.
En abril de 1887, el erudito, historiador y político liberal John Emerich Edward Dalberg-Acton (1834-1902), más conocido como Lord Acton, escribió al obispo Mandell Creighton las que serían sus palabras más célebres y citadas: “No puedo aceptar su regla de que debemos juzgar al Papa y al Rey de un modo diferente a los demás hombres, con una presunción favorable de que no hicieron lo incorrecto. Si una presunción ha de haber, debe ser en sentido contrario, en contra de quienes detentan el poder, y tanto más cuanto más se acrecienta el poder. El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente.”
Estas expresiones acerca del peligro del poder absoluto, que bajo este aspecto no hacía diferencia entre el Estado y la Iglesia, debieron ser enormemente polémicas para su tiempo, no sólo como expresión del pensamiento político liberal sino sobre todo como visión de un ferviente y convencido católico que sin embargo no vaciló en desafiar la Iglesia ultramontana de su tiempo, embarcada en un proceso de centralización y exaltación de la figura papal.
Un siglo después, en 1990, surgía el Acton Institute, con el fin de propagar la memoria de este gran historiador de la libertad, y promover una sociedad “libre, virtuosa y humana”. Este objetivo reclama una triple convergencia: un gobierno limitado, concentrado en sus funciones propias, que desempeñe un rol sólo subsidiario respecto de la sociedad civil; una economía libre, que permita a todos el acceso al mercado, favoreciendo la creación y el intercambio de riqueza, removiendo todo obstáculo indebido a dicho acceso, y garantizando la propiedad privada; y la libertad religiosa, que anime una cultura de sólidos valores morales, fundados en la dignidad de la persona, la importancia esencial de la familia, la responsabilidad por el bien propio y el de la sociedad en su conjunto.
No es casual que estos tres ideales encuentren sus raíces históricas en la tradición cristiana. Sin negar relevantes antecedentes en el mundo antiguo, fue Jesucristo quien, con su llamado a distinguir entre “lo que es de Dios” y “lo que es del César”, dio inicio a un proceso que a lo largo de la historia ha contribuido a la desacralización del poder político y a su subordinación a valores morales y espirituales superiores. El Estado, definido por sus funciones temporales, dejaba así de ser la fuente suprema de sentido, abriendo un espacio de autonomía para que los individuos y comunidades persigan su fin trascendente. Sería sólo cuestión de tiempo para que la libertad de la persona, ya no más subordinada con todo su ser a la pólis, encontrara formas innovadoras de expresión en lo político, lo económico y lo cultural, poniendo en marcha la historia de la libertad.
Acton University
Entre el 19 y 21 de junio tuve la oportunidad de participar, junto con otras 900 personas, profesores, religiosos y hombres de negocios de todo el mundo, en el Acton University, un evento anual organizado por el Acton Institute en Grand Rapids, Michigan. En el mismo, a través de diferentes conferencias y encuentros que se prolongan por espacio de tres días completos, se profundizan los tres ejes mencionados, se reflexiona sobre sus fundamentos antropológicos, éticos y religiosos, y se declinan sus múltiples implicancias en el campo económico, político, social y cultural.
Contra el extendido prejuicio de que el liberalismo es esencialmente individualista, estos encuentros ponen de manifiesto una profunda preocupación social. No hay objetivo más urgente que la lucha contra la pobreza. Pero al mismo tiempo, esa lucha y la buena voluntad que la inspira están condenadas al fracaso si no promueven la creatividad e iniciativa de las personas afectadas, y les brindan la posibilidad efectiva de ofrecer sus productos y servicios en el mercado, en condiciones básicas de igualdad.
Dos evidencias apoyan esta convicción. Una es el clamoroso fracaso de ciertas modalidades de asistencia internacional que han desbaratado los emprendimientos locales y empeorado la situación general. La otra es que sólo el libre mercado ha mostrado capacidad para rescatar a las personas de la pobreza. En el mes de junio, el editorial de The Economist ha mostrado cifras impactantes: entre 1990 y 2010 la pobreza extrema en el mundo ha sido reducida a la mitad, gracias a las reformas orientadas al libre mercado en los países en vías de desarrollo (sin desconocer la importancia de las políticas sociales de contención). Sólo China, entre 1981 y 2010, ha sacado a 680 millones de personas de su pobreza ancestral, y ha reducido la pobreza extrema del 84% al 10%. La meta de eliminar esta última para el 2030 ya no parece inalcanzable.
Pero la libertad económica no puede sostenerse en el tiempo sino en el marco de un orden que garantice al mismo tiempo la libertad política y religiosa. La primera reclama instituciones sólidas y confiables, en especial una justicia realmente independiente, el respeto por los derechos de las personas y la seguridad jurídica. La tendencia de los actuales gobiernos democráticos a una creciente intervención en la vida social no sólo pone en peligro la libertad económica y política sino también aquella que, como decíamos antes, es la fuente de todas las restantes libertades: la libertad religiosa.
Algunos de los problemas que se suscitan a este respecto en los Estados Unidos nos inducen a poner “las barbas a remojo”. Por ejemplo, el argumento de la discriminación pronto podría ser utilizado para denunciar penalmente a los católicos que se expresen de modo público contra el matrimonio homosexual, o a los sacerdotes que se nieguen a celebrar los mismos en sus parroquias, o incluso a las casas de fotografía que se nieguen a prestar sus servicios para esa clase de eventos. Es necesario que las autoridades de la Iglesia en nuestro país tomen mayor conciencia de los posibles conflictos a los cuales ministros y creyentes en general podrían verse expuestos en el futuro.
Tras esas exigentes jornadas de reflexión e intercambio, pasé algunos días de descanso en Chicago. Sería imposible hacer justicia en un espacio tan breve a la asombrosa arquitectura de esta ciudad, sus calles, sus parques, su intensa vida cultural. Pero no podría concluir estas líneas sin aludir a una experiencia que atesoro en mi memoria: haber viajado junto a gente rica y gente pobre en subtes, buses y trenes limpios, seguros y puntuales. Acton Institute fue la parte teórica. Ésta es la parte práctica.



















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Join discussionInteresante artículo que toca temas centrales del pensamiento económico actual desde uno de los think tanks que promueven la ideología del “liberalismo de mercado” que el Papa Francisco calificó como “reduccionismo socializante”. Incidentalmente, la sede local de este instituto publica un comentario de su presidente donde relativiza el alcance de esta declaración papal basado en que Juan Pablo II en Centesimus annus, tiene “una valoración positiva de la ‘economía de mercado’, sin la palabra ‘liberalismo’”. Aunque reconoce que “para Bergoglio el ‘liberalismo de mercado’ es algo malo en sí mismo”.
En la actualidad, esta ideología se conoce como neoliberalismo. Define un sistema en el cual el presupuesto del Estado es limitado, el mercado es visto como el método preferido – realmente único – de asignar recursos, la protección de la propiedad privada es el primer principio de gobierno y donde los programas sociales se limitan a ser una mínima red de contención. En 1981, Ronald Reagan terminaba su discurso de toma de posesión con las siguientes palabras: “Antes se sostenía que el Estado era la solución; hoy sabemos que el Estado es el problema”. Quizás la frase que mejor la describe.
A partir del pensamiento de Hayek y Friedman y popularizada por Ayn Rand, se transforma en la “ortodoxia económica”. Desde los años 70, universidades e instituciones como el Acton Institute y un inmenso sistema de medios de comunicación, la han presentado como la única teoría, científica, completa y acabada capaz de resolver virtualmente todos los problemas del mundo. Tal es el grado de “naturalización” que ha logrado esta ideología que aún hoy a muchos les resulta “imposible” pensar siquiera en soluciones diferentes de las que postula desde sus centros de poder.
El artículo sostiene que el liberalismo no es esencialmente individualista ya que tendría una “profunda preocupación social”, demostrada porque en la reunión del Acton Institute se presenta como “objetivo urgente” la lucha contra la pobreza. Sin embargo, la visión del hombre como ser egoísta, que compite en busca exclusiva de su propio interés, es central en el liberalismo y es así como se expone la teoría, para la cual no existen valores como la solidaridad o la compasión. Sobre esto, puede verse la muy fundada opinión de Mario Bunge en un comentario que hice al artículo “Expectativas, incertidumbres y ciclos” en el número de Mayo 2013.
Cita en defensa de las políticas “liberales” el fracaso de programas de ayuda internacional en diversas regiones del mundo. Cabe preguntarse si los habitantes de países muy pobres podrían esperar resultados favorables de estos programas, imaginados en los escritorios de burócratas que nunca han “mirado ni tocado” como pide Francisco a los miserables destinatarios de sus costosísimas intervenciones. Muchas de las cuales, por otra parte, han brindado no pocos beneficios a distintos sectores económicos de países desarrollados.
También dice que el “libre mercado” habría logrado reducir mucho la pobreza extrema en los países en vías de desarrollo en las últimas dos décadas, “sin desconocer la importancia de las políticas sociales de contención”. Cita un artículo de “The Economist” que utiliza un criterio muy limitado, de ingresos exclusivamente. Menciona el caso de China, donde 680 millones de personas habrían salido de su “pobreza ancestral”. Este argumento también se apropia de los resultados de políticas estatales que intervienen fuertemente en toda la economía utilizando – entre muchas otras – herramientas de mercado, a las que el Acton Institute atribuye prácticamente en exclusiva el mérito de los avances sociales.
Para equilibrar el análisis, también correspondería analizar otros efectos de la expansión del neoliberalismo global. Por ejemplo, en la gran mayoría de los países del mundo, Europa y EEUU incluidos, el coeficiente de Gini marca un crecimiento importante y constante de la inequidad en el mismo periodo de 20 años y aún desde antes. Una imagen realmente muy ilustrativa de la situación actual se puede visualizar en http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=uWSxzjyMNpU
Sin ninguna duda “el mercado” es una herramienta sumamente útil para la sociedad. Pero los fundamentalismos basados en la ideología neoliberal no son la panacea que se proclama. Demonizar el Estado considerándolo como “el problema” y pensar que es necesariamente ineficiente es simplemente un prejuicio sin sustento. Solo como un ejemplo a mano: “gente rica y gente pobre” de Chicago viaja en “subtes, buses y trenes limpios, seguros y puntuales” que no son privados sino … estatales, donde casi el 50% de sus costos de operación se cubren con subsidios. Posiblemente sería un excelente sistema para el área de Buenos Aires y su conurbano.
Y esto es así en un país como EEUU, donde en las elecciones del 2008 el 93% y 94% de los elegidos en las respectivas cámaras legislativas fueron los que más plata invirtieron en sus campañas, financiados por millonarios, empresas y organizaciones “sin fines de lucro”.
Lo cual, sumado a los muchos déficits de su sistema electoral, hace que en ese país que se proclama paladín de la democracia, el Estado no sea sino una herramienta más del mercado. Donde, en definitiva, hay valores establecidos para que el poder legislativo o el judicial o el ejecutivo hagan exactamente lo que conviene a los donantes. Y se dona a ONG “sin fines de lucro” o se paga a lobbistas registrados, no a coimeros inciertos. Nada de corrupción, todo por ultraderecha! La Corte Suprema lo autorizó en un fallo que Obama caracterizó como el peor ataque a la democracia de la historia.
O sea que no hay realmente “distancia” entre el Estado y el mercado, muy especialmente con los grandes conglomerados financieros globales, donde un megamillonario solito es capaz de “donar” 150 millones de dólares para una campaña política.
Este es el sistema real que funciona en el mundo. Mi pregunta es sencilla: ¿Esto es evangélico? Y además ¿Cuánto afecta realmente a nuestra libertad? ¿A toda nuestra vida?
La preocupación por la intervención en la vida social de este Estado, abiertamente cooptado por el dinero, tiene fundamentos sólidos. Se consume lo que la publicidad propone, se trabaja como nos lo exigen las empresas y hasta se cree lo que se nos indica en los medios. Hay que hacer esfuerzos grandes para ver desde “afuera” todo esto y exponerse a ser calificado muy injustamente. El 1984 de Orwell ya pasó y ahora el “soma” viene en envases con pantalla plana…
No es este el espacio para plantear soluciones, pero a Dios gracias ya existe una conciencia del problema, que se va extendiendo. El Papa Francisco nos muestra el camino: mirar y tocar, salir de la indiferencia y ser capaces de llorar por los que sufren, comprometernos seriamente con todos nuestros prójimos. Y promover la cultura del acuerdo, recuperando el diálogo, evitando ofender, escuchando. En palabras simples: la pelota está en nuestra cancha, no miremos para otro lado.
¿Quién dijo esto? La revista Forbes lo calificó como «izquierdista»:
«….
La crisis mundial que afecta a las finanzas y a la economía pone de manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia de su orientación antropológica, que reduce al hombre a una sola de sus necesidades: el consumo.
Y peor todavía, hoy se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del “descarte”. Esta deriva se verifica a nivel individual y social. Y, además, se promueve.
En este contexto, la solidaridad, que es el tesoro de los pobres, se considera a menudo contraproducente, contraria a la razón financiera y económica.
Mientras las ganancias de unos pocos van creciendo exponencialmente, las de la mayoría disminuyen.
Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera, negando el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común.
Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas.
Además, la deuda y sus intereses alejan a los Países de las posibilidades reales de su economía y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real.
A todo ello se añade, una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. El afán de poder y de tener no tiene límites.
…»
Es una parte central del DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS EMBAJADORES DE KIRGUISTÁN, ANTIGUA Y BARBUDA,
LUXEMBURGO Y BOTSWANA, dado en la Sala Clementina el Jueves 16 de mayo de 2013.
No me parece que comparta las ideas del Acton Institute sobre la «libertad de mercado».
Creo que el tema es suficientemente importante como para ameritar un intercambio de opiniones sobre la posición que debe adoptar un católico responsable y comprometido en este momento de la historia.
Necesitamos sostener un diálogo activo que nos permita superar lo inmediato generando una verdadera cultura del acuerdo, tal como nos lo pide Francisco.
¡El dinero debe servir y no gobernar!(1)
El discurso del Papa a los embajadores del 16 de Mayo de 2013 nos habla del mundo real, el de la riqueza y la pobreza materiales y morales. El de “la dictadura de la economía sin un rostro y un objetivo verdaderamente humano”.(2)
Cada día, hoy mismo, se realizan transacciones electrónicas de productos financieros especulativos por más de diez veces el valor de las operaciones que involucran bienes y servicios del mundo real. La inmensa mayoría de las cuales se concretan a través de complejos sistemas de computación. En palabras más sencillas: entre computadoras se especula con “papelitos” por 10 veces el valor de todas las compras de bienes y servicios que hacemos las personas o sea departamentos, latas de tomate, cortes de pelo, servicios bancarios, etc.
Inmensos capitales se mueven en todo el mundo y los paraísos fiscales les brindan la opacidad que necesitan. Por su velocidad y volumen pero sobre todo por su capacidad de influir en los mercados, legal e ilegalmente, las tasas de beneficio que producen son muy elevadas. La palabra “moral” no existe en estos ámbitos, de modo que su poder se extiende sobre estados y países mediante “una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales”.(3)
Esto opera como una gigantesca aspiradora de dinero que impone sus condiciones al mundo de la producción y el trabajo. Una fábrica o una panadería necesitan pagar a sus accionistas una tasa de retorno comparable a las que logra esta desenfrenada especulación. De allí salen perversiones como las “deslocalizaciones” y sobre todo la inmensa concentración de las empresas. Hoy, en nuestro país, un producto de tecnología tan simple como el jabón de lavar solo lo producen dos corporaciones globales, porque nadie puede enfrentar su capacidad de marketing y sus relaciones con un sistema de comercialización también fuertemente concentrado.
Este sistema económico necesita cada vez menos trabajadores y “considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar”.(4) La “ética del trabajo” weberiana ya no tiene vigencia: basta ver las listas de megamillonarios de Forbes para comprender que la riqueza no viene del trabajo sino del capital, que se realimenta a si mismo generando cada vez mayor desigualdad y miseria en el mundo entero, “ricos más ricos y pobres más pobres”.
La exclusión social es ahora estructural, no es producto de una circunstancia pasajera sino de un sistema que genera consumidores cada vez más ávidos, trabajadores sobreocupados y excluidos. Así, la libertad se reduce a poder “elegir” entre las múltiples opciones que nos propone como “felicidad” a través de sus inmensos medios de comunicación y una publicidad permanente. Pensemos en la familia ¿cuál es realmente la posibilidad que tiene un padre o una madre de dejar su trabajo para cuidar a sus hijos? Hablemos de igualdad de oportunidades ¿qué chance tiene el que nace excluido de alcanzar una vida digna?
Uno de los grandes beneficios que vienen con una posición de superioridad en un sistema jerárquico es que no se necesita hacer un esfuerzo diario y consciente para conservarla, ni tampoco necesita considerar su rol y responsabilidad en el mantenimiento de ese sistema. Una parte del problema radica en que desde esas posiciones de “arriba” no se ve ni se toca la realidad de las personas que están “abajo”, no se abraza a un pobre, no se comparte su mate ni el guiso cotidiano ni el cuidado de los hijos. No se los conoce ni comprende, se los discrimina.
Ya Juan Pablo II había advertido sobre la necesidad de “abandonar una mentalidad que considera a los pobres – personas y pueblos – como un fardo, o como molestos e inoportunos, ávidos de consumir lo que los otros han producido”. Los pobres “exigen el derecho de participar y gozar de los bienes materiales y de hacer fructificar su capacidad de trabajo creando así un mundo más justo y más próspero para todos”. (5)
No importa acá discutir si los muchos problemas reales y graves que tiene nuestro país vienen de 100 años atrás, aprovechemos la experiencia vivida, pero pensemos que estamos en el día cero de nuestro futuro. La realidad de demasiados hermanos nuestros es difícil hoy y nuestra responsabilidad es ahora.
Corresponde que nos preguntemos como cristianos cual es nuestro papel, cual es la respuesta concreta que debemos dar cada uno de nosotros, no al Papa Francisco sino al mismo Cristo en nuestra circunstancia histórica, acá y ahora, en la Argentina del 2013.
Muchos hablan de pobreza y corrupción. El Papa Francisco nos dice con toda claridad que las recetas económicas del neoliberalismo son las que nos conducen hacia un mundo inhumano y cruel y que lo está haciendo ahora mismo en el mundo entero.
¿Nosotros buscamos comprender cuáles son sus causas profundas para poder modificarlas? ¿O sólo le pasamos el fardo al Estado y no nos hacemos cargo de nuestra responsabilidad? ¿Asumimos nuestra tarea o seguimos criticando y hablando de lo mal que hacen “los otros”? ¿Vamos a ser una ONG de beneficencia o vamos a cumplir el pedido del Papa Francisco? ¿Vamos a dejar en manos del “mercado” nuestra vida y el sufrimiento de tantos o vamos a ponernos a construir un mundo mejor junto a todos los hombres de buena voluntad?
Esta revista históricamente formó parte de la Iglesia argentina y, hasta hace un tiempo, la Fundación Criterio definía como su misión “ser instrumento de diálogo y reflexión”. Esto ya no figura en la página y ahora percibo un nivel de violencia en los artículos de Criterio que va totalmente en contra de lo que sostiene el Papa Francisco cuando habla a los dirigentes: “Hoy, o se apuesta por el diálogo, o se apuesta por la cultura del encuentro, o todos perdemos, todos perdemos”.(6)
A lo largo de Agosto comenté dos artículos de la revista buscando generar un diálogo sobre temas que son vitales para nuestro país y para nuestra vida de cristianos. Espero contribuir a superar las barreras que nos desaniman e impiden discutir las ideas que necesita hoy nuestro país.
“Lo que nos mueve, con razón suficiente, no es la percepción de que el mundo no es justo del todo, lo cual pocos esperamos, … sino que hay injusticias claramente remediables en nuestro entorno que quisiéramos suprimir”.(7)
(1) Discurso del Papa Francisco a los embajadores de Kirguistán, Antigua y Barbuda, Luxemburgo y Botswana – Sala Clementina, Jueves 16 de mayo de 2013
(2) Id.
(3) Id.
(4) Id.
(5) “Centesimus Annus” Carta Encíclica en el centenario de la Rerum Novarum – 5 de Enero de 1991
(6) Discurso del Papa Francisco en su Encuentro con la clase dirigente de Brasil – Teatro Municipal de Río de Janeiro – Sábado 27 de julio de 2013
(7) Amartya Sen – La idea de la justicia – Taurus – 2011
Creo que difícilmente una persona de buena voluntad podría estar en contra del objetivo del Acton Institute de promover una “sociedad libre, virtuosa y humana”. Sin embargo, la triple convergencia entre “gobierno limitado”, “economía libre” y “libertad religiosa” no resulta siempre tan claramente positiva. Sobre todo porque muchos abusan del concepto de “economía libre” para favorecer la concentración de riqueza en la que el pez grande siempre se traga al pez chico. Y estos son los mismos que tratan de impedir que los gobiernos ejerzan su autoridad para limitar los negativos efectos que tienen sobre la mayoría de la población la codicia de algunos pocos. Por último, muchas veces se habla de “libertad religiosa” sin concebirla acompañada de igualdad religiosa y de esta manera se desfigura la bondad que debería acompañar a dicho concepto.
Raúl Ernesto Rocha Gutiérrez
Doctor en Teología (SITB).
Doctor en Ciencias Sociales (UBA).
Licenciado y Profesor en Letras (UBA).