papa3103-660x330Reflexión a partir de la vigilia de ayuno y oración por la paz convocada por el papa Francisco en septiembre pasado.

En el Angelus del 1 de septiembre el papa Francisco efectuó un vigoroso llamado a la paz en Siria, el Medio Oriente y el mundo, y convocó a un día de ayuno y oración, cuyo acto central sería en la Plaza de San Pedro el sábado 9 de septiembre, incluyendo a católicos, creyentes de otras religiones y aún los “hombre de buena voluntad”. El llamamiento papal tuvo amplia repercusión, se organizaron actos interreligiosos (como el de la Catedral de Buenos Aires), jefes de Estado y líderes mundiales expresaron su adhesión, sin que faltaran quienes centralizaban todo en la injerencia norteamericana y corrieran un velo sobre la “fuerte condena” del uso de las armas químicas. El Papa prosiguió su labor con un mensaje al G20 dirigido al presidente Putin, y hay afirmaciones y desmentidas acerca de un posible llamado al palacio presidencial de Damasco.

La vigilia de oración duró cuatro horas, iniciadas con el Veni, Creator, seguidas con el ingreso del ícono de María, Salus Popoli Romani, que se venera en la Basílica de Santa María Mayor, y el rezo del Rosario, precedida cada decena por un fragmento bíblico y una breve meditación, y concluida con el “Regina della Pace, prega per noi”, y luego las Letanías de la Virgen. Fue entonces que tomó la palabra el Santo Padre, que seguía la ceremonia desde un ángulo del altar frente al ícono, con una reflexión enhebrada a partir del Génesis. Hubo un recuerdo entrañable para los argentinos: la plantación de un olivo de paz con dirigentes de distintas religiones en la Plaza de Mayo en el año 2000, ratificatoria del bagaje con que ha puesto pie en Roma quien fuera nuestro arzobispo. Y luego, la mirada del Papa se dirigió al crucifijo: “Mi fe cristiana me lleva a mirar la Cruz. ¡Cómo quisiera que por un momento todos los hombres y las mujeres de buena voluntad mirasen la Cruz! Allí se puede leer la respuesta de Dios: allí, a la violencia no se ha respondido con violencia, a la muerte no se ha respondido con el lenguaje de la muerte. En el silencio de la Cruz calla el fragor de las armas y habla el lenguaje de la reconciliación, del perdón, del diálogo, de la paz. Quisiera pedir al Señor, esta noche, que nosotros cristianos y los hermanos de las otras religiones, todos los hombres y mujeres de buena voluntad, gritasen con fuerza: ¡La violencia y la guerra nunca son el camino para la paz! (…) ¡Que se acabe el sonido de las armas! La guerra significa siempre el fracaso de la paz, es siempre una derrota para la humanidad. Resuenen una vez más las palabras de Pablo VI: ‘Nunca más los unos contra los otros; jamás, nunca más… ¡Nunca más la guerra! ¡Nunca más la guerra!’ (Discurso a las Naciones Unidas, 4 octubre 1965: AAS 57 [1965], 881)”.

Se abrió entonces la segunda parte, la de la adoración eucarística. Para los que hemos seguido por televisión las Jornadas Mundiales de la Juventud de 2011 y 2013 sabemos lo que es el silencio recogido de centenares de miles de personas. Así fue también esta vez: la plaza enmudeció, los rostros estaban absortos en la oración, que se extendió largo rato. Siguió el Oficio de Lectura y, por último, la bendición con el Santísimo, que tuvo luego unas sencillas palabras de gracias y buenas noches. Quisiera destacar que fue un acto específicamente católico, mariano y eucarístico, es decir, que no se optó por un formulario más próximo al de Asís. Pero los musulmanes (bien visibles con sus túnicas), judíos (arribados a la plaza al terminar el Shabat), cristianos no católicos y no creyentes acompañaron la vigilia y habrán hecho suyos muchos de los momentos de oración, de ese silencio que nos cuesta tanto en nuestras liturgias, y de proclamación de la Palabra, se habrán enternecido con la oración leída por dos niños escrita por Pío XII, las de sus sucesores y finalmente, la de Benedicto XVI en Jerusalén, quizás la más omnicomprensiva, con la invocación al “Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”. Creo que hay una pedagogía en la adopción de este formato litúrgico: no absolutizar los actos interreligiosos. A veces lo mejor es compartir desde lo de cada uno, y en este caso, fue un ejemplo de oración y espiritualidad cristiana y católica abierta fraternalmente a todos. El Papa, a partir de su propia actitud, nos puso a todos en oración y a examinar en nuestros corazones las semillas del egoísmo y de la violencia, para convertirnos en factores de reconciliación y de paz.

El Priorato italiano de la Fraternidad de San Pío X se apresuró a denunciar el carácter interreligioso y la exclusión de la adoración eucarística, de lo que tuvieron que hacer enmienda un vez conocido el libro de la celebración, aunque buscándole una vuelta para disimular el papelón.1 Veremos si Francisco tiene la misma paciencia que sus predecesores, que  padecieron a los seguidores de monseñor Lefebvre.

Dos días antes de la vigilia, la Comisión Ecuménica de Iglesias Cristianas en la Argentina (CEICA), que preside en este período el arzobispo ortodoxo del Patriarcado de Antioquía, monseñor Siloan, cuyo hermano también obispo es uno de los secuestrados en Siria, celebró sus bodas de plata con un acto en la Cancillería, encabezado por el Secretario de Culto, Guillermo Oliveri, en presencia del arzobispo, monseñor Poli y de otros obispos, del nuncio apostólico y de dirigentes de las iglesias ortodoxas, anglicana y evangélicas. Un cálido mensaje del Santo Padre, seguido de otro del secretario general del Consejo Mundial de Iglesias, precedieron la meditación bíblica del padre Jorge Scampini y la entrega de diplomas conmemorativos. Por mi parte, quiero recordar con gratitud a los sucesivos presidentes de la Comisión Episcopal de Ecumenismo, monseñor Mario Serra, primer presidente de CEICA –a quien el cardenal Bergoglio definió en su sepelio con  una expresión que se ha universalizado: “un pastor con olor a oveja” –, y a monseñor Juan José Iriarte, que al tomar el cargo venció las reservas de quienes preferían que el obispo católico siempre fuera el presidente. Un buen ejemplo de lo que en materia de ecumenismo se hace, y con continuidad, en la Argentina, lo mismo que la peregrinación ecuménica a Luján, iniciada hace trece años, que tuvo lugar el mismo sábado 9.

[1] Recomiendo la nota “Guerra preventiva (al Papa)” de Andrea Tornielli,  http://2.andreatornielli.it/?p=6653

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