aviso1Menuda y difícil tarea será compatibilizar, acondicionar y procesar toda la información que se reciba de la consulta sobre “desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización”. Sin duda, será puesta a prueba la capacidad del Pontificio Consejo de la Familia. Se trata de una consulta poco frecuente que a la vez es pródiga en cuestiones y temas de familia y matrimonio; también, bastante exhaustiva. No es una encuesta de opinión pública como por allí se dijo. Sí una solicitud a obispos y párrocos para conocer los puntos de vista de sus parroquianos para la preparación del Sínodo Extraordinario. Pero su formato metodológico, con inexistentes canales claros de respuesta para esos parroquianos, no queda visible a primera vista.

La consulta incluye múltiples temas que deben ser respondidos desde muy variados marcos y realidades culturales. Ello hace que sean sumamente difíciles de procesar y consecuentemente de digerir, sobre todo cuando lo pretendido es un diagnóstico con un propósito muy definido: dar elementos que permitan “anunciar y vivir de manera creíble el Evangelio de la familia” que se plasmará en un documento de trabajo sinodal.

Entre las casi cuarenta preguntas las hay que requieren de testimonios muy personales y están dirigidas a un universo de creyentes muy amplio y variado. Los “subuniversos”, aquellos que comparten alguna característica (como por ejemplo los vueltos a casar) deberían tener sus propios canales de participación o, por el contrario, estar diferenciados en las respuestas que se reciban. La falta de canales conformados no ayuda a ello. Otras preguntas, las más, están claramente dirigidas al gobierno institucional (eclesial) y, se supone, exigirán respuestas de esa naturaleza. Varias requieren datos empíricos y proporciones (%) de categorías, algo sumamente difícil de suministrar sin estudios preexistentes. Tal como está el cuestionario sería muy conveniente identificar con precisión aquellas que son respuestas personales y de la propia experiencia de aquellas que sean meras opiniones personales de quien responde sobre situaciones que no lo involucran.

Pero estas cuestiones no han intimidado a todas las diócesis. Algunas han puesto el documento en circulación y a estudio de sus organismos o asociaciones pertinentes. Otras lo han publicado y hasta han establecido fecha para recibir las respuestas, utilizando además sistemas ya existentes en el mercado digital y en la web para responder y procesar encuestas. Cumplieron de éste modo el mandato de “participar activamente en la preparación del Sínodo Extraordinario”. En estos casos es claro que puede haber respuestas organizadas y más fáciles de procesar, teniendo presente y “controlando” por cierto, el corte socioeconómico y cultural que implica manejarse por medio de Internet. Sólo dos ejemplos, de las dos primeras que salieron al espacio cibernético; seguramente otros se podrían encontrar en otras lenguas. Una de EEUU solicita en su sitio web a sus fieles que respondan el cuestionario y señala la manera de hacerlo. Otra del Reino Unido además de presentar el cuestionario, tal como fuera difundido por el Vaticano, hace las habituales preguntas de edad, sexo, estado civil, ocupación y carácter en el que cada individuo responde (si es sacerdote, laico, religioso, miembro de algún movimiento, etc.) que permitirán clasificar su respuesta acorde a las características del respondiente.

Hasta ahora no ha predominado en las iglesias particulares argentinas la difusión de la pregonada, y por cierto, deseable capilaridad. A algunas semanas de lanzada, tampoco se conocen indicaciones ni solicitudes a universidades, institutos de investigación o asociaciones de nuestro país que pudieran contribuir a coordinar el trabajo de campo necesario y su posterior análisis. Sí se sabe que se han dado pasos y se ha puesto un equipo a trabajar en ello.

Es de desear que no se desperdicie el valor y la oportunidad de un diagnóstico que, con las dificultades que se han señalado, merece ser considerado por muchos y desde muy distintas latitudes y culturas.

El autor es Doctor en Sociología

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