No es casual que el Papa haya elegido el nombre del patrono de la ecología. La contextualización de las palabras y gestos de Francisco en un marco profético exige pensar que la cuestión ecológica ha de ser seriamente confrontada con la Palabra de Dios.

pino-solanas-audiencia-papa-francisco_claima20131128_0148_14El pensamiento oficial de la Iglesia ha ido progresivamente incluyendo la temática ambiental. Ya Pablo VI alertaba sobre las consecuencias de un desarrollo insensible a sus consecuencias en el ambiente natural. Juan Pablo II tuvo varias referencias al tema, y Benedicto XVI puso de relieve las relaciones entre ciencia, tecnología, desarrollo y medio ambiente. Francisco está presentando algunas notas novedosas sobre el tema ambiental, que insinúan planteos futuros.

Probablemente su pensamiento se ha nutrido de los enfoques de algunos textos eclesiales latinoamericanos, especialmente el de la Conferencia de Aparecida. En este documento  se conectaron cuestiones tales como la destrucción de la biodiversidad, la explotación desmedida de recursos naturales, la mentalidad economicista que anima grandes megaproyectos industriales y agrícolas, el cuidado de la diversidad de las poblaciones –especialmente rurales e indígenas–, la importancia y riesgos de las ciencias y la técnica, etc. Todos estos temas fueron integrados en el marco de una fe en el Dios Padre creador, en Jesucristo que asumió y redimió la creación en todas sus facetas, y del Espíritu Santo que está promoviendo una nueva creación. Francisco se nutre de este pensamiento pastoral, muy afincado en las dimensiones concretas que asume la crisis ambiental en sí misma y en conexión con los hombres y mujeres también concretos. En él se proclama el respeto teologal a la creación en todas sus formas y la defensa de quienes más padecen los cambios degradantes del ambiente. Esto son elementos novedosos,  provenientes de un continente que aborda el tema ambiental en una forma no tan teórica como el europeo, donde ya ha sido alterado antrópicamente de una manera profunda su entorno natural.

Lo que se esconde en el nombre

San Francisco de Asís no conocía la problemática medioambiental. La vida en los burgos medievales no permitía vislumbrar las amenazas escondidas en la actividad humana sobre la naturaleza. La fraternidad con lo natural que anunciaba Francisco (la “hermana tierra”) eran parte de una actitud profundamente religiosa que, sin embargo, era ingenua en cuanto a las historia de los efectos posteriores de la codicia humana, aumentada geométricamente por el poder tecnocientífico. Con el paso del tiempo y el crecimiento tecnológico, ha cobrado una mayor significatividad la espiritualidad de una fraternidad con la naturaleza. Francisco, como los autores del Gen 1 o de los textos bíblicos que mencionan al cosmos, no sabía lo que se vendría en un futuro de expansión de la actividad humana. Y no por ello ha perdido actualidad.

Perspectiva profética

Durante los últimos siglos se fue instalando un concepto de magisterio pontificio estrechamente ligado a lo esencial y definitivo. Es cierto que uno de los roles del ministerio petrino es el de confirmar en la verdad y mantener, junto con los demás obispos, la fe revelada. Sin embargo, eso no agota su tarea, la cual incluye una dimensión fundamental de la Iglesia: la profética. Aunque todos en el Pueblo de Dios  seamos profetas debido a nuestra común raíz bautismal, hay un profetismo de los pastores ligado a la conducción eclesial. Francisco parece comprender en esa línea buena parte de su predicación. Casi como un párroco, habla con un lenguaje concreto, sin pretender permanentemente desarrollar aspectos doctrinales centrales. En todo caso, lo esencial se entremezcla con algunas opiniones que deben ser reflexionadas en otras sedes, no precisamente en la petrina. Esto hay que aplicarlo para comprender muchos de los temas que desarrolla en campos temporales. La dimensión profética consiste en una lectura del momento histórico a la luz de la Palabra de Dios, mostrando sus implicancias, sus expectativas futuras, pero también develando las contradicciones del pueblo con el Dios que lo convoca. De allí las predicaciones inesperadas, que reclaman la memoria e invitan a una esperanza, pero siempre en el cotejamiento existencial con la revelación divina. Ello implica la referencia a la equidad y la justicia, elementos que están en la base del origen de Israel como pueblo (cfr. Ex 20, 5). Finalmente, el profetismo bíblico estaba acompañado muchas veces por gestos simbólicos. Francisco también utiliza profusamente recursos expresivos no lingüísticos.

Vale la pena detenerse en uno de ellos: las dos fotografías que Francisco dejó que le tomaran en la visita del político argentino “Pino” Solanas. Allí aparece el papa con dos remeras que llevan las siguientes inscripciones: “El agua vale más que el oro” y “No al fracking”. ¿Cómo interpretar estas fotografías?

Por supuesto que no pueden ser leídas ni como un texto oficial ni como una toma de posición explícita sobre las tecnologías extractivas de minerales o hidrocarburos. Tampoco pueden descartarse como anecdóticas fotos con peregrinos, pues se trató de una visita prolongada, de la cual existe incluso un testimonio fílmico. Deben ser comprendidas, en mi opinión, en el marco del profetismo eclesial que busca vincular las actividades humanas con el propósito divino: son una expresión profética que pretende señalar que el ser humano y la naturaleza son realidades más importantes que lo económico. La actividad minera e hidrocarburífera han de verse también en una perspectiva religiosa, amplificando la mirada meramente extractivista y economicista. Por ello,  la referencia al “fracking” ha de tomarse no como una evaluación técnica, sino más bien ético-profética. Las metodologías tecnológicas deberán ser analizadas desde las diversas disciplinas; sin embargo, la evaluación ética y, para los creyentes, la confrontación con la Palabra sobre la utilización de la creación, son fundamentales.

Hay, además, un elemento comunicacional muy importante. Si hasta el momento se podía mantener cierta ambigüedad entre progreso y cuidado ambiental, este tipo de mensaje angosta el territorio de debate. Poblaciones y  responsables de emprendimientos mineros, por ejemplo, no podrán eludir el discernimiento serio sobre la eticidad y moralidad religiosa de cierto tipo de proyectos. Alguno dirá: “¡son sólo unas remeras!”. Sí, pero en el presente mundo de la imagen en el que vivimos, dicen más que muchos discursos.

“Es la economía, hermano”

Si en los textos magisteriales anteriores había una creciente vinculación entre la economía y el ambiente, Francisco lo explicita en fórmulas muy concretas. En la catequesis del  5  de junio de 2013, puntualizaba los siguientes temas:  hay que conocer y entrar en la “lógica de la creación” (para lo cual se necesita de la contemplación creyente); la interpretación del mandato del Génesis como cultivar y custodiar lo creado, no como uso despótico del mismo; el vínculo entre ecología y ecología humana; la  economía del “descarte”; la iluminación con la parábola de la multiplicación de panes, leída en clave de una cultura de la solidaridad y, por ello mismo, del respeto ambiental.

Balance y perspectivas

La contextualización de las palabras y gestos del papa Francisco en un marco profético exige pensar que la cuestión ecológica ha de ser seriamente confrontada con la Palabra de Dios. Por supuesto que dicho contraste implica explicitar elementos que en el pensamiento bíblico sólo estaban presentes de manera intuitiva: se necesita del auxilio de las ciencias en su conjunto (naturales y humanas, pero integradas entre sí) para pensar un problema de una complejidad extraordinaria. Un profetismo científicamente informado necesita del trabajo de universidades, investigadores y academias.

Me pregunto acerca de la interpretación de estos textos y gestos por parte de los argentinos. ¿Cómo compaginarán su adhesión a la figura de Francisco muchos empresarios, legisladores y gobernantes que están optando por emprendimientos de energía contaminante o que implican la devastación de bosques para sembrar soja? ¿Y los agentes del plan de limpieza del Riachuelo que, en un tejido de ineficiencia y corrupción, lograron ubicar al cauce de agua entre los diez ríos más contaminados del mundo y, de este modo, condenar a miles de personas, especialmente pobres, a vivir en una marginalidad ambiental que clama al cielo? Los biotecnólogos, ¿podrán someterse a una crítica sincera y neutral de las consecuencias concretas de la producción de organismos genéticamente modificados? Las universidades y centros de investigación, ¿investigarán seriamente los posibles efectos perniciosos de la extracción minera y de los transgénicos? ¿O, por el contrario, invertirán fondos sólo en el desarrollo de estas técnicas sin explorar sus efectos mediatos, subordinando la neutralidad científica a los dadores de recursos para la investigación? Además, ¿comenzarán los economistas católicos a estudiar los fenómenos económicos con la integración de la magnitud finita de los bienes naturales? Y, por último, ¿reflexionarán los sujetos tecnocientíficos  en su responsabilidad sobre las consecuencias socioambientales de sus objetos de diseño y operación tecnológica?

Hay otros destinatarios importantes de este mensaje ambiental:  los organismos de pastoral social diocesanos, las facultades de ciencias, ingeniería y economía de las universidades católicas, los investigadores y técnicos católicos, los productores y empresarios vinculados a la Iglesia. Siguiendo las huellas abiertas por organismos como DEJUSOL, la Pastoral Social de la CEA y de muchas diócesis, se puede intentar llevar hacia un plano orgánico una pastoral ambiental que, informada seriamente por científicos y tecnólogos, colabore con otros organismos no confesionales –académicos, políticos, ONGs– en  discernir criterios de desarrollo sostenibles. En cierta forma, las palabras de Francisco no hacen sino fortalecer la importancia de la integración de la problemática ambiental en el camino de servicio de la evangelización.


Cfr. BUGALLO, ALICIA, “Los valores de la biodiversidad a partir del Documento de Aparecida y otros textos eclesiales: ¿un nuevo ámbito para el diálogo ciencia y religión?”, Quaerentibus, 2 (2013), 39-62 (http://www.cienciayreligion.org/quaerentibus/DQ_02.pdf).

Se puede suponer que otros influjos han sido configuradores de un pensamiento ambiental de Francisco, habría que agregar la tarea del Departamento de Justicia y Solidaridad (DEJUSOL) del CELAM, que organizara una serie de Seminarios sobre Pastoral Ambiental en el subcontinente, así como su concreción en las actividades de la Pastoral Social de la CEA.

La explotación no convencional de hidrocarburos se la define al extraer estos productos (gas o petróleo) de la roca madre (impermeable) que es donde se “cocinó” el petróleo. De allí la necesidad de la fractura con agua, arena y productos químicos para transformarla en permeable. La diferencia con los “convencionales” es que estos son naturalmente permeables.

No resulta admisible la evaluación restrictiva que postula Elisabeth Dias en Time, según la cual Francisco posa con una remera en contra del “fracking” por su solidaridad con los pobres y los que sufren la “injusticia ecológica”. La periodista agrega que, a menos que la Santa Sede decida decir lo contrario, no deben ser entendidas como una acción del Papa contra un tema ambiental específico (cfr. http://nation.time.com/2013/11/15/the-real-reason-pope-francis-posed-with-anti-fracking-activists/).

En este sentido, resulta alentadora la noticia de un Workshop conjunto entre la Academia Pontifica de Ciencias y la Academia Pontificia de Ciencia Sociales para mayo de este año (Ver: http://www.casinapioiv.va/content/accademia/en/events/2014/sustainable.html).

° Se agradece la lectura y observaciones del Lic. en Geología Marcelo Sticco.

El autor es sacerdote de la diócesis de La Plata, presidente de la Fundación Diálogo entre Ciencia y Religión y director de la revista Quaerentibus.

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