Con alguna frecuencia ha sido criticada la política exterior argentina por una presunta actitud aislacionista. Si la crítica se refiriera a la actualidad, en una reciente entrevista* Roberto Russell afirmaba que la presencia argentina en el Consejo de Seguridad, en UNASUR y en el G20, impedía que pudiera centrarse la cuestión en el aislamiento, sino más bien en la irrelevancia. Si se mira un poco más atrás en el tiempo, puede percibirse también la nota de la incoherencia.
El primer gobierno surgido de las elecciones de 1983 heredaba una Argentina desprestigiada en su política exterior. La dictadura militar había llegado al borde de una guerra con Chile que se evitó sólo gracias a la mediación de Juan Pablo II. El régimen militar había dado pie a una guerra por las Islas Malvinas con su secuela de muertos y heridos en el cuerpo y en el alma. Además, era responsable por el terrorismo de Estado, con miles de personas desaparecidas, respuesta equivocada a la inusitada violencia interna, desatada a su vez por la acción criminal de grupos irresponsables.
El gobierno del presidente Raúl Alfonsín supo devolver a la Argentina el lugar que le correspondía en el mundo. Tuvo para ello que convocar a un referéndum, y poder dar un corte final al pleito con Chile por el canal de Beagle, porque la entonces oposición mantenía en esta cuestión la inercia de la política exterior del gobierno militar.
Pero al finalizar anticipadamente la gestión de Alfonsín, no se había generado una continuidad en materia exterior: la ausencia de una política de Estado en la materia precedía su mandato y también habría de sucederlo. Y durante el gobierno del presidente Carlos Menem se produjeron los escandalosos episodios de las ventas de armas al Ecuador y a la ex Yugoslavia.
Sucesivas administraciones declarativamente inspiradas en una misma orientación justicialista adoptaron con el Movimiento de Países No Alineados tres vinculaciones contradictorias en forma sucesiva: ingreso en 1973, retiro en 1a presidencia de Menem y reincorporación, esta vez en carácter de observador, en la gestión actual.
Otro ejemplo es la reciente política que propició un acercamiento institucional con la OTAN, a la que sucedió la incalificable acción de un Canciller forzando personalmente en el aeropuerto de Ezeiza la apertura de cajas con equipos militares de los Estados Unidos… sin que por ello el país hubiera dejado de ser considerado un aliado extra OTAN de los Estados Unidos, mal que nos pese.
En síntesis, la ausencia de una política de Estado en materia exterior ha dado lugar a la comisión de acciones incoherentes durante lapsos prolongados, en perjuicio de nuestra credibilidad y buen nombre. Tarea pendiente, responsabilidad de la dirigencia argentina en general, y en particular de la política.
*Enfoques, La Nación ,30 de marzo de 2014
6 Readers Commented
Join discussionEstimado Sr.Pedro Gopeguy,
Su breve referencia histórica es incuestionable, mal que nos pese. Quiero ser optimistas; hemos pasado del infierno al purgatorio. La Argentina está institucionalmente entera para ordenarse en este tema, pero la dirigencia política argentina no me inspira ninguna confianza.
Observe Ud. la política interna, basada en antagonismos inútiles, insustanciales, ofensivos, mediocres. No creo en la eficacia del parlamento en estos temas, es sólo un espectáculo. En el régimen parlamentario que tenemos, estos temas se oscurecen y enredan por mera incompetencia.Cunde en los recintos una ignorancia paradisíaca y cultura troglodita.
No es corriente que el pueblo elija a los mejor informados.
Se sabe que lo que importa se resuelve fuera del recinto.
!Cuanto para mejorar en política interna¡ Y siendo así, tal vez sea mejor que la política exterior sea materia pendiente.
Para comprender la Argentina hay que mirar el mundo. Hay que conocer además la historia para entender en que circunstancias se tomaron, o no, las decisiones que hoy se critican o alaban.
Por ejemplo, no se puede ignorar la globalización, lo dice Francisco en EG 206: «De hecho, cada vez se vuelve más difícil encontrar soluciones locales para las enormes contradicciones globales, por lo cual la política local se satura de problemas a resolver.» Esto es un factor clave que dificulta enormemente mantener políticas a lo largo del tiempo.
Somos un país «del fin del mundo» y nuestros límites son muy reales. Finalmente hemos aprendido que debemos buscar alianzas en América Latina, más que relaciones carnales con EEUU. Esto no es un camino fácil, no solo por las dificultades propias de construir relaciones con vecinos sino por la oposición evidente de quienes no quieren que «su patio trasero» tenga políticas independientes. Y a pesar de todo se ha avanzado mucho en este sentido. Aunque Russell lo considere «irrelevante», esta es una política de Estado.
Conviene recordar que nuestra política «desprestigiada» en el 83, era la de la “Academia de las Américas”, que Estados Unidos tenía en Panamá. Galtieri y Viola aprendieron allí que el rol principal de las fuerzas armadas en América Latina era “Defender a la nación no solo de ataques externos y preservar el orden interno, sino también en la remoción de los líderes gubernamentales de sus puestos en cualquier momento en que el ejército considere su conducta perjudicial para el bienestar de la nación”.(1)
En el artículo aparece como una «incalificable acción» de nuestro canciller el haber impedido la entrada en Argentina de armas, drogas y equipo de espionaje no declarados, por un avión de EEUU, algo ilegal sin duda. Claro que es el mismo país que hoy día fuerza a otros europeos a detener un avión con un presidente de Bolivia a bordo o a espiar sin vergüenza a sus propios aliados y empresas extranjeras. ¿Estas no son incalificables acciones de política exterior que denotan la falta de políticas de estado en la materia?
La cantidad de adjetivos y el tono crítico contrastan con la ausencia absoluta de propuestas concretas. Lamentablemente, frecuente en Criterio.
(1) US State Department, Internacional Security Affairs. Documento secreto del 25 de Febrero de 1965 conservado en la Biblioteca Lyndon B. Johnson, Austin, Texas.
Estimado señor Lafosse,
No escapará a su atención que todos los países deben tomar decisiones en el contexto de la misma globalización. Es evidente que unos lo hacen con mejores resultados que otros.
En cuanto a la mercadería transportada por el avión de los EEUU, usted recordará que estaba destinada a ser empleada en tareas previamente acordadas con las autoridades argentinas. Si en ellas hubiera habido algo no debidamente declarado, lo correcto hubiera sido impedir su ingreso por los canales administrativos regulares. La presencia del Canciller en el aeropuerto implicaba una desautorización de la competencia de las autoridades naturales, un grave desconocimiento de la naturaleza de las tareas propias de un canciller, en definitiva una sobreactuación innecesaria y contraproducente. Se ha preferido hacer referencia a la acción de nuestro circunstancial Canciller como “incalificable”, por respeto a su investidura, respeto que en su acción el mismo Canciller desconoció.
Es curioso que tanto el Señor Pedro Gopeguy, como el Consejo de Redacción en su editorial «La necesidad de una política exterior», hicieron sus respectivas referencia al pasado sin mencionar las «relaciones carnales» con Estados Unidos.
Dichas relaciones fueron un hito en «la inserción de Argentina en el mundo», por ausencia deliberada de políticas exteriores independientes.
Estimado señor Varela,
Efectivamente, en los años a que usted se refiere, se decidió que nuestras votaciones en las Naciones Unidas se alinearan estadísticamente con las de los EEUU, más que por sus contenidos. Su comentario contribuye a reforzar la tesis principal del artículo.
Estimado Sr. Gopeguy,
Seguramente tampoco escapa a su atención que aunque todos los países toman decisiones en el contexto de la misma globalización, lo hacen desde muy distintos espacios de poder, lo que explica mucho de los resultados buenos y malos que se producen en ellos y también su repercusión en terceros países.
En primer lugar, no se puede «recordar» que la mercadería no declarada «estaba destinada a ser empleada en tareas previamente acordadas con las autoridades argentinas.» Si así hubiera sido no veo la razón, ni Ud. la aclara, para no realizar la declaración de entrada de la misma.
En segundo lugar, los canales administrativos están para solicitar y autorizar la entrada de materiales previa declaración. Una vez desembarcados ilegalmente, los canales son los policiales y aduaneros. Salvo que Ud. crea que existen privilegios para algunos que los ponen por encima de la ley argentina.
La intervención del canciller se produce, afortunadamente, porque el personal militar del avión se niega a permitir que se lo revise, o sea que la alternativa hubiera sido el ejercicio de violencia legítima, no un simple trámite administrativo.
Finalmente, su idea de la «estadística» no se acerca mínimamente a la realidad. «Relaciones carnales» fue mucho más preciso.
Estamos en un país con absoluta libertad, donde Ud. tiene derecho a pensar y expresar su opinión, pero el epíteto «incalificable» en particular, la cantidad de adjetivos y el tono crítico de su artículo contrastan con la ausencia absoluta de propuestas concretas y sustento de sus afirmaciones. Agregar adjetivos en su respuesta tampoco agrega nada.