A su paso por Buenos Aires, en una conversación con el Consejo de redacción de la revista Criterio, el jesuita Antonio Spadaro, director de la revista La Civiltá Cattolica y autor de la primera entrevista a Francisco, se refirió a diferentes aspectos de la personalidad del Papa argentino.

Primero manifestó su estupor cuando, en la sala de periodistas en el Vaticano, supo de la elección del nuevo pontífice, a quien no conocía personalmente. A partir de los primeros encuentros con él, manifiesta haber sentido una común sintonía. Cuando le sugirió realizar una entrevista, Bergoglio le explicó que era algo que no hacía. Después le dijo que podría responder preguntas por escrito. Finalmente, el Papa decidió concederle tres tardes para explayarse con la entrevista. “Si algo que digo no lo comprendés o no lo compartís –le dijo– decímelo y lo conversamos”. El resultado, publicado al mismo tiempo en varios idiomas y en diferentes medios (también en www.revistacriterio.com.ar) fue una suerte de anticipo de la programática exhortación apostólica Evangelii Gaudium.

En la conversación que mantuvimos en Buenos Aires, Antonio Spadaro quiso puntualizar algunas características que advierte en este hombre. Que Bergoglio es una persona de rica humanidad y de profunda paz interior. Que le confesó que cuando fue elegido no lograba ver nada sobre el futuro pero sentía la cercanía consoladora del Señor. Que acepta que su pontificado sea de “pensamiento incompleto”, es decir, abierto a la historia en la que Dios se va manifestando. Que no ama las ideas abstractas sino que apunta a descubrir cada día, sobre todo en la oración contemplativa, qué decisiones tomar, qué caminos emprender. Que está muy informado sobre el acontecer internacional. Que no pretende dominar la historia sino acompañar procesos. Que no hay que tomar decisiones por miedo. Que hay que encontrar lenguajes proféticos y nuevos para comunicarse con las personas. Que más que la diplomacia cuenta la amistad. Que vive en la residencia de Santa Marta porque no sabe vivir solo y quiere encontrarse con las personas sin protocolo y sin la mediación de los secretarios…

Se sabe poco sobre el próximo Sínodo referido a la familia y los temas a tratar son muchos y complejos…

–Pareciera que el fruto del Sínodo debiera ser decidir si se puede o no dar la comunión a los divorciados vueltos a casar. Y no es así. El Papa quiere evitar que todo se reduzca a ese punto, por importante que sea. Creo que hoy existe un debate de ideas muy abierto. El hecho de que se dé un Sínodo este año y otro el próximo, marca etapas y deja ver cuán efectiva será la consulta. No se puede pedir colegialidad y al mismo tiempo pretender que el Papa actúe como un emperador e imponga su visión a todos. Se trata de ver cómo avanzar juntos.

Su figura despertó enormes expectativas en todo el mundo, ¿pero se están implementando cambios concretos para no defraudar?

–En realidad, creo que no llegamos a advertir que ya han cambiado muchas cosas. Si por cambios entendemos que el Papa reemplace personas en sus cargos, eso es poca cosa. La verdadera reforma de la Iglesia debe ser un cambio del corazón. Los cambios estructurales son una consecuencia. Una reforma enorme que está aconteciendo tiene que ver con el imaginario del papado: en el sentido de que se lo veía como imperial y que sin embargo se ha ido despojando completamente de esa prerrogativa. El Papa se mueve en la dimensión de la cercanía con la gente, no en la distancia. Por otra parte, sus palabras llegan a creyentes de diferentes confesiones y a no creyentes. Pone en discusión los temas y los lenguajes. Llama la atención cómo ejerce la autoridad.

–¿Qué otros cambios estratégicos o tácticos se están operando?

–Por ejemplo, el trabajo de la comisión de ocho cardenales que estudia de manera colegiada cómo reestructurar la curia. Otro es la intervención en el Banco Vaticano. Además, todas las instancias de comunicación de la Santa Sede se encuentran en una fase de reformulación. Por otro lado, con su manera de moverse le ha ido quitando poder a ciertas figuras. Si antes alguien creaba inconvenientes en la Iglesia, su caso era llevado a Roma. Este mecanismo no tiene sentido para Francisco, que quiere que los casos sean afrontados en cada lugar. Quitarle fuerza a las estructuras sin cambiar las personas es un gran paso de reforma. Claro que queda todavía mucho por hacer.

–¿Por qué eligió ese nombre y quiénes conforman su tejido más íntimo de consulta?

–Como saben, el nombre le fue sugerido por el cardenal emérito de San Pablo, Claudio Hummes, para que no se olvidara de los pobres. Y desde antes ya existía la expectativa de que fuera nombrado un Papa que se acercara a san Francisco. Entre los colaboradores, o mejor, amigos en los que confía y a quienes puede consultar hay personas incluso lejanas geográficamente. No cuenta con una red de informantes, pero tiene una gran capacidad de escucha. Hay amigos a los que llama y con quienes intercambia ideas.

–El nombramiento del uruguayo Guzmán Carriquiry como vicepresidente de la Pontificia Comisión para América latina (CAL) ¿marca una tendencia hacia una mayor presencia de laicos en el gobierno de la Iglesia?

–Es interesante que Francisco quiera diferenciar el ministerio ordenado de otras funciones. No es necesario que quien preside un Pontificio Consejo sea cardenal u obispo; podría ocupar ese cargo una mujer, por ejemplo. Todo depende de los roles. Creo que al Papa le interesa la reducción de estructuras y una mayor participación de los laicos.

–En la Argentina llama la atención la cantidad de interlocutores informales del Papa, lo cual a veces comporta problemas.

–Estábamos acostumbrados a una comunicación vaticana muy ordenada, donde los mensajes partían desde el centro, mediados por los canales oficiales y explicados al público por vaticanistas. Se trataba de una comunicación lineal. Este Papa no entiende las cosas así. La suya es una comunicación caótica, que funciona por acumulación, algo que a mí personalmente me impresiona y apasiona. También yo pude conocer ese caos al tratar de seguirlo. Alguien cercano a él me dijo que moriría en el intento. Creo que uno puede acompañarlo, pero no seguirlo. En efecto, su manera de comunicar es muy libre, directa y espontánea; no respeta los cánones de la comunicación de Corte. Esto plantea problemas porque la suya se presenta como una comunicación oscilante, no coherente. A veces dice cosas muy importantes en discursos simples, y otras veces en discursos importantes no se refiere a ningún tema de relieve. Se trata de una comunicación que, a mi juicio, la gente recibe velozmente y de la que queda profundamente impresionada. Hay grandes medios internacionales que piden entrevistarlo, pero él le concede un diálogo a un grupo de jóvenes de una provincia italiana, por ejemplo. Tony Palmer, un pastor evangélico inglés muy amigo de Bergoglio, que lamentablemente murió en un accidente hace pocas semanas, le dijo que debía ir a una conferencia carismática y el Papa grabó un mensaje que el pastor filmó con su teléfono. Estas cosas enloquecen a los encargados de la comunicación oficial. El encuentro con el fundador del diario La Repubblica, Eugenio Scalfari, derivó en la trascripción de algunas cosas conversadas. Había errores en el texto, acaso porque la memoria traicionó al viejo periodista, un hombre considerado la expresión más alta del pensamiento anticristiano en Italia. Sin embargo, Francisco lo recibió en tres oportunidades y no es fácil transmitir el efecto que tuvo en mi país. Creo que el Papa corrió el riesgo de ser mal interpretado pero su gesto se impuso como algo muy potente: rompió por completo los modos habituales de la comunicación oficial. Detrás se advierte una precisa voluntad. También le concedió un encuentro al periodista de la revista Viva de Clarín y a otro de La Vanguardia de España. Me parece que se trata de un proceso de discernimiento: creo que el Papa comprendió que una conversación periodística llega más que varias encíclicas. En este sentido, Francisco demuestra gran astucia.

–Desconocer el pasado de Bergoglio, su manera de actuar como arzobispo, quizás permite comprenderlo en otros países de una manera libre de prejuicios locales. Pero en el marco de la tradición política argentina se pueden encontrar dificultades con ciertas actitudes. La idea de cercanía con la gente no significa que no pueda a la vez ejercer una fuerte autoridad. En nuestra tradición, hasta el día de hoy, ambos elementos pueden ir de la mano. La simpatía y el lenguaje coloquial desestructurado saben acompañar cierto monopolio de las decisiones. Acaso por eso muchos argentinos nos sentimos obligados a una mayor cautela. ¿No es difícil este estado de incertidumbre?

–Se trata de una cuestión que yo también me planteo. Y uno de los motivos por los que me encuentro en Buenos Aires estos días, y por lo que trato de conversar con muchos argentinos en Roma, es para tratar de comprender mejor algunos aspectos de Bergoglio. Entre otras cosas, qué es el peronismo. Lo he preguntado muchas veces y, en general, después de una inicial sonrisa, me dan largas explicaciones muy diferentes entre sí. Lo traigo a colación porque no pocos dicen que el Papa es afín al peronismo. Comprendo la extrema complejidad de la cuestión. Yo no sé si Bergoglio será santo o no, pero lo cierto es que es un hombre de genio, una persona excepcional, más allá de su historia, de su pasado, de sus vivencias y de su espiritualidad, que provienen de estas tierras. Creo que algunas de esas particulares características pueden servir hoy a la Iglesia universal. Frente a una Iglesia que siempre fue muy europea, y sobre todo muy italiana, con dinámicas que crearon situaciones objetivamente difíciles, Francisco puede convocar un cambio de expectativas. La providencia a veces elige personas que, incluso con sus límites, en un momento particular suscitan cambios profundos. Hay quienes dicen que Bergoglio muestra hoy otro estado de ánimo; tiendo a pensar que es siempre la misma persona que ahora vive la dimensión del misterio que supone su tarea.

–Después de estos días en Buenos Aires, ¿qué impresiones se lleva?

–No vine con la intención de formarme ideas claras al respecto. En esta semana he percibido fragmentos de un mosaico que adrede no quiero juntar. Tengo la impresión de estar frente a un cuadro fauvista de colores encendidos. En un mismo día estuve en la villa con el padre Pepe Di Paola y por la tarde en el Teatro Colón para escuchar a Ariel Baremboin y Martha Argerich. Conversé con muchas personas y hasta escuché tangos en el café Tortoni. Son muchos elementos fuertes y mi decisión es no bajar el tono de nada, no suavizar lo vivido, dejar que cada cosa sea tal como es. Puedo decir que mi primera impresión al llegar desde Brasil fue advertir en Buenos Aires una marcada continuidad con Europa, no me parecía estar lejos de Roma o de Madrid.

–¿Qué descubrió de la personalidad de Bergoglio en Buenos Aires?

–Mi mayor interés en este viaje era tratar de intuir qué podían significar la sociedad y la Iglesia argentinas en este momento. Un Papa representa también el mundo desde el que proviene, en el bien y en el mal: me voy convenciendo de que la Iglesia argentina tiene un rol histórico que cumplir. Sospecho que ustedes todavía no toman plena conciencia. Creo que esta Iglesia, con todos sus elementos, incluido el peronismo, debe ser más conocida y comprendida. En efecto, junto con algunos teólogos argentinos y rectores de universidades romanas hemos organizado reuniones para conocer mejor y difundir en Europa la teología argentina y su contexto latinoamericano. Si hoy hay un Papa argentino y además jesuita tenemos que tratar de entender qué nos quiere sugerir el Señor. Por eso mismo propuse y coordino en Italia la publicación de la biblioteca de veinte volúmenes de textos literarios que marcaron a Bergoglio. Hablé de literatura con él toda una tarde y me di cuenta de que fue y es un atento lector, si bien no acostumbra a citar autores. Más que entender los gustos del Papa quería saber cómo se formó intelectual y literariamente, qué autores y obras lo marcaron.

–¿Cómo ve a la Iglesia europea hoy?

–Muy cansada y debiendo afrontar cuestiones como la secularización, que a Bergoglio no le interesan. Estamos acostumbrados a decir que debemos confrontarnos con el relativismo, el secularismo y los valores morales, temas ciertamente importantes. Pero ahora llegó un Papa que jamás habla de estos asuntos sino que dice que debemos anunciar el Evangelio. En este sentido hay desconcierto al advertir qué vieja está la Iglesia en Europa, y no digo antigua solamente. Por otra parte, la geopolítica eclesial ha sufrido un cambio fuerte. Hoy las grandes cuestiones parecen ser otras y la periferia está destinada a convertirse en centro.  

2 Readers Commented

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  1. lucas varela on 10 septiembre, 2014

    No es novedad el prejuicio de nuestro amigo Poirier hacia el ser peronista. Y tampoco es novedad que una misión autoimpuesta de Poirier es descubrir afinidades del papa Francisco al peronismo. El Sr. Poirier ahora parece reconocer las dificultades que le generan sus “prejuicios locales” hacia las actitudes del papa Francisco. Si es así, bienvenido sea, porque reconociendo el problema puede encontrar la solución.
    Creo haber dicho alguna vez que a veces el saber comienza por ignorar. El papa Francisco es irreversiblemente universal; lo local con sus prejuicios e historias pierde trascendencia.
    Y ciertamente, después de un año y medio de pontificado, el papa Francisco ha demostrado ser coherente y excepcional. Las dudas e incertidumbres no tienen fundamento.
    Espero, de corazón, un cambio de actitud del Sr. Poirier hacia el papa Francisco; para bien de él mismo, y de la Revista Criterio.

  2. Pingback: La comunicación del Vaticano da un giro de 180 grados | Observatorio de Medios UCA 9 Oct, 2014

    […] Antonio Spadaro, jesuita director de La Civittá Cattolica, expreso en una entrevista otorgada a la revista Criterio algunos cambios puntuales en la comunicación de la Iglesia Católica. Uno central es que la comunicación está desplazándose a no ser arbórea, estructurada, sino de plataformas múltiples y con mayor grado de espontaneidad. Otro cambio, es que hay mayor comprensión que una entrevista en los medios periodísticos tiene mayor impacto que la distribución de una Encíclica. Finalmente, que en muchos casos una entrevista con un comunicador o un medio no católico llega a un público mucho más amplio que los medios tradicionalmente católicos. Spadaro es un entusiasta propulsor de las redes sociales como mediod e llegada del mensaje de la Iglesia a la gente,  actitud que se materializa en su blog CyberTeologia. Para leer de modo completo la entrevista, cliquear aquí. […]

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