La Argentina no estimula la innovación. Su industria es poco competitiva y está protegida con altos aranceles. No crecemos pues exportamos bajo valor agregado.
Para que nuestra economía supere el bajo crecimiento que sufre desde hace décadas, es necesario que la industria haga un aporte mucho mayor a las exportaciones. Como esto llevará unos años, la expansión económica dependerá aún de las exportaciones agrícolas.
Cuando en un país el consumo aumenta, también lo hacen las importaciones de productos, insumos y maquinarias. Si las exportaciones no alcanzan a pagarlas, hay déficit, que podrá cubrirse con reservas del Banco Central o con crédito internacional. Si estos recursos se agotan, la economía se contrae. En la actualidad, la Argentina vive esta situación porque su industria no exporta lo suficiente y, además, hay que enfrentar una endémica deuda pública.
Límites de las exportaciones agrícolas
Las exportaciones industriales de alto valor agregado requieren una fuerza de trabajo calificada, innovadora. Los países que no la promueven tienen pobres resultados.
Del total que exportamos, algo más del 50% son ventas agrícolas de bajo valor agregado, porcentaje semejante al de Etiopía, Ruanda y Uganda en África, o Nicaragua, Panamá y Paraguay en América latina.
La Argentina fue rica por sus exportaciones agrícolas. Hasta los años ‘20, con las divisas que obtenía importaba los bienes de capital y consumo que necesitaba. Desde la Segunda Guerra no fue fácil hacerlo por el enorme incremento de la importación de bienes de consumo, varios importados: nuevos medicamentos, lavarropas, aspiradoras, acondicionadores de aire, radios, reproductores de música, televisores y, más recientemente, computadoras o telefonía celular. Para producir estos bienes es necesario ampliar la oferta de energía y otros servicios, que incrementan las necesidades de bienes de capital importado.
Si bien hoy contamos con nuevas técnicas, como la siembra directa, la biotecnología, la maquinaria agrícola o los agroquímicos, que permitieron gran aumento de la producción, en 1920 éramos nueve millones de habitantes y hoy somos 40 millones, lo que origina un mayor consumo de alimentos. También desde fines del siglo XIX y hasta luego de la Segunda Guerra, existía el convencimiento de que siempre abasteceríamos de alimentos a Europa. Sin embargo no fue así y esto ocasionó una fuerte caída de la balanza comercial. Europa alcanzó la autosuficiencia de alimentos por la obtención de agroquímicos, sobre todo fertilizantes. Con ellos, sumado a la alta protección aduanera y los subsidios, logró autoabastecerse de granos, carnes vacunas, porcinas y avícolas, lácteos, aceites, azúcar, y hasta pasó a ser exportador de esos productos.
Existe la idea de que la gran demanda de alimentos de China y otros países asiáticos asegurará a la Argentina el ingreso de divisas que su economía necesita. La agricultura china está lejos de generar sus alimentos, pero así como Europa pasó de ser importador a exportador, no puede excluirse que ocurra lo mismo con China. Es peligroso creer que el viento soplará siempre de cola.
Como muchos países exportadores de materias primas no pudieron atender demandas de importación tan crecientes, algunos apoyaron el desarrollo de industrias que sustituyeran importaciones, como Australia. Y lo hicieron casi todos los de América latina, incluida la Argentina. La política fracasó debido a que con frecuencia las empresas que las ejecutaron importaban insumos, partes o piezas para armar el producto final. Una vez más la demanda de divisas superó la posibilidad de atenderla con las ventas de productos primarios.
Argumentos para justificar la sustitución de importaciones son la preservación del empleo y las divisas. Está el ejemplo de Suiza, con sólo ocho millones de habitantes y un nivel de vida únicamente superado por Noruega. Concentró su producción en unos pocos bienes y servicios que exporta a bajo costo y alta calidad: relojes, motores diesel, servicios bancarios y de reaseguro, medicamentos. Con las divisas que obtiene, importa prácticamente libre de aranceles lo que necesita. Si bien Suiza tiene una mínima protección a sus industrias –no así a su agricultura– registra bajo desempleo (4,2%).
Protección y libre comercio
Los países desarrollados tienen aranceles de importación para las manufacturas que no superan el 2% ó 3%. En la Argentina, el promedio para el Mercosur es del 14%, pero la mayor parte de los bienes manufacturados tiene una protección arancelaria del 15% al 20%, con el agravante de que para muchos productos se exige una licencia no automática de importación, que generalmente equivale a la prohibición. Así, no estimulamos la competitividad y la innovación, por lo que nuestra industria vende baja calidad a un mercado cautivo y no necesita ni puede exportar.
Los países avanzados compensan la baja protección con un tipo de cambio lo suficientemente subvaluado para encarecer las importaciones. Así, cuando un empresario proyecta instalar una planta, analiza si le conviene destinar los productos al mercado local o a la exportación. Si opta por lo primero tendrá pocas ventajas, pues contará con protección arancelaria muy baja, mientras que si exporta se beneficiará con la devolución del IVA y de los impuestos indirectos pagados durante el proceso de fabricación. Si se trata de un empresario que proyecta invertir en un país con alta protección aduanera, no dudará en optar por atender al mercado local. De esta manera, los países proteccionistas son los que más problemas tienen con los pagos externos.
Hasta no hace mucho la Argentina y Brasil compartían, respecto de la integración económica con el mundo, políticas similares: alta protección y rechazo a los acuerdos de libre comercio. Pero en Brasil soplan nuevos vientos. Los empresarios están convencidos de que podrán tener altas exportaciones de manufacturas si la industria es eficiente, para lo que hay que reducir la protección aduanera a fin de que exista competencia externa. También temen que el país vaya a quedar comercialmente aislado, por lo que aspiran a asociarse con la Unión Europea e ingresar al Trans-Pacific Trade and Invesment Partnership (TPP), si los otros miembros del Mercosur están de acuerdo; la Argentina en un principio se opuso.
Sostenían los empresarios brasileños que la Argentina constituía un obstáculo para negociar un acuerdo de libre comercio con la UE y sentían que perderían la oportunidad de ingresar en el TPP, iniciativa promovida por los Estados Unidos en la que se embarcaron economías dinámicas de la región, como Chile, Perú, Colombia y México. Todo indicaría que la Argentina acompañará a Brasil en las negociaciones con la UE, por lo que el problema se solucionaría.
La Argentina retrocedió
A principios del siglo pasado nuestro PBI per capita era tan elevado que sólo seis países lo superaban: Gran Bretaña, Australia, Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelanda y Suiza. Ahora son más de 40 los que están por encima. Nada permite pensar que la Argentina pueda volver a ser séptima en el mundo por su PBI per cápita, pero podría aspirar a que la supere sólo una veintena de países. Como ocurre con España, que en ese indicador es superada por 21 naciones. Si se fijara este objetivo, comprenderíamos en qué grado deberían aumentarse nuestras exportaciones.
Por tener un número de habitantes semejante, ¿cuánto tendría que exportar la Argentina para tener un PBI per cápita como el de España? El PBI español en 2011 fue de US$ 1.500 millones y sus exportaciones de US$ 224.000 millones. La Argentina exportó ese año por US$ 84.000 millones. Para tender a aquel nivel de PBI sería necesario incrementar las ventas en US$ 140.000 millones. Nuestras exportaciones agrícolas en 2011 significaron el 52% del total: US$ 43.680 millones. Como se estima posible duplicarlas, la cifra llegaría a US$ 88.000 millones, por lo que restaría exportar US$ 52.000 millones. Sólo una industria innovadora podría hacer este aporte sustantivo.
Un PBI per cápita cercano al que la Argentina podría aspirar –entre US$ 25.000 y US$ 40.000– es el que tienen hoy España, Irlanda, Italia y el Reino Unido. Su elevado nivel de vida es consecuencia en parte de la exportación mayoritaria de productos manufacturados: España, 73% del total; Reino Unido, 70%; Italia, 83%; e Irlanda, 85%. La Argentina presenta un porcentaje del 33% y un PBI per cápita menor a US$ 10.000. En 2011 el país tuvo exportaciones de manufacturas por US$ 455 por habitante; España, por US$ 3.460; Reino Unido, por US$ 4.080; Italia, por US$ 5.666; e Irlanda, por US$ 21.898.
Para que la Argentina alcance tan elevadas exportaciones de manufacturas no bastará con tener una industria capacitada, competitiva. Se necesita también baja inflación, instituciones fuertes y educación primaria, secundaria, técnica y universitaria de calidad, orientada a la producción de bienes y servicios internacionalmente competitivos e innovadores. Tenemos pocos ingenieros y muchos abogados y psicólogos. Es necesaria también una infraestructura eficiente (rutas, puertos, etc.) y gobiernos con políticas exportadoras.
Se habla en estos días del yacimiento Vaca Muerta. Podría ser en un futuro una fuente exportadora, pero por el momento su potencial de producción no pasa de ser estimativo.
En síntesis, con 40 millones de habitantes, es riesgoso depender de la exportación de unos pocos productos primarios. The Economist del 14 de abril último advertía: “Los gobiernos de los países de América latina no pueden posponer indefinidamente las reformas necesarias, ya que el riesgo que enfrenta la región no es el de las crisis financieras del pasado, sino los choques por el bajo crecimiento de sus economías y las altas expectativas de mejora en el nivel de vida de clases medias cada vez más numerosas. Así quedó demostrado en Brasil con las protestas masivas de junio de 2013”.
El autor es Director del Instituto para el Desarrollo de Consorcios de Exportación de la Fundación ICBC. Fue secretario de Comercio Exterior y embajador ante la Comunidad Económica Europea.
1 Readers Commented
Join discussionAmigo Elvio Baldinelli,
Desde la primera frase de su artículo Ud describe un «estado de situación Argentina», diríamos extrema (extremista suena feo).
Está todo mal¡¡
Esta mal la innovación, la industria, la competitividad, los aranceles.
En exportaciones somos Etiopía.
Tenémos deuda pública endémica.
Tenemos alta inflación, instituciones débiles.
La educación primaria, secundaria, técnica y universitaria de baja calidad.
La infraestructura es deficiente,…….huff
Y como si esto fuera poco, los de afuera son inteligentes, no son como los argentinos (esa es la idea), y hacen las cosas bien.
No, no, no estamos tan mal. Su exposición parte de una errónea descripción de la realidad argentina.
Este error, es válido suponerlo «no inocente» (culpable suena feo). Sospecho que la situación argentina no es motivo de sus desvelos, su único interés es hacer política opositora, sin interesarle las formas.
Una verdad a medias por aquí, una magnificación por allá, una negación más allá, y su escrito salió «como pan caliente».