Consejo sobre diálogo interreligioso para las Américas

El 7 y 8 de septiembre tuvo lugar en el Vaticano un Congreso sobre diálogo interreligioso replicando la experiencia que Jorge Mario Bergoglio llevó adelante como arzobispo en Buenos Aires junto al sacerdote Guillermo Marcó, el rabino Daniel Goldman y el dirigente islámico Omar Abboud.
La iniciativa fue motivada por el Secretario General de la Organización de los Estados Americanos (OEA), el ex canciller uruguayo Luis Almagro, en colaboración con el Consejo Pontificio del Diálogo Interreligioso, presidido por el cardenal Jean-Louis Tauran.
En el marco del evento, referentes judíos, católicos y musulmanes de todo el continente conformaron el Consejo de Diálogo Interreligioso para las Américas, que procurará «el cuidado de la casa común» con la encíclica Laudato si como inspiración.
Entre los invitados argentinos estuvieron el presidente de la Corte Suprema de Justicia Ricardo Lorenzetti, el subsecretario de Culto Alfredo Abriani y el embajador Luis Mendiola, miembro del Consejo de Redacción de la revista CRITERIO y del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales, del cual también estuvo su presidente, el ex canciller Adalberto Rodríguez Giavarini.

TESTIMONIO: La misma fuente de creación

No estoy seguro de poder conceptualizar un razonamiento acerca de la identidad, pero creo aproximarme, al afirmar que la misma posee un núcleo duro, central, medular. Ese núcleo está condensado a través de un lenguaje. Entiendo por lenguaje una categoría ontológica formada por valores, leyes, tradiciones, ritos, arte y metáforas que se entraman a través de un delicado e imperceptible hilo que concatena la cultura.
A su vez, existe un núcleo blando, maleable, flexible, que fluye y permite penetrar en otras identidades que convergen entre sí en determinados momentos sociales e históricos.
En este sentido, el diálogo es el ejercicio en el que encontramos un canal de relación experiencial que accede a amalgamar las aristas de los núcleos blandos y que colabora para que la convivencia entre los hombres resulte más humana. La matriz religiosa aporta al diálogo un marco que puede quebrar un círculo de intereses absolutamente subjetivos y que hacen que el otro deje de ser una amenaza para pasar a ser una criatura en el que se reconoce proveniente de la misma fuente de creación.
Sin delirios mesiánicos, el diálogo pasa a ser una labor que produce, al decir de Martín Buber, “una acción cósmica” que nos compromete armónica e íntegramente, y que concede a que lo común pueda ser nuestra casa, es decir, un lugar para que nuestros hábitos permitan ser habitables por todos. Con sus más y sus menos, nuestro continente llega a ser un paradigma en el que se enseña este ejercicio que debemos seguir explorando.

Rabino Daniel Goldman

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