Pablo Bernasconi: “Leer obliga a entrenar la imaginación”

Desde hace más de una década sorprende con sus columnas de opinión gráfica en La Nación, por las que ha sido reconocido con varios premios a la excelencia por la Society of Newspaper Design. Además publica encantadores libros gráficos para niños (El Diario del Capitán Arsenio, Hipo no nada) y para adultos (Retratos, Finales, entre otros). Desde Bariloche cuenta cómo es su proceso creativo y las razones por las cuales elige preservar las ediciones en papel: “El amor por los libros tiene que ver con el que siento por las historias y porque entrenan el músculo de la imaginación”.

Pablo Bernasconi nació en Buenos Aires en 1973, pero desde los tres hasta los 18 años creció en Bariloche; sus padres se dedicaron a la ciencia y trabajaron en el Centro Atómico. La etapa universitaria y sus primeros trabajos lo retuvieron a Buenos Aires durante 11 años. Fue diseñador gráfico de Clarín y con la adrenalina de los cierres, descubrió que sus ilustraciones podían ser grandes aliadas para comunicar una idea. Desde entonces lo convocan diarios de todo el mundo, incluidos The Wall Street Journal y The New York Times. En el 2001 decidió “empezar de nuevo” en la Patagonia. Recibió numerosos premios internacionales como el Zena Sutherland Best Book of the Year (University of Chicago) por Capitán Arsenio y fue elegido para representar a la Argentina como ilustrador en los premios Andersen.

¿Cómo vivís la situación del Covid-19 en Bariloche y cómo alteró tu trabajo?
La pandemia nos encontró planeando una mudanza que tuvimos que demorar dos meses, pero con un poco de humor podría decir que desde hace veinte años estoy en cuarentena… Mi rutina no cambió mucho porque trabajo en mi casa y suelo tener reuniones de forma remota, pero obviamente lo que se modificó es el movimiento de la casa y obviamente no poder reunirnos con amigos.
¿Cómo es tu espacio de trabajo?
En la nueva casa tengo una especie de altillo que dividí en un sector de taller y otro digital; por un lado están la computadora y la cámara de fotos y, por otro, el espacio del trabajo más sucio, con pinturas, cartones, el atril y las obras de lienzo. Voy y vengo de un lado a otro, llevando y trayendo los trabajos.
¿Tenés una colección de objetos para crear tus ilustraciones?
Muy a pesar de los que me rodean, me gusta encontrar cosas que se presentan de forma fortuita y no sé exactamente para qué las voy a usar. Me llaman la atención porque formalmente y conceptualmente podrían servirme. En otras ocasiones directamente voy en la búsqueda de un objeto, por ejemplo algo redondo, para resolver una imagen, por lo tanto necesita responder a una necesidad inmediata.
¿Cómo es la construcción del lenguaje Bernasconi? ¿Vas coleccionando imágenes o primero están los textos?

Trabajo en un tándem directo entre el texto y la imagen. A veces no existe la imagen y escribo un texto que va luego a ser acompañado por una imagen. Pero en el caso de los libros creo todas las ilustraciones, incluida la tapa, y después lo escribo. Las imágenes me dictan qué necesitan. Para mí es importante tener la garantía de que los textos no van a ser redundantes sino completamente necesarios.
¿Cómo era tu relación con los libros en tu infancia?
Mi mamá tenía una biblioteca muy grande y en los estantes de abajo estaban los libros quizás más accesibles y en los más altos, los que ella leía. Por supuesto que lo que me interesaba era escalar. Llegué como pude y entendí por qué estaban arriba: no entendía nada. Pero a medida que crecía me acercaba a ellos y fueron fundamentales. El amor por los libros tiene que ver con lo que siento por las historias, por la narrativa. El libro obliga a entrenar el músculo de la imaginación para acompañar esa historia. El lector le pone cara a los personajes, ubica un lugar geográfico, compone los paisajes; hay una relación de entendimiento o empatía, o de rechazo, con la historia o los protagonistas. Esa musculatura es esencial, aún más en los niños, y buena parte de lo que hago es resultado de mi tránsito por historias y autores y de haber aprendido a construir un universo alrededor de eso. Cerrás un libro y tenés un universo nuevo en la memoria.
¿Y tu relación con el dibujo?
La pulsión de querer dibujar es inmediata desde siempre y tiene que ver con que siento que hay una historia que necesita ser interpretada en imágenes. Cuando era chico leía muchas historietas, donde el universo gráfico ya estaba implícito, pero yo hacía mis versiones del Hombre Araña o de Hulk. Mi hijo Franco también; es fanático de los trenes y hace poco vio la película Imparable, en la que una formación se queda sin maquinista. No le gustó el final así que se puso a dibujar su versión. Eso es imaginación y pura autoría, porque un niño se convierte en autor a partir del material de algo que lo conmovió, inclusive si le resulta repulsivo o si necesita digerirlo de otra forma.

¿El proceso creativo es distinto cuando vas a dirigirte a chicos o a adultos?

Hay un estigma y un prejuicio. Cuando escribí y dibujé mi primer libro y lo presenté en una editorial con la que estaba trabajando, me dijeron “Ah, es un libro para niños”. Yo no lo había pensado y no me importaba, lo que quería era publicarlo. Obviamente hay libros con ciertos guiños que son más para adultos y otros para niños, como Hipo no nada, o Vaca negra, vaca blanca, pero el punto de partida no tiene una formulación directa ni un programa. Por otro lado, los mecanismos de construcción de la imagen son similares en cuanto a la estética y a la manera de pensar, aunque cambie el recorrido intelectual. Con los chicos, la prioridad es lo lúdico, lo mágico; y con los adultos podría decirse que hay un trabajo más reflexivo.

¿Los adultos hemos perdido la cultura de disfrutar de libros gráficos?
En realidad los libros ilustrados no son para nadie en particular, aunque los libros ilustrados para niños y niñas generan también una relación de empatía inmediata con los adultos. A veces el adulto se da el permiso de encontrarse con la ilustración cuando le lee a sus hijos y ese contrato le sirve a todos.
¿Cómo nacen tus personajes?
Necesito vehículos que transporten la historia desde un lugar a otro y esa es la función que cumplen los personajes. Si el movimiento implica, por ejemplo, un lugar con más humor, ese aspecto empieza delimitar al personaje de forma que pueda naturalmente expresar ese humor. O al revés, si el personaje necesita cierto grado de dramatismo, tiene que ser capaz de sobrellevar una angustia.
Un ejemplo sería el monstruo de tu cuento El brujo, el horrible y el libro rojo de los hechizos.
Precisamente el personaje del Horrible conduce una historia con un drama y el desafío es garantizar ese clima sin ser redundante. Pero también hay personajes que nacen simplemente porque me gustan, como los elefantes. Puede suceder que en una historia quiero que haya un elefante, aunque todavía no sepa para qué. Uno tiene que jugar de forma caprichosa y no siempre con un objetivo; a veces algo se impone y cierta simbología genera una relación de cariño.
¿El lápiz es tu herramienta infalible?
El lápiz está siempre y en cualquier cosa: las anotaciones, las líneas, las pistas, las estructuras… Es un instrumento muy amable, dúctil, se adapta inmediatamente a lo que necesito hacer. Se necesita simpleza y velocidad para anotar inmediatamente una idea porque la forma fresca se presenta y se pierde. El lápiz es una garantía para la memoria.
¿Cómo surgió es la dinámica de “Un cuento del día” que inauguraste con la cuarentena? ¿En qué consiste?
Con la cuarentena los días son todos iguales. Hay una distorsión espacio-temporal que afecta sobre todo a los niños. El lunes es igual al martes y así sucesivamente, no hay más una relación de los colores con los días, no hay contrastes, ya no te ponés contento cuando es viernes. Me pareció que compartiendo uno de mis cuentos por día en las redes sociales puedo sumar algunos colores. Dependiendo de los días voy compartiendo cuentos; hay días de júbilo y otros tristes. No se puede estar siempre alegre, feliz, risueño y optimista, y está bien transitar la tristeza, aprovecharla y a veces hasta disfrutarla porque es parte de la vida. El color en el cuento tiene una simbología, un peso propio, ilustrando la tristeza, la alegría o la emoción del cuento. Precisamente eso es lo que hacen las historias.
¿Cómo es tu relación con las redes sociales?
Nunca me interesaron pero entiendo que son necesarias, mucho más en este momento porque están cumpliendo un rol no tan accesorio sino primario: mantener la comunicación, que es el aspecto que realmente me interesa. Paralelamente tengo muchos conflictos con algunas cosas que están asociadas a las redes. Por ejemplo, yo no contesto mensajes porque tendría que dedicarle mucho tiempo; me han sugerido que contrate a otra persona para responder pero me parece muy deshonesto. Es un gran embrollo. Con la experiencia de “Un cuento del día” encuentro en las redes una herramienta y está bueno poder aprovecharla.
La muestra “El infinito” se exhibió en el Espacio Soria en Bariloche y si bien por la cuarentena todavía no llegó al Centro Cultural de la Ciencia, en Buenos Aires, lo hará cuando estén dadas las condiciones. ¿Cómo surgió la pregunta por el infinito?
Se trata de una gran muestra en la que trabajé dos años a partir de uno de mis libros, El infinito. La intención primera fue acercarme a abarcar lo inabarcable, lo cual era una misión frustrada desde el inicio, pero al menos hice el intento de jugar con ese concepto. Empecé generando definiciones del infinito de forma metafórica y con haikus de cuatro líneas, y luego dibujé las ilustraciones del libro. Y partir de ese momento en el que obviamente sentí que muchas cosas habían quedado afuera, continué investigando en las ramas de la ciencia, la filosofía, las artes, las humanidades y la simbología en torno a cómo se habían acercado al infinito.
¿Qué descubriste?
Por ejemplo, las distintas teorías sobre lo que había previo al inicio del universo, antes del Big Bang… Realicé entrevistas y tomé clases con científicos del Instituto Balseiro hasta que convoqué a un equipo de científicos para trabajar juntos en la muestra “El infinito” y aceptaron. La muestra se exhibió en Bariloche con entrada gratuita, con una agenda de conversatorios abiertos con científicos y el público en los que podíamos replicar las entrevistas que yo había comenzado a realizar dos años antes.
¿El arte puede explicar mejor lo que no siempre podemos comprender con la razón? ¿Influyó la familiaridad con la ciencia por tus orígenes en una familia de científicos?
Mi padre es científico y mi madre también lo fue; daba clases en el Balseiro, y además sus amigos también se dedicaban a la ciencia, así que yo también tenía cierta frecuentación. Incluso leí y leo mucho de ciencia, y para este trabajo específicamente investigué más profundamente en la astrofísica, la cuántica, la matemática… El resultado fue un diálogo muy interesante entre ciencia y filosofía presente en 70 objetos, piezas artísticas e instalaciones que intentan explicar, por ejemplo, qué es un agujero negro, cómo funciona el índice de gravedad infinita o el principio de incertidumbre en la cuántica.
¿Te interesa trabajar con la noticia o fue perdiendo el atractivo?
Cuando hace un poco más de una década me convocaron en La Nación, mi propuesta fue elegir un tema de actualidad y presentar una mirada más filosófica, que amplíe la cotidianeidad, lo efímero, para generar una reflexión. El diario ya no sirve como tal, es un concepto viejo, de hecho debería llamarse “hora” por la fugacidad de las noticias. Si pensamos en la pandemia que nos toca vivir a todos, se puede encarar desde una perspectiva perecedera, presentando los datos del día, o presentar una perspectiva reflexiva que en un año siga diciéndome algo. Se trata de un desafío permanente pero es lo que quise hacer.
El mundo editorial y especialmente los medios gráficos atraviesan una etapa difícil en todo el mundo. ¿Cómo imaginas el futuro de la gráfica y de los libros? ¿Hacia dónde vamos?
Voy a quitar los deseos, porque son muy distintos de lo que creo que puede pasar. Todo apunta a que los soportes van a coexistir, que habrá un tipo de información que va a correr por el mundo digital, que será gratuita y por lo tanto se ampliará y popularizará, y paralelamente perdurarán canales para lo afectivo, lo que tiene que ver con la posesión y el encuentro físico con el objeto, un libro, por ahora es irreemplazable. Y también los híbridos; si en Kindle leo un libro que me gusta mucho, lo compro en su formato físico porque lo quiero tener en mi biblioteca. No puedo leer poesía en ningún soporte digital, hay una relación con las páginas que no puedo reemplazar y creo que a mucha gente le sucede lo mismo.
¿Y qué sucede con los chicos y los libros?
Se han realizado distintas experiencias digitales pero no les ha ido bien y también fracasaron los libros interactivos. Yo me negué a mis libros se trasladen con estímulos digitales y es muy importante sostener la defensa del libro, que sobreviva, precisamente porque su función es categórica.

1 Readers Commented

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  1. Susana Riobo on 29 julio, 2020

    Excelente!!! Amo a Bernasconi

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