Comentario de la obra ¿Quién es el Sr. Schmitt? de Sébastien Thiéry (Paseo La Plaza).

El proponer dilemas ético-existenciales desafiando el sentido común y la lógica son elementos recurrentes en las dos obras de Sébastian Thiéry recientemente estrenadas en Buenos Aires: Lluvia de plata y ¿Quién es el Sr. Schmitt?, la última de las cuales se repuso la primera semana de enero. Impulsado a la escritura, tanto televisiva como teatral, por su deseo de diseñar personajes a su medida de actor, Thiéry ha sido reconocido ya con un premio Molière por Cochons d´Indey sumado algunas nominaciones al mismo por dicha obra y por el texto que nos ocupa. Su interés confeso al escribir es plantearle al espectador interrogantes sin dar respuestas y, en este caso, la pregunta nos remonta, nada menos, que al precepto délfico del “conócete a ti mismo”.
Ya Miguel de Unamuno, reflexionando sobre esta cuestión en su Prólogo a Tres novelas ejemplares y un Prólogo, nos lanzó la inquietante afirmación de que en cada uno de nosotros conviven varios seres: el que uno es, el que cree ser, el que es para los otros y el que quiere ser. Precisamente éste es el punto sobre el que pretende hacernos reflexionar la propuesta de Thiéry, que nos sumerge en un mundo que orilla lo kafkiano. La pareja protagónica, un honorable matrimonio de un medio social acomodado, se verá enfrentada, brutal e irracionalmente, a la posibilidad de no ser quien cree ser –los Piscis– sino los Schmitt y a no estar donde cree estar –Argentina– sino en Uruguay. A partir de allí su desconcierto ante esta situación –y también su resistencia a aceptarla– va in crescendo, junto con la de aquel espectador poco acostumbrado a que en tono y forma de comedia irrumpan elementos que oscilan entre el absurdo y lo fantástico. Un policía y un psiquiatra se suman para indagar y procurar legitimar la “nueva” o verdadera identidad y hacia el final, un tercer personaje –el hijo de los Schmitt– produce de manera abrupta un giro decisivo en la trama que termina provocando un inesperado desenlace que, sin embargo, no resuelve el conflicto central que da título a la obra. El autor presenta una visión satírica sobre el mundo social al que él mismo pertenece y, en especial, a través de la figura del psiquiatra y la del propio protagonista – él también médico–, ofrece una impiadosa mirada de la práctica de esta profesión, generando uno de los momentos de más lograda comicidad, en un texto donde el humor no siempre circula de manera convencional ni genera la carcajada limpia, y termina convirtiéndose en una mueca amarga.
Javier Daulte, el reconocido dramaturgo, guionista y director, logra imprimirle a la puesta el ritmo y el carácter que pide un texto muy afín con parte de su producción. Para ello cuenta con un destacable grupo de actores, que responden con ductilidad a una marcación en la que movimientos, gestualidad y mímica cobran tanta relevancia como la palabra para crear situaciones humorísticas. Esto se hace especialmente visible en la destacable interpretación de Gabriel Goity. Junto a él se luce Laura Oliva, como la sumisa esposa que termina afirmándose por sí misma en el camino de la búsqueda interior y plegándose a su nueva identidad. También se lucen Carlos Defeo y Fabián Minelli, al aportar la necesaria dosis de histrionismo a sus respectivos personajes. La escenografía apuntala con sobriedad las exigencias del texto al tiempo que subraya la artificiosidad de la vida rígidamente articulada del matrimonio Piscis y también la ruptura final mediante la mesa partida en dos.

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